Lydia Cacho: sobrevivir para contarlo

Es bien conocido el secuestro que sufri¨® la reportera mexicana Lydia Cacho. En diciembre de 2005, tras destapar en su libro Los demonios del Ed¨¦n una red de pornograf¨ªa infantil que implicaba a pol¨ªticos y empresarios de su pa¨ªs, Cacho fue detenida ilegalmente por un grupo de polic¨ªas que adem¨¢s la torturaron durante los dos d¨ªas que estuvo retenida. El caso lleg¨® a los tribunales, fue recogido en la prensa y ella misma lo relat¨® en un nuevo libro, Memorias de una infamia, publicado en 2007. Su batalla es esa: contar la violencia y la impunidad de quienes la ejercen para combatirla.

Exiliada en Espa?a desde 2019, la periodista da ahora un paso m¨¢s en esa batalla convirtiendo ese relato en una obra de teatro, escrita en colaboraci¨®n con Jos¨¦ Martret, que tambi¨¦n dirige su puesta en escena. Porque no es lo mismo leer una historia que verla revivida en un escenario. Puede impactar el doble porque el hecho de alguna manera se conjura. Esa es la fuerza del teatro documental y tambi¨¦n el principal valor de este montaje, titulado La infamia, que presenta el testimonio de la periodista de una manera muy subjetiva para, precisamente, potenciar ese efecto. Sobre las tablas hay una sola actriz, Marta Nieto, que vuelve al d¨ªa en el que Cacho fue secuestrada para recrear las distintas etapas de su sufrimiento como si le estuviera pasando otra vez, aunque en esta ocasi¨®n el resto de los personajes no est¨¢n: solo la vemos a ella y es como si estuvi¨¦ramos escuchando lo que pensaba en cada momento de su tortura, mientras una c¨¢mara de v¨ªdeo registra sus movimientos y sus gestos muy de cerca y lo emite en directo en una gran pantalla al fondo. Esa estrategia, por un lado, amplifica el efecto que se pretende, pues adem¨¢s la interpretaci¨®n de la actriz es intensa y cre¨ªble; por otra parte, sin embargo, en algunos momentos dispersa y distrae la mirada del p¨²blico. Otro problema es que no hay apenas variaciones en la f¨®rmula y se acaba haciendo repetitiva.

En todo caso, el espect¨¢culo deja huella. Lo que se cuenta es tremendo y se queda grabado en la memoria. Sobre todo cuando la propia Lydia Cacho se materializa en pantalla al final del montaje para dirigir al p¨²blico unas ¨²ltimas palabras. Quiz¨¢ ese sea el momento m¨¢s emocionante: verla viva para seguir cont¨¢ndolo.

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