La salsa, latido imparable del Gran Caribe
Leonardo Padura retrata en ¡®Los rostros de la salsa¡¯ el fen¨®meno protagonizado por este estilo musical, verdadero engrudo cultural que uni¨® a los pa¨ªses caribe?os en los setenta
Evitemos los t¨®picos, por favor. No se trata de que Leonardo Padura fuera ¡°periodista musical¡± antes de dedicarse a cultivar la novela negra. Ambas labores resultaban compatibles: incluso, varias de las entrevistas recogidas en Los rostros de la salsa surgen de viajes facilitados por su incipiente fama como novelista. Un tomo editado en Cuba en 1997 y que ahora llega en edici¨®n ampliada.
Sabemos que Padura us¨® la m¨²sica para perfilar ¡ªy situar generacionalmente¡ª a Mario Conde, su polic¨ªa desencantado. En sus libros, Conde se relaja escuchando a Creedence Clearwater Revival y disfrutando de su cantante, John Fogerty. Dado que ambos nombres aparecen con erratas, cabe suponer que Conde tiene esa m¨²sica en cintas caseras, con datos copiados a mano. Esos gustos supon¨ªan una peque?a rebeli¨®n para un teniente de la Polic¨ªa Nacional Revolucionaria. El rock anglosaj¨®n estuvo prohibido durante decenios; Fidel Castro aseguraba que era la punta de lanza de un movimiento que atentaba contra la virilidad de la juventud cubana.
El r¨¦gimen tampoco manifestaba simpat¨ªa por la salsa, aunque aqu¨ª las objeciones eran de naturaleza patrimonial: se consideraba que sus estrellas explotaban hallazgos cubanos. Verdad¡ hasta cierto punto. La m¨²sica popular cubana, ya debilitada por la fuga de talentos, sufri¨® un relativo eclipse durante los a?os ¨¢lgidos de la Revoluci¨®n. En el reparto de recursos y exposici¨®n medi¨¢tica, se prim¨® a la nueva trova. Se demoniz¨® a los bailes como escenario de ¡°actos antisociales¡±; fueron vetados o limitados. El encuadramiento de los m¨²sicos en organizaciones estatales cre¨® capas de inflexible burocracia: en la conversaci¨®n de Padura con Adalberto ?lvarez, este explica lo complicado de formar su orquesta, Son 14, que requer¨ªa juntar instrumentistas de su Camag¨¹ey y de Santiago de Cuba (unos 270 kil¨®metros de distancia pero, ay, diferentes provincias).
El rock anglosaj¨®n estuvo prohibido durante decenios. Fidel Castro aseguraba que era la punta de lanza de un movimiento que atentaba contra la virilidad de la juventud cubana
El embargo pudri¨® la situaci¨®n en ambas direcciones. Castro anul¨® la propiedad intelectual, con lo que muchas composiciones cubanas aparec¨ªan en discos internacionales de salsa sin indicar su autor, con la sigla DR (derechos reservados). Los grupos cubanos apenas tocaban en los pa¨ªses occidentales, al menos hasta que Irakere se introdujo en 1980 en el circuito del jazz. Si viajaban, lo hac¨ªan custodiados por segurosos instruidos para evitar deserciones. Los m¨²sicos funcionaban en inferioridad de condiciones en tecnolog¨ªa y ten¨ªan dificultades para materializar el mestizaje sonoro que caracterizaba a la salsa.
La salsa original neoyorquina pod¨ªa recrear formas y canciones cubanas, pero sus arreglos estaban contaminados por el latin jazz o el discutido bugal¨². En sus filas abundaban los puertorrique?os y dominicanos, que referenciaban sus ritmos aut¨®ctonos. De hecho, la n¨®mina de entrevistados en Los rostros de la salsa refleja el ascenso del merengue y la bachata dominicanos: se incluyen conversaciones con Juan Luis Guerra, Wilfrido Vargas y el fascinante cantante-pol¨ªtico Johnny Ventura (fallecido este pasado verano).
Felizmente, Padura conserva el habla de los entrevistados en sus transcripciones. Los cuestionarios son respetuosos y se esquivan mayormente las pol¨¦micas pol¨ªticas. Solo los m¨¢s veteranos ¡ªCachao, Mario Bauz¨¢¡ª ponen objeciones radicales al t¨¦rmino ¡°salsa¡±. Los no cubanos reconocen la importancia de los grandes cl¨¢sicos isle?os como Benny Mor¨¦, Arsenio Rodr¨ªguez, Machito. Y alg¨²n cubano ¡ªel citado Adalberto ?lvarez¡ª hasta reconoce que lo suyo era dif¨ªcil de exportar: ¡°Hac¨ªamos la m¨²sica mucho m¨¢s r¨¢pida que el resto de los salseros¡±.
Rub¨¦n Blades afirma que ¡°el reguet¨®n apela de forma visceral a la libido de los adolescentes¡± y que sus letras ¡°encuentran un eco natural en esa edad; los v¨ªdeos reafirman la ¨¦poca del selfi¡±
Padura celebra que, comenzando los setenta, la salsa fuera el verdadero engrudo cultural que uni¨® a los pa¨ªses del mar Caribe. Se trataba de una expresi¨®n urbana, con especial arraigo en los barrios m¨¢s populares. Su evoluci¨®n comercial fue problem¨¢tica debido a su identificaci¨®n con Fania. El sello de Jerry Masucci adquiri¨® pr¨¢cticamente un monopolio discogr¨¢fico que tuvo resultados funestos: en los a?os ochenta, su ralentizaci¨®n de actividad ¡ªno confundir con la pervivencia de Fania All-Stars¡ª caus¨® desconcierto y frustraci¨®n. Perdieron visibilidad muchos de los mayores talentos y se fue imponiendo la an¨¦mica salsa rom¨¢ntica (salsa monga, en el ambiente), que oblig¨® a reivindicar la llamada salsa brava, que gozaba de especial arraigo en Colombia.
No hace falta explicitar por d¨®nde van las preferencias de Padura, que aqu¨ª ofrece dos entrevistas con Rub¨¦n Blades (una reciente y otra de 1989). Cierto que el paname?o constituye un caso ¨²nico de libertad creativa y que siempre tuvo ¡ª?se gan¨®¡ª su margen de actuaci¨®n: ha variado sus formaciones instrumentales, es capaz de grabar en ingl¨¦s, dialoga con otras m¨²sicas. Y hasta tiene una explicaci¨®n para el auge del reguet¨®n: ¡°Apela de forma visceral a la libido de los adolescentes, las letras encuentran un eco natural en esa edad, los v¨ªdeos reafirman la ¨¦poca del selfi (¡). Es el escape rebelde que encuentra una explicaci¨®n existencial en la monoton¨ªa r¨ªtmica y en la no complejidad arm¨®nica¡±. Ya puestos, habr¨ªa que recordar que tiene sus ra¨ªces en Jamaica, ferment¨® en Panam¨¢ y explosion¨® en Puerto Rico: el reguet¨®n es tan pancaribe?o como la salsa.
Los rostros de la salsa?
Editorial: Tusquets, 2021.
Formato: 285 p¨¢ginas. 19 euros.
Puedes seguir a BABELIA en Facebook y Twitter, o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.