Tanto trabajo y tanta diversi¨®n
A los 17 a?os y sin pensar a¨²n en publicar, Javier Mar¨ªas comenz¨® a escribir ¡®Los dominios del lobo¡¯, novela (o ¡°excelente y cruel pastiche¡±, como la calific¨® su amigo Juan Benet) que inaugur¨® una carrera editorial de medio siglo. Alfaguara la recupera ahora con un pr¨®logo del autor, que ¡®Babelia¡¯ adelanta en exclusiva
Mi querida amiga y editora, Pilar Reyes, me ins?ta a escribir un breve texto para esta edici¨®n del cin?cuentenario, y me adjunta los que publiqu¨¦ en 1987 y 1999, con ocasi¨®n de otras ediciones de mi primera novela. Una vez rele¨ªdos ¨¦stos, dudo que me quede algo que a?adir sin resultar pesado y redundante. As¨ª que s¨®lo me cabe hacer una consideraci¨®n sobre el tiempo transcurrido, y extra?arme de haber estado activo en el mundo de 1971 y de estarlo todav¨ªa en el de 2021. Son tan distintos que no s¨¦ hasta qu¨¦ punto puedo yo ser el mismo, la misma persona, aunque debo de serlo puesto que guardo memoria de la aventurada escritura y la milagrosa e inespera?da aparici¨®n de Los dominios del lobo, que de hecho se retras¨® respecto a lo previsto porque el poeta F¨¦lix Grande, que trabajaba entonces en Edhasa con un puesto de responsabilidad, se opuso con u?as y dien?tes, contra el criterio de Rosa Reg¨¤s, que me avalaba. Alguien tuvo la indiscreci¨®n de pasarme unas cartas cruzadas entre ellos, y claro, en la extrema juventud esos vaticinios se graban a fuego. Todav¨ªa era un autor in¨¦dito y ya hab¨ªa sido condenado para siempre, porque Grande redact¨® una frase muy parecida a esta: ?En una l¨ªnea de Isaac Montero hay m¨¢s litera?tura de la que Javier Mar¨ªas ser¨¢ capaz de escribir en toda su vida?. Nada menos. Y puede ser, porque al cabo de tanto tiempo reconozco no haber le¨ªdo jam¨¢s una sola l¨ªnea del novelista mencionado, contra el que obviamente nada tengo.
En todo caso, y si mal no recuerdo, el cartel que Edhasa prepar¨® para Los dominios del lobo rezaba, por ese motivo ?interno?: ?El autor m¨¢s pol¨¦mico del a?o?, o quiz¨¢ ?La novela...?. As¨ª que no empec¨¦ con muy buen pie, gan¨¢ndome inocentemente la enemiga de gente m¨¢s poderosa, algo que se ha re?petido innumerables veces desde entonces. Con F¨¦?lix Grande coincid¨ª hace ya unos cuantos a?os, y sin duda recordaba el episodio, porque t¨ªmidamente me dijo: ?Oye, que lamento lo que pas¨® con aquella novela juvenil tuya?. Y yo le contest¨¦: ?Gracias, no te preocupes. Hace ya una vida de aquello, y hoy carece de importancia?. As¨ª era. Pero la tuvo en su d¨ªa y, como prueba este recordatorio, no se me ha olvidado el chasco, ni el riesgo de que mi primera novela no viera la luz finalmente. Las pieles j¨®venes son finas. Con todo y con eso, agradec¨ª sus tard¨ªas disculpas.
S¨ª, qu¨¦ distinto aquel mundo del de 2021, como puede apreciarse en el texto de 1987, el m¨¢s biogr¨¢?fico. Aquella fuga a Par¨ªs tuvo lugar s¨®lo un a?o despu¨¦s del c¨¦lebre mayo del 68, que hoy ya es ma?teria de historiadores, y de idiotas que lo imitan cre?yendo inventar algo nuevo. Tal vez lo m¨¢s molesto de una existencia larga es que da tiempo a ver c¨®mo todo vuelve, en una repetici¨®n cansina, con ?inno?vadores? rancios, de una antig¨¹edad deprimente, tanto en la pol¨ªtica como en las artes. Eso s¨ª que es aburrido.
Si cuando aquel poeta me puso la proa ten¨ªa diecinueve a?os, ahora tengo sesenta y nueve, salta a la vista, o echen mano de la calculadora los que hayan perdido la costumbre de sumar y restar men?talmente. Durante bastantes cre¨ª que no vivir¨ªa de?masiado, qui¨¦n sabe por qu¨¦. Lo que desde luego no me imaginaba entonces es que aquel juego de casi infancia me iba a conducir a trabajar tanto. De joven pocas cosas apreciaba m¨¢s que la vagancia, y ahora me encuentro con mi ¨²ltima novela, Tom¨¢s Nevinson, de 705 p¨¢ginas mecanoscritas. Antes de ella ha habi?do otras quince, y millares de art¨ªculos, y cuentos, y unas cuantas traducciones dif¨ªciles y algunas muy extensas. No es manera de pasar la vida para un vago en origen. A veces me llevo las manos a la cabeza, consciente como soy de que cada p¨¢gina ha sido elaborada y reelaborada pacientemente, siempre sobre papel y siempre a m¨¢quina, con correcciones a mano y vuelta a teclear.
Pero tambi¨¦n me doy cuenta, con agradecimien?to, de que otra vida tampoco me habr¨ªa gustado llevar, o no habr¨ªa sabido llevarla. Cuando di clases, me percat¨¦ de mi incapacidad para obedecer ¨®rdenes de los jefes de departamento universitario, y no ha?br¨ªa durado mucho m¨¢s de lo que dur¨¦. A¨²n habr¨ªa durado menos en otro tipo de empleo. En muchas entrevistas, a la pregunta reiterada de por qu¨¦ escri?bo, contest¨¦, medio en broma, que para no padecer a un jefe ni tener que madrugar ni someterme a horarios fijos. Esa respuesta ha resultado ser seria, y no hay d¨ªa en que no me haya alegrado de haber iniciado la senda que, sin saber que me acompa?ar¨ªa tanto, eleg¨ª en el 15 de la rue Freycinet de Par¨ªs. Eso ha sido posible gracias a la suerte de contar con lec?tores, de otro modo no habr¨ªa podido sobrevivir, y a esos lectores les guardo infinita gratitud, porque mientras escrib¨ªa Los dominios del lobo ni siquiera pensaba en publicar. Lo hice por diversi¨®n, as¨ª pues, o qui¨¦n sabe si por lo que antiguamente se llamaba ?vocaci¨®n?, aunque yo ignorase entonces tener se?mejante cosa.
Lo que m¨¢s recuerdo de aquella escritura matu?tina (luego me he convertido en vespertino) era lo bien que me lo pasaba inventando historias, perso?najes y vicisitudes absurdas, siempre seg¨²n el patr¨®n o el material del que habl¨¦ en 1987. Y, aunque mis novelas posteriores han sido muy distintas de las dos primeras, sobre todo de la primera, compruebo al cabo de medio siglo que, en mayor o menor grado, no ha habido ocasi¨®n en que no me lo pasara bien escribi¨¦ndolas, de muy distintas maneras (adecuadas a la gravedad de los asuntos y a mi edad de cada vez). As¨ª que eso ha perdurado: mucho he trabajado, s¨ª, pero con diversi¨®n.
Lo que he perdido definitivamente es la capaci?dad de vagancia, o a¨²n es m¨¢s, de inactividad. Cuan?do veo a amigos que se jubilan, me pregunto si no ser¨ªa hora de que siguiese su camino. Al fin y al cabo, la disciplina de escribir novelas me la he impuesto a m¨ª mismo, porque nada ni nadie me obligaba a ello. Me he sentado ante la m¨¢quina los d¨ªas que he que?rido y a las horas por m¨ª decididas, y tras tres o cua?tro me he solido interrumpir, porque la cabeza se cansa no m¨¢s, pero s¨ª m¨¢s r¨¢pidamente que el resto. A la m¨ªa, al menos, le falta frescura y claridad, y lo que uno escribe adensado o con brumas casi nunca sirve de nada. Me pregunto, as¨ª pues, si sabr¨ªa im?ponerme otras disciplinas, pero para m¨ª cualquier otra equivaldr¨ªa a permanecer inactivo e improduc?tivo. Supongo que, despu¨¦s de tantos a?os, no me concibo sin alg¨²n proyecto entre manos. No por fuerza novel¨ªstico, s¨ª ?literario?, signifique eso lo que signifique hoy (desde hace ya tiempo los editores y los libreros manejan el extra?o concepto ?novela li?teraria?; me sorprende que algunas no lo sean, por lo que se ve, y m¨¢s bien preferir¨ªa no acercarme a ellas).
A veces me siento cansado. Cada vez que termi?no una novela nueva, no me imagino acometiendo la siguiente, y, desde 2007, con la publicaci¨®n del tercer volumen de Tu rostro ma?ana, vengo dici¨¦n?dome ?Esta ser¨¢ la ¨²ltima?. Pasados unos cuantos meses, sin embargo, algo vuelve a condensarse en mi cabeza, o as¨ª ha ocurrido con las cuatro que han venido a continuaci¨®n. Lo cual no me da la menor garant¨ªa de que vaya a ocurrir una sola vez m¨¢s. Eso tambi¨¦n me sucedi¨® al concluir Los dominios del lobo, entre otras razones porque no preve¨ªa m¨¢s lectores que cuatro amigos y mis hermanos, y desde luego no me consideraba escritor. ?Qu¨¦ pod¨ªa saber yo, a mis diecinueve a?os, de lo que me traer¨ªa la vida ni de lo que iba a ser? He resultado ser eso, escritor m¨¢s que otra cosa, si bien creo tener puesto mi mayor orgullo en algunas obras que traduje, m¨¢s que en las que escrib¨ª.
Al llegar a este punto, maldigo un poco a mi querida Pilar Reyes, por haberme obligado (uno se siente obligado a atender a sus amables ruegos, de?masiadas veces) a echar la memoria tan atr¨¢s, a re?memorar de nuevo episodios remotos de juventud, y a abismarme en un espantoso v¨¦rtigo temporal. Es como si me hubiera puesto a mirar fotos antiguas, algo que mucha gente hace y en lo que yo no incurro m¨¢s que por azar. Resulta inevitable pensar: ?qu¨¦ se hizo de aquella ¨¦poca que fue tan nueva?, ?qu¨¦ de aquel amor que provoc¨® tanta ilusi¨®n?, ?qu¨¦ de aquellos ami?gos que se alejaron o de los que yo me alej¨¦, o que me decepcionaron, o que murieron cuando no les tocaba? Todo eso estaba aqu¨ª y ya no est¨¢. Y, en cambio, est¨¢ esta alocada novela, Los dominios del lobo, con una cubierta in¨¦dita y con el peregrino motivo de que se cumplen cincuenta a?os de su publicaci¨®n. Da ver?g¨¹enza que la chiquillada perdure m¨¢s que el chiquillo (vayan ustedes a saber d¨®nde fue a parar), y que sus primeros lectores, en especial Juan Benet, y que la ¨¦po?ca y los amigos y los amores...
Los dominios del lobo
Alfaguara, 2021.
320 p¨¢ginas. 18,90 euros.
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