Escritores en busca de alma gemela
En 1991, un desconocido Michel Houellebecq publicaba una brev¨ªsima pero intensa biograf¨ªa de H. P. Lovecraft y se sumaba a una corriente que ha existido siempre: la de los autores que dedican biograf¨ªas a sus maestros
Los escritores tienden a enamorarse de otros escritores. John Fante, explicaba su hijo Dan, cog¨ªa al azar los libros de su biblioteca y ensayaba en ellos la firma de Knut Hamsun, su escritor favorito. Jugaba Fante a meterse en su cabeza. Su obra cumbre, Preg¨²ntale al polvo, es de hecho un intento de reformular la marginalmente can¨®nica Hambre. Fante no escribi¨® sobre Hamsun, pero podr¨ªa haberlo hecho. Es probable que hablase sobre ¨¦l con quien quisiera escucharle y que entendiese exactamente por qu¨¦ hab¨ªa hecho lo que hab¨ªa hecho y c¨®mo lo hab¨ªa hecho. Despu¨¦s de todo, como dice Lorrie Moore, ¡°nadie como un escritor para entender a otro escritor¡±. Y esto podr¨ªa aplicarse a cualquier artista, pero el escritor, dice Moore, es el ¨²nico que puede expresarlo, adem¨¢s, en el arte que practica. Lamentablemente, a?ade, ¡°no se puede bailar una rese?a de una obra de arte¡±.
Evidentemente, Moore, que habla de todo ello largo y tendido en su colecci¨®n de ensayos A ver qu¨¦ se puede hacer (Eterna Cadencia), se refiere al juicio, a la cr¨ªtica, no al flechazo que puede llevar a un escritor a enamorarse perdidamente de otro y querer iniciar alg¨²n tipo de di¨¢logo con su obra, deconstruy¨¦ndola para entenderle, como quien trata de entender al amante que ha partido siendo a¨²n un misterio pero ha dejado a su marcha un mont¨®n de pistas que nadie mejor que ¨¦l puede entender. Escritores que les han servido de motor, que han ejercido, desde la p¨¢gina y sin saberlo, de mejores amigos, botes salvavidas, maestros, de padres y madres, e incluso de inalcanzables cimas que admirar como se admira aquello que no cre¨ªas que pudiese existir.
Michel Houellebecq (Saint-Pierre, Francia, 65 a?os) admite de Howard Phillips Lovecraft algo parecido. Fascinado desde los 16 a?os por la capacidad del de Providence por existir al margen del mundo, por ¡°su contudente NO al mundo tal y como es y a la realidad tal y como el mundo insiste en que debe ser¡±, Houellebecq logr¨® completar en 1991, cuando a¨²n no era m¨¢s que un desconocido funcionario parisino, una potent¨ªsima biograf¨ªa de Lovecraft titulada H. P. Lovecraft: Contra el mundo, contra la vida, reci¨¦n recuperada por Anagrama. ¡°Con la distancia creo que escrib¨ª este libro como si fuera una especie de primera novela. Una novela con un solo personaje¡±, dice en el prefacio, en el que deja claro lo que le atrae del genio mis¨¢ntropo. A todas luces, una especie de alma gemela.
Pero va m¨¢s all¨¢. Es decir, de la misma manera que Emmanuel Carr¨¨re se deconstruy¨® a s¨ª mismo ¨Dy su obsesi¨®n por la fe cat¨®lica entonces¨D en su aproximaci¨®n a Philip K. Dick en la biograf¨ªa hartamente distorsionada que le dedic¨® (Yo estoy vivo y vosotros est¨¢is muertos), Houellebecq se refleja en Lovecraft, se?alando aquello que no comparten ¨D¡°es evidente que, a t¨ªtulo personal, yo no he seguido a Lovecraft en su odio por cualquier forma de realismo¡±, escribe¨D y lo que s¨ª ¨D¡°pocos se han sentido tan impregnados como ¨¦l por la nada absoluta de cualquier aspiraci¨®n humana¡±. Para ¨¦l, como para el propio Houellebecq, ¡°el universo no es m¨¢s que una furtiva disposici¨®n de part¨ªculas elementales¡±.
Ocurre as¨ª tambi¨¦n en la biograf¨ªa que Chris Kraus (Nueva York, 66 a?os), iconoclasta escritora en la vanguardia que explora el yo narrativo a la vez que el mundo que le rodea, escribi¨® sobre Kathy Acker: After Kathy Acker. En su caso, la reconstrucci¨®n de Acker se lleva a cabo desde la demolici¨®n. Al superponer su propia figura y la del mundo que Acker ha dejado, en alg¨²n sentido la destruye. ¡°Acker entiende que la escritura sin un mito no es nada¡± y que ¡°los mitos femeninos no funcionan en grupos¡± porque ¡°son siempre singulares¡±. Y eso era cierto en su ¨¦poca, dice Kraus. Luego dej¨® de serlo. ¡°Acker represent¨®, de hecho, el fin de una era, en la que el escritor, o la escritora, era visto como h¨¦roe, y eso es lo terrible de su figura, que en el momento en que alcanz¨® lo que deseaba, el mundo hab¨ªa cambiado y lo que hab¨ªa deseado siempre tambi¨¦n¡±.
No es dif¨ªcil ver de qu¨¦ manera la obra de la propia Kraus, en constante mutaci¨®n, sigue los pasos de la de aquella, intentando no cometer sus errores, habiendo estado dentro de su cabeza mientras escrib¨ªa ese libro. Y tambi¨¦n sospechar que Acker fue la clase de flechazo que la convirti¨® en escritora. Como le pas¨® a Jonathan Coe con el extra?¨ªsimo y sin embargo adictivo B. S. Johnson. Coe (Bromsgrove, Inglaterra, 59 a?os), autor de ?Menudo reparto!, public¨® en 1995 una biograf¨ªa del malogrado genio ingl¨¦s titulada Like A Fiery Elephant: The Story of BS Johnson. ¡°A mediados de los 80, en la universidad, yo intentaba abrirme camino, con dificultad, por la obra de Robbe-Grillet y Ann Quin y fue maravilloso dar con alguien que, sin dejar de apostar por romper con la forma, ?era de lo m¨¢s adictivo! Sus libros son a la vez tiernos y reveladores¡±, explic¨® en una ocasi¨®n. Coe vio un camino para su propia narrativa ¨Dnunca tan valiente¨D y tambi¨¦n para una manera de estar en el mundo.
Lo mismo le ocurri¨® a Catherine Millet (Bois-Colombes, Francia, 72 a?os) cuando se top¨® con D. H. Lawrence. En realidad, lo que vio Millet fue exactamente la clase de cosa que ella quer¨ªa hacer. Como Lawrence, Millet quer¨ªa, de alguna forma, hacer uso de la pol¨¦mica para propulsar su relato, y no dejar que ¨¦ste se limitase a contarse a s¨ª mismo sino que pudiese preguntarse cosas. De ah¨ª, dice, ese h¨ªbrido de novela y digresi¨®n filos¨®fica que la escritora detect¨® en Lady Chatterley. Bucear en el que debi¨® ser su pensamiento, pues, no le result¨® del todo extra?o. En Amar a Lawrence (Anagrama) cuenta por qu¨¦, y se sit¨²a, como dec¨ªamos de Kraus, Carr¨¨re, Coe o el propio Houellebecq, sobre el contorno de quien la precedi¨® para ensanchar todo tipo de l¨ªmites y reconocer sus virtudes, como que ¡°hizo m¨¢s por las aspiraciones de las mujeres que la mayor¨ªa de novelistas del siglo XX¡±.
No son los ¨²nicos casos. La hermana menor (Anagrama), el libro que Mariana Enr¨ªquez dedic¨® a Silvina Ocampo, tambi¨¦n podr¨ªa incluirse en una tendencia que es m¨¢s que una tendencia. Se dir¨ªa que la biograf¨ªa de escritor hecha por otro escritor es una corriente de la que no se habla lo suficiente pero que ha existido desde que existen los escritores, y desde que estos se admiten a s¨ª mismos que pueden haber encontrado un alma gemela de la que simplemente quieren saber m¨¢s. Cuando Houellebecq ley¨® por primera vez a Lovecraft se dijo que ¡°no sab¨ªa que la literatura pod¨ªa hacer eso¡±, y a?os m¨¢s tarde, ya ante el manuscrito de su biograf¨ªa sobre el autor de La llamada de Cthulhu, se a?adi¨® todav¨ªa no estaba ¡°seguro de que pueda¡±, y se meti¨® en la inquietante piel de la prosa del de Providence cuando afirm¨® que ¡°hay algo en Lovecraft que no es del todo literario¡± porque ¡°hab¨ªa algo en ¨¦l no del todo humano¡±.
Y pese a todo, su aproximaci¨®n es la de un igual, o lo m¨¢s parecido a un igual, seg¨²n el propio Stephen King, encargado de firmar el pr¨®logo de la nueva edici¨®n, con que Lovecraft pod¨ªa haber llegado a so?ar. Alguien que entendi¨® que ¡°cuando uno ama la vida, no lee. Ni tampoco va mucho al cine. Digan lo que digan, el acceso al universo art¨ªstico queda m¨¢s o menos reservado a los que est¨¢n un poco hasta el gorro. Lovecraft lleg¨® a estar un poco m¨¢s que hasta el gorro¡±. ¡°Lovecraft sabe que no tiene nada que ver con este mundo. Y siempre sale perdiendo. Tanto en la teor¨ªa como en la pr¨¢ctica. Cree que la edad adulta es el infierno [¡] y teniendo en cuenta los valores que rigen el mundo adulto, dif¨ªcilmente podemos reproch¨¢rselo¡±, escribe Houellebecq, y no hace sino darle la raz¨®n a su tambi¨¦n ingeniosamente mis¨¢ntropa manera.
Puedes seguir a BABELIA en Facebook y Twitter, o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.