Ariadna sabe esperar
El mito cl¨¢sico de la princesa cretense abandonada por Teseo aparece en la obra de Nietzsche, que introdujo en ¨¦l nuevos significados. El nuevo ensayo de Victoria Cirlot reexamina ahora esa conocida figura
Un lugar intersticial se abre en el ser abandonado que est¨¢ a la espera. Es un espacio hecho de dolor y de esperanza, de sufrimiento y de ilusi¨®n, de vigilia y de sue?o. Necesariamente h¨ªbrido, es una zona intermedia, un tiempo intermedio que no puede durar mucho. Aparece y desaparece; de pronto se diluye y se esfuma. Los contrarios, que son los elementos de los que est¨¢n hechos este tiempo y este espacio, se encuentran en una oposici¨®n excesiva, una tensi¨®n demasiado insoportable. Pero, aunque presto a decantarse por uno o por otro extremo y as¨ª acabar con los intersticios espaciales y temporales, este estado, que es un estado del alma, existe. Adem¨¢s puede alcanzar visibilidad, porque est¨¢ expresado por medio de gestos, que con Darwin y Aby Warburg constituyeron un objeto de an¨¢lisis, tanto antropol¨®gico como hist¨®rico-art¨ªstico.
Friedrich Nietzsche tambi¨¦n se interes¨® especialmente por los gestos, entendidos como una expresi¨®n anterior al lenguaje, de una gran intensidad y fuerza, pues ¡°no podemos ver un movimiento en un rostro sin que se produzca una reacci¨®n en el nuestro¡±. En este fragmento de Humano, demasiado humano (1878), que, sin duda, ley¨® Aby Warburg, hipotetiza que ¡°puede que los sentimientos de dolor fueran expresados con gestos que a su vez produc¨ªan dolor (por ejemplo, arrancarse los pelos, golpearse el pecho, contraer o torcer violentamente los m¨²sculos de la cara)¡± y m¨¢s adelante, ¡°en cuanto hubo entendimiento mediante gestos, pudo nacer un simbolismo del gesto¡±. En un cuaderno con Notas de Tautenburg para Lou von Salom¨¦, fechado en julio-agosto de 1882, Nietzsche escribi¨® que ¡°la abundancia de vida se descubre en la abundancia de los gestos. Hay que aprender a sentirlo todo como un gesto¡±, para seguidamente aplicarlo al estilo, a la frase, a las palabras, etc¨¦tera. Las ideas sobre la importancia de los gestos, lo que est¨¢ relacionado estrechamente con la importancia que el cuerpo ten¨ªa para Nietzsche, se hacen reales en un texto en el que la gestualidad sirve para conceder identidad.
En la segunda parte del Zaratustra (primavera-verano de 1883), en el cap¨ªtulo titulado ¡®De los sublimes¡¯, estos, que vienen a a?adirse a ¡°los compasivos¡±, ¡°los virtuosos¡±, ¡°la chusma¡± o ¡°los sabios famosos¡±, y que tienen que ver con la figura del h¨¦roe, irrumpe el ¡°s¨²per-h¨¦roe¡±, y es a trav¨¦s del gesto como se va dibujando la distinta complexi¨®n de ambos, del sublime o h¨¦roe, y del superh¨¦roe. Zaratustra piensa en la transformaci¨®n del h¨¦roe en superh¨¦roe: ¡°Y solo cuando se aparte de s¨ª mismo, saltar¨¢ por encima de su propia sombra ¨C y?en verdad! penetrar¨¢ en su sol¡±. Y as¨ª sucesivamente se va construyendo el texto, concediendo visualidad a lo que tiene que ser superado, hasta llegar a lo que podr¨ªa considerarse el final de la primera parte del cap¨ªtulo, que concluye con una imagen poderosa, justamente por el gesto: ¡°Con el brazo apoyado sobre la cabeza: as¨ª deber¨ªa reposar el h¨¦roe, as¨ª deber¨ªa superar incluso su reposo¡±.
Nietzsche escribe estas l¨ªneas: ¡°Este es, en efecto, el misterio del alma: solo cuando el h¨¦roe la ha abandonado ac¨¦rcase a ella, en sue?os, el superh¨¦roe¡±
El poder de la imagen se debe a que el gesto descrito tiene una rica tradici¨®n iconogr¨¢fica en la antig¨¹edad cl¨¢sica. Es un gesto de reposo, ciertamente, de dormici¨®n, con el que se suele representar a Endymion en la cer¨¢mica o en el momento en que es descubierto por Selene, tal y como lo muestran los relieves de los sarc¨®fagos romanos. Se trata de una escena que mantiene claro parentesco con otra que tambi¨¦n fue utilizada para decorar sarc¨®fagos: la de Ariadna descubierta por Dioniso y su t¨ªaso. Ariadna y Endymion comparten la belleza que extas¨ªa a los que los descubren. Ambos duermen y, sobre todo, ambos duermen con el brazo apoyado sobre la cabeza, gesto de dormici¨®n y relajamiento, de apertura y de confianza. Nietzsche habla en masculino, pues se refiere al h¨¦roe. Al final del mismo cap¨ªtulo lo har¨¢ en femenino: h¨¦roe y superh¨¦roe no ser¨¢n ahora el objeto directo de la mirada, sino que aparecer¨¢n como agentes de la que se ha convertido en protagonista de la escena: el alma Nietzsche concluye el cap¨ªtulo. ¡°Este es, en efecto, el misterio del alma: solo cuando el h¨¦roe la ha abandonado ac¨¦rcase a ella, en sue?os, el superh¨¦roe¡±.
Abandonada por el h¨¦roe, se le aparece el superh¨¦roe, o sue?a con ¨¦l. Y este, dice Nietzsche, es ¡°el misterio del alma¡±, que necesita del abandono y la soledad para que acontezca algo extraordinario que no es sino la llegada del superh¨¦roe. En un cuaderno preparatorio de la segunda parte del Zaratustra, fechado en el verano de 1883, se encuentra una variante de esta frase que concluye el cap¨ªtulo ¡®De los sublimes¡¯. Pero en este cuaderno constan nombres, al menos de la que se hab¨ªa presentado como alma, en una escena en la que aparece un personaje con un nombre nada indiferente en la obra de Nietzsche: ¡°Dioniso sobre un tigre; el cr¨¢neo de una cabra; una pantera. Ariadna so?ando: ¡°abandonada por el h¨¦roe sue?o con el superh¨¦roe¡±. ?Callar completamente de Dioniso!¡±.
En efecto, el alma de ¡®De los sublimes¡¯ y esta Ariadna se encuentran en la misma situaci¨®n: abandonada por el h¨¦roe, sue?a con el superh¨¦roe. Y en la escena tambi¨¦n est¨¢ el dios, Dioniso, sobre el que se concluye con una frase enigm¨¢tica: nada hay que decir de ¨¦l. No es esta la primera vez que aparece el nombre de Ariadna en un texto de Nietzsche. Se han conservado unos esbozos para un drama titulado Emp¨¦docles, pensado entre el invierno de 1870-1871 y el oto?o de 1872. Emp¨¦docles, que presenta ciertas similitudes con Zaratustra, aparece como un dios que cura en medio de una epidemia de peste. El drama concebido en cinco actos comienza con Pausanias entregando una corona a Corina. En el tercer acto, Pausanias y Corina parecen duplicarse en Teseo y Ariadna, que en el esbozo est¨¢n citados junto a los dos anteriores sin mayor explicaci¨®n.
El drama concluye con un Emp¨¦docles entre disc¨ªpulos, sinti¨¦ndose como un asesino y digno de un castigo infinito. Esperando un renacimiento de una muerte reparadora, quiere lanzarse al Etna. ¡°Quiere salvar a Corina. Un animal llega junto a ellos. Corina muere con ¨¦l. ?Dioniso huye ante Ariadna?¡±. Ya en estos a?os pensaba Nietzsche en el mito de Ariadna. Quiz¨¢s, antes incluso, aunque ciertamente la afinidad con el mito debi¨® surgir entonces, pues el mito se elabora cuando la situaci¨®n existencial as¨ª lo requiere, tal y como Hans Blumenberg demostr¨® en su extenso y preciso an¨¢lisis de la relaci¨®n de Goethe con el mito de Prometeo. En el caso de Nietzsche, es la ¨¦poca de la gran amistad con Richard Wagner y Cosima, los a?os de Tribschen, junto a Lucerna. A?os m¨¢s tarde, Lou von Salom¨¦ recordar¨ªa en su libro sobre Nietzsche la visita que hicieron juntos a Tribschen: ¡°Visitamos el dominio de Tribschen, cerca de Lucerna, donde hab¨ªa vivido con Wagner horas inolvidables. Durante mucho, mucho rato permaneci¨® sentado en silencio a orillas del lago, inmerso en sus pesados recuerdos; luego, dibujando con la punta del bast¨®n en la arena h¨²meda, me habl¨® con voz sorda de aquellos tiempos revueltos. Y cuando levant¨® la mirada, vi que lloraba¡±.
Lou von Salom¨¦ no cita ni una sola vez a Cosima Wagner a lo largo de todo su libro. Pero est¨¢ claro que Nietzsche no deb¨ªa sentir solo nostalgia por Richard, sino tambi¨¦n por aquella joven mujer de la que ¨¦l hab¨ªa decidido ser su perfecto chevalier servant. El mito de Ariadna debi¨® servir a Nietzsche para dar nombres a aquel tri¨¢ngulo, como se deduce de las ¨²ltimas ¡°notas de la locura¡±, en las que se dirige a su amada Ariadna, es decir, Cosima Wagner, y ¨¦l firma como Dioniso. El lugar del h¨¦roe se lo hab¨ªa reservado, claro est¨¢, a Richard. No es posible obviar la relaci¨®n con los Wagner al tratar el mito de Ariadna en la obra de Nietzsche. [Ese mito] es un eficaz instrumento para desplegar la filosof¨ªa nietzscheana, ¨ªntimamente vinculada a su propia vida, y, en particular, la de la ¨²ltima d¨¦cada de su vida consciente, la de los a?os ochenta en que se propuso la ¡°transvalorizaci¨®n de los valores¡± y dentro de esta, los temas del h¨¦roe y superh¨¦roe, y el eterno retorno. En definitiva, Ariadna es un poderoso s¨ªmbolo del pensamiento nietzscheano.
Ariadna fue detentadora de la sabidur¨ªa, como tantas mujeres griegas, por ser la propietaria de lo que permite resolver el problema: el hilo para salir del laberinto
As¨ª, la historia de la princesa cretense, antigua divinidad, que con su hilo ayuda al h¨¦roe ateniense Teseo a salir del laberinto, una vez ha dado muerte al Minotauro, hermanastro de Ariadna, mitad hombre, mitad toro, fruto de los oscuros y terribles amores de su madre Pas¨ªfae con el toro, y que deja a su familia para marcharse enamorada con su h¨¦roe, Teseo, a Atenas, es recurrente en el pensamiento nietzscheano. Ariadna, detentadora de la sabidur¨ªa, como tantas mujeres griegas (Diotima, entre otras muchas), por ser la propietaria de lo que permite resolver el problema, el hilo para salir del laberinto, ser¨¢ abandonada cruelmente ¡ªseg¨²n casi todos los comentadores griegos y latinos del mito¡ª por Teseo, que la deja en la playa de la isla de Naxos, lejos de Creta y de su familia, lejos tambi¨¦n de Atenas, donde deber¨ªa haber contra¨ªdo matrimonio con el h¨¦roe. Naxos: la isla del ruido ensordecedor. Roberto Calasso dedic¨® unas l¨ªneas memorables a este abandono:
¡°Teseo no abandona a Ariadna por un motivo, ni por otra mujer, sino porque Ariadna escapa de su memoria, en un momento que equivale a todos los momentos. Cuando Teseo se distrae, alguien est¨¢ perdido. Ariadna ha ayudado al Extranjero a matar al hermanastro de cabeza de toro, ha abandonado el palacio de los suyos, est¨¢ dispuesta a lavar los pies de Teseo en Atenas, como una sierva. Pero Teseo no se acuerda, ya piensa en otra cosa. Y el lugar donde Ariadna permanece se vuelve, de una vez para siempre, el paisaje del amor abandonado. Teseo no es cruel porque abandone a Ariadna. Su crueldad se confundir¨ªa entonces con la de muchos. Teseo es cruel porque abandona a Ariadna en la isla de Naxos. No en la casa donde se ha nacido, y menos a¨²n en la casa donde se esperaba ser acogido, y ni siquiera en un lugar intermedio. Es una playa, batida por olas ensordecedoras, un lugar abstracto al que solo acuden las algas. Es la isla que nadie habita, el lugar de la obsesi¨®n circular, del que no hay salida. Todo ostenta la muerte. Es un lugar del alma¡±
Como en el mito n¨®rdico de Br¨¹nnhilde, el mito griego de Ariadna conoce diversas posibilidades. Se cuenta de maneras diversas y de entre las m¨²ltiples versiones y variantes destaca fundamentalmente un elemento: ?qu¨¦ hizo Ariadna cuando se vio abandonada por Teseo? ?Se ahorc¨®, seg¨²n el modo propiamente femenino de suicidio, como quieren algunas versiones y retom¨® Michel Foucault? ?O bien esper¨® la llegada de Dioniso, el dios, el superh¨¦roe? Nietzsche elegir¨¢ esta segunda versi¨®n como motivo de su pensamiento y le servir¨¢ para dar forma al tema del superh¨¦roe: abandonada por el h¨¦roe, Teseo, Ariadna espera al superh¨¦roe, al dios, Dioniso. En este lugar intersticial se sit¨²a Nietzsche, porque de lo que trata es de comprender c¨®mo puede tener lugar la superaci¨®n del h¨¦roe ¡ªy en qu¨¦ consiste tal superaci¨®n¡ª y la creaci¨®n del superh¨¦roe. Pero la verdad es que, por la eliminaci¨®n de los nombres, el mito de Ariadna pasa desapercibido en Zaratustra. Solo situando la ¨²ltima frase de ¡®De los sublimes¡¯ junto al fragmento p¨®stumo del verano del 83, es posible concluir que el misterio del alma es el misterio de Ariadna. La centralidad del mito de Ariadna en Nietzsche se corrobora en su obra de los a?os ochenta, que concluye en un ditirambo cuyo t¨ªtulo es, ahora s¨ª, de forma expl¨ªcita Lamento de Ariadna.
Me pregunto qu¨¦ es para Nietzsche el abandono, qu¨¦ la espera. En ¡®El retorno a casa¡¯ de la tercera parte de Zaratustra, Nietzsche contrapone abandono a soledad. Comienza invocando la soledad (?Oh soledad!), para pocas l¨ªneas m¨¢s abajo sostener: ¡°Una cosa es el abandono, y otra cosa distinta, soledad¡±, y m¨¢s adelante dar entrada a un fragmento en el que se expone a partir de ejemplos lo que es el abandono con la repetici¨®n de la exclamaci¨®n ?aquello era abandono!
La soledad fue para Nietzsche una necesidad. De otro modo no habr¨ªa podido concebir la obra que concibi¨®, que est¨¢ hecha, como ¨¦l mismo repiti¨® infinidad de veces, de soledad y de altura
Nietzsche conoc¨ªa bien la soledad, la de G¨¦nova, Niza, Sils Maria... el mundo de las pensiones que iba recorriendo incansablemente con el cambio de estaci¨®n en busca de un clima seco y de cielos despejados de nubes. La soledad fue para ¨¦l una necesidad, pues de otro modo no habr¨ªa podido concebir la obra que concibi¨®, que est¨¢ hecha, como ¨¦l mismo repiti¨® infinidad de veces, de soledad y de altura. A seis mil pies sobre el nivel del mar un d¨ªa de primeros de agosto de 1881 pens¨® ¡°el retorno de lo igual¡±. Pero el abandono, como bien se preocupa de precisar en este cap¨ªtulo de la tercera parte, es otra cosa: recibir mucho da?o de los que te son pr¨®ximos, tanto como para preferir la compa?¨ªa de los animales, aunque sean salvajes, o cuando se te niega la comida y la bebida, es decir, lo que en un momento determinado es esencial para ti, o cuando la crueldad se apodera de quien tienes al lado y solo se puede sentir dolor. Con todo, a Ariadna le abandona el h¨¦roe, pero espera al superh¨¦roe. Nietzsche nunca fue pesimista, o al menos se esforz¨® mucho en no serlo. Su filosof¨ªa procede de una imperiosa necesidad, la de superar el pesimismo y el nihilismo.
Ariadna sabe esperar. ¡°Saber esperar es tan dif¨ªcil que los mayores poetas nunca han desde?ado como tema de sus poes¨ªas el no saber esperar. As¨ª Shakespeare en Otelo y S¨®focles en Ayante: si hubiese dejado entibiar al menos un d¨ªa su sentimiento, el suicidio no le habr¨ªa parecido ya necesario, como se?ala el or¨¢culo...¡±, escribe Nietzsche. Una de las posibilidades de Ariadna abandonada en la isla de Naxos es el suicidio, pero otra es la espera. Tambi¨¦n en el Zaratustra, Nietzsche pens¨® en la espera y en la llegada del dios o superh¨¦roe, y tambi¨¦n en este caso se dej¨® conducir por el mito de Ariadna. En la tercera parte hay un cap¨ªtulo titulado ¡®Del gran anhelo¡¯ que sustituy¨® a un t¨ªtulo anterior: Ariadne. Que Nietzsche cambiaba frecuentemente los t¨ªtulos de los cap¨ªtulos e incluso de sus obras, es algo de sobra conocido. Pero en el caso de Ariadna no se trata de un mero cambio de un t¨ªtulo por otro, sino que parece que nos encontramos ante la intenci¨®n decidida de borrarla de la obra.
El gesto de Nietzsche de supresi¨®n de su nombre, quiz¨¢s tiene que ver con la necesidad de dejar solo el nombre de Zaratustra, el antiguo profeta persa, que en su soledad resplandece en la obra como el oro al que alude el significado de su nombre: astro de oro. El mito de Ariadna podr¨ªa entrar en competici¨®n con el nuevo mito de Zaratustra, creado por el propio Nietzsche, por lo que Ariadna en el Zaratustra es el alma, pero un alma sin nombre a la que le ocurre lo mismo que le sucedi¨® a Ariadna: entre el h¨¦roe y el superh¨¦roe, entre el abandono y la espera. Todo este cap¨ªtulo es una invocaci¨®n al alma (¡°Oh, alma m¨ªa¡±) que de pronto se encontrar¨¢ te?ida de lo dionis¨ªaco, pues el alma se presenta ¡°cual vi?a¡±. Las im¨¢genes del alma como vi?a son poderosas por el color y la exuberancia. Son femeninas, muy femeninas: ¡°Oh alma m¨ªa, inmensamente rica y pesada te encuentras ahora, como una vi?a, con hinchadas ubres y densos y dorados [marrones] racimos de oro: ¨Capretada y oprimida por tu felicidad, aguardando a causa de tu sobreabundancia, y avergonzada incluso de tu aguardar¡±.
En efecto, el alma est¨¢ a la espera. ?De qui¨¦n? Del que m¨¢s adelante en el texto se denomina ¡°el gran liberador¡±. Liberador de la sobreabundancia, del exceso: las hinchadas ubres, los densos racimos de oro. La espera produce verg¨¹enza. El hecho de que el alma/Ariadna se encuentra entre el abandono y la espera es algo que ahora se plantea en t¨¦rminos temporales.
...
Resentimiento y rencor son los sentimientos habituales que acompa?an al abandono. Solo podr¨¢n superarse con la espera del superh¨¦roe. El h¨¦roe y el superh¨¦roe se presentan as¨ª como un combate en el alma, siempre reanudado, siempre vivo. En distintas ocasiones, Nietzsche, al que Jung llam¨® injustamente ¡°el m¨¢s resentido de todos¡±, entendi¨® la superaci¨®n del resentimiento como un combate diario, resultado de la atenci¨®n a la propia interioridad, del autoan¨¢lisis y de la autoconciencia. Por mucho que esto pudiera disgustarle, el modelo es cristiano: el conflicto entre h¨¦roe y superh¨¦roe se ajusta a la concepci¨®n de la vida como una lucha entre vicios y virtudes, de la que nunca nadie ha esperado la radical anulaci¨®n de los vicios. Pienso que la hipermoral del superhombre en Nietzsche hay que entenderla como una orientaci¨®n, una aspiraci¨®n o un sue?o, como el de Ariadna, que de pronto ve c¨®mo se le acerca el dios.
Victoria Cirlot es catedr¨¢tica de Filolog¨ªa Rom¨¢nica en la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona. Este texto est¨¢ extra¨ªdo de la introducci¨®n de su nuevo libro, ¡®Ariadna abandonada¡¯, que Alpha Decay publicar¨¢ el 17 de mayo.
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