La megaestrella que vende su naturalidad: as¨ª es ¡®30¡¯, el nuevo disco de Adele
Con su cuarto y esperado trabajo, la cantante brit¨¢nica saca partido a su divorcio y a su nueva vida en Los ?ngeles, llevando al l¨ªmite una esforzada verosimilitud a ritmo de baladones de piano y alguna sesi¨®n de terapia familiar
Dos argumentos principales esgrime Adele Adkins (Londres, 1988) para defender su cuarto ¨¢lbum frente a los automatismos de la cr¨ªtica: primero, que no es su ¡°disco estado?unidense¡±, aunque lleve varios a?os residiendo en Los ?ngeles; segundo, que tampoco se trata de un t¨ªpico ¡°disco de divorcio¡±, a pesar de haber pasado recientemente por ese trance. Entre par¨¦ntesis, se comprende lo del traslado. Basta con mirar por la ventana para que cualquier brit¨¢nico entienda que sus estrellas prefieran instalarse en California. Lo que molesta particularmente en el viejo reino es que esa mudanza vaya respaldada por una americanizaci¨®n de su arte, en concesi¨®n al principal mercado mundial. Se conoce en la industria discogr¨¢fica brit¨¢nica como ¡°hacer un Rod Stewart¡±, en referencia a su adi¨®s-muy-buenas que supuso su disco Atlantic Crossing.
Lo cierto es que no, que 30 (Sony) no suena tan diferente de sus tres predecesores. Adele contin¨²a necesitando colaboradores polivalentes para pulir sus canciones, con el refuerzo ocasional del Equipo Suecia ¡ªlos productores Max Martin y Shellback, ahora con la incorporaci¨®n de Ludwig G?ransson¡ª para tunear determinados temas que necesitan hooks, ganchos comerciales. Siguen apareciendo los baladones de piano, con discretos coros. La residencia estadounidense apenas se nota. Bueno, est¨¢ ¡®All Night Parking¡¯, esa jazzy colaboraci¨®n de ultratumba con el pianista Erroll Garner (fallecido en 1977, nada puede objetar). Si pensaban que Adele deseaba competir en audacia formal con su idolatrada Beyonc¨¦, olv¨ªdenlo: lo m¨¢s estadounidense es seguramente la apote¨®sica pieza que cierra el disco, ¡®Love Is a Game¡¯, que podr¨ªa confundirse con alg¨²n standard olvidado del Tin Pan Alley neoyorquino en los a?os cuarenta.
Su hijo es la excusa para el momento m¨¢s embarazoso del disco. En ¡®My Little Love¡¯ se insertan grabaciones surgidas de una sesi¨®n de terapia del ni?o y la madre a cuenta del divorcio
Con todo, conviene puntualizar. T¨¦cnicamente, 30 s¨ª que es su primer ¨¢lbum estadounidense. Tras cumplir su contrato de tres discos con XL, la independiente londinense, Adele ha fichado por la gigantesca Sony, que anteriormente ejerc¨ªa simplemente como distribuidora de su producto en Am¨¦rica del Norte. Frustraci¨®n para XL, que cre¨ªa haber desarrollado m¨²sculo suficiente para transportar a Adele en su siguiente trayecto, despu¨¦s de lidiar con una novata testaruda que tard¨® en adaptarse a las realidades del negocio. Seguramente, tras la luna de miel, Sony tambi¨¦n necesitar¨¢ un periodo de aprendizaje, trat¨¢ndose de una artista cuya respuesta instintiva a cualquier novedosa propuesta es ¡°no¡± (luego, claro que acepta negociar).
No se piensen que Adele encaja en el perfil de diva veleidosa. Pero es desconfiada y sabe de la necesidad de pisar con cuidado. Contempl¨® consternada los patinazos de diversas vocalistas coet¨¢neas. Duffy perdi¨® credibilidad por unos anuncios tontorrones de Diet Coke. Lily Allen se lio en agrias pol¨¦micas en las redes que eclipsaron su m¨²sica. Sobre todo, asisti¨® horrorizada a la aniquilaci¨®n de Amy Winehouse, que ¡ªaparte de ser una inspiraci¨®n directa¡ª se hab¨ªa formado en la londinense BRIT School, en la que Adele tambi¨¦n fue educada profesionalmente.
Lo de Amy le toc¨® ¨ªntimamente: pertenec¨ªa a la clase trabajadora y creci¨® en un hogar quebrado, como Adele. La experiencia de la int¨¦rprete de ¡®Rehab¡¯ al menos limit¨® sus excesos al alcohol y los cigarrillos. Conscientemente, evit¨® a determinado tipo de novios peligrosos, prefiriendo relaciones con hombres mayores y centrados. Tales detalles no son banales en el caso de una artista que organiza su obra seg¨²n su cronolog¨ªa: ya saben que los t¨ªtulos de 19, 21, 25 y, ahora, 30 corresponden a su edad en el momento de preparaci¨®n de cada ¨¢lbum, que debe reflejar su correspondiente temperatura sentimental.
Desde el inicio, Adele tuvo modos de alma vieja. Decidi¨® pronto que los grandes festivales no eran para ella: all¨ª perd¨ªa el control sobre su espect¨¢culo y disminu¨ªa su carisma. Se resisti¨® durante un tiempo honorable al streaming, valorando los v¨ªnculos que establecen los formatos f¨ªsicos. Tambi¨¦n hizo una purga entre su pandilla con t¨¦cnicas propias del MI6: si sospechaba de la lealtad de alg¨²n integrante, compart¨ªa alguna intimidad inventada; si el (falso) secreto aparec¨ªa en un tabloide, de los que pagan en met¨¢lico por confidencias, la persona infiel pasaba a la lista negra. El m¨¦todo debe haber funcionado: la voraz prensa brit¨¢nica no pudo cubrir su boda o la posterior relaci¨®n con el rapero Skepta, que ahora parece ser referenciado en la canci¨®n ¡®Woman Like Me¡¯.
Los cortes con pulso acelerado sugieren que Adele ha vuelto a salir y que ha disfrutado de nuevos amigos. Encontramos incluso su canci¨®n m¨¢s sexual, ¡®Oh My God¡¯
Y llegamos al elefante en la habitaci¨®n: ?es 30 un disco de ruptura? No en el sentido de desarrollar un pliego de cargos contra la otra persona o de sugerencias de reconciliaci¨®n. En todo caso, se trata de un disco de mujer divorciada que encara su nueva vida. Los cortes con pulso acelerado sugieren que Adele ha vuelto a salir y que ha disfrutado de nuevos amigos. Encontramos incluso su canci¨®n seguramente m¨¢s sexual, ¡®Oh My God¡¯. Es la nueva Adele, bendecida por Oprah Winfrey en una entrevista donde la presentadora envidia su figura actual: 45 kilos perdidos sin dietas, gracias a visitas regulares a un gimnasio de Hollywood. Sin olvidar los reportajes para Vogue, que retratan a Adele como modelo a imitar. Claro que la lectora media de esa revista no dispone de suficiente efectivo para comprar una segunda casa en su calle de Beverly Hills, para uso y disfrute de su ex, Simon Konecki. Se trata, explica la cantante, de que tenga acceso regular al hijo de ambos, Angelo, cuya custodia comparten.
De hecho, Angelo es la excusa para el momento m¨¢s embarazoso de 30: en ¡®My Little Love¡¯ se insertan grabaciones surgidas de una sesi¨®n de terapia del ni?o y la madre a cuenta del divorcio. Tal vez sea llevar demasiado lejos la estrategia de verosimilitud.
¡®30¡ä. Adele. Sony.
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