El tiempo detenido de Vivian Suter
De la selva al Retiro, la artista deja su madriguera para protagonizar en el Palacio de Vel¨¢zquez de Madrid su mayor retrospectiva hasta la fecha, un canto vital a los ciclos de la naturaleza
Siente fascinaci¨®n por las realidades paralelas y las conexiones invisibles. Por los espacios relativos y los mundos imaginarios. Vivian Suter (Buenos Aires, 1949) es una de esas personas que viven en un tiempo inexacto y que manejan con maestr¨ªa la cortes¨ªa silenciosa y sin protocolos de la distancia corta. Una de esas artistas que necesitan apearse del mundo y manejarse por sus orillas, revolver entre el lastre de la marea. Todo en su obra est¨¢ abierto a la relaci¨®n que centellea entre las coincidencias que hilvana el azar. Con 34 a?os casi desapareci¨® del mundo del arte. Entonces viv¨ªa en B...
Siente fascinaci¨®n por las realidades paralelas y las conexiones invisibles. Por los espacios relativos y los mundos imaginarios. Vivian Suter (Buenos Aires, 1949) es una de esas personas que viven en un tiempo inexacto y que manejan con maestr¨ªa la cortes¨ªa silenciosa y sin protocolos de la distancia corta. Una de esas artistas que necesitan apearse del mundo y manejarse por sus orillas, revolver entre el lastre de la marea. Todo en su obra est¨¢ abierto a la relaci¨®n que centellea entre las coincidencias que hilvana el azar. Con 34 a?os casi desapareci¨® del mundo del arte. Entonces viv¨ªa en Basilea y era uno de los nombres reclamo en la escena joven. El comisario Jean-Christophe Ammann la hab¨ªa incluido en una importante colectiva generacional en la prestigiosa Kunsthalle Basel, aunque su desencanto con la exigencia social que conlleva el mundo del arte la llev¨® a inventarse otro sendero. Primero dio un salto a Estados Unidos y pas¨® por Los ?ngeles. Luego recorri¨® M¨¦xico y lleg¨® a la frontera de Guatemala. Alguien le dijo una vez que deb¨ªa conocer un lago ubicado ah¨ª, el Atitl¨¢n, as¨ª que recorri¨® el pa¨ªs hasta encontrarlo.
La fascinaci¨®n fue instant¨¢nea y all¨ª se qued¨®. Est¨¢ en Panajachel, a tres horas en coche desde Guatemala y en la ladera de los volcanes de San Pedro, Tolim¨¢n y Atitl¨¢n. Vivian Suter vivi¨® discretamente en una antigua finca de caf¨¦ capeando varios temporales, pol¨ªticos, clim¨¢ticos y creativos, hasta que en 2011 el comisario Adam Szymczyk fue a visitarla a su estudio y dio voz a su historia. Primero lo hizo recreando en la Kunsthalle Basel aquella colectiva de 1981. Luego la invit¨® al Museo Tamayo de M¨¦xico (2012) y, a?os m¨¢s tarde, a las ediciones en Kassel y Atenas de documenta 14 (2017). En 2018 se sum¨® The Power Plant de Toronto y en 2019 lo hicieron The Art Institute de Chicago, el ICA de Boston y la Tate Liverpool. En Londres se sum¨® el a?o pasado el Camden Art Centre. Este 2021 se antoja apote¨®sico: al Meret Oppenheim, uno de los premios para artistas m¨¢s prestigiosos, se a?ade su mayor exposici¨®n hasta la fecha en el Palacio de Vel¨¢zquez, en Madrid, organizada por el Museo Reina Sof¨ªa.
Por all¨ª, Suter pasea como si la cosa no fuera con ella. Habla mediante frases cortas, como quien bebe a sorbitos un gran vaso de agua. La suya es una belleza feroz y una calidez extrema. Recorre la exposici¨®n como si fuera uno de esos patios tranquilos en los que, desde hace decenios, nada ha cambiado. A ratos se detiene para observarlo todo de lejos. El parque del Retiro ayuda a imaginar ese paisaje tropical que rodea su vida en la selva guatemalteca, donde los ¨¢rboles son para ella ventanas. Ese paraje que la mantiene dentro del mundo del arte pero tambi¨¦n fuera, lugar privilegiado para quien busca en la pintura retener el aliento. Casi puede sentirse f¨ªsicamente c¨®mo la corriente del tiempo se desacelera en el campo gravitacional de las cosas olvidadas.
Todos los momentos de su vida parecen reunidos en este espacio, como si los acontecimientos futuros existieran ya y solo aguardaran a que nos presentemos de una vez en ellos. Entre las 500 telas que cuelgan de las paredes y unas estructuras a medio camino entre la caba?a y el tenderete, un mensaje cifrado: nuestro mundo solo es mera sombra de otro, un acertijo insondable. ¡°Las cosas son como son, la vida hace lo que hace, el resto somos nosotros¡±, a?ade, sumando misterio.
Toda su pintura presume de esa misma gram¨¢tica de compleja sintaxis similar a la de Hilma af Klint o Agnes Martin. La m¨ªstica tambi¨¦n es palpable y salen a colaci¨®n los viajes espirituales y las energ¨ªas latentes. Explica que cada d¨ªa enciende una peque?a candela en un rinc¨®n de su estudio y deja que su pintura se haga sola. Tras ver c¨®mo el paso de las tormentas tropicales Stan (2005) y Agatha (2010) llenaron sus lienzos de fango, decidi¨® empezar a trabajar con la naturaleza y no en su contra, dejando que ¨¦sta fuera coautora de sus trabajos, donde se impregnan del viento, la lluvia, el barro y hasta peque?os insectos del entorno. Parte de ese barro lo vemos colgado en las paredes del Palacio de Vel¨¢zquez. Otras veces son ramas, hojas y polvo los que se acumulan sobre lonas pintadas en el suelo.
Todo es una explosi¨®n de color, entre los que ella se decanta por los tonos intermedios: el oro perlado, el marr¨®n pardo, el verde espumoso, el azul acero¡ Camina hacia una de las esquinas de la exposici¨®n se?alando una de sus ¨²ltimas obras, un lienzo negro y naranja que confiesa haber pintado un d¨ªa antes de que falleciera su madre, la tambi¨¦n artista Elisabeth Wild. Fue el pasado febrero, aunque su mirada todav¨ªa chispea al nombrarla. ¡°Es cuesti¨®n de saber que la vida nos pone en el lugar donde podemos aprender a aprender¡±, dice bajito.
Ambas llevaban d¨¦cadas viviendo juntas, volcadas en sendos trabajos art¨ªsticos, que son diametralmente diferentes pese a estar crom¨¢ticamente sincronizados. Rosalind Nashashibi las retrat¨® de manera magistral en Vivian¡¯s Garden (2017), v¨ªdeo que mucho empuj¨® a que se llevara el Premio Turner ese mismo a?o. Madre e hija conviven casi como hermanas, con personalidades distintas. Mientras Vivian Suter mira la pintura de un modo libre y audaz, abierto a lo que el clima depare, Elisabeth Wild se acerca al arte de manera minuciosa, en su escritorio, recortando y pegando peque?as piezas geom¨¦tricas sacadas de revistas de arquitectura y lifestyle. Tambi¨¦n sus collages disfrutaron de un renacimiento en documenta 14, apuntalado luego por exposiciones individuales en Dub¨¢i y Viena.
De alg¨²n modo tambi¨¦n esta exposici¨®n deviene un gran collage. Un ¨¢rbol de una genealog¨ªa mestiza en la que se diluyen los l¨ªmites entre la biograf¨ªa ¨ªntima y la historia. La herencia art¨ªstica es innegable y se remonta a las acuarelas bot¨¢nicas que hac¨ªa su bisabuela y que cuelgan de su estudio en Panajachel. Tirando de la historia familiar, aparece Buenos Aires y la f¨¢brica de telas que ten¨ªa su padre, y c¨®mo jugaba a esconderse entre las estanter¨ªas y las bobinas de pa?o. Algo de aquella Estamper¨ªa Belgrano, as¨ª se llamaba, hay en esta muestra. Aunque es imposible esconderse cuando uno tiene algo aut¨¦ntico que decir.
¡®Vivian Suter¡¯. Palacio de Vel¨¢zquez. Parque del Retiro. Madrid. Hasta el 2 de mayo de 2022.
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