¡°Se?ores, hasta los cojones de todos nosotros¡±
El ensayo ¡®Esto no estaba en mi libro de Historia de la Primera Rep¨²blica¡¯, de Javier Santamarta, resume dos a?os de surrealismo pol¨ªtico que provoc¨® que varios municipios espa?oles se declararan la guerra entre s¨ª
¡°Se?ores, voy a serles franco, estoy hasta los cojones de todos nosotros¡±. La conocida frase de Estanislao Figueras, primer presidente del Ejecutivo de la Primera Rep¨²blica (11 de febrero de 1873 al 29 de diciembre de 1874), pronunciada poco antes de tomar el tren que le llevar¨ªa a su autoexilio franc¨¦s, es m¨¢s que probable que sea ap¨®crifa, pero define perfectamente uno de los periodos pol¨ªticos m¨¢s convulsos e irracionales de la historia de Espa?a. Cientos de muertos, asonadas militares, conspiraciones, revoluciones obreras aplastadas a tiros y ca?onazos, sangrientas guerras carlistas, revueltas independentistas en los territorios de ultramar, dimisiones de los m¨¢s altos representantes de la soberan¨ªa popular al poco de ser nombrados, asesinatos, golpes de Estado... Todo ello en menos de dos a?os en un intento fallido por transformar el desgastado engranaje mon¨¢rquico en una rep¨²blica moderna ¨Dal estilo de la estadounidense¨D, sistema que, no obstante, nadie sab¨ªa si deb¨ªa ser federal o unitario. ¡°Hab¨¦is escrito esas palabras m¨¢gicas de Rep¨²blica federal antes de empezar el edificio¡±, dijo el diputado conservador Francisco Romero Robledo, especializado en comprar voluntades y papeletas por las buenas o por las malas.
Cuenta el divulgador Javier Santamarta en el entretenido Esto no estaba en mi libro de Historia de la Primera Rep¨²blica (Almuzara, 2023) que ¡°ser¨ªa pecar de orgullo intentar sintetizar tanta materia conceptual y tan grandes y numerosos hechos de la Historia en esta obra, que no tiene m¨¢s aspiraci¨®n que despertar la curiosidad y las ganas por conocer m¨¢s sobre lo narrado¡±. Porque la complejidad de los casi 24 meses de intrigas pol¨ªticas ¡ªdentro y fuera del parlamento, en cuarteles o caf¨¦s¨D resulta dif¨ªcil de describir con cierto orden y sin que el lector se pierda, puesto que los sucesos se superponen unos a otros a enorme velocidad. Adem¨¢s, los protagonistas pasan, cual ¨®pera bufa, de uno a otro bando ¨Dde mon¨¢rquicos a republicanos federales o unitarios, de amade¨ªstas a isabelinos o alfonsinos, de liberales a conservadores, de golpistas a dem¨®cratas¨D con tanta rapidez que solo una visi¨®n cenital permite una visi¨®n del enmara?ado conjunto pol¨ªtico.
Todo ello, enmarcado en un siglo que comienza con la Constituci¨®n de 1812 y que sigue con otras cinco cartas magnas (1812, 1837, 1845, 1869 y 1876), dos cartas otorgadas por los monarcas (1808 y 1834) y dos proyectos constitucionales inconclusos (1856 y 1873). Un marem¨¢gnum legislativo y pol¨ªtico que terminar¨¢ generando el caos completo en ¡°municipios aut¨®nomos, cantones o Estados soberanos federales¡± y que facilitar¨¢ la creaci¨®n de juntas revolucionarias por toda Espa?a en un intento de ordenar el total desconcierto del pueblo. ¡°Dentro de los cuarteles, la tropa llega a insubordinarse gritando ¡®?que bailen!¡¯ a los mandos, lleg¨¢ndose a producir incluso asesinatos. El orden p¨²blico es todo menos orden, con destrucciones y quema de conventos¡±. Para hacerse una idea del desgobierno generalizado hasta el esperpento, nada impidi¨® al municipio sevillano de Dos Hermanas crear una junta revolucionaria, ¡°la cual en atenci¨®n a haberse proclamado la Rep¨²blica federal, aboli¨® para siempre en aquella villa el Concilio de Trento¡±, dej¨® escrito el estupefacto secretario general del Ministerio del Estado, Miguel Morayta.
El 12 de julio de 1873 estall¨®, adem¨¢s, la crisis de los cantones, que se inici¨® en la Regi¨®n de Murcia y se contagi¨® pronto por Levante y Andaluc¨ªa, as¨ª como por municipios castellanos y leoneses como Camu?as, B¨¦jar, ?vila, Salamanca o Toro. ¡°Sevilla se separ¨® de Madrid como poder central del Estado, ?pero es que Utrera se separ¨® de Sevilla! El constituido como Cant¨®n Andaluz de Sevilla estuvo secundado por ciudades como M¨¢laga y C¨¢diz, que tambi¨¦n proclamaron sus cantones dentro de una confederaci¨®n de Andaluc¨ªa La Baja¡±. Hab¨ªa otra Alta.
¡°Y comienzan a emitir moneda¡±, recuerda el autor, ¡°como hace Motril. Mientras que Granada y Ja¨¦n, por un tema de fronteras, se declarar¨¢n la guerra. Guerra que, oficialmente, a¨²n no ha acabado, parece ser. Y eso que hasta se lleg¨® a pedir el armisticio en la plataforma Change.org. Petici¨®n que alcanz¨® la exitosa cifra de 64 firmas¡±, escribe Santamarta.
Y contin¨²a: El caso es que con este panorama, el presidente federalista Pi i Margall se ve absolutamente incapaz de abordar esta eclosi¨®n federal sin aplicar la necesaria fuerza, pese a que las Cortes le concedieron ¡®las medidas extraordinarias¡¯ que necesitara, dimitiendo el 18 de julio. Dos meses hab¨ªa durado en su cargo. Nicol¨¢s Salmer¨®n se hace con el poder ejecutivo y hace lo que puede hacer: el uso del monopolio de la violencia¡±.
Cartagena, ciudad con una gran base naval, proclama el Cant¨®n Murciano. ¡°Cuando la armada murciana pone proa hacia Alicante, lo hace poniendo rumbo seg¨²n ellos mismos dicen, hacia ¡®una naci¨®n extrajera¡¯. Pero dos buques, el Numancia y el M¨¦ndez N¨²?ez acabar¨¢n encallando cuando se hacen a la mar por la impericia de una mariner¨ªa falta de oficiales. Los barcos [los restantes que no se han hundido o encallado] enarbolan las banderas rojas cantonales (junto con la rojigualda habitualmente), e incluso uno de ellos llega a izar la negra. El presidente del Ejecutivo, Nicol¨¢s Salmer¨®n, firma el 21 de julio un decreto por el que considera esos barcos piratas; permitiendo la caza de estos por parte de quienes se toparan con ellos. Como el del apresamiento del vapor Vigilante por la fragata alemana Friedrich Karl cuando navegaba de vuelta desde Torrevieja, que hab¨ªa decidido desligarse de Alicante y unirse al cant¨®n murciano, que llega a plantearse por este hecho declarar la guerra a Prusia¡±.
¡°El diputado Jos¨¦ Prefumo es el que tomar¨¢ la palabra en el Congreso el 14 de abril para contestar al presidente Pi y Margall, y referirle que el capit¨¢n general del departamento [de Cartagena], el contralmirante Jos¨¦ Due?as Sanguineto, hab¨ªa enviado un telegrama al ministro de Marina entonces, el contralmirante Jacobo Oreiro Villavicencio, en el que se indicaba que a las seis o siete de la ma?ana el castillo de Galeras ha enarbolado bandera turca¡±.
Prefumo, en su intervenci¨®n parlamentaria, explic¨® que los insurrectos hab¨ªan buscado una bandera roja por la ciudad, pero como no la encontraron, buscaron en la fortificaci¨®n, que adem¨¢s era torre vig¨ªa y contaba con todo tipo de ense?as. ¡°No encontrando otra bandera roja que la turca con la media luna en el centro, esta fue la enarbolada¡±. Quedaba el problema de tapar de alguna manera el escudo otomano, pero eso lo solucionaron, seg¨²n algunos, con pintura, y otros, m¨¢s ¨¦picos, con la sangre de un insurrecto. Santamarta relata con sorna que esto ¨²ltimo ser¨ªa imposible, ya que se necesitar¨ªan unos dos litros de sangre para lograrlo y el donante habr¨ªa muerto. Estos hechos ha sido recogido por diversos autores, incluso por Men¨¦ndez Pidal: ¡°Los insurrectos de Cartagena enarbolaban bandera turca y comenzaban a ejercer la pirater¨ªa por los puertos indefensos del Mediterr¨¢neo¡±.
Finalmente todo acabar¨¢ el 3 de enero con la entrada en el Congreso del capit¨¢n general de Madrid, el gaditano Manuel Pav¨ªa y Alburquerque, eso s¨ª, sin caballo, poco antes de que el presidente Emilio Castelar, seg¨²n las actas del Congreso, gritase: ¡°Se?or presidente [del Congreso], yo estoy en mi puesto y nadie me arrancar¨¢ de ¨¦l. Yo declaro que me quedo aqu¨ª y que aqu¨ª morir¨¦¡±. Pero no fue as¨ª, todos abandonaron sus esca?os al entrar la Guardia Civil. Como recordar¨ªa un tiempo m¨¢s tarde el diputado canario Nicol¨¢s Est¨¦vanez, ¡°todos nos portamos como unos indecentes¡±.
Un pat¨¦tico punto final de una rep¨²blica, que el segundo presidente del Ejecutivo, Francisco Pi i Margall, defini¨® como una ¡°rep¨²blica federal, una rep¨²blica sinalagm¨¢tica conmutada con la eminencia de la Justicia en la humanidad y el puro motivo de su naturaleza es Dios y hasta encuentra la s¨ªntesis fundamental del yo¡±. Una frase a la altura de un esperpento pol¨ªtico que Santamarta dibuja con humor en las p¨¢ginas de su ensayo.
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