Umbral de las met¨¢foras
Con pr¨®logo de Manuel Llorente, Austral recupera ¡®Tamour¨¦', libro de cuentos que escribi¨® Francisco Umbral al comienzo de su carrera
Una de las fotograf¨ªas de la ¨¦poca incierta, cuando el franquismo no sab¨ªa qu¨¦ hacer con sus ruinas, es esa en la que se ve a Francisco Umbral con unas chicas extranjeras frente a la Cervecer¨ªa Alemana de la plaza de Santa Ana. Est¨¢ Paco, entonces cronista en muchos peri¨®dicos y novelista o cuentista o tertuliano o solitario, apoyado en la pared del bar, su bota derecha, claveteada, tambi¨¦n aguantando su cuerpo en la piedra, y una copa quiz¨¢ de cerveza en la mano, y riendo.
De todos esos elementos, que debieron aparecer en el diario Pueblo en alguna fecha de 1965, lo que m¨¢s me sorprendi¨® siempre fue la sonrisa de Paco, que en el acto que desprend¨ªa esa cr¨®nica fotografiada seguramente le explicaba a las transe¨²ntes extranjeras los valores de la ciudad en la que ¨¦l hab¨ªa anclado el contenido de sus ambiciones literarios. Que Umbral contara Madrid a extranjeros era como la iniciaci¨®n de un oficio, y que lo contara sonriendo (al menos en la fotograf¨ªa) result¨® despu¨¦s excepcional, pues aquel escritor adusto, experto en poner en su sitio, y por orden, los adjetivos, no se distingui¨® por la risa o por la sonrisa. Re¨ªa, claro, y se divert¨ªa, y cuando escrib¨ªa pod¨ªa tachar la risa de los otros, e incluso la sonrisa, pero ¨¦l mismo era reservado, observador, un hombre que miraba como si estuviera dibujando los rostros o las palabras para llev¨¢rselas a casa y para contar luego las experiencias ajenas como parte de su excursi¨®n por las caras, por las manos, por los andares de sus acompa?antes, reales o inventados.
En esa fecha en que Pueblo (me parece que fue Pueblo) public¨® esa fotograf¨ªa del Umbral contador de Madrid, el joven cronista de las sucesivas etapas de la vida de la ciudad y de la existencia dif¨ªcil o confiada de Espa?a, el hombre que se llam¨® Francisco P¨¦rez estaba perfilando un libro, Tamour¨¦, que saldr¨ªa en seguida en la Editora Nacional, que ser¨ªa el primero de los suyos y que ahora rescata, para Austral, Manuel Llorente, que desde El Mundo, donde ha trabajado a?os como responsable de Cultura, ha dedicado inteligencia y esfuerzo a colocar a Umbral en el lugar que a veces le han disputado la negligencia o la envidia.
Tamour¨¦, que lleva el t¨ªtulo de uno de los cuentos que componen el libro, es una bell¨ªsima demostraci¨®n de la capacidad que tuvo Umbral, que entonces ten¨ªa 33 a?os, para poner en su sitio los adjetivos que ven¨ªan a su mente y a su escritura como si fueran flores silvestres que saltaban en sus manos como lagartijas. El libro precede a uno mucho m¨¢s famoso, Traves¨ªa de Madrid, que saldr¨ªa al a?o siguiente, ¡°una apuesta ya de envergadura¡±, dice Llorente, ¡°escrita con la urgencia de dejar negro sobre blanco su vida voraz y veloz¡±. Ambos libros, a los que seguir¨ªan much¨ªsimos, algunos nacidos de las columnas que public¨® primero en EL PA?S y luego en El Mundo, son como la piedra de toque de toda su prosa urbana, en la que fue maestro indiscutido de los ¨²ltimos setenta a?os. Se basa esa dote que le dieron la curiosidad y la inteligencia a su escritura en sus enormes dotes de observaci¨®n, de la que son muestra, estil¨ªstica, sint¨¢ctica y humana muchos de los cuentos que aparecen en esta primera entrega de su talento narrativo.
No hay en este Umbral primerizo ni una l¨ªnea (ni un adjetivo) que no nazca de la vida, y estas vidas y hechos que relata son, a la vez, s¨ªmbolos o met¨¢foras de aquel mundo que seguramente ¨¦l le estar¨ªa contando a las chicas que lo escuchaban en la fotograf¨ªa que le hicieron gesticulando y tomando cerveza (o cualquier cosa) en la plaza de Santa Ana.
El m¨¦rito mayor del libro, me parece, es que resulta ahora un presagio de aquel Umbral que luego creci¨®, tambi¨¦n con melancol¨ªa, en medio de una existencia volcada hacia fuera y, en el peor momento de esa trayectoria, cuando ¨¦l y Mar¨ªa Espa?a, su mujer, perdieron al hijo que era el centro de sus d¨ªas, cuando Paco tuvo que combinar la alegr¨ªa de ver con la dif¨ªcil tarea de mirar hacia adentro en el espejo. En los art¨ªculos no est¨¢, generalmente, ese Umbral ¨ªntimo, aunque a veces tiene ramalazos de cabreo, pero en todos sus libros narrativos s¨ª se encuentra ese chico de provincias que no lleg¨® a ser, aunque lo pareciera, un ser urbano al que la noche y el bullicio le daban materia de cr¨®nica pero que no llegaron nunca a ser luces de su propia vida, m¨¢s abocada a existir junto a las piscinas, la m¨¢quina de escribir, Mar¨ªa y los recuerdos y los amigos que se concentraban en la casa soleada, o ensombrecida, le daba los veranos y los largos oto?os invernales.
En este libro que rescatan Austral y Manuel Llorente est¨¢ el Umbral que precedi¨® a la fiesta de sus cr¨®nicas y a las heridas que les dio la vida, a ¨¦l, a Mar¨ªa, y no se puede decir, obviamente, que est¨¦n aqu¨ª todos los factores o preludios de los que luego se adornar¨ªa este prosista formidable. Pero est¨¢ su observaci¨®n, su magn¨ªfica adivinaci¨®n de los adjetivos precisos, est¨¢ su manera vers¨¢til de subir a palacios y bajar a tugurios. Est¨¢ ese mundo que tan bien, como Umbral, describi¨® para el cine Fernando Fern¨¢n-G¨®mez, est¨¢ el Madrid pintado de sus contempor¨¢neos (Cristino de Vera, Antonio L¨®pez, Mar¨ªa Avia¡), el Madrid de esquinas y de golfos que acaban (aun las acaban as¨ª algunos) las noches m¨¢s aventuradas en los bares de la Carretera de La Coru?a¡ No es antropolog¨ªa, es cr¨®nica. Si alguien quiere saber qu¨¦ fueron el Madrid de las universitarias y de los fatuos, de los pobres y de los descarados, y si quiere ver los antecedentes de su disponibilidad para escuchar, y entender, miles de voces a la vez y convertirlas, como Hemingway, en materia metaf¨®rica de la vida, que lea Tamour¨¦. Es una manera de escuchar a Umbral cont¨¢ndole a unas chicas extranjeras qu¨¦ era aquella ciudad de la que ¨¦l luego ser¨ªa el mejor cronista. Hasta hoy.
Tamour¨¦
Pr¨®logo de Manuel Llorente.
Austral, 2021.
160 p¨¢ginas. 9,95 euros.
Puedes seguir a BABELIA en Facebook y Twitter, o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.