¡°Cuando se habla permanentemente es f¨¢cil decir muchas estupideces¡±
El ruido ha conquistado el mundo. Novelista, ensayista, fil¨®sofo, te¨®logo y sacerdote, Pablo d¡¯Ors, autor de la superventas 'Biograf¨ªa del silencio', lo combate con la meditaci¨®n.
Alguien le puso un mote de dudoso gusto: ¡°el Woody Allen de la meditaci¨®n¡±. Vale, lo mismo podr¨ªa haber sido ¡°el Messi del silencio¡±. Nada de eso vale m¨¢s que para reducir a lo anecd¨®tico a un tipo poli¨¦drico y parad¨®jicamente locuaz como Pablo d¡¯Ors (Madrid, 1963). El nieto del pensador y escritor?Eugenio d¡¯Ors sigue vendiendo ejemplares (ya m¨¢s de 200.000) de su gran ¨¦xito, Biograf¨ªa del silencio (originalmente editada por Siruela y hoy por Galaxia Gutenberg, que actualmente recupera y reedita toda su obra y que publicar¨¢ su pr¨®ximo libro, Ensayo sobre la luz). Y hoy mismo inicia en el valle de las Batuecas un nuevo retiro de meditaci¨®n, acompa?ado por 10 miembros del grupo de meditaci¨®n que anima, los Amigos del Desierto. Es la actividad trepidante de un hombre tranquilo que piensa, contempla, estudia, reza, lee, escribe, viaja, habla y -cuando toca, que es a menudo- se calla. Un pecado esto ¨²ltimo, en tiempos as¨ª.
Viniendo hacia aqu¨ª hab¨ªa un enorme cartel publicitario con esta frase: ¡°Te mintieron: es muy f¨¢cil encontrar la felicidad¡±. ?Qu¨¦ le sugiere esto?
No me interesa la felicidad, sino la plenitud, que es diferente. Puedes estar caminando de forma rotunda hacia tu plenitud y no ser particularmente feliz. Hay muchas propuestas de felicidad, pero la asociamos m¨¢s bien con el bienestar. Y esa es la trampa, esa es la mentira. Me gustar¨ªa introducir el t¨¦rmino ¡°bienser¡±, frente a bienestar. Supone que no solo tenemos instintos y deseos, sino tambi¨¦n un anhelo. Los instintos obedecen al cuerpo; los deseos, a la mente, y el anhelo, al alma. Puedes tener instintos y deseos, pero si te falta el anhelo¡
Con los muertos de la pandemia y su terrible impacto ya no podemos hacer nada¡, quiz¨¢ con las lecciones a extraer s¨ª. ?O no? ?Cree que se puede aprender de lo ocurrido y cambiar cosas, o piensa, como algunos, que eso es cosa de predicadores?
Yo debo de ser un predicador. Porque s¨ª creo que podemos aprender de lo vivido, y creo que s¨ª, que se puede formular as¨ª: extraer lecciones. Lo m¨¢s interesante de la vida es aprender. En la medida en que tenemos una actitud discipular, es decir, de receptividad y de humildad, la vida es interesante. La humildad es el punto de partida y el punto de llegada. Lo que nos impide ser humildes y receptivos son nuestros prejuicios. La realidad no est¨¢ en primera instancia para ser cambiada, sino para ser vivida. Lo primero que tenemos que hacer con la experiencia de la pandemia es vivirla de verdad, o sea, no hacer o¨ªdos sordos, no pasar de p¨¢gina, sino mirarla a los ojos.
Quiz¨¢ la pandemia tenga a¨²n m¨¢s potencia de tiro como ense?anza por el hecho de ser una tragedia. La tragedia es realmente poderosa ense?ando, los griegos lo descubrieron hace cosa de 2.500 a?os¡
Porque lo positivo nos vuelca hacia afuera mientras que lo oscuro nos remite hacia adentro. Y yo no creo que no se pueda hacer nada con los que ya han muerto o con los que han perdido a sus seres queridos. A unos se les puede recordar y a los otros se les puede acompa?ar. Me preguntaba por la tragedia. Lo que nos pone en cuesti¨®n lo queremos evitar, pero tambi¨¦n nos obliga a pensar, a elaborar, a buscar qu¨¦ hacer con eso. Normalmente, lo que hacemos frente a la tragedia es o bien escaparnos ¡ª?somos maestros de la fuga¡ª, o bien intentar resolverla, dado que el ser humano actual tiene m¨¢s bien una mentalidad pragm¨¢tica, que siempre quiere soluciones. Y a ver, si una cosa se puede resolver, resu¨¦lvase, pero algo de la magnitud de esta pandemia no es simplemente una cuesti¨®n de resoluci¨®n, sino m¨¢s bien de disoluci¨®n.
?Qu¨¦ quiere decir exactamente?
Que los verdaderos problemas, por ejemplo, la muerte de un ser querido, no se pueden resolver, por mucho que hagamos. Lo que hay que hacer es disolverse en ellos.
Quiere decir aprender a convivir con ellos¡
Disolverse en ellos quiere decir que la tragedia es tragedia y que no va a dejar de serlo por mucho que t¨² te trabajes interiormente. Pero s¨ª va a perder su veneno, va a dejar de tener una resonancia destructiva en ti, aunque siga formando parte de ti. Ese trabajo consiste en mirar con benevolencia lo oscuro. En este caso, la tragedia se disuelve. Si la miras con rabia o desesperaci¨®n, la agrandas.
Lleg¨® el virus, nos metimos en nuestras casas y tuvimos la sana tentaci¨®n de recogernos, de estar con nosotros mismos. Pero enseguida nos aplicamos a rellenarlo todo de ruido: chats, conciertos en los balcones, tutoriales de reposter¨ªa, aperitivos por videollamada, discos, series, pel¨ªculas¡ O sea, m¨¢s que vivir el tiempo, nos aplicamos en matar el tiempo, cuando se suele decir que lo que m¨¢s nos falta es tiempo.
El tema de la falta de tiempo es un espejismo. Realmente lo que hay es tiempo. Otra cosa diferente es c¨®mo lo utilizamos. Si de verdad quieres saber en qu¨¦ cree alguien y d¨®nde tiene su coraz¨®n, mira su calendario y su horario.
Veinticuatro horas siete d¨ªas a la semana dan para bastante, en efecto¡
S¨ª, pero el asunto es que estamos en una cultura del af¨¢n de rendimiento. Eso significa que valoramos las cosas no por lo que son, sino por lo que producen. De hecho, siempre preguntamos: ¡°?Eso para qu¨¦ sirve?¡±. Algo vale hoy si produce. Esto nos hace vivir con una tensi¨®n innecesaria, convencidos de que el tiempo hay que aprovecharlo. Pero no es que haya que aprovecharlo, sino vivirlo, que no es lo mismo. Ese af¨¢n de exprimir es lo que nos mata y lo que mete importantes dosis de infelicidad en nuestras vidas. No se trata de vivir en el vac¨ªo absoluto, claro; pero s¨ª de conceder peque?os espacios al vac¨ªo. ?Para qu¨¦? Para aprender que ser no se identifica con hacer. Hemos hecho un mito del pensamiento y de la acci¨®n, pero el ser humano no se reduce a pensar y hacer, hay otra cosa que se llama, en lugar de pensamiento, contemplaci¨®n, y en lugar de acci¨®n, pasi¨®n. Pasi¨®n en el doble sentido de pasividad y de padecimiento. Las cosas tienen que tocarnos. Y si nos tocan, algunas nos hacen da?o.
Al hablar de pasividad, entiendo que habla usted de escuchar al otro, de esa noci¨®n de la atenci¨®n de la que escribi¨® y habl¨® Simone Weil. Pero no corren buenos tiempos para eso.
Yo defino escuchar como recibir lo que el otro te dice sin cargarlo ni intelectual ni emocionalmente. En la medida en que t¨² a?ades tu propio pensamiento o tu propia emoci¨®n a lo que te est¨¢n diciendo, ya no escuchas de verdad. Por eso, muchas de nuestras conversaciones son simplemente reactivas. Y es lo que pasa en nuestra sociedad de la extraversi¨®n, del siempre hacia fuera: que si te quedas callado y escuchando, te dicen: ¡°?Pero qu¨¦ te pasa?¡±.
?No habr¨ªa que primar en la educaci¨®n de ni?os y adolescentes la capacidad de hablar en p¨²blico y, a la vez, de saber escuchar?
Bueno, la meditaci¨®n es eso: una escuela de escucha de uno mismo. Escucharse a uno mismo es lo que posibilita poder escuchar a otros, por la sencilla raz¨®n de que nadie puede dar lo que no tiene. En la medida en que la sociedad ha crecido en est¨ªmulos, y sobre todo en la inmediatez de esos est¨ªmulos, vamos necesitando cada vez m¨¢s educaci¨®n en la atenci¨®n. Hoy, la amenaza que supone la dispersi¨®n es mucho mayor que hace a?os. ?Qu¨¦ es la dispersi¨®n? Estar en todas partes y, en realidad, en ninguna. ?Y qu¨¦ es meditar? Aprender a estar en un sitio.
Hay gente que, si est¨¢ aqu¨ª, quiere estar all¨ª y, si est¨¢ all¨ª, quiere estar aqu¨ª. Es terrible esa desaz¨®n, para ellos y para su entorno.
La fascinaci¨®n por el turismo funciona de este modo. Es un poco como un check list: esto ya lo he hecho, ah¨ª ya he estado¡ Es la avidez por vivir, en lugar de realmente vivir.
Al final es un problema de espacio, ?no? En una caja entra hasta aqu¨ª y ya no cabe m¨¢s. Y cuando ya no cabe m¨¢s empezamos a fingir. ?Est¨¢ de acuerdo?
S¨ª lo estoy. Estamos sobreestimulados. Y cuando no lo estamos, ya nos preocupamos nosotros de buscar recursos para evitar el vac¨ªo. ?Por qu¨¦ el vac¨ªo asusta? Porque te recuerda lo que eres. El vac¨ªo exterior ¡ªuna tarde de domingo libre, por ejemplo¡ª es un espejo del vac¨ªo interior. Y eso nos da v¨¦rtigo, porque donde no hay nada puede haber¡ cualquier cosa. El vac¨ªo es el ¨¦xtasis de la posibilidad. Y huimos de esa apertura tan total.
Si la meditaci¨®n es la escucha de uno mismo, ?es tambi¨¦n confrontaci¨®n?
Desde luego. La paz, que es uno de los frutos de la meditaci¨®n, no es id¨ªlica, sino una paz resultante de un combate. Te has peleado contra ti mismo y llegas a la luz despu¨¦s de atravesar la oscuridad. Eso supone muchas cosas: la zozobra, la incapacidad de sostenerse uno mismo, todo el inconsciente que va emergiendo, todo eso que Jung llamaba la sombra, los famosos demonios interiores¡ Todo eso hay que mirarlo amorosamente para exorcizarlo.
Pero todo eso pasa en los sue?os tambi¨¦n.
Es que se parecen mucho. A lo que m¨¢s se parece la meditaci¨®n es al sue?o. Son las dos fuentes por las que el inconsciente sale a la superficie. Siempre que se habla de meditaci¨®n, muchos creen que es algo misterioso y dif¨ªcil. Al contrario: es cotidiano y elemental, una pr¨¢ctica sencilla y posible que supone solo las ganas de conocerse a uno mismo y de atreverse a mirar lo que hay, sea lo que sea.
Se supone que una de las metas de la meditaci¨®n es verte sin filtros. ?Y si no te gusta lo que ves?
Bueno, es lo m¨¢s normal y lo m¨¢s interesante del asunto.
Claro, si te encantas a ti mismo, para qu¨¦ meditar.
Claro. Los autocomplacientes son los m¨¢s tontos.
Pero si te ves y no te gustas, ?qu¨¦ haces, tomas medidas?
No, porque estar¨ªas entrando ya en otra l¨®gica diferente, pragm¨¢tica. Si luego t¨², en tu vida diaria, quieres tomar medidas para mejorar, pues t¨®malas, pero en la meditaci¨®n propiamente dicha no debe uno ponerse prop¨®sitos.
A quien est¨¦ leyendo esto y piense algo as¨ª como ¡°de qu¨¦ me est¨¢n hablando, a qui¨¦n le importan estas cosas¡±, ?qu¨¦ le dir¨ªa? ?T¨² te lo pierdes?
Todo esto que est¨¢ saliendo aqu¨ª puede parecer una elucubraci¨®n, pero es profundamente elemental. Lo espiritual es elemental. De lo que yo siempre quiero hablar es de mirar, de escuchar, de caminar, de comer, de dormir¡ La felicidad ¡ªo la plenitud, como dec¨ªamos antes¡ª consiste en realizar de manera consciente todas estas actividades cotidianas. A lo mejor hay personas que no entran en el nivel reflexivo de este discurso, eso no tiene importancia. Lo mismo que no a todo el mundo le gusta todo tipo de cine o de literatura. Pero no hay que mirar tanto lo que uno dice como lo que uno es. Podemos decir muchas cosas y ser muy pocas.
Bueno, podr¨ªa salir aqu¨ª una larga lista de personajes que dicen cantidad de cosas sabiendo que no las har¨¢n nunca¡ Bastantes de ellos son pol¨ªticos.
Son los c¨ªnicos. Pues nada, peor para ellos. Entiendo la postura intelectual del cinismo, pero me parece ¨¦ticamente poco aconsejable.
Usted ha sostenido que en torno a un 80% de la labor intelectual que desarrollamos es prescindible y, peor, contraproducente.
S¨ª, lo creo firmemente.
?Y qu¨¦ le opone? O sea, ?qu¨¦ plantea frente al armaz¨®n intelectual?
El armaz¨®n intelectual lo que revela es miedo a la vida. Nos estamos equipando mentalmente para tener un mecanismo de defensa y no tener que abordar lo que la vida nos va presentando. Muchas veces el pensar impide el vivir. El pensamiento no es malo en s¨ª, pero a veces, si es v¨ªctima de la ideolog¨ªa, desde luego que puede serlo. No es malo ser intelectual, lo malo es ser intelectualista, esto es, querer someterlo todo a la m¨¢quina de la raz¨®n. No todo entra por la v¨ªa racional, lo intuitivo y lo visceral tambi¨¦n tienen su legitimidad.
Pues hay personas que se mueven como pez en el agua en esa esfera intelectualista, y hasta viven de ello. Suelen mirar a la gente de arriba abajo y son una ¨¦lite, o creen serlo¡
A ver, lo importante aqu¨ª es distinguir entre el intelectual y el sabio.
Esa era la siguiente pregunta.
El intelectual es el que quiere penetrar la realidad para comprenderla. El sabio es el que permite que la realidad entre en ¨¦l. Es muy distinto. Uno tiene una actitud m¨¢s activa y el otro m¨¢s receptiva. La ciencia avanza gracias a que existe esa voluntad de entrar, as¨ª que no hay que demonizar esa actitud, solo hay que decir que no puede colonizarlo todo. Hay muchas dimensiones en el ser humano y todas tienen su legitimidad. Hay razones que la raz¨®n no puede entender, razones del coraz¨®n, del cuerpo¡ La sabidur¨ªa del cuerpo es una asignatura pendiente.
Y en esa oposici¨®n mente/v¨ªsceras, o pensar/mancharse, ?cabe situar la vieja distinci¨®n entre el artista y el artesano, a menudo tan respetado uno y tan despreciado el otro?
Cualquier persona que se dedique al arte sabe que comporta una dimensi¨®n de artesan¨ªa enorme. Uno puede tener grandes ideas para escribir un libro, pero luego tiene que tener oficio para escribirlo. No todo es inspiraci¨®n. A no ser que seas un genio como Mozart, donde parece que todo es inspiraci¨®n, los creadores tenemos un poco de inspiraci¨®n y un mucho de transpiraci¨®n. El arte es un trabajo manual. Escribimos con las manos, pintamos con las manos¡ Escribir es un trabajo manual, no mental. Yo no tengo una idea y la escribo, sino que la escribo y me encuentro la idea.
Bueno, eso parece un enunciado de la escritura autom¨¢tica de los surrealistas, m¨¢s que del oficio literario en general¡
No solamente. Si solo escribes lo que piensas, al final tu foco de atenci¨®n es la comunicaci¨®n. Pero el arte no es simple comunicaci¨®n, el arte es revelaci¨®n. No solo cuentas algo a otros, sino que t¨² mismo lo descubres. Esto es lo que hace que el arte sea fascinante. Si crees que lo sabes todo, ?para qu¨¦ escribes? El peor de los vicios es la soberbia.
Hablando de la soberbia: ?por qu¨¦ el problema es siempre el otro?
Hay aut¨¦nticos expertos en echar la pelota fuera y sacudirse el muerto. La actitud del sabio es la contraria: en lugar de apuntar con el dedo siempre al otro, el sabio se apunta siempre a s¨ª mismo: ?c¨®mo puedo ayudar en esto? Ser¨ªa mejor que las flechas nos las dirigi¨¦ramos siempre a nosotros. As¨ª har¨ªamos diana de vez en cuando.
Pues eso parece la ant¨ªtesis de lo que sucede en la pol¨ªtica, en la espa?ola desde luego. La culpa es del otro todo el rato.
Es normal. Cuando te apuntas a ti mismo apareces d¨¦bil ante los dem¨¢s. Cuando apuntas al otro, en cambio, apareces fuerte. Y la debilidad no tiene buena prensa.
Sin embargo, cuando un pol¨ªtico dice que ha cometido errores, eso tiene eco en la gente. En el fondo, asumir errores es una buena operaci¨®n de marketing pol¨ªtico, ?no cree?
Es que la debilidad ajena recuerda a la propia. Puede llegar a enternecernos que un pol¨ªtico diga que ha cometido errores porque nos recuerda que tambi¨¦n nosotros los cometemos.
?No cree que ese perenne ¡°la culpa es tuya¡± revitaliza cada d¨ªa la figura del idiotes griego, de esa desafecci¨®n por la cosa p¨²blica en beneficio del individualismo?
En el mundo en general crece el individualismo y se va perdiendo sensibilidad social. Lo p¨²blico pierde continuamente terreno frente a lo privado. Mucha gente ha estado bien en este confinamiento porque ha estado metida en su agujero. Pero igual que est¨¢ bien hacer la experiencia interior, tambi¨¦n lo est¨¢ salir a la plaza p¨²blica e intervenir. No puede ser que todo sea recibir, hay que dar. S¨ª, hay una exacerbaci¨®n del individualismo, hasta el punto de que lo ¨¦tico y lo solidario est¨¢ bien empaquetado para que sea otro producto de consumo, pero no s¨¦ hasta qu¨¦ punto aut¨¦nticamente movilizador.
Ese autoconvencimiento de ¡°el problema es el otro¡± no solo lo viven los pol¨ªticos. Lo vivimos todos en cierta medida. En ese sentido somos bastante hip¨®critas, ?no?
No s¨¦, yo puedo hablar solo de lo que vivo. Claro que los otros tienen sus problemas, desde luego. Pero Gandhi dec¨ªa que nuestra contribuci¨®n al progreso del mundo debe consistir en poner en orden nuestra propia casa. Lo que realmente me importa es qu¨¦ hago yo conmigo mismo, ese es mi marco de acci¨®n, mi posibilidad de contribuir a que el mundo sea mejor.
De hecho, usted ha cargado alguna vez contra lo que llama ¡°la ideolog¨ªa altruista¡±. Eso enlaza con el buenismo ambiental, con los expertos en decir cada d¨ªa lo que toca y con los profesionales que expiden carnets de pureza.
Quiz¨¢ es que resulta dif¨ªcil estar en lo p¨²blico de una manera intensa y no perder los papeles de la propia dignidad. Cuando se tiene que hablar permanentemente, por ejemplo, es f¨¢cil decir muchas estupideces. Cuando se encuentra tiempo para callar, se dicen menos. Voy a poner un ejemplo. Yo he conocido a sacerdotes que eran grandes personas. En cuanto fueron nombrados obispos empezaron a ser raros. El poder siempre es peligroso. Los sabios, en general, permanecen lejos de ¨¦l, o al menos muy blindados frente a ¨¦l. Es como el ¨¦xito: te aleja de la gente.
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