Marie-Claire Blais: ¡°Nuestra conciencia de las injusticias es cada d¨ªa m¨¢s profunda¡±
La precursora de la autobiograf¨ªa con dosis de ficci¨®n, maestra de Margaret Atwood y Emmanuel Carr¨¨re, afirma no sentirse ¡°pionera de nada¡±. Por primera vez se publica en espa?ol su obra ¡®Sed¡¯
Lo que ocurre cuando eres un escritor de clase obrera, dice Marie-Claire Blais (Quebec, 81 a?os), la tit¨¢nica maestra de, a la vez, Margaret Atwood y Emmanuel Carr¨¨re, es que nadie te entiende. ¡°Especialmente, si empiezas a publicar muy joven. Piensa en Rimbaud. Conocer a Verlaine le salv¨®¡±, a?ade. A ella, hija de una familia muy pobre del Canad¨¢ franc¨®fono, que hab¨ªa estudiado de ni?a en un convento y que empez¨® a trabajar de secretaria a los 15 a?os, le ech¨® una mano Jeanne Lapointe, la primera mujer que imparti¨® Literatura en la Universidad Laval, la de Quebec. Lapointe la anim¨® a escribir sus primeras dos novelas, que public¨® a los 20 y 21 a?os. Las dos trataban, con una iron¨ªa salvaje, de lo complicado de ser escritora cuando eres extremadamente pobre porque tu familia es de clase obrera. La protagonista era ella y no lo era.
Porque lo suyo ha sido siempre la autobiograf¨ªa ficticia, de ah¨ª que resulte una influencia fundamental en el trabajo de Carr¨¨re. ¡°No me siento pionera de nada, solo me siento una escritora con su propia concepci¨®n del mundo¡±. Est¨¢ en Key West, Florida, en su peque?a casa en un lugar de retiro para escritores en el que hoy ella es la ¨²nica escritora. ¡°Estar¨ªa muy sola si no fuera por mis tres gatos¡±, a?ade. Su relaci¨®n con Estados Unidos ha sido muy estrecha desde que empez¨® a publicar. A los 24 a?os recibi¨® una beca Guggenheim ¡ªEdmund Wilson, el reconocido cr¨ªtico, ejerci¨® de padrino al descubrir lo flamantemente hipn¨®tico de su prosa¡ª y se traslad¨® a Cambridge. Al poco se instal¨® en un peque?o pueblo de Massachusetts y se enamor¨® de la pintora Mary Meigs, que por entonces sal¨ªa con otra escritora, Barbara Deming.
La voz narrativa ardorosamente libre de Sed (Literatura Random House), la primera de sus novelas que se traduce al espa?ol, tiene algo de aquel para quien la vida lejos de casa ¡ªlejos de la claustrofobia de la falta de recursos¡ª consiste en dejarse llevar. Meigs, Deming y Blais estuvieron juntas seis a?os, a finales de los sesenta y principios de los setenta. ¡°No s¨¦ si Renata tiene mucho de m¨ª¡±, comenta sobre la protagonista de Sed, una mujer que se hospeda en un hotel de lujo, en el Golfo de M¨¦xico, y la invaden en todo momento ¡ªcomo si ella fuese un universo sin tiempo¡ª recuerdos de un pasado lumpen, que para nada encajan con el presente de riqueza, en todos los sentidos, en el que vive. ¡°Creo que est¨¢ inspirada en muchas de las mujeres que he conocido a lo largo de mi vida. No da por descontada su libertad, trata de inventarse una forma de libertad propia¡±.
Sed es la primera entrega de un ciclo de 10 novelas que la escritora compuso durante 20 a?os, y que pretende fotografiar la vida ¡ªpasada y presente¡ª de un pu?ado de personajes tan cercanos a la autora que en realidad est¨¢n hechos de pedazos de ella misma. ¡°Supongo que los escritores nos traicionamos a trav¨¦s de los personajes que creamos porque estamos por todas partes¡±, asegura. ?Que c¨®mo lleg¨® a crear ese para¨ªso, tambi¨¦n estil¨ªstico, en el que el lector se deja mecer por la vida sin pausa, pero sin prisa en ese hotel, cincelada por una prosa sin puntos, pero muchas comas, hace 26 a?os? ¡°Cuando pienso en la forma en que est¨¢ construida, pienso en el sonido de las olas, y lo que veo no es una isla, sino el mundo en miniatura. Con su belleza, su fatalidad y con todas sus imperfecciones. Es un escenario por el que desfila la sociedad contempor¨¢nea, su racismo, sus prejuicios. Est¨¦n o no condenados, todos ah¨ª dentro celebran estar vivos¡±, responde.
De ella ha dicho Margaret Atwood: ¡°La le¨ª con 19 a?os y sent¨ª que ya llegaba tarde¡±. Ante semejante afirmaci¨®n, sonr¨ªe. ¡°Oh, Margaret es muy generosa. Es una escritora maravillosa y una gran amiga¡±, se?ala. ¡°Como Edmund Wilson, cree que los escritores debemos defendernos entre nosotros como si fu¨¦semos familia. Algo que no ocurre a menudo. Creo que deber¨ªamos visibilizarnos m¨¢s, sobre todo, las mujeres. Me aterroriza pensar en la vida de las hermanas Br?nte, que tan solas estuvieron siempre, y a la vez como escondidas¡±, agrega. La literatura, afirma, la ha acompa?ado todos estos a?os, pero ¡°de una forma ¨ªntima y a la vez solitaria¡±. ¡°Escribo para indagar en la condici¨®n humana, para entendernos. Hoy tenemos un sinf¨ªn de atrocidades que denunciar como escritores. Renata no es un personaje pasivo¡±.
Y no lo es porque ¡°est¨¢ ah¨ª, como lo estaban las protagonistas de mis primeras novelas, para reflexionar y actuar sobre lo que no est¨¢ bien. Es consciente de la crueldad del mundo¡±. ¡°Si algo evidencia este ciclo de novelas es de qu¨¦ forma nos hemos vuelto cada vez m¨¢s conscientes de lo horrible del mundo. Es as¨ª. Nuestra conciencia de las injusticias es cada d¨ªa m¨¢s profunda¡±, sentencia la escritora que lleva, asegura, ¡°desde 1963¡± tratando de ofrecer ¡°una visi¨®n impresionista¡±, literariamente hablando, ¡°de Estados Unidos¡±. ¡°Desde el principio me ha parecido un lugar apasionante. S¨ª, ah¨ª est¨¢ la violencia, pero tambi¨¦n veo un coraje extraordinario, y una necesidad imperiosa de que las cosas cambien, como ocurre ahora que por fin Trump ha desaparecido del mapa¡±, apunta la que ha sido candidata al Nobel en m¨¢s de una ocasi¨®n.
Hoy no se considera una escritora de clase obrera y, en realidad, no se lo ha considerado nunca. ¡°Solo soy una escritora¡±. Ha escrito la entrega n¨²mero 11 del ciclo que inici¨® con Sed, pero considera que puede leerse como un libro ¡°por completo ajeno a la serie¡±. Lleva por t¨ªtulo Petites Cendres ou la capture ¡ªPeque?as Cenizas o la captura¡ª y trata de ¡°la tensi¨®n racial¡±. Y esto es as¨ª porque lo que ha intentado, desde el principio, ¡°es captar el pulso del presente¡± en EE UU. ¡°No es una visi¨®n realista, es la visi¨®n de una escritora, es el mundo deformado por la ficci¨®n¡±. Y en uno en el que el pasado no puede evitar impregnarlo todo. ¡°El pasado siempre va con nosotros. No puedes escribir sobre racismo sin volver la vista atr¨¢s a la esclavitud en alg¨²n momento. Eso hago¡±. Fuera, los p¨¢jaros cantan, apunta. Hace un buen d¨ªa en ese rinc¨®n para escritores de Florida en el que ya solo est¨¢ ella.
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