¡®Una larga lealtad¡¯, escritos de un perfecto sentimental

En la mirada se le desborda la malicia a Francisco Rico y algo parecido sucede incluso en sus art¨ªculos m¨¢s solemnes y formales, es decir, aquellos que expresan la gratitud por la obra o la mera existencia ajena. De su leyenda como personaje es mejor bajarse en marcha porque la persona est¨¢ por encima de la leyenda, y en este libro, tan nuevo, sale m¨¢s la persona que en ning¨²n otro de los suyos: generoso, quisquilloso, esquinado a ratos y a menudo insufriblemente pedante. Los papeles que ha reuni...

En la mirada se le desborda la malicia a Francisco Rico y algo parecido sucede incluso en sus art¨ªculos m¨¢s solemnes y formales, es decir, aquellos que expresan la gratitud por la obra o la mera existencia ajena. De su leyenda como personaje es mejor bajarse en marcha porque la persona est¨¢ por encima de la leyenda, y en este libro, tan nuevo, sale m¨¢s la persona que en ning¨²n otro de los suyos: generoso, quisquilloso, esquinado a ratos y a menudo insufriblemente pedante. Los papeles que ha reunido ofrecen un mosaico de deudas personales, profesionales y a veces simplemente m¨ªticas. Se derrama a ratos una forma del respeto que reserva a muy pocos nombres, pero entonces lo hace con la seguridad de quien se juega el tipo entero en el elogio: hacerlo sin causa, o por motivos espurios, devaluar¨ªa el acto de respeto que implica.

Ha aceptado Rico en este libro dar a la luz textos perdidos en la blogosfera digital ¡ªen revistas profesionales pero tambi¨¦n en art¨ªculos de Babelia¡ª e incluso ha decidido incluir una carta conmovedora a uno de sus m¨¢s antiguos amigos, Jos¨¦-Carlos Mainer, para darle las gracias (tambi¨¦n a ¨¦l) por un libro de misericordia, lucidez y valent¨ªa moral: La filolog¨ªa en el purgatorio (franquista). Algunos de sus personajes lo son tambi¨¦n de Rico en Una larga lealtad, y de un modo u otro son libros hermanados, como hermanados crecieron los dos amigos cerca de grandes personajes, como Mart¨ªn de Riquer (¡°el maestro que m¨¢s decisivamente ha marcado mi trayectoria de historiador de la literatura¡±) o Jos¨¦ Mar¨ªa Valverde. Son devociones compartidas, como lo es ese Jos¨¦ Manuel Blecua que sin saberlo dio una clase en la Facultad de Letras de Barcelona a un oyente casi ni?o (Rico) que desde entonces ya no saldr¨ªa de ella.

?Lo m¨¢s hermoso del libro? Sin duda las calas frecuentes, a veces incluso extensas, en su propia biograf¨ªa de extravagante catedr¨¢tico y emblema mundial del mejor saber sobre Petrarca, el Renacimiento y los estudios de humanidades, quejoso de la especializaci¨®n de las filolog¨ªas y de aquellas cabezas que entran en ¡°un parvo recinto penosa y artificialmente deslindado a golpe de bi[bli]ograf¨ªas¡± y no vuelven a salir de ¨¦l: es una especie com¨²n en la fauna acad¨¦mica, pero lo es de hoy y de ayer. Todo lo contrario han sido sus compa?eros de aventura y aprendizaje (Billanovich, Bataillon, Lida de Malkiel, Claudio Guill¨¦n, Domingo Yndur¨¢in, L¨¢zaro Carreter, Chartier, Dar¨ªo Villanueva, Vargas Llosa¡­) que evoca en este libro a cuenta de mil detalles y avatares profesionales.

?La mejor an¨¦cdota? Rico se compr¨® a los 20 a?os en la librer¨ªa ?nsula de Madrid (en dos plazos, gracias a la mediaci¨®n de Blecua) una colecci¨®n completa de una revista impenetrable para cualquier otra cabeza, hiperprofesional, escrupulosamente acad¨¦mica y tambi¨¦n insustituible: la Nueva Revista de Filolog¨ªa Hisp¨¢nica. Eso se lo fue a contar a quienes le daban un premio en el Colegio de M¨¦xico, refugio de exiliados, aunque de quien conserva todav¨ªa un bol¨ªgrafo de batalla, ¡°como una reliquia¡±, es de Ram¨®n Men¨¦ndez Pidal, porque se lo debi¨® robar en un descuido, hace mil a?os: un perfecto sentimental.

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