Surrealismo y c¨ªborgs: la edici¨®n m¨¢s audaz de la Bienal de Venecia
La gran cita del arte reivindica la vigencia del surrealismo con una valiente suma transhist¨®rica de pintura y escultura, hechas casi exclusivamente por mujeres, que desespera tanto como fascina
Hay exposiciones que, por su energ¨ªa, transforman para toda una generaci¨®n la imagen de un movimiento art¨ªstico. La Bienal de Venecia es un acontecimiento de esta clase y su reci¨¦n inaugurada muestra principal demuestra que la nostalgia y el mercado ¡ªsiempre en forma a la hora de encontrar nuevas modas¡ª pueden provocar la recuperaci¨®n de muchas cosas, como sucede ahora con el surrealismo. En su b¨²squeda de una idea que enlazara la historia con el presente, la comisaria italiana Cecilia Alemani no ha querido situarse por encima de los cambiantes y groseros niveles de estilo que empantanan el arte actual.
El surrealismo fue la ¨²nica corriente art¨ªstica de principios de siglo XX donde las mujeres encontraron un cobijo, secreto y a menudo sagrado, apartadas del limbo de las musas nutricias de la imaginaci¨®n masculina. Las iniciadas ¡ªpoetas, pintoras, core¨®grafas, cient¨ªficas, visionarias y todo un abanico de desobedientes¡ª se metieron en esa gruta para escuchar las voces de sus antecesoras, la sabidur¨ªa y los misterios de la transformaci¨®n de sus mentes y cuerpos, entre el aleteo de lechuzas, murci¨¦lagos chillones y otras presencias desfiguradas; eso que Mary Shelley llam¨®, por boca de Victor Frankenstein, ¡°la creaci¨®n inmunda¡±. Mujeres que, por su naturaleza, fueron confinadas sin posibilidad de escape. O eso parec¨ªa hasta hoy.
El t¨ªtulo de esta edici¨®n, The Milk of Dreams (Leche del sue?o), est¨¢ sacado de un libro de cuentos infantiles de Leonora Carrington y busca actualizar aquel umbilicus mundi surreal de hace ya casi un siglo a trav¨¦s de las creaciones de m¨¢s de 200 artistas de 58 pa¨ªses repartidas entre los cinco continentes, casi todas mujeres, que fueron urdiendo el tapiz del mundo hasta hoy, tejiendo en sue?os y realidades los conflictos y goces de sus vidas. El esfuerzo de las m¨¢s valientes y resistentes ¡ªy Alemani demuestra serlo tanto como el elefante de Katharina Fritsch que da la bienvenida a la exposici¨®n en el pabell¨®n central¡ª contribuye a que esta largu¨ªsima exposici¨®n de casi 1.500 obras no sea una alegor¨ªa complaciente de los logros de las mujeres a lo largo de la historia y dejar¨¢ algo m¨¢s que unos cuantos recortes de prensa para la posteridad al haber hecho a?icos el techo de cristal de estos grandes eventos art¨ªsticos.
El recorrido que cose el pabell¨®n central de los Giardini y los espacios del Arsenale y la Corderie tiene la elegancia de un teorema, puntuado por cinco c¨ªrculos concatenados ¡ª¡±c¨¢psulas del tiempo¡±, las llama Alemani¡ª que despliegan las obras de artistas fallecidas, interrumpiendo el desfile de piezas contempor¨¢neas (a cargo de Cecilia Vicu?a, Paula Rego, Mrinalini Mukherjee, Rebecca Horn, Nan Goldin, Miriam Cahn, Ali Cherri, Teresa Solar y June Crespo, por citar solo algunos nombres) en torno a tres temas: la representaci¨®n de los cuerpos y su transformaci¨®n, las relaciones entre los humanos y la tecnolog¨ªa, y la conexi¨®n del individuo con la naturaleza.
Contempladas con distancia, son pura congesti¨®n de esculturas, objetos y pinturas (pocos v¨ªdeos, una performance y casi ninguna concesi¨®n a lo digital) que desesperan a la vez que fascinan, como ocurre frente a la delirante instalaci¨®n Ability and Necessity, de la alemana Raphaela Vogel, posible r¨¦plica de El gran masturbador de Dal¨ª, que reproduce un modelo anat¨®mico de pene a gran escala que acumula todas las enfermedades posibles (c¨¢ncer de pr¨®stata y testicular, verrugas, disfunci¨®n er¨¦ctil) colocado sobre un carruaje tirado por jirafas que en lugar de manchas marrones tienen agujeros. A pocos metros, los refinados bordados de la artista sami Britta Mara?katt-Labba son idealizaciones de la V¨ªa L¨¢ctea y de los paisajes helados de su Suecia natal poblados de humanos y animales intermitentes como peque?as vibraciones de color sobre el blanco n¨ªveo, que recuerdan aquella sensacional advertencia de Ralph W. Emerson que Alemani parece asumir como propia: ¡°Cuando uno patina sobre hielo fino, la salvaci¨®n es la velocidad¡±.
Los mejores momentos de la Bienal est¨¢n contenidos dentro de esas cinco constelaciones hist¨®ricas, dispuestas con destreza narrativa como si fueran gabinetes de curiosidades. Son br¨²julas que apuntan a m¨²ltiples direcciones tem¨¢ticas y formatos posibles: pinturas, dibujos, poemas, esculturas, objetos, fotograf¨ªas y pel¨ªculas de autoras asombrosamente numerosas: Claude Cahun, Jos¨¦phine Baker, Eileen Agar, Leonor Fini, Mary Wigman, Remedios Varo, Maya Deren, Unica Z¨¹rn, Dorothea Tanning, Djuna Barnes, Meret Oppenheim, Sophie Taeuber-Arp, Agnes Denes, Marianne Brandt, Louise Nevelson, Ovartaci o Ruth Asawa, por citar solo algunas. Se refieren a las cinco fases del viaje ¡°transformativo¡± de los seres humanos, o como prefiere Alemani, de ¡°reencantamiento¡± de nuestras vidas, desde el nacimiento ¡ªen una primera capilla titulada La cuna de la bruja¡ª hasta el final de un futuro transhumano poblado por esos nuevos prometeos, fant¨¢sticos e inevitables, a los que llamamos c¨ªborgs.
La muestra principal augura un futuro transhumano poblado por esos nuevos prometeos, fant¨¢sticos e inevitables a los que llamamos c¨ªborgs
Estas obras no han sido hechas por artistas de sal¨®n que buscaron derrocar un sistema burgu¨¦s, sino que plantean la supervivencia del propio inconsciente a trav¨¦s de la energ¨ªa imaginativa. Cada obra es el s¨ªmbolo de sus propias defensas contra el trauma y demuestra que esas fuerzas freudianas que anidan en la mente son un efecto del lenguaje, porque en el fondo siempre est¨¢ el Otro, la cultura, conformada por figuras significativas de nuestra vida: padres, esposos, hijos. En la mayor¨ªa de estos trabajos, la expresi¨®n de la locura es una respuesta del desprecio de s¨ª mismas como objeto del deseo masculino. El ocultismo, la astucia, la conexi¨®n con los esp¨ªritus, el lenguaje codificado y el objeto banal ¡ªcomo esa bolsita pompadour con dise?os geom¨¦tricos de Sophie Taeuber-Arp, donde entrar¨ªa perfectamente un iPhone 13, o las arpilleras de la folclorista chilena Violeta Parra¡ª son las ¨²nicas armas que pod¨ªan permitirse, y sin embargo ahora las vemos como conciencias formidables en la genealog¨ªa de gran parte del arte actual, especialmente para las personas de g¨¦nero no binario.
Hay tambi¨¦n obras un tanto atolondradas, que quedan reducidas a elocuentes prospectos, como las esculturas hechas con alambres de somieres de la sudafricana Bronwyn Katz o las ¡°centinelas¡± con formas de animales prehist¨®ricos de la congole?a Sandra Mujinga. Otras son invenciones extravagantes: las caretas monumentales de la canadiense Tau Levis, el tr¨ªptico escatol¨®gico de la suiza Louise Bonnet o la infame familia transfigurada en jarrones de barro del argentino Gabriel Chaile (donde la abuela es una fusi¨®n de diplodocus y tinaja precolombina), las esferas ang¨¦licas de la japonesa Tetsumi Kudo y la canadiense Kapwani Kiwanga, o los juegos gn¨®micofuturistas de la coreana Geumhyung Jeong y la estadounidense Tishan Hsu.
Termina la amalgama de las difuntas madres, hijas, nietas, y llegamos, por fin, a la epifan¨ªa del aqu¨ª y ahora ¡ªel de la guerra y la pandemia, que ha retrasado un a?o esta cita¡ª en la obra de Barbara Kruger. Please Care, Please Mourn, Per Favore Ridi (Por favor, cuida, llora, r¨ªe) es uno de sus habituales ¡°entornos¡± forrado de empapelados y pantallas que emiten mensajes para situarnos en un momento de activismo comunitario evocando una organizaci¨®n colectiva frente al individualismo idiotizante de la caverna tecnol¨®gica donde incesantemente se nos da gato por liebre. Las pantallas de plasma ¡ªtras las que se ocultan los complejos tecnofinancieros¡ª han sustituido a las rocas y hogueras de aquellas brujas inmundas del surrealismo y hoy son nuestras cadenas que nos rastrean y desinforman. Nos cre¨ªamos libres, y las libres eran ellas.
¡®The Milk of Dreams¡¯. Bienal de Venecia. Hasta el 27 de noviembre.
Puedes seguir a BABELIA en Facebook y Twitter, o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.