Virginia Woolf, toda la vida en un cuaderno
Culmina la publicaci¨®n en cinco vol¨²menes de los monumentales diarios de la escritora. En ellos mezcla g¨¦neros, dialoga con la creaci¨®n de sus novelas y ensayos y deja constancia de sus estados de ¨¢nimo, incluidos sus pensamientos suicidas
El yo moderno y su desasosiego tienen en el diario un terreno abonado en el que germinar, y cuesta imaginar que se pueda entender de forma cabal la compleja personalidad de los artistas que creaban conforme el siglo XX iba alumbrando aquella terrible belleza suya que presagi¨® Yeats. Entre ficciones y manifiestos se abre paso el diario no solo como veh¨ªculo de la introspecci¨®n y la destemplanza emocional de sus autores, que se sirven de ¨¦l como quien se observa en un espejo, sino como el escenario de las apor¨ªas en la Vanguardia, las paradojas de la modernidad que ...
El yo moderno y su desasosiego tienen en el diario un terreno abonado en el que germinar, y cuesta imaginar que se pueda entender de forma cabal la compleja personalidad de los artistas que creaban conforme el siglo XX iba alumbrando aquella terrible belleza suya que presagi¨® Yeats. Entre ficciones y manifiestos se abre paso el diario no solo como veh¨ªculo de la introspecci¨®n y la destemplanza emocional de sus autores, que se sirven de ¨¦l como quien se observa en un espejo, sino como el escenario de las apor¨ªas en la Vanguardia, las paradojas de la modernidad que Compagnon nos mostr¨®. Y conforman un corpus imponente las m¨¢s de 3.000 p¨¢ginas de ser-en-el-mundo del Diario (1887-1950) de Andr¨¦ Gide, que Virginia Woolf admir¨® (¡°?C¨®mo competir con la concentraci¨®n & la lucidez de Gide en la escritura de su Diario?¡±, escribe en el suyo en noviembre de 1939); el Diario ecl¨¦ctico de Pessoa, escindido entre su enajenaci¨®n y su condici¨®n de letraherido; los atormentados Diarios (1910-1923) de Kafka en los que los desenga?os de la intimidad se entretejen con los de la escritura; el estremecedor pero delicioso Diario (1927) de Katherine Mansfield que su marido edit¨® para compartirlo con el mundo, que tuvo Ir¨¨ne N¨¦mirovski en su bolso junto a una naranja, y en cuyo pr¨®logo, escrito pocos meses despu¨¦s de haber publicado Al faro Virginia Woolf, que aprendi¨® del diario de la autora de Preludio a sublimar lo cotidiano merced a la escritura y a enlazar lo que uno observa con lo que uno siente, atestigua que al leerlo se dir¨ªa ¡°estar contemplando una mente a solas consigo misma¡±; los claroscuros an¨ªmicos del Diario (1915-1941) de Virginia Woolf, que equilibra con su vitalidad las flaquezas del esp¨ªritu; el Diario (1931-1974) de Ana?s Nin, otra mujer que escribi¨® su dietario para asomarse sin v¨¦rtigo al precipicio del mundo moderno y de su propia existencia (¡°este diario es mi kif, mi hach¨ªs y mi pipa de opio. (¡). Me impulsa a escribir casi al mismo tiempo que vivo¡±); el Diario (1932-1987) de Miguel Torga, ese tejido infinito de reflexiones y vivencias escritas a la intemperie, libre de toda consigna.
A esta n¨®mina incompleta se le a?adir¨ªa El oficio de vivir, de Cesare Pavese ¡ªel dietario que nace en octubre de 1935 y concluye pocos d¨ªas antes del suicidio del autor, circunstancia semejante a la que se produce en el caso del diario de Virginia Woolf, ultimado el 24 de marzo de 1941, cuatro d¨ªas antes de que llenase de piedras sus bolsillos y se quitase la vida en el r¨ªo Ouse¡ª; El dolor, de Marguerite Duras, a partir de su dram¨¢tico diario de 1945, o el solemne Diario (1953-1969) que Witold Gombrowicz escribi¨®, entre la utop¨ªa y el desencanto, para salvarse, ¡°por miedo a la degradaci¨®n y a un total hundimiento entre las olas de la vida trivial¡± y ¡°con desgana¡± porque ¡°su insincera sinceridad me fatiga. ?Para qui¨¦n escribo?¡±. Vendr¨ªan m¨¢s tarde los descarnados Diarios y cuadernos (1941-1995) que desenmascaran a Patricia Highsmith, henchidos de demonios personales y de opiniones contundentes; el Diario de Alejandra Pizarnik; La tentaci¨®n del fracaso. Diario personal (1950-1978), de Julio Ram¨®n Ribeyro; el Dietario voluble, de Enrique Vila-Matas, o Los diarios de Emilio Renzi, de Ricardo Piglia.
De este nubloso palimpsesto sobresalen los textos escritos a lo largo de 26 a?os por Virginia Woolf en 30 cuadernos que se conservan en la colecci¨®n Berg de la New York Public Library y con los que, en mayor o menor medida, tienen los diarios arriba referidos alguna filiaci¨®n, alg¨²n asomo de complicidad en la encrucijada intertextual que los allega.
Y no es sino encomiable la labor llevada a cabo por la editorial Tres Hermanas entre 2017 y 2022 publicando en cinco vol¨²menes el extens¨ªsimo Diario de Virginia Woolf que ha traducido Olivia de Miguel de forma tan heroica como brillante, a?adiendo al texto de cada volumen, por si el esfuerzo de su versi¨®n no fuese suficiente, jugosos preliminares y algunas notas al pie que complementan la labor de la m¨ªtica Anne Olivier Bell, que estuvo al cuidado de la edici¨®n original inglesa y del enciclop¨¦dico aparato cr¨ªtico que la enriquece. De Miguel acompa?a al lector de su traducci¨®n, al que advierte, por ejemplo, de su decisi¨®n de mantener el uso y el abuso que del signo tironiano del ampersand (&) hace Woolf hasta convertirlo en una palmaria marca de estilo de su Diario. Que la publicaci¨®n de la traducci¨®n al castellano en estos cinco tomos, prove¨ªdos de ap¨¦ndices con perfiles biogr¨¢ficos, mapas e ¨ªndices onom¨¢sticos, es una empresa de altos vuelos parece no ofrecer duda, y complace constatar que la edici¨®n que ha llevado a cabo N?rdica de los textos escritos por la autora durante sus incontables viajes, espigados de su Diario y de su correspondencia por Patricia D¨ªaz Pereda, constituye un complemento de lujo. Podr¨¢ el lector advertir en ambas ediciones que Woolf no discrimina g¨¦neros a la hora de escribir con su estilo privilegiado, del mismo modo en que se pone de manifiesto que la escritura de sus diarios y cartas mantiene un f¨¦rtil di¨¢logo con la concepci¨®n y la redacci¨®n de sus grandes novelas y de sus c¨¦lebres ensayos, como si unos y otros no fuesen sino baluartes distintos para una misma defensa contra los embates de la vida.
Woolf lucha por los derechos de su g¨¦nero con un feminismo tan aventajado como seminal
Transita por estas p¨¢ginas la mujer que lucha por los derechos de su g¨¦nero enarbolando un feminismo tan aventajado como seminal, la editora de Hogarth Press que le¨ªa y evaluaba manuscritos, la escritora lib¨¦rrima pero no emancipada de la cr¨ªtica, la anfitriona junto a su hermana Vanessa de las reuniones del Grupo de Bloomsbury con John Maynard Keynes, Lytton Strachey y E. M. Forster a la cabeza, la urbanita londinense que trata de aceptar la existencia de un paisaje natural que describe con maneras posimpresionistas y una marcada propensi¨®n al color, la leal esposa que presagia su final pero asienta en su cuaderno que su marido, Leonard, poda en ese instante un rododendro. Al margen de la telara?a familiar y social, que constituye buena parte de los Diarios, del an¨¢lisis de sus estados de ¨¢nimo y del devenir de su personalidad (¡°me divierte descubrir c¨®mo se desarrolla una persona¡±, escribe en diciembre de 1919), y de la divina banalidad consustancial a esa vida cotidiana que Woolf disecciona en los cuadernos y la correspondencia y que enalteci¨® y quiso vindicar para la ficci¨®n en su c¨¦lebre art¨ªculo ¡®Narrativa moderna¡¯ de 1919, recogido en El lector com¨²n (¡°la mente recibe un sinf¨ªn de impresiones: triviales, fant¨¢sticas, evanescentes¡¡±), el lector disfrutar¨¢ en estas p¨¢ginas del protagonismo de la materia literaria.
Desde?a el Ulises: ¡°No le falta talento, pero de bajo nivel. Es nauseabundo, pretencioso. Es vulgar¡±
Sir ir m¨¢s lejos, desde?a sin ambages a Joyce en septiembre de 1922 cuando escribe ¡°Acab¨¦ Ulises & creo que es una obra fallida. Creo que no le falta talento, pero de bajo nivel. El libro es difuso, nauseabundo, pretencioso. Es vulgar¡±, y, persuadida de que ¡°un escritor de primera respeta demasiado la escritura como para recurrir a las trampas, la provocaci¨®n o los trucos¡± (frase, sea dicho en passant, que Gombrowicz parafrasea en su Diario como si quisiese dejar constancia de su lectura atenta del de Woolf), se distancia sin remedio del narrador irland¨¦s, no sin antes reconocer de forma t¨¢cita que ser¨ªa un hito porque destru¨ªa la novela del XIX.
Meses antes hab¨ªa anotado, a prop¨®sito de El cuarto de Jacob, ¡°creo que a los cuarenta a?os he descubierto c¨®mo decir algo con mi propia voz¡±, comenta la g¨¦nesis de La se?ora Dalloway y su intenci¨®n de convertirla en ¡°un estudio sobre la locura y el suicidio¡±, conceptos que formar¨ªan parte de su borrascosa intimidad. ¡°?Qu¨¦ siento yo sobre mi escritura?¡±, escribe en junio de 1923. ¡°Hay que escribir desde lo m¨¢s profundo del sentimiento, dec¨ªa Dostoievski. ?Lo hago yo? o ?fabrico historias con las palabras am¨¢ndolas como las amo? En este libro hay un exceso de ideas¡±, se?ala refiri¨¦ndose a Las horas. ¡°Vivo totalmente dentro de mi imaginaci¨®n, dependo de esos ramalazos de pensamiento que me asaltan mientras camino, cosas que dan vueltas en mi cabeza como en un perpetuo desfile festivo¡±, escribe en septiembre de 1924. Inquieta por si la cr¨ªtica le reprocha que ¡°las escenas de locura no est¨¢n conectadas con las de la se?ora Dalloway¡±, se siente exultante porque ¡°ahora puedo escribir, escribir & escribir, la sensaci¨®n de felicidad m¨¢s grande del mundo¡±. La conciencia inevitable de lo inefable y de la falibilidad del lenguaje: ¡°todas estas palabras no expresan lo que quiero decir¡±, anota en abril de 1935. En septiembre de 1926 consigna una depresi¨®n. No es la primera. En octubre de 1934 escribe ¡°estoy baja de moral. Es el final del libro. He buscado en los diarios de otros a?os y he encontrado la misma tristeza despu¨¦s de Las olas. Despu¨¦s de terminar Al faro recuerdo haber contemplado el suicidio¡±, es la misma mujer que en abril de 1927 escribe feliz bajo el sol de Sicilia: ¡°Me gustar¨ªa viajar toda la vida, divagando entre ruinas y mirando c¨®mo llegan las goletas. Preferir¨ªa escribir, pero quiz¨¢ es mejor imaginar libros¡±, y desde Roma le refiere paseos entre estatuas, anticuarios y pinturas de Rafael, posiblemente la Virginia m¨¢s pr¨®xima al esp¨ªritu del Grand Tour. En diciembre de 1929 confiesa que ¡°las variaciones de cada frase y las tentativas malogradas¡± en el proceso creativo de Las olas han convertido su cuaderno ¡°en el sue?o de una lun¨¢tica¡±; el 2 de mayo de 1932 consigna que ¡°una langosta se ha posado en el olivo¡±, y el 18 de mayo de 1933 que est¨¢ ¡°sentada junto a una ventana abierta en la bah¨ªa donde se ahog¨® Shelley¡±. Adora Grecia y dice querer comprarse una gran mula espa?ola, pero su querencia por Londres subyace a cada comentario en ruta.
Su diario no es sino el febril ejercicio de traslaci¨®n a una p¨¢gina del fluir de una conciencia
El diario es un c¨²mulo de asientos de toda suerte: un faro visto a trav¨¦s de un cristal empa?ado, ¡°momentos como una lib¨¦lula en el aire¡±, la angustia de vislumbrar la demencia, beber caf¨¦ en un balc¨®n sobre los limoneros, abonar el alquiler de Tavistock Square, tratar de combatir con un texto la injusticia social, las liquidaciones de Las olas arrojan ventas de 5.000 ejemplares pese a que alberga dudas a¨²n acerca de si el soliloquio de Bernard debe escribirse de otro modo, el avistamiento de un bombardero alem¨¢n o la asunci¨®n de que despu¨¦s de Una habitaci¨®n propia insinuar¨¢n que es lesbiana. ¡°Una mente en el proceso de pensar, la vida misma en su transcurrir¡±, anota en mayo de 1929, y su diario no es sino el febril ejercicio de traslaci¨®n a una p¨¢gina del fluir de una conciencia.
¡°Escribir tiene que ser un placer cotidiano¡±, anota en diciembre de 1940, ya en el fr¨ªo invierno de su vida, y el diario le procur¨® un ejercicio continuado de la escritura m¨¢s all¨¢ de la composici¨®n sucesiva de sus novelas, y a la vez un espacio bals¨¢mico en el que esa escritura y la intimidad van de la mano. Y se consagr¨® con perseverancia a su redacci¨®n hasta el final de sus d¨ªas, llevada por una necesidad de consignar la vida entera en 30 cuadernos ¡°no tanto para decir verdades como para justificar su estado an¨ªmico¡±, como escribi¨® en Memorias de una novelista refiri¨¦ndose a Frances Ann Willatt, la escritora de ficci¨®n que Woolf se invent¨® para explorar la naturaleza de la biograf¨ªa que, a juzgar por lo que se?ala Lyndall Gordon en Virginia Woolf. Vida de una escritora, fue el punto de partida de la literatura de la autora por influencia de la obra de su padre, y que la labor de meticuloso registro de su obstinado diario, sombr¨ªo y luminoso a un tiempo, contribuye a esclarecer.
Tal vez Philip Larkin pensara en la adicci¨®n irremediable que ejerci¨® el diario en la autora de Las olas cuando escribi¨® en estos versos de Ventanas altas: ¡°Interrumpir el diario / fue un golpe a la memoria, / fue comenzar de cero, / privado del alivio / de esas palabras¡±.
El diario de Virginia Woolf.?Vol. V (1936-1941)
Edici¨®n inglesa de Anne Olivier Bell
Traducci¨®n, pr¨®logo y ep¨ªlogo de Olivia de Miguel
Ep¨ªlogo de Anna Caball¨¦
Tres hermanas, 2022
670 p¨¢ginas. 27 euros
De viaje
Traducci¨®n y edici¨®n de Patricia D¨ªaz Pereda
N?rdica, 2023
297 p¨¢ginas
22,50 euros
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