Los relatos de Andre Dubus, tras los pasos de Cheever y Carver en Iowa
La infidelidad, sus causas y consecuencias, es el eje sobre el que orbita ¡®Vuelos separados¡¯, cuyos relatos mantienen un tono doloroso aunque de alguna forma luminosamente esperanzador
Existe un lugar en Estados Unidos en el que las bibliotecas prestan cuadros. A ese lugar llevan mud¨¢ndose aspirantes a escritores y escritores de prestigio desde 1936 porque en ese lugar se encuentra el m¨¢s famoso workshop para escritores que existe. Lo acoge una m¨¢s o menos modesta cape cod, la cl¨¢sica casa de tablones listados americana, llamada Dey House. En su interior hay viejas m¨¢quinas de escribir, una chimenea, un rinc¨®n para amontonar ejercicios, una cafetera, una enorme biblioteca y una sala, la sala en la que se comentan los ejercicios, con un enorme ventanal con vistas al r¨ªo y el frondoso bosque. Tambi¨¦n hay, aqu¨ª y all¨¢, peque?os p¨®steres enmarcados de infinidad de momentos cumbre, lecturas de, veamos, Kurt Vonnegut, John Ashbery, Margaret Atwood. Ese lugar es Iowa City, la peque?a y fr¨ªa ciudad que, antes de convertirse en el epicentro de la creaci¨®n literaria del pa¨ªs ¡ªla enmoquetada Prairie Lights es, probablemente, la librer¨ªa con m¨¢s clientes ilustres de paso que ha existido jam¨¢s¡ª, lo fue de la taxidermia. Tal vez, Andre Dubus (Luisiana 1936-Massachusetts, 1999), el capit¨¢n que decidi¨® dejar los marines para seguir los pasos de su admirado John Cheever ¡ª?tan de cerca que, por momentos, parece resucitarlo¡ª, pidi¨® prestado alg¨²n cuadro en la biblioteca cuando se instal¨® all¨ª. Dubus, que fue alumno de Richard Yates ¡ªlo que le vino que ni pintado a su obsesi¨®n por la pareja como territorio de autodestrucci¨®n masiva¡ª, viv¨ªa en otra de esas cape cods, en el 502 de la arbolada y pac¨ªfica calle Brown. Por entonces, no solo estaba casado sino que ten¨ªa cuatro hijos, y recib¨ªa ayuda de la asistencia social, y comida del Gobierno ¡ªqueso, arroz, mantequilla de cacahuete¡ª, y el resto de futuros escritores, y alg¨²n que otro escritor ya consagrado, se dejaban caer a menudo por all¨ª. De ah¨ª que Hank, el coprotagonista de ¡®Ya no vivimos aqu¨ª¡¯, la nouvelle que contiene Vuelos separados, la primera colecci¨®n de cuentos que public¨® (en 1975, ocho a?os despu¨¦s de debutar con una novela que acab¨® siendo la ¨²nica), pueda ser cualquiera.
Hank es escritor, y su mejor amigo, Jack, tambi¨¦n. Est¨¢n casados, tienen hijos, viven en Iowa. A veces van a correr, y a veces se toman alguna que otra copa. Jam¨¢s hablan sobre c¨®mo el matrimonio est¨¢ asfixi¨¢ndolos, porque en realidad no es el matrimonio lo que est¨¢ asfixi¨¢ndolos sino la sensaci¨®n de que la intensidad del mundo se est¨¢ apagando. Pero eso ellos no lo saben. Ellos est¨¢n buscando una salida. Algo que devuelva el brillo al mundo. Jack est¨¢ acost¨¢ndose con ?Edith, la esposa de Hank, a quien tambi¨¦n le parece que el mundo se est¨¢ apagando, y se aferra, con la misma desesperaci¨®n con la que Jack se aferra a ella, a eso que esperan sea amor. Cuando Terry, la mujer de Jack, empieza a ser pretendida por Hank, y aburrida, cansada, triste de no hacer otra cosa que beber y preparar comidas, fregar platos, acostar a los ni?os, se deja hacer, harta, la devorada, inestable construcci¨®n que sosten¨ªa al cuarteto se desmorona. Curioso es que casi por la misma ¨¦poca John Irving ¡ª?tambi¨¦n ilustre alumno de la Dey House y contempor¨¢neo a Dubus¡ª publicase una novela sobre un intercambio muy similar, doble pareja, y que una de las protagonistas se llamase tambi¨¦n Edith, porque lo que en uno es explosi¨®n y color ¡ªluchadores, zoos en Viena¡ª, en el otro es abismo y locura contenida, introspecci¨®n y cataclismo, pero uno m¨¢s que sentimental, existencial.
En la ¨¦poca de Iowa City, a Dubus a¨²n no le hab¨ªa golpeado la tragedia: la violaci¨®n de su hija, que pr¨¢cticamente le condujo a la locura
La infidelidad ¡ªsus infinitas consecuencias y sus tambi¨¦n infinitas causas¡ª es el eje sobre el que orbita Vuelos separados, que en tanto primera colecci¨®n de relatos ¡ªlo que Dubus har¨ªa a partir de entonces¡ª se concibi¨® a¨²n en la ¨¦poca de Iowa City, cuando todav¨ªa no le hab¨ªa golpeado la tragedia ¡ªla violaci¨®n de su hija, que pr¨¢cticamente le condujo a la locura: sal¨ªa de casa armado, y trataba de no dejar solo a ninguno de sus hijos, ni a sus mujeres, obsesionado con que nada parecido volviese a ocurrir, y que le llev¨® a casi matar a un tipo en una ocasi¨®n; y el posterior accidente que le dej¨® postrado en una silla de ruedas y que hizo que colegas tan dispares como Ann Beattie, Stephen King, Vonnegut, John Updike y el propio Irving se unieran para recaudar fondos para sus facturas m¨¦dicas¡ª. Y pese a ello, la oscuridad est¨¢ ah¨ª, acechando desde la primera l¨ªnea en relatos como casi wongkarwaiano ¡®El hundimiento¡¯, o ¡®El monte¡¯, con ese marine por completo perdido lejos de casa que debi¨® ser ¨¦l mismo. O, por qu¨¦ no, ¡®Si conocieran a Yvonne¡¯, un vistazo a un pasado a¨²n m¨¢s lejano, al del ni?o que crece temiendo el pecado entre los Hermanos Cristianos. O la soledad (y el peso) de la casa familiar de suburbio en aquel o aquella que la sostiene en el relato que da t¨ªtulo a la colecci¨®n, ¡®Vuelos separados¡¯. El tono es siempre brillante, doloroso, elegiaco, y pese a ello, de alguna forma, luminosamente esperanzador. Algo as¨ª como el cruce perfecto entre la hondura de un John Cheever al que hubieran golpeado como golpeaban los relatos ¡ªy las discusiones como mordiscos¡ª de Raymond Carver y contuviera, a la vez, la reflexi¨®n ¡ªy la comprensi¨®n tot¨¦mica¡ª de cualquier novela del tambi¨¦n experto en desmembrar parejas Richard Yates.
Vuelos separados?
Autor: Andre Dubus.
Traducci¨®n: David Paradela L¨®pez.
Editorial: Gallo Nero, 2021.
Formato: tapa blanda (304 p¨¢ginas, 23 euros).
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