Emmanuel Carr¨¨re: ¡°Estoy harto de la autobiograf¨ªa¡±
Un encuentro en Par¨ªs con el escritor franc¨¦s, que relata en su nuevo libro, ¡®Yoga¡¯, la grave depresi¨®n que lo llev¨® a un hospital psiqui¨¢trico. Su exmujer le exigi¨® que eliminara todas las alusiones a ella
Es uno de los secretos m¨¢s codiciados de las letras francesas actuales. Y aqu¨ª est¨¢, en un archivo dentro del ordenador port¨¢til que est¨¢ sobre una mesa del peque?o sal¨®n del apartamento parisino de Emmanuel Carr¨¨re (Par¨ªs, 63 a?os), al alcance de la mano mientras hablamos con ¨¦l de la vida y de los libros, que en su caso son indistinguibles. El texto secreto es la versi¨®n original de Yoga, la nueva novela del autor que ha renovado la no ficci¨®n literaria en el siglo XXI, y que Anagrama publicar¨¢, en su versi¨®n final, el 24 de febrero en castellano y en catal¨¢n.
¡°Pues no va a suceder¡±, dice cuando le expresamos el deseo de leer Yoga tal como el autor la concibi¨®, una versi¨®n que nunca ha salido a la luz ni se prev¨¦ que lo haga. ¡°No es un manuscrito que pueda quemarse, es un fichero¡±.
Es un lunes fr¨ªo y h¨²medo; Carr¨¨re se ha levantado, como cada d¨ªa, a las siete de la ma?ana, se ha hecho un t¨¦ y ha pasado unos minutos en un estado de duermevela en la cama, ha hecho un poco de yoga y se ha puesto en marcha. Es la rutina diaria; cada d¨ªa, adem¨¢s, toma litio, el medicamento que, como describe en Yoga, le ha ayudado a salir del hoyo.
¡°Estoy en condiciones de dar noticias m¨¢s bien buenas a quienes se interesen por m¨ª¡±, confirma, y piensa en los lectores preocupados por su salud, la salud de ¡°este viejo amigo un poco pesado que siempre habla de ¨¦l y que incordia con las historias sobre si un d¨ªa se siente bien y al siguiente mal¡±, seg¨²n su descripci¨®n de s¨ª mismo.
¡°Durante unos a?os, que fueron felices, ten¨ªa la impresi¨®n de encaminarme hacia un estado de quietud que parec¨ªa estabilizarse¡±, explica. ¡°De los a?os de crisis que vinieron despu¨¦s aprend¨ª que no hay que fiarse mucho. La alegr¨ªa no es una ilusi¨®n, pero su permanencia s¨ª lo es. Hay que aceptar la precariedad¡±.
¡°Es perturbador: fue la qu¨ªmica la que me ayud¨® a remontar. Ni el psicoan¨¢lisis ni la meditaci¨®n¡±
Si la versi¨®n de Yoga archivada en el ordenador de Carr¨¨re nunca se public¨® fue porque la periodista H¨¦l¨¨ne Devynck, su esposa entre 2011 y 2020, le exigi¨® que borrara todas las menciones a ella y Carr¨¨re se vio obligado a rehacer el libro. Devynck pod¨ªa exigirlo en virtud de una cl¨¢usula de los papeles del divorcio que le conced¨ªa a ella el derecho a vetar cualquier pasaje de las obras del escritor en el que ella apareciese.
¡°Me dijo: ¡®Para divorciarnos debes firmar esto¡±, alega Carr¨¨re. ¡°Y, honestamente, yo no pensaba que sus demandas ser¨ªan tan radicales¡±.
Cuando Yoga se public¨® en Francia, a finales de agosto, muchos lectores notaron algo raro. El libro contiene varias historias: un ¡°librito risue?o y sutil¡± sobre el yoga y la meditaci¨®n, un reportaje sobre los inmigrantes en una isla griega, la cr¨®nica de unos a?os en la vida de un hombre con las muertes de amigos y conocidos, con sus amores y sus obsesiones.
Pero el n¨²cleo es la ca¨ªda del narrador en una depresi¨®n profunda, depresi¨®n que le llev¨® a ser ingresado en un hospital psiqui¨¢trico donde los m¨¦dicos le sometieron a un tratamiento de electrochoques. Al final no fue el psicoan¨¢lisis ni la meditaci¨®n lo que le salvaron, sino la psiquiatr¨ªa: el ingreso en el hospital y las pastillas de litio. ¡°En un momento de depresi¨®n profunda, es decir, lo que los psiquiatras llaman depresi¨®n melanc¨®lica ¡ª?melanc¨®lico no significa estar un poco triste, significa estar en el fondo de un abismo¡ª, ni el psicoan¨¢lisis, ni la meditaci¨®n fueron un auxilio¡±, dice. ¡°Lo que me ayud¨® a remontar fue la qu¨ªmica. Y es perturbador pensar esto. Preferir¨ªa decir que todo fue fruto de un trabajo personal, de un trabajo existencial, filos¨®fico y espiritual. Pero uno se da cuenta de que lo que le hace ir mejor es algo en lo que no hemos hecho ning¨²n esfuerzo, en lo que pr¨¢cticamente no hemos participado: unas mol¨¦culas que se han inyectado en nuestro cerebro y que hacen que el estado de nuestra conciencia y nuestro humor se haya modificado y que vayamos mejor¡±.
El autor detalla en Yoga con precisi¨®n microsc¨®pica el impacto de la enfermedad en su mente y en su vida, pero en ning¨²n momento el detonante de la depresi¨®n. Nada dice ¡ªo solo hace alusiones veladas¡ª de la ¡°crisis conyugal que¡±, como precisa en la entrevista, ¡°en gran parte produjo todo esto¡±. Hay un vac¨ªo inmenso en el centro del relato, una elipsis narrativa que intrigaba y desconcertaba a los lectores.
¡°Digamos que, en un estado anterior, hab¨ªa en el libro cosas mucho m¨¢s expl¨ªcitas respecto a una crisis personal que a petici¨®n de mi exmujer, o m¨¢s bien porque me lo exigi¨®, tuve que cortar¡±, explica Carr¨¨re. ¡°Lo lament¨¦. Tuve que adaptarme. Y aceptar que el libro se organizase en torno a un blanco. Todo esto me condujo a realizar unos efectos de montaje un poco acrob¨¢ticos¡±. ?Cu¨¢nto elimin¨®? ¡°Cuantitativamente no es enorme. Quiz¨¢ una decena de p¨¢ginas, y en lugares distintos. Pero as¨ª es: un libro en el que la regla de juego es extra?a, una regla que, de alguna manera, no suscrib¨ª yo solo¡±.
¡°Mi trabajo literario¡±, apunta, ¡°ha consistido en transformar una censura en una traba o restricci¨®n¡±. Carr¨¨re usa la palabra francesa contrainte, que forma parte del vocabulario del Oulipo, el taller de literatura experimental fundado en los a?os sesenta por el escritor Raymond Queneau y el matem¨¢tico Fran?ois Le Lionnais. Un oulipiano ilustre, Georges Perec, escribi¨® una novela sin la letra e: La disparition (que en su traducci¨®n al castellano, El secuestro, prescind¨ªa de la letra a). Emmanuel Carr¨¨re ha escrito otra sin uno de sus personajes principales.
Todo esto ¡ªel contrato entre Carr¨¨re y Devynck, y la realidad que se escond¨ªa tras la elipsis narrativa¡ª qued¨® oculto hasta que, a finales de septiembre, Devynck revel¨® en una carta en la revista Vanity Fair la existencia del contrato. Entonces Carr¨¨re se sinti¨® libre a partir de ese momento de hablar sobre el contrato y sobre las restricciones que explican la forma del libro tal como se ha publicado.
La carta acusaba a Carr¨¨re de enga?arla a ella y a los lectores. A ella, recurriendo a una argucia, pese al compromiso de no mencionarla, consistente en citar un fragmento de otro libro, De vidas ajenas, publicado en 2009, donde ella s¨ª hab¨ªa aceptado aparecer como personaje. Y a los lectores, seg¨²n Devynck, les enga?aba falseando la realidad con personajes y episodios semificticios.
¡°Emmanuel y yo estamos ligados por un contrato que le obliga a obtener mi consentimiento para utilizarme en su obra. Yo no he consentido el texto tal como ha aparecido¡±, escribi¨® Devynck. ¡°Este relato, presentado como autobiogr¨¢fico, es falso, arreglado para servir a la imagen del autor y totalmente extra?o a lo que mi familia y yo hemos pasado junto a ¨¦l¡±.
En el cap¨ªtulo de Yoga titulado El lugar donde no se miente, Carr¨¨re da la clave literaria de la novela (la clave emocional o espiritual la da el cap¨ªtulo m¨¢s musical, que lleva por ep¨ªgrafe Martha, el aut¨¦ntico nirvana del libro con la polonesa Heroica, de Chopin, interpretada por la pianista Martha Argerich). ¡°Tengo una convicci¨®n, una sola, relativa a la literatura, bueno, al g¨¦nero de literatura que yo practico: es el lugar donde no se miente. Es el imperativo absoluto, todo lo dem¨¢s es accesorio, y creo haberme atenido siempre a este imperativo¡±, se lee. Unas l¨ªneas m¨¢s abajo a?ade: ¡°No puedo decir de este libro lo que orgullosamente he dicho de otros varios: ¡®Todo lo escrito es cierto¡±.
Carr¨¨re no explicaba en el libro por qu¨¦ hab¨ªa decidido romper con la regla de oro de su literatura desde que en el a?o 2000 abandon¨® la ficci¨®n con El adversario, la cr¨®nica sobre Jean-Claude Romand, el falso m¨¦dico que durante casi dos d¨¦cadas ?llev¨® una vida doble y acab¨® matando a sus familiares m¨¢s cercanos. Ahora lo sabemos, y ¨¦l sostiene que todo viene del contrato de divorcio y de la imposici¨®n, por parte de Devynck, de desaparecer de Yoga.
¡°Es un sentimiento que no da?a a nadie [sus celos por el ¨¦xito de Houellebecq], pero es rid¨ªculo admitirlo¡±
¡°Es un inconveniente cuando uno escribe un libro autobiogr¨¢fico sobre unos a?os de su vida y la persona m¨¢s importante en esta vida durante este momento dice: ¡®Quiero desaparecer del libro¡±, dice Carr¨¨re en la entrevista. ¡°Pero despu¨¦s uno se dice: ¡®El libro ser¨¢ as¨ª. Deber¨¦ arregl¨¢rmelas con esta rareza¡±.
Y as¨ª es como la ficci¨®n se infiltra en Yoga. Un personaje se esfuma, se altera la cronolog¨ªa, cambia alg¨²n nombre. ¡°Y la ficci¨®n llama a la ficci¨®n. Es como una contaminaci¨®n por la ficci¨®n¡±, resume. ¡°Como si, a partir del momento en el que empec¨¦ a hacerlo, hubiese tenido esta especie de autorizaci¨®n para continuar¡±.
El resultado es un libro en el que el lector no est¨¢ seguro de qu¨¦ ocurri¨® y qu¨¦ no, qu¨¦ parte es real y cu¨¢l inventada. La premisa de que ¡°la literatura es el lugar donde no se miente¡± y de que ¡°todo lo escrito es cierto¡± ¡ªmarca de la casa en Carr¨¨re¡ª se desmorona. ¡°En cierto modo digo la verdad al decir que no todo es verdad en este libro¡±, sonr¨ªe. ¡°Lo importante¡±, contin¨²a, ¡°es que el lector conozca la regla del juego, y la regla del juego aqu¨ª es un poco flotante¡±.
Pero el nuevo libro, el Yoga que podemos leer, que podr¨ªamos llamar Yoga 1, ?es mejor o peor que el Yoga 0 primigenio, sin tachaduras? ¡°Hay momento en los que me digo ¡ªpero quiz¨¢s me lo digo porque me conviene¡ª que esta manera de organizar el libro en torno a la ausencia de alguien es una manera de decir algo sobre el fin de un amor¡±, responde. ¡°Para m¨ª el libro es as¨ª y as¨ª me gusta. Me gusta con su rareza, y veo en esta rareza algo m¨¢s singular y fuerte de lo que ten¨ªa en su origen¡±.
Cuando ha pronunciado estas palabras, suena el timbre del apartamento. Un hombre trae unas cajas de cart¨®n. Dentro est¨¢n las cintas con 150 o 200 horas que Carr¨¨re y su equipo rodaron para el documental Regreso a Kotelnitch, estrenado en 2003. Es un documental triste y duro: el retrato de una ciudad a 800 kil¨®metros al este de Mosc¨² y de las vidas min¨²sculas de sus habitantes en las que un d¨ªa irrumpe la tragedia. La historia de este rodaje era uno de los ejes de Una novela rusa, libro publicado en 2007 que puede leerse como la primera parte de una trilog¨ªa autobiogr¨¢fica que completar¨ªan De vidas ajenas y Yoga.
Carr¨¨re explica, mientras abre las cajas, que las cintas se hab¨ªan perdido y que unos d¨ªas antes la productora del documental las encontr¨® y le pregunt¨® si hab¨ªa que tirarlas a la basura o si quer¨ªa guardarlas. No dud¨® un instante. ¡°La idea de que quiz¨¢ haya otra pel¨ªcula aqu¨ª dentro, u otras pel¨ªculas, aunque nunca las vaya a hacer, hace imposible tirarlo a la basura¡±, afirma este escritor que adem¨¢s de reportero tambi¨¦n es cineasta, y a quien le gusta estructurar sus relatos como una pel¨ªcu?la. Por eso habla de montaje cuando se refiere a la manera de manipular la materia bruta de su vida para transformarla en un libro como Yoga.
¡°Supongo que lo meter¨¦ en el s¨®tano¡±, dice mirando las cajas. M¨¢s tarde a?ade: ¡°Pienso que esto acabar¨¢ en una archivo extra?o junto a las cajas de Jean-Claude Romand¡±.
Carr¨¨re se refiere a las miles de p¨¢ginas del sumario judicial que sirvi¨® de base para la redacci¨®n de El adversario. Romand, condenado a cadena perpetua en 1996, entreg¨® las cajas a Carr¨¨re. El escritor deb¨ªa guardarlas hasta que el asesino saliese de prisi¨®n. Esto ocurri¨® en junio de 2019, pero desde entonces Romand no ha dado se?ales de vida, y las cajas, que han acompa?ado a Carr¨¨re en sucesivos traslados durante todos estos a?os, siguen en un armario.
Carr¨¨re abre el armario, y el lector fetichista podr¨ªa pensar que descubrir¨¢ el origen de todo, el n¨²cleo ¨ªntimo de sus abismos existenciales. Y sin embargo ah¨ª no hay m¨¢s que eso: unas cajas de cart¨®n viejo y vulgar, algo ¡°macabro y voluminoso¡±, dice el autor de El adversario, ¡°como un mueble que no nos gusta demasiado, pero del que es dif¨ªcil desembarazarse¡±.
En el fondo, seg¨²n Carr¨¨re, no es tan distinto el sumario de Romand de las grabaciones en Kotelnitch: la masa informe con la que se elabora el objeto art¨ªstico. Tampoco es tan distinto de los cinco a?os de vida que sirven de base para Yoga, ni de los archivos en su ordenador que constituyen la versi¨®n del libro que un d¨ªa ¨¦l quiso publicar y no pudo, la que nunca veremos, la que alg¨²n d¨ªa un estudioso recuperar¨¢ para una tesis doctoral o una edici¨®n cr¨ªtica.
?No escribir¨¢ un ep¨ªlogo? ?No hay una novela en la pelea p¨²blica entre Carr¨¨re y Devynck despu¨¦s de su publicaci¨®n y en lo que se ha conocido despu¨¦s? ¡°Un d¨ªa, ?qui¨¦n sabe?¡±, responde Carr¨¨re. ¡°Pero el libro est¨¢ terminado, es como es, lo acepto como es. No me apetece a?adirle otra capa de pintura, sino hacer algo absolutamente distinto¡±.
¡°Estoy harto de la escritura autobiogr¨¢fica en este momento¡±, confiesa. ¡°No me voy a poner a hacer otro libro autobiogr¨¢fico, no tengo ganas, lo que no significa que no vuelva a hacer otro en unos a?os¡±. La decisi¨®n ¡ª?precisa¡ª no se debe a los problemas que le ha acarreado Yoga, sino a que ya lleva una d¨¦cada y media dedicado al examen y descripci¨®n del yo ¡ªdesde Una novela rusa¡ª y le apetece cambiar de aires.
Los riesgos del m¨¦todo de Carr¨¨re son evidentes. En Una novela rusa disgust¨® a su madre, la historiadora y secretaria perpetua (o presidenta vitalicia) de la Academia Francesa, H¨¦l¨¨ne Carr¨¨re d¡¯Encausse, y a su novia de entonces, Sophie. Cuando escribi¨® De vidas ajenas, decidi¨® dejar leer el libro a todos los protagonistas, que le dieron el visto bueno. En Yoga, la relectura fue por contrato, aunque ¨¦l asegura que, incluso sin contrato, habr¨ªa respetado los deseos de su exesposa.
¡°Creo que no tenemos derecho a da?ar conscientemente¡±, dice. ¡°Cuando se escriben libros sobre personas vivas hay que tener en cuenta su voluntad y someterse a ella¡±.
?Y su novia actual, cuya identidad no quiere revelar? ?No teme ella convertirse un d¨ªa en protagonista de un libro? ?Le ha pedido garant¨ªas o la firma de un contrato? ¡°No, no, no¡±, responde. Despu¨¦s de un silencio, aclara: ¡°Ella hace pel¨ªculas. Me dice: ¡®Si me fastidias, saldr¨¢s en una pel¨ªcula m¨ªa¡±.
¡®Yoga¡¯. Emmanuel Carr¨¨re. Traducci¨®n de Jaime Zulaika (versi¨®n catalana: ¡®Ioga¡¯, de Ferran R¨¤fols Gesa). Anagrama, 2021. 336 p¨¢ginas. 20,90 euros. Se publica el 24 de febrero.
Un narcisista obsesionado con ser un gran escritor
¡°Me gustar¨ªa ser un hombre bueno, ser un hombre volcado en los dem¨¢s, me gustar¨ªa ser un hombre fiable¡±, escribe Emmanuel Carr¨¨re en 'Yoga'. ¡°Soy narcisista, inestable, lastrado por la obsesi¨®n de ser un gran escritor¡±.
Carr¨¨re intenta ¡°ver las cosas como son¡±, como reza uno de los principios del yoga que desgrana en la novela. A veces su honestidad adopta una forma humor¨ªstica, como al confesar los celos por el ¨¦xito de Michel Houellebecq. ¡°Es un sentimiento que no da?a a nadie, pero es rid¨ªculo admitirlo porque es mezquino¡±, dice en la entrevista con 'Babelia'. Un d¨ªa le comunican que alguien a quien conoce ha muerto en el atentado de Charlie Hebdo, y admite sentir ¡°un inmenso alivio¡± cuando descubre que no es uno de sus hijos ni nadie de su c¨ªrculo cercano, sino un conocido con quien est¨¢ empezando a trabar una amistad, el economista Bernard Maris. En el cap¨ªtulo sobre la isla griega de Leros, Frederica, una norteamericana que ayuda a los inmigrantes, se describe a s¨ª misma como ¡°la voluntaria ideal, la que ahoga en altruismo su pesadumbre amorosa¡±. Es un espejo de Carr¨¨re, como ella un n¨¢ufrago existencial.
Hay algo de mala conciencia de quien ¡°lo tiene todo, absolutamente todo para ser feliz y se las ingenia para destruir esa felicidad y la de los suyos¡±, como se lee en Yoga. ¡°Freud¡±, explica en la entrevista, ¡°hace una distinci¨®n entre la desdicha ordinaria y la desdicha neur¨®tica¡±. La primera es externa: la enfermedad o la muerte, un rev¨¦s laboral o econ¨®mico. La segunda surge de nuestro interior.
¡°Me he ahorrado bastante la desdicha ordinaria. Mis padres est¨¢n vivos. He llegado a los 63 a?os sin ning¨²n gran duelo. He ganado suficiente dinero. La vida ha sido m¨¢s bien f¨¢cil para m¨ª¡±, dice. ¡°En cambio, estoy m¨¢s expuesto que otros a la desdicha neur¨®tica. ?Es algo burgu¨¦s? No estoy seguro. Quiz¨¢, si uno vive en una lucha perpetua por la vida, no tendr¨¢ tanto tiempo para la neurosis. Pero creo que hay que respetar el sufrimiento propio¡±.
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