Orhan Pamuk: ¡°Hoy estamos m¨¢s lejos de Europa y no es culpa de Europa¡±
El Nobel publica ¡®Las noches de la peste¡¯, una monumental novela que retrata un universo pol¨ªtico y sentimental libre del exotismo con el que Occidente ha lastrado la literatura que se acerca a Oriente. En esta entrevista habla de la pandemia, que estall¨® mientras la escrib¨ªa, y del decisivo papel de Turqu¨ªa en el actual contexto b¨¦lico
Mirar el mundo desde otro lado, olvidarse del ombligo eurocentrista y colocarse en otro marco es un ejercicio estimulante y un deporte de resistencia en el caso de Orhan Pamuk. El nobel de Literatura turco es campe¨®n en el arte de enriquecernos con su punto de vista tan oriental en personajes y situaciones como cercano en principios y valores. Su nueva novela, Las noches de la peste (Literatura Random House), es un alarde en ese esfuerzo por trasladar la mirada hacia un lugar alternativo al que solemos habitar. Otro lugar. Y otro tiempo.
Pamuk (Estambul, 1952) nos sit¨²a esta vez en la imaginaria isla de Minguer y en el arranque del siglo XX para sumergirnos en la crudeza de una epidemia que las autoridades no quieren ver y que va a catalizar las divergencias entre cristianos y musulmanes, entre gobernantes y gobernados, entre cient¨ªficos y negacionistas interesados en mantener las cosas en secreto.
P. ?Las epidemias dividen?
R. S¨ª, pero tambi¨¦n unen. El ser humano siempre culpa al otro: al musulm¨¢n, al cristiano, al negro, al vecino¡ al otro, en definitiva, de todo aquello que viene de Dios o de donde sea. Antes del siglo XX, cuando la humanidad no ten¨ªa mucha formaci¨®n, las pandemias dramatizaban m¨¢s la situaci¨®n y generaban luchas, envidias. Los gobiernos se volv¨ªan m¨¢s autoritarios para imponer cuarentenas, pero al final tambi¨¦n surg¨ªan nuevas unidades para luchar contra la enfermedad. Las epidemias siempre fomentan cambios sociales.
P. ?Qu¨¦ cambios cree que permanecer¨¢n?
R. Las conexiones como esta entrevista o mis clases en Columbia desde Estambul permanecer¨¢n. Tambi¨¦n cambios en la arquitectura y el ocio. La gente ha girado m¨¢s hacia el interior mientras el ¨¢gora, la vida en la ciudad, se ha desvanecido un tanto.
La historia de este libro es singular. El nobel de 2006, autor de obras memorables como Nieve o Estambul, ciudad y recuerdos, trabajaba desde 2016 sobre una epidemia en esa isla imaginaria cuando estall¨® la peor pandemia en un siglo. ¡°Al principio, cuando mis amigos se enteraban de que estaba escribiendo sobre una epidemia, me dec¨ªan: ¡®?qui¨¦n lo va a leer?, no tiene sentido¡¯. Y de repente esa misma gente pas¨® a decir: ¡®?Qu¨¦ suerte, qu¨¦ coincidencia!¡±, relata, risue?o, por videoconferencia desde su despacho en Estambul. ¡°Primero sent¨ª cierta culpabilidad porque mi t¨ªa fue una de las primeras fallecidas en mi ciudad y lo que estaba en mis cuadernos se estaba convirtiendo en realidad. Y despu¨¦s empec¨¦ a temer que la gente pensara que escrib¨ªa al hilo de la actualidad, lo que habr¨ªa matado el romanticismo del libro. Pero no fue as¨ª¡±.
Procesado por supuestas injurias a un padre de la patria, el escritor se enfrenta a la c¨¢rcel
Lo cierto es que sus editores le apremiaron entusiasmados, que el confinamiento no le cost¨® nada ¡°porque soy escritor: llevo 48 a?os confinado¡± y que recort¨® descripciones y razones de la cuarentena y cosas que ahora resultaban obvias, pero que mantuvo el tono, el pulso y las voces enso?adas de unos personajes que trasladan al lector a otro lugar y a otro tiempo con ecos solo lejanos de la situaci¨®n actual. ¡°Yo escrib¨ª esta novela no solo para explorar la idea del nacionalismo despu¨¦s del imperio, de la invenci¨®n de las naciones. Sino tambi¨¦n para provocar mi imaginaci¨®n rom¨¢ntica. La historia no es solo algo que deba explicarse, sino algo en lo que sumergirme para que trabaje mi imaginaci¨®n. Me gusta estar rodeado de cosas pasadas, de la conciencia de objetos antiguos. No escribo novelas hist¨®ricas para explicar cu¨¢n interesantes eran los otomanos. No son mis razones. El otomanismo lleva 15 a?os en el pedestal, en la era de Erdogan. Y yo no escribo para explicar las invasiones, los ¨¦xitos, no me interesan las glorias otomanas. Escribo tambi¨¦n para explicar la decadencia otomana, la melancol¨ªa de la p¨¦rdida. Y eso me parece m¨¢s bello que la glorificaci¨®n de los ej¨¦rcitos y las victorias que hoy tanto se practica. Aqu¨ª tambi¨¦n hay sangre, claro, pero hay una sangre de la decadencia¡±.
El libro nos transporta a un universo en el que ese Imperio Otomano brujulea en aguas arriesgadas: a su propio declive se une su posici¨®n de encrucijada que hoy podemos seguir comprendiendo cuando vemos al presidente Erdogan como anfitri¨®n de negociaciones entre Ucrania y Rusia. En el tiempo de su novela, el sult¨¢n vive la tensi¨®n entre ayudar a Occidente a apaciguar las tensiones de los musulmanes en China y el acoso de Rusia, para el que tambi¨¦n necesita a los pa¨ªses occidentales. Unos y otros se socorren a cambio de garantizar su dominio, su equilibrio de poderes. Y esa posici¨®n turca entre Oriente y Occidente, esa afiliaci¨®n a los musulmanes del mundo pero tambi¨¦n a la estabilidad, est¨¢n dibujadas en su libro como en las noticias de estos d¨ªas.
P. El sult¨¢n que retrata navega entre Oriente y Occidente. ?Turqu¨ªa intenta jugar de nuevo ese rol?
R. Es inevitable que los l¨ªderes turcos maniobren as¨ª, sean sultanes o Erdogan. Hasta el inicio de la guerra de Ucrania, Erdogan ten¨ªa un discurso antioccidental y populista cl¨¢sico. Pero el enemigo eterno de Turqu¨ªa es Rusia y ahora cambia su posicionamiento, como ha ocurrido siempre en la historia otomana. Es el problema turco cl¨¢sico: decidir cu¨¢l es la ubicaci¨®n de Turqu¨ªa dentro de Europa. Si es m¨¢s moderna, m¨¢s musulmana, m¨¢s europea, m¨¢s abierta, m¨¢s centroasi¨¢tica. Y no hablamos solo de relaciones internacionales sino de luchas internas, culturales y pol¨ªticas.
P. M¨¢s all¨¢ de la guerra, Turqu¨ªa se ha alejado de Europa en los ¨²ltimos a?os, pero ?no cree que Europa tambi¨¦n la ha alejado?
R. Recuerdo cuando muchos en Espa?a me dec¨ªan: ¡®Si nosotros hemos entrado, si Espa?a forma parte de Europa, Turqu¨ªa tambi¨¦n lo har¨¢¡¯. Pero no. Espa?a forma parte de Europa y Turqu¨ªa no, y me siento triste por ello. Ahora: ?de qui¨¦n es la culpa? De Sarkozy y de Merkel en parte, pero Turqu¨ªa no hizo sus deberes en libertad de expresi¨®n, en derechos humanos, en el papel del Ej¨¦rcito, en Chipre, en la cuesti¨®n kurda y de eso no se puede culpar a Europa. No hay democracia plena en Turqu¨ªa y la culpa es de un gobierno y una burocracia que te llevan a la c¨¢rcel si protestas. ?C¨®mo vas a formar parte de Europa en esas condiciones? Si quieres pertenecer a Europa necesitas una sociedad libre, un respeto a las minor¨ªas. Hoy estamos m¨¢s lejos de la UE y no es culpa de la UE.
P. Menciona la glorificaci¨®n del imperio otomano. ?Turqu¨ªa no ha superado el fin del imperio?
R. Escrib¨ª esta novela leyendo las memorias de los pach¨¢s marginados, de una generaci¨®n, la de mis abuelos y tatarabuelos, que eran doctores, abogados y pach¨¢s que quedaron excluidos de la nueva rep¨²blica turca moderna. Y hoy con Erdogan vivimos una romantizaci¨®n de aquel imperio que resulta muy atractiva, las series de televisi¨®n en Turqu¨ªa hoy son xen¨®fobas, nacionalistas, todos los sultanes otomanos son geniales, los cristianos y europeos son malos. Pero ?superarlo? Es como preguntar sobre el imperio austroh¨²ngaro, est¨¢ demasiado lejos, aquella generaci¨®n ya no est¨¢ aqu¨ª.
¡°El poder m¨ªstico del islam pol¨ªtico se basa en errores laicos como prohibir el velo en la universidad¡±
Pamuk no quiere ahondar mucho en una denuncia que le ha convertido en objetivo de la justicia de Turqu¨ªa, un pa¨ªs donde la c¨¢rcel sigue esperando a periodistas y pol¨ªticos que molesten al poder de Erdogan. En su caso, la Fiscal¨ªa abri¨® una investigaci¨®n por supuestos insultos y mofa de Ataturk, el fundador de la Turqu¨ªa moderna, en las p¨¢ginas de su libro. Un procedimiento que ha pasado a una instancia superior y que tanto su abogado como ¨¦l est¨¢n convencidos de que languidecer¨¢ en los laberintos del poder hasta fenecer.
P. ?Qu¨¦ puede molestar al Gobierno en su novela?
R. Dicen que me burlo de Ataturk y no es as¨ª. Yo ironizo sobre el invento de las nuevas naciones basadas en el idioma, en el nacionalismo o el secularismo. Cuando los imperios se desvanecieron y con ellos el k¨¢iser, el sha o los reyes que eran la sombra de Dios, el secularismo y el nacionalismo inventaron nuevos mitos y mi novela habla de ello. Pero como Ataturk es un personaje tab¨² para mucha gente, cualquier cosa les molesta. Hay mucha gente que cree en Ataturk pero no en la libertad de expresi¨®n y por ello se divulgaron informes falsos sobre mi novela. As¨ª es el sistema legal en mi pa¨ªs. Al principio lo ocult¨¦ porque no quer¨ªa que esto creciera, ser un pe¨®n en la lucha entre Erdogan y Europa. No quiero ser v¨ªctima. Yo le dije al fiscal: a ver en qu¨¦ p¨¢gina me comporto as¨ª. Y claro, no encontr¨® ninguna [?y son m¨¢s de 700 en espa?ol!]. La sentencia podr¨ªa ser de tres a?os, pero creo que no acabar¨¦ en la c¨¢rcel. Son acusaciones falsas y la fiscal¨ªa lo sabe, pero sigue porque alguien por encima quiere divertirse un poco pol¨ªticamente. Hay decenas de miles de personas en Turqu¨ªa procesadas o en la c¨¢rcel por insultar a Erdogan aunque solo le hayan criticado. La libertad de expresi¨®n en los ¨²ltimos seis o siete a?os ha desaparecido.
P. ?Qu¨¦ es la isla de Minguer para usted y por qu¨¦ una isla imaginaria?
R. Quer¨ªa un espacio aislado, como en Nieve, donde el tiempo se hace m¨¢s dram¨¢tico, m¨¢s intenso. Quer¨ªa inventar mi isla ideal para explorar la invenci¨®n de una naci¨®n con un pasado inventado, la creaci¨®n de una naci¨®n secular moderna. Es un libro nost¨¢lgico.
P. Usted retrata un imperio otomano que no quiere enfurecer a Occidente y que al mismo tiempo quiere liderar a los musulmanes del mundo. ?Sigue siendo as¨ª? ?Hay un islam pol¨ªtico hoy?
R. No creo. Los 16 a?os de Erdogan han da?ado el prestigio del Islam pol¨ªtico. El poder m¨ªstico del islam pol¨ªtico est¨¢ basado en errores est¨²pidos de los laicos, como prohibir el velo para ir a la universidad. Pero el prestigio de ese islam pol¨ªtico se ha evaporado en los ¨²ltimos seis a?os, la situaci¨®n econ¨®mica es horrible. Y no importa lo religioso que seas si no puedes alimentar a tu gente. Y hoy lo que hace el gobierno es recibir dinero de Europa para frenar la inmigraci¨®n musulmana, y este es el islam pol¨ªtico (r¨ªe). Hay una corrupci¨®n desvergonzada que ha da?ado mucho ese islam pol¨ªtico.
P. Su novela sale del eje euroc¨¦ntrico.
R. Es lo que he intentado hacer, s¨ª: hay una l¨ªnea Pek¨ªn-Bombay-India-Alejandr¨ªa-Estambul. Mi novela sigue los caminos de la inmigraci¨®n, de las enfermedades y bacterias, de los barcos que vienen y van... s¨ª, soy consciente de eso.
P. ?Se atreve a definir su literatura?
R. En mis primeros a?os me declaraba posmodernista y adoptaba formas narrativas de periodos distintos como el mon¨®logo interior, t¨¦cnicas dada¨ªstas, personajes conscientes al modo de Pirandello o Borges, que saben que forman parte de una ficci¨®n, sobre todo en Mi nombre es rojo. Son novelas posmodernas. En mi segunda etapa creo que soy m¨¢s cl¨¢sico. Las noches de la peste es una novela tolstoiana en la que tambi¨¦n juego de forma indirecta con la iron¨ªa, anuncio lo que suceder¨¢ 200 p¨¢ginas despu¨¦s, por ejemplo. Creo que soy un escritor complejo, muy formado y me gusta jugar con distintos puntos de vista, distintas voces narrativas, saltos en el tiempo y contradicciones entre esas voces. Digamos que hago un panorama enorme de este tipo, es una novela panorama tipo Tolstoi pero con elementos vanguardistas de distintos periodos.
¡®Las noches de la peste¡¯. Orhan Pamuk. Traducci¨®n de Miguel ?ngel Romero. Literatura Random House, 2022. 909 p¨¢ginas. 23,90 euros.
El orientalismo no dejaba ver Oriente
Pamuk sabe bien qué es el orientalismo. Oriente y Occidente son temas que atraviesan e interrogan sus libros. El premio Nobel, que ha vivido prácticamente toda su vida en el mismo barrio de la cosmopolita Estambul, ya se desnudó y, con una mirada semejante a la generosa e inocente del niño con la que narraba la primera parte de Estambul. Ciudad y recuerdos, expuso en esta autobiografía cuáles habían sido sus fuentes orientales y occidentales, y cómo le habían influido. Allí reconocía que su relación con la occidentalización había sido problemática y que le había hecho encontrar exótico el pasado. Ahora dice que estar influido por una cultura extranjera no le importa tanto como hace 25 años. Probablemente porque ha asimilado lo que separa a uno y otro punto cardinal, como lo demuestra su última novela, Las noches de la peste, la más orientalista de sus obras. Orientalista en el sentido de que domina y reconoce las características atribuidas a Oriente y Occidente desde hace siglos, y también en el sentido dado por E. W. Said (a quien cita en la novela, y que fue profesor como él en la Universidad de Columbia, Nueva York); es decir, una construcción ideológica al servicio del poder colonial. Por decirlo de cierta manera, lo que podría denominarse un orientalismo “natural”, debido al nacimiento en el puente de la civilización oriental y occidental de Estambul, lo reconoce y se vuelve cultural. La novela imagina la independencia del Imperio otomano de una isla ficticia del mar Egeo, Minguer, poco antes de la formación de la República Turca, con el trasfondo de la tercera epidemia de peste en 1901. Arkaz, la capital, será la sinécdoque ejemplar de Oriente defendida en la novela: simbiosis entre Bizancio, Venecia y el Imperio otomano, donde habitan mitad musulmanes y cristianos.
Idea que llevaba trabajando desde hace 30 años, parte de la peste originada en China que afectó al Imperio otomano, asoló Asia y apenas llegó a Europa. De esta le interesa especialmente el fatalismo con el que parece ser aceptada por los musulmanes, quienes aceptando la determinación del destino se rebelan contra las medidas de la cuarentena. Así, a la imagen del fatalismo atribuida tradicionalmente a los orientales se le añade la causa de la peste, una frontera cultural y antropológica que separa ambos mundos. Como el propio Pamuk señala, un tema poscolonial condenadamente político (y fructífero) del que siempre resulta difícil hablar.
La novela es histórica, sentimental, de intriga política, fantástica, detectivesca, amorosa, y trata temas infinitos, como el correo postal, las compañías marítimas, la decadencia del Imperio otomano, las sucesiones de los sultanes, la medicina, la censura, los inodoros, los perfumes, las hermandades sufíes, etcétera. Pero sobre todo busca un discurso fuera del colonialismo y se convierte en la obra más política del autor. Todo es política en la historia de Minguer. Tanto que genera un hilo conductor de intriga y suspense que hilvana los mil laberintos de argumentos y subargumentos de las más de 700 páginas. Jeques, pachás, efendis, sultanes, cónsules, princesas y concubinas (cuánta coloratura oriental en los nombres) se mueven y maquinan según sus propios intereses, aunque sean emociones y sentimientos. Lo mismo ocurre con los puntos de vista, que resuelve con una maestría absoluta. La multiplicidad de juicios de los personajes y de la narradora, Mina Minguerli (bisnieta e investigadora de la sobrina del sultán Abdulhamid II, Pakize Sultan, una de las protagonistas, en cuyas cartas está la historia de la isla), muestran los diversos relatos posibles, y lo azaroso de la historia y el pasado. La novela se mueve entre la ambivalencia y la contradicción, lo que no es nuevo y había hecho en narraciones anteriores. La autoridad de las afirmaciones y la posibilidad de llegar a la verdad se tambalean: no hay ninguna posible. “En nuestra calidad de historiadores, sabemos que con frecuencia aquellos que inician los grandes conflictos, rebeliones y devastaciones del mundo lo han hecho convenciéndose a sí mismos de hacer algo que es justo lo contrario de lo que acabarían consiguiendo”.
El orientalismo se fija y perpetúa en imágenes, y a Pamuk le gusta ilustrar sus libros, él mismo recuerda que fue pintor hasta los 21 años. Al igual que escribe en El novelista ingenuo y sentimental, la atención del escritor por el detalle visual y la habilidad del lector para transformar las palabras en un largo paisaje son decisivas. Las imágenes construyen la atmósfera, activan la memoria y dramatizan los sentimientos que la novela quiere mostrar. En Estambul. Ciudad y recuerdos les pone nombre, entre otros, los orientalistas Matisse, Renoir y los grabados de los libros de Melling o Ferriol. En Me llamo rojo (uno de sus libros más destacados) son las miniaturas otomanas, indias, safávidas, y la pintura manierista. Ahora da un paso adelante y no solo cita y compara, sino que utiliza la pintura, la fotografía e incluso un panorama tridimensional (Pamuk es coleccionista de panoramas) como textos. Para describir la toma de poder del comandante Kamil Pachá, responsable de la independencia de la isla, cita el cuadro del pintor ficticio Satsos. Al igual que hace con las descripciones de la isla, que se confiesan tomadas de las 83 fotos del fotógrafo Vanyas, también ficticio, y que le encarga la sultana Pakize. Como bien sabe Pamuk, las cosas no solo deben verse, sino mostrarse, pintarse.
La epidemia articula la novela temática, formal, estética y políticamente. La peste transforma y hace ver las cosas de forma diferente. Las analogías entre el coronavirus (empieza la obra en 2016) y la historia de la peste y el cólera son constantes. El texto avanza a través de metáforas y asociaciones simbólicas. Las descripciones y los objetos —rosas, relojes, bandera, venenos, perfumes, galletas, carruajes…— son síntomas de la historia de Minguer. La narradora representa la labor del escritor, médico de sí mismo y del mundo, cuya enfermedad de este último se confunde con la del ser humano. El contagio sacude el orden establecido y hace tambalear el gobierno imperial y opresor, el imperio de la razón, la religión y el aparato burocrático. El carácter viral de la peste es semejante a la estructura de la novela, azarosa y caótica.
Que sea una novela histórica le permite alejarse del texto y escribir desde fuera, frente a otras obras en las que se situaba en el interior. Las descripciones y las acciones son vistas desde lejos y desde arriba, literalmente. Barcos que se alejan y aproximan a las montañas y al Castillo Blanco, sueños que los recuerdan, médicos y cargos políticos y burocráticos que ven la voracidad de la peste desde la seguridad de sus carruajes y la velocidad aséptica del transporte. Sin embargo, a medida que avanza, las intervenciones metaficcionales escondidas en la voz de la narradora son mayores, hasta que finalmente claman. La autoridad de Pamuk sobre el texto se hace evidente: “¿Acaso las creencias y la historia de una nación son más importantes que la vida y futuro de su gente?”. Él, que se declara deudor del realismo de León Tolstói, de la fantasía de Italo Calvino, parásito (esto lo digo yo) de las obras de la peste de Daniel Defoe o Alessandro Manzoni, finalmente se vuelve cervantino y se convierte en personaje al igual que en la segunda parte de Don Quijote de la Mancha. La narradora dice conocerlo y que “el novelista Orhan Pamuk, gran aficionado a la historia”, visita “de forma obsesiva” el vehículo acribillado por las balas en el que muere el comandante que derroca al sultán Abdulhamid II, expuesto en el Museo Militar del barrio de Nisantasi, a cinco minutos de su casa.
Pamuk despliega una de sus pericias más literarias en las descripciones orientalistas: en las enumeraciones caóticas (fruto de la tradición oriental, al igual que alguna de las estructuras de sus novelas anteriores), las imágenes sensitivas y sensuales, y las escenas religiosas. El quehacer artístico es para él una forma para comprender y aproximarse a la sinrazón de la peste, que sobrepasa la razón humana. De nuevo la estética se vuelve política. Lo mismo ocurre con las descripciones y acciones de las mujeres protagonistas, Pakize, Marika o Zeynep, cuyas relaciones amorosas tejen la historia de Minguer. Ellas, aunque las exotiza fuertemente, opinan desde el discurso periférico de la mujer, más ajeno a las normas imperiales y patriarcales, pero sin posibilidad alguna de tomar parte en el poder político.
Pamuk aprovecha los confines seguros de la literatura para escribir una novela generosísima con la que interpela el presente, construye las narrativas del pasado aún no contadas y los sueños que quedan por interpretar. Oriente y orientalismo forman parte de sus dispositivos narrativos y articulan su genio desbordante. Al final de la lectura, una imagen sensitiva, oriental o no, envuelve al lector y a la historia: “El olor a tierra, hierba y algas en el aire, ese aroma tan característico de la isla”.
Patricia Almarcegui es escritora y profesora de Literatura Comparada.
Lecturas: La otra cara del mundo
1. Edward S. Said, Orientalismo, 1978.
El profesor de Literatura Comparada de la Universidad de Columbia, Nueva York, publica en 1978 un ensayo que cuestiona el orientalismo sostenido hasta la época de disolución colonial. Filósofos, escritores y viajeros occidentales configuran el conocimiento del otro y crean su imagen de Oriente, muchas veces negativa. Lo denomina orientalismo y lo define en torno a tres objetivos, uno de los cuales sobresale por encima de los demás: Occidente se ha proyectado en Oriente con objeto de dominarlo.
2. Reina Lewis, Rethinking Orientalism, 2004.
Este ensayo se integra en el contexto de los estudios sobre la mujer y orientalismo de Meyda Yegenoglu e intenta cuestionar el estereotipo de la mujer subyugada, silenciada y erotizada de Oriente. Así muestra que “las orientales” fueron parte de un diálogo social y cultural con las mujeres occidentales, y que su polémico compromiso con el feminismo occidental constituye una faceta de la modernización. Lewis colaboró en una de las grandes exposiciones sobre pintura orientalista, The Lure of the East, celebrada en la Tate Britain de Londres en 2008.
3. Hamid Dabashi, Post-Orientalism. Knowledge and Power in Time of Terror, 2009.
Historiador iraní, Dabashi analiza la imagen del islam tras el 11-S a partir de lo que denomina postorientalismo. El ensayo amplía el campo de estudio a otras representaciones culturales y se extiende a Irán. Asimismo analiza la evolución del orientalismo para desvelar la producción del conocimiento sobre Oriente Próximo. La percepción, sostiene, ha sido solo política y debe ser descolonizada. Destaca además una idea: Oriente y Occidente no han estado históricamente tan separados como se ha hecho creer.
4. Susan Martín Márquez, Desorientaciones. El colonialismo español en África y la ‘performance’ de identidad, 2011.
Esta compilación de artículos rastrea las singularidades del orientalismo en el contexto español, donde sobresalen también las investigaciones de Bernabé López García y Eloy Martín Corrales. España es orientalista y orientalizada. Se erige como el destino de los europeos románticos y convive en su interior con un pasado morisco y una voluntad colonizadora africanista. Así se construye una “subjetividad fronteriza”.
5. Wael Hallaq, Restating Orientalism. A Critique of Modern Knowledge, 2018.
Para Hallaq, palestino que enseña en Columbia, el orientalismo debe estudiarse en un contexto liberado de la conciencia de dominación. Su crítica se extiende a la historia del derecho y la ciencia y a ideas centrales del pensamiento como la soberanía o el yo. Asimismo rastrea la destrucción del mundo natural y la unión entre conocimiento y poder. Estudiar el orientalismo, apunta, significa también comparar la violencia justificada por las disciplinas académicas, cómplices del capitalismo y el colonialismo.
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