La moda de Emerson cien a?os despu¨¦s
Ralph Waldo Emerson, el mayor pensador norteamericano muri¨® en C¨®ncord, cerca de Boston, el 27 de abril de 1882, ahora hace cien a?os. Predicaba una doctrina de confianza en el hombre, de buscar la rendenci¨®n en la naturaleza, sentirse m¨¢s grande cuanto m¨¢s incomprendido y refugiarse en el reino de la conciencia. A su casa ven¨ªan numerosos disc¨ªpulos: Thoreau, un solter¨®n pensativo, hab¨ªa vivido dos a?os y dos meses en su finca de Walden y all¨ª, junto, a una laguna, se hab¨ªa construido una caba?a y dejado, constancia de su experiencia interior en un libro magistral.Aquella b¨²squeda de la verdad entre los bosques era emersoniana y lo mismo nos remite a Herman Hesse, como a Skinner, o los zen, incluso a los hippies y la contracultura. Toda esa soledad estaba marcada por una consigna del maestro: Trust thyself, conf¨ªa en ti mismo. Hawthome, siempre atormentado por un sentimiento de culpa, tambi¨¦n visitaba al guru y en una de sus novelas -La granja de Blithedale- nos mostraba la experiencia de una comunidad ut¨®pica donde llegan dos atractivas muchachas. Brook Farm, en un barrio de Boston, no cabe duda, ser¨¢ el precedente de todos los experimentos de vida comunitaria. All¨ª hab¨ªa una extra?a y prodigiosa forma de self reliance, de confianza en s¨ª mismo.
Confiar en nosotros mismos, en nuestros pensamientos, en nuestros actos, en nuestro lenguaje... Emerson est¨¢ de moda. En la ¨¦poca de la gran desconfianza, del desprestigio de la primera persona del singular todav¨ªa hay alguien que nos conmueve con sus m¨¢ximas: "La vida es nuestro diccionario", "Nada es en definitiva tan sagrado como la integridad de tu propia mente", "Soy una parte y una parcela de Dios", "No soy nada, pero veo todo". Estos pensamientos conmueven la doctrina transcendentalista, y cuando aparece su libro Nature, en 1836, hay ya una audiencia que espera consignas, que se les llame "amantes de la belleza inmortal", que se les repita que "la belleza es la marca que Dios coloca a la virtud", y hasta que "nada divino muere".
Nos parece estar en el mundo pan e¨ªsta de Wallace Stevens, en una armon¨ªa sublime -"la casa estaba tranquila y el mundo estaba en calma"- cuando nos entrega estos mensajes de esperanza.
Recordarnos que "la creaci¨®n de la belleza es el arte" debe inscribirse en una excursi¨®n al "mundo vegetal" y colocarse junto a Hair o al vaquero de Marlboro Country. Cuando nos repite que la naturaleza es el s¨ªmbolo del esp¨ªritu, la duda est¨¢ aclarada: estamos en los cantos de Whitman, y en las excursiones del joven Hemingway por el r¨ªo de los dos corazones.
Un a?o despu¨¦s -en The American Scholar-, "en una conferencia pronunciada en Harvard, se aclaran todav¨ªa m¨¢s los conceptos, Se nos habla de una "autoconfianza", tema que abre el camino hacia sus ensayos y poemas. Sus ideas se van extendiendo, se convierte en un ap¨®stol,del beatus ille, y cuando publica, en 1850, Representative Men tenemos la sensaci¨®n de que Emerson ha alcanzado su plenitud.
Regreso del h¨¦roe
Hemos dicho que mientras tanto, Thoreau viv¨ªa junto a una laguna en Walden y preparaba ese maravilloso di¨¢logo con la naturaleza, escrib¨ªa su edad de oro. Ralph Emerson lo recuerda con infinito cari?o -"No existi¨® nunca un americano tan verdadero como Thoreau"-. Alaba de ¨¦l su "robusto sentido com¨²n", rememora su pasi¨®n por los campos, por las aves y las flores. "Era un placer y un privilegio pasear con ¨¦l"; confiesa c¨®mo han aceptado juntos el modo optativo" que surge en cada p¨¢gina de Walden.
Emerson nos deja esta claridad, esta consistencia moral, lo mismo en sus clases de la Divinity School, de Harvard, como en sus visitas a Coleridge, Wordsworth o Carlyle. Tiene una solidez absoluta, nos lleva a un castillo interior, a una over-soul que es la que mueve tantos h¨¦roes de novela americana.
La vuelta al h¨¦roe en primera persona, el regreso casi m¨ªstico a Santiago, aquel viejo que pescaba solitario en el Caribe en la novela de Hemingway y que repet¨ªa "un hombre puede ser destruido, pero no derrotado", el apoyo de nosotros mismos, tema que vemos en Malamud, Roth, Brautigan o Updike. En este a?o Joyce-Woolf no estar¨ªa de m¨¢s volver a escuchar la entra?able voz de este viejo amige que tambi¨¦n propuso su revoluci¨®n con el lenguaje.
Babelia
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