Tramadol, Viagra y otras drogas: enganchados a la pastilla de la felicidad
Un libro y una exposici¨®n indagan en la dependencia de la industria farmac¨¦utica a la b¨²squeda del bienestar, as¨ª como en la creciente necesidad de soluciones inmediatas a los problemas existenciales
En Niamey, la capital de N¨ªger, Alzouma se gana la vida como vendedor ambulante, empujando un carro lleno de limones, menta y jengibre por polvorientas calles y aceras. Un trabajo que combina con su labor como agricultor en su aldea, donde cultiva unas tierras cada vez m¨¢s empobrecidas por la desertificaci¨®n. Si bien sus padres sol¨ªan recurrir a las plantas medicinales para aliviar su fatiga, ¨¦l lo resuelve de forma inmediata con un par de p¨ªldoras de Tramadol; una adicci¨®n que tiene enganchada a miles de personas en ?frica occidental. El cansancio parece haber pasado a ser considerado una enfermedad y el opi¨¢ceo una de sus medicinas. Algo, quiz¨¢, previsible en una sociedad gobernada, como ya advirti¨® el fil¨®sofo Jeremy Bentham, por dos amos soberanos: el placer y el dolor. A este coloc¨®n unos lo llaman dongo, que significa rayo, otros kirey, como el dios de la fuerza, y otros muchos goudou, que significa carrera. Los yihadistas tambi¨¦n lo consumen; elimina el p¨¢nico durante el combate. Importado ilegalmente desde Asia, cada gragea contiene una dosis 10 veces superior a las que se encuentran en Occidente. Las consecuencias parecen a¨²n m¨¢s graves en el continente africano que en Estados Unidos, donde entre 1999 y 2019 murieron casi medio mill¨®n de personas a causa de una sobredosis relacionada con alg¨²n opioide.
¡°?Podr¨ªa estar la felicidad en una p¨ªldora?¡±, se preguntan el periodista Arnaud Robert y el fot¨®grafo Paolo Woods en su ¨²ltimo proyecto conjunto, Happy Pills, publicado por delpire & co. ¡°En la aldea de Alzouma no tienen agua corriente, ni electricidad, pero el suelo est¨¢ lleno de envases de pastillas¡±, describe Woods durante una entrevista por videoconferencia. ¡°Parecer¨ªa que cada problema existencial pudiese tener una soluci¨®n farmac¨¦utica. La qu¨ªmica ha llegado all¨ª donde no puede llegar el agua. Una met¨¢fora del poder de la industria que arrastra tanto a los ricos consumidores occidentales como los pobres agricultores del tercer mundo, en su b¨²squeda de soluciones a sus dolencias f¨ªsicas y psicol¨®gicas¡±. As¨ª, aquello que durante mucho tiempo fue prerrogativa de distintas religiones y filosof¨ªas, o incluso de la pol¨ªtica, queda ahora, en gran medida, en manos de la industria qu¨ªmica, que despliega todas sus herramientas (ciencia, mercado y comunicaci¨®n) para ofrecer una respuesta estandarizada a las ¨²ltimas aspiraciones humanas. La publicaci¨®n viene acompa?ada de una exposici¨®n que puede verse en el centro art¨ªstico La Ferme des Tilleuls, en Renens, Suiza, bajo el mismo t¨ªtulo, y pronto se estrenar¨¢ un documental.
Hemos pasado de una sociedad en la que, por herencia cristiana, a trav¨¦s del dolor uno se ganaba el cielo, a otra donde el dolor mata¡±, dice Robert
El proyecto, que llev¨® a sus autores a desplazarse por distintos continentes, comenz¨® en 2016 en Hait¨ª. Una naci¨®n donde ¡ªseg¨²n los datos aportados por Lionel ?tienne, un importador local de medicamentos¡ª solo hay 170 farmacias legales para una poblaci¨®n de 11 millones de habitantes. Robert y Wood quedar¨ªan all¨ª fascinados por la visi¨®n de los porteadores de medicamentos que tomaban las calles cargando torres construidas a base de bl¨ªsteres. En su mayor¨ªa proceden de las sobras de las ONG y del mercado de medicinas falsas de Rep¨²blica Dominicana. Son los propios vendedores los que diagnostican dolencias y recomiendan tratamientos. ¡°A veces administran fuertes antibi¨®ticos para tratar el acn¨¦. En una ocasi¨®n murieron dos ni?as tras haber sido inyectadas antitet¨¢nicos falsos. Es una suerte de Matrix. Si te toca la pastilla azul, sanas; con la roja perecer¨¢s¡±, escribe Robert. Aquella visi¨®n resultar¨ªa un buen punto de arranque para hablar sobre las promesas asociadas a estas p¨ªldoras. ¡°Dice mucho de sus vendedores, pero m¨¢s de sus consumidores, que eran quienes realmente nos interesaban¡±, matiza el periodista.
Roy Dolce es otro consumidor habitual de p¨ªldoras, consume estimulantes sexuales. Vive en Matelica, en la regi¨®n de las Marcas, en la Italia central. ¡°Es una especie de h¨¦roe local porque nadie ignora que le pagan para follar¡±, se?ala Robert. ¡°Tan pronto como se nos ocurri¨® la frase ¡®Happy Pill¡¯, supimos que la Viagra ser¨ªa quiz¨¢ la forma m¨¢s pura de un medicamento que concentra tanto la inmensa promesa como los espejismos de una p¨ªldora milagrosa¡±. Tan enganchada como Roy a la qu¨ªmica se encuentra Addy, una adolescente de Massachusetts que toma Adderall, una anfetamina que la ayuda a tratar el trastorno por d¨¦ficit de atenci¨®n. Una cura inmediata, que palia el problema desde afuera, obviando la ra¨ªz.
A lo largo del libro nos encontramos con culturistas indios, que dan volumen a sus m¨²sculos a base de esteroides; j¨®venes gais en Tel Aviv que se medican con profilaxis preexposici¨®n para prevenir la infecci¨®n por el VIH; con Patrick, cuya depresi¨®n le lleva a pasar temporadas en un psiqui¨¢trico donde recibe un fuerte tratamiento mediante ansiol¨ªticos y antidepresivos; una joven de la Amazonia peruana que se inyecta anticonceptivos para evitar embarazos no deseados, y Louis B¨¦riot, un intelectual franc¨¦s, que padece un c¨¢ncer de p¨¢ncreas y decide recurrir al suicidio asistido en Suiza. Todos ellos aparecen retratados en contraposici¨®n a Helmut Gassner, un ingeniero austriaco que hace d¨¦cadas que encontr¨® la paz en un monasterio en las cercan¨ªas de Vevey, Suiza. ¡°Quisimos indagar no solo en la b¨²squeda de la felicidad, sino tambi¨¦n en su definici¨®n¡±, explica Robert. As¨ª, a trav¨¦s de Gassner, los autores aprendieron que dentro de las creencias del budismo tibetano la felicidad y el sufrimiento son solo estados transitorios del esp¨ªritu, sensaciones ef¨ªmeras. La dicha se encuentra en el desapego y en la aceptaci¨®n de esta transitoriedad. ¡°M¨¢s que la experiencia en s¨ª ante el dolor, lo que importa es nuestra reacci¨®n. Querer escapar a toda costa del sufrimiento f¨ªsico y mental viene a ser una de las principales causas del mismo¡±, sostiene el monje austriaco.
¡°Nos interesaba tambi¨¦n conocer la historia del dolor dentro de nuestra cultura¡±, explica Robert. ¡°Hemos pasado de una sociedad en la que, por herencia cristiana, el dolor no solo formaba parte de la experiencia, sino que a trav¨¦s de ¨¦l uno se ganaba el cielo, a otra en la que el dolor mata¡±. As¨ª, nuestro botiqu¨ªn bien podr¨ªa ser, de alguna forma, una autobiograf¨ªa de dolencias y experiencias, de problemas pasados y presentes. La qu¨ªmica curativa ofrece la met¨¢fora perfecta para una sociedad que fundamentalmente rinde culto a la eficiencia, al poder, a la juventud y al rendimiento. ¡°No tardamos mucho en comprender que definir la felicidad es algo imposible¡±, destaca Woods, ¡°pero una de las posibles definiciones es que m¨¢s que ser feliz se trata de aparecer feliz, vivimos en una sociedad en la que la apariencia de la felicidad es casi mejor que la felicidad misma, y en la que la representaci¨®n se impone sobre lo real, como demuestran las redes sociales. Un ¡®me gusta¡¯ se ha convertido en un buen chute de dopamina¡±.
Happy Pills. Arnaud Robert y Paolo Woods. Delpire. 264 p¨¢ginas. 39 euros.
Happy Pills. La Ferme des Tilleuls. Renens (Suiza). Hasta el 16 de enero de 2022.
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