Literatura del arroyo: ?de qu¨¦ hablamos cuando hablamos de ¡®grit lit¡¯?
La adaptaci¨®n de ¡®El callej¨®n de las almas perdidas¡¯, uno de sus primeros cl¨¢sicos, evidencia el auge de un subg¨¦nero que representan autores como Chris Offutt o Bonnie Jo Campbell
En el sur de Estados Unidos, ese sur de pueblos fantasma, caravanas que se hunden en el barro, hondonadas siniestras, r¨ªos poco profundos y consoladores con forma de serpiente, suele desayunarse algo llamado corn grits. Un tipo de cereales de taz¨®n de leche con aspecto de monstruosas y reblandecidas gachas. ¡°As¨ª fue c¨®mo empez¨® todo¡±, dice Chris Offutt (Lexington, Kentucky, 63 a?os). Autor de la asfixiantemente poderosa Kentucky seco, y de al menos otro par de novelas, publicad...
En el sur de Estados Unidos, ese sur de pueblos fantasma, caravanas que se hunden en el barro, hondonadas siniestras, r¨ªos poco profundos y consoladores con forma de serpiente, suele desayunarse algo llamado corn grits. Un tipo de cereales de taz¨®n de leche con aspecto de monstruosas y reblandecidas gachas. ¡°As¨ª fue c¨®mo empez¨® todo¡±, dice Chris Offutt (Lexington, Kentucky, 63 a?os). Autor de la asfixiantemente poderosa Kentucky seco, y de al menos otro par de novelas, publicadas en Espa?a por Sajal¨ªn, e hijo de Andrew (Offutt), el rey de la pornograf¨ªa escrita del pasado siglo, se refiere a la forma en que surgi¨® el apelativo de grit lit. La tambi¨¦n llamada ¡°literatura del arroyo¡±, o noir rural, aquella que retorci¨® el universo, desamparadamente perdido, del cl¨¢sico (de 1919) Winesburg, Ohio, de Sherwood Anderson, no se consider¨® oficialmente ¡°un todo en marcha¡± hasta 2012, como recuerda Offutt desde alg¨²n lugar del condado de Lafayette, en Misisipi, a?o en que se public¨® la antolog¨ªa Grit Lit: A Rough South Reader.
¡°Hasta entonces era poco m¨¢s que una expresi¨®n de slang universitario. La manera en que los chavales se refer¨ªan a las clases de literatura sure?a¡±, dice Offutt. Para Brian Carpenter, coeditor de dicha antolog¨ªa, que inclu¨ªa relatos de los cl¨¢sicos Harry Crews y Larry Brown, y del propio Offutt, la cosa tiene que ver con escribir sobre ¡°currantes que viven en pueblos peque?os, a menudo en mitad del campo, ocasionalmente violentos, y generalmente sure?os¡±. ¡°En los ¨²ltimos diez a?os, la expresi¨®n ha evolucionado, y ha incorporado la de algo rasposo, como el papel de lija, y la de mostrar coraje en una situaci¨®n complicada, y podr¨ªa decirse que hoy en d¨ªa esa mezcla de cosas es la grit lit, pero tambi¨¦n que los escritores raramente se refieren a lo que hacen como grit lit¡±, sentencia el autor de Los cerros de la muerte, para quien, si el sistema tiende a marginar ese tipo de realismo ultrasucio, es ¡°claramente cuesti¨®n de clase, no tiene nada que ver con que est¨¦ mostrando una parte de Estados Unidos que no quiera mostrarse¡±.
Son historias de ¡°currantes que viven en pueblos peque?os, a menudo en mitad del campo, ocasionalmente violentos, y generalmente sure?os¡±
Podr¨ªa decirse que la grit lit entr¨® en Espa?a en 2011, cuando la desaparecida Libros del Silencio public¨® la desesperadamente brillante Knockemstiff, de Donald Ray Pollock. Pollock hab¨ªa crecido en uno de esos agujeros con aspecto de pueblo norteamericano, hab¨ªa dejado el instituto a los 16 y hab¨ªa trabajado en un matadero, una f¨¢brica de zapatos y en la f¨¢brica de papel en la que despert¨® con 45 decidido a salir de all¨ª escribiendo. Pollock, voraz lector desde ni?o, quer¨ªa ser, a la vez, Earl Thompson y Flannery O¡¯Connor. ¡°Como cuenta Harry Crews, en esa clase de sitios, crec¨ªas incapaz de creerte que la gente que sal¨ªa en los cat¨¢logos de Sear¡¯s fuese real. Sonre¨ªan y estaban enteros. Crews no conoc¨ªa a nadie a quien no le faltase un dedo o una oreja. Tampoco conoc¨ªa a nadie que no hiciese otra cosa que sobrevivir¡±. El que habla es Javier Lucini, editor de Dirty Works, el sello que en Espa?a est¨¢ haci¨¦ndole un hueco cada vez m¨¢s grande a la grit lit publicando un degustable y adictivo cl¨¢sico (a veces, instant¨¢neo) tras otro.
Bonnie Jo Campbell (Michigan, 60 a?os) es autora de un buen pu?ado de ellos. El ¨²ltimo, la colecci¨®n de relatos Madres, avisad a vuestras hijas (Dirty Works), permite adem¨¢s centrarse en c¨®mo de abominablemente distintas, y descorazonadoras, son las cosas para las mujeres en ese otro mundo subterr¨¢neo, en el que aislamiento ¡ªla soledad absoluta en la que viven¡ª las hace a¨²n m¨¢s vulnerables, y a la vez, supervivientes entre los supervivientes. ¡°Si un escritor no ha sido pobre y ha estado jodido, no va a poder escribir sobre en qu¨¦ consiste mantenerse con vida en Am¨¦rica. Pagar facturas, alejar a los yonquis de la familia de las drogas, y a los cr¨ªos de cosas que podr¨ªan acabar con ellos. El escritor de clase media no tiene ni idea de lo que es vivir sin red, sin nadie a tu alrededor con dinero para sacarte de un aprieto, y los escritores de clase media son casi todos¡±, dice Campbell, a quien le sorprendi¨® que las rese?as de su libro en Estados Unidos obviasen que el abuso sexual est¨¢ por todas partes, como si obviaran, a¨²n, el punto de vista femenino.
Para Campbell, nominada en dos ocasiones al National Book Award, y amante de los bares donde a¨²n suele haber peleas ¡ªexvendedora de granizados del circo Ringling, con el que pas¨® una temporada¡ª, ¡°el sur perdi¨® la guerra civil y la amargura de esa derrota gener¨® un tipo de literatura, y el Medio Oeste, de donde vengo, perdi¨® una especie de guerra hace no tanto, cuando perdimos todos los trabajos industriales bien pagados, y esa derrota est¨¢ generando una literatura similar¡±. Que, m¨¢s all¨¢ de Crews, Brown, y William Gay, tiene nombres que desaparecieron al poco de ser editados, porque nadie los reedit¨® jam¨¢s. A veces, cuenta Lucini, solo cuentan con las fotocopias del original que les env¨ªa la agente. ¡°Pese a todo, siguen siendo marginales¡±, dice. Campbell, que responde por correo electr¨®nico, admite acabar de descubrir a Elizabeth Maddox Roberts, ¡°que describe como nadie la vida del aparcero en los a?os treinta¡å, y buscar desesperadamente a otras autoras. Un nombre: Tiffany McDaniel, de quien Hoja de Lata acaba de publicar Betty.
Sin embargo, la reciente y millonaria adaptaci¨®n de El callej¨®n de las almas perdidas, el cl¨¢sico freak que William Lindsay Gresham (Baltimore, 1909-Nueva York, 1962) empez¨® a escribir en un pueblo cercano a Valencia en 1938 ¡ªvino a echar una mano al bando republicano¡ª, despu¨¦s de que otro tipo le contara la historia de una atracci¨®n de feria llamada el monstruo que consist¨ªa en un borracho que hab¨ªa tocado de tal manera fondo que se dedicaba a arrancar cabezas de pollos y serpientes a mordiscos. ¡°Es cierto que cada vez hay m¨¢s lectores en Espa?a de este tipo de literatura¡±, apunta Dani Osca, editor de Sajal¨ªn, y de la obra de Gresham. ?Por qu¨¦? ¡°Est¨¢ el sue?o americano y luego est¨¢ el otro lado, el basural, los da?os colaterales, las cloacas del imperio, donde est¨¢ la gente que hace que funcione. Ese magma es justo lo que nos fascina, la supervivencia y la desmitificaci¨®n¡±, sentencia Lucini, que recomienda el visionado del documental Searching for the Wrong-Eyed Jesus, una cr¨®nica literario visual de una gira por el sur del m¨²sico gritty Jim White, para ¡°acabar de entenderlo todo¡± y, de paso, conocer a Harry Crews, toparse, en realidad, con ¨¦l, en mitad de un camino sin asfaltar.
Lecturas
Los cerros de la muerte
Chris Offutt
Traducción de Javier Lucini. Sajalín, 2021.
226 páginas, 20 euros.
Madres, avisad a vuestras hijas
Bonnie Jo Campbell
Traducción de Tomás Cobos. Dirty Works, 2021.
296 páginas, 23,40 euros.
Betty
Tiffany McDaniel
Traducción de Ignacio Gómez Calvo. Hoja de Lata, 2022. 528 páginas, 24,90 euros.
El callejón de las almas perdidas
William Lindsay Gresham
Traducción de Damià Alou. Sajalín, 2022.
444 páginas, 23 euros.
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