Picasso ni caso (o leer a Picasso)
Si las letras son la gasolina necesaria para quemar las im¨¢genes, entonces hay que repasar y traducir los escritos del pintor
Pues s¨ª, Picasso escrib¨ªa. No ha habido suerte tampoco en este aniversario. Y mira que era f¨¢cil para cualquier instituci¨®n o editorial habernos dado el gusto de tener una edici¨®n cr¨ªtica de su obra literaria, de su escritura en espa?ol o traducida al espa?ol. En 1989, en Francia, Gallimard sac¨® un Picasso. ?crits 1935-1959 que da buena cuenta de la importancia de sus textos. Picasso escribi¨® tanto en espa?ol como en franc¨¦s, por eso los franceses decidieron convertirlo en un cl¨¢sico nacional. Aqu¨ª, pues ya sabemos. En medio de la cultura del cumplea?os, tampoco nos importa mucho. ?Para qu¨¦ vamos a leer a Picasso, verdad?
Lo que transparenta su escritura es mucho. Casi todo es escritura autom¨¢tica as¨ª que, vaya, es un fest¨ªn para psicoanalistas de todo tipo. Pero, sobre todo, vemos su capacidad devoradora, can¨ªbal para con los estilos que gustaba leer, desde Alfred Jarry hasta los surrealistas. Tomaba de todo y de todos lados. En su pintura hac¨ªa igual, seguramente con mayor fortuna, pero sus escritos son una caja de herramientas imprescindible si queremos abandonar de una vez todos esos abalorios, el genio, el patriarcado, bla, bla, bla, y ponernos a hablar de sus obras de arte.
Picasso triunfa en la ¨¦poca en que la obra de arte debe todo a su reproducci¨®n t¨¦cnica. La capacidad de permear su pintura con lo que pasa en la sociedad de su tiempo es la medida de su ¨¦xito. El mito del genio individual, hecho a s¨ª mismo, en fin, esa gran patra?a del capitalismo financiero, nada tiene que ver con su identificaci¨®n con su ¨¦poca. Si hasta el siglo XIX el taller del artista era el lugar donde se elaboraba esa identificaci¨®n del modo de hacer del arte con las condiciones materiales en las que se produc¨ªa, desde las revoluciones modernas ¡ªfrancesa, industrial, feminista¡ª es en los medios, en los media, donde esas condiciones materiales se revelan. Muchas veces, la cr¨ªtica feminista o decolonial, en su empe?o por determinar a nuevos sujetos pol¨ªticos se olvida de que la obra de arte depende por igual de la sociedad que lo produce como del individuo que hace su artesan¨ªa. As¨ª, las mujeres de Rubens o de Vel¨¢zquez pertenecen por igual a los imaginarios feministas que las geniales pinturas de Artemisia Gentileschi.
El pintor escribi¨® tanto en espa?ol como en franc¨¦s, por eso los franceses decidieron convertirlo en un cl¨¢sico nacional
Seguramente Picasso era un cabr¨®n con las mujeres pero no menos que Marcel Duchamp, desde luego. As¨ª que est¨¢ bien entrar sin piedad con el bistur¨ª a desmontar el heteropatriarcado. Pero Picasso tambi¨¦n era feminista, parad¨®jicamente. Puede parecer anecd¨®tico que Mercedes Comaposada, fundadora de Mujeres Libres, trabajara para ¨¦l como secretaria, pero no es un dato para desestimar absolutamente. Y es que no se trata tanto de una pulsi¨®n individual sino de la expresi¨®n de la cultura materialista del tiempo que le toc¨® vivir. Si consideramos, por ejemplo, su obsesi¨®n por La obra maestra desconocida de Balzac, el proyecto que segu¨ªa llevando en la cabeza cuando empez¨® a gestar el Guernica, podremos ver ah¨ª, en la serie de grabados que le dedic¨® en 1931, un retrato radical de c¨®mo el imaginario femenino fue alumbrado, triturado y desmontado en la pintura occidental. Cuando enfrentamos el trazo de sus l¨ªneas con sus escritos de aquella ¨¦poca todo resulta revelador.
Por supuesto, en Las se?oritas de Avi?¨®n estallan las tensiones de g¨¦nero, raza y clase como en ninguna pintura de su ¨¦poca. El artista sevillano Rafael Agredano se ha pasado a?os, con su bistur¨ª, desmontando estas cuestiones que suponen un motor fundamental para entender el arte de nuestros d¨ªas. No es raro si repasamos el men¨² de lecturas de Picasso, desde la prensa anarquista hasta el follet¨ªn popular, aparte quedan los cl¨¢sicos de la literatura espa?ola y francesa, tambi¨¦n pornograf¨ªa. Su atenci¨®n temprana a escritores como Aim¨¦ C¨¦saire explica bien su relaci¨®n iconogr¨¢fica para con el movimiento de la negritud que contribuy¨® a plantear muchos de los asuntos que hoy aparecen en la agenda descolonial.
Por razones de desclasamiento, seguramente, Picasso supo sacar provecho de la bohemia como pocos artistas de nuestra modernidad. Detectar que eran aquellos que no ten¨ªan representaci¨®n pol¨ªtica alguna quienes m¨¢s potencia simb¨®lica representaban explica bien por qu¨¦ mendigos, prostitutas, gitanos, saltimbanquis y dem¨¢s miembros del lumpenproletariado pueblan las pinturas de las ¨¦pocas que, todav¨ªa, se conocen con el cursi nombre de periodos azul y rosa. Muchas veces se considera miserabilismo, pornomiseria, la presencia de este lumpen en la novela proletaria de la ¨¦poca. Picasso, que devoraba esos folletines, sublima sin embargo esas figuras. Es verdad que la representaci¨®n visual hipertrofia la potencia simb¨®lica sobremanera, mientras que la escritura ense?a, estructura, sostiene. Por eso es importante leer a Picasso.
Cuando, con Valent¨ªn Roma, realic¨¦ Econom¨ªa: Picasso en 2012, descubrimos c¨®mo Honorio Bustos Domecq (Borges y Bioy Casares) primero, y despu¨¦s C¨¦sar Aira, hab¨ªan descubierto a Duchamp a base de poner en solfa a Pablo Picasso. La cr¨ªtica espa?ola, cuando abandona la alabanza grotesca y el ditirambo nacionalista, se agota entre chistes populistas y ninots indultats. Por eso es importante traducir a Picasso. Si las letras son la gasolina necesaria para quemar las im¨¢genes, s¨ª, hay que leer, hay que traducir a Picasso.
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