Andr¨¦ Gide ante un espejo de 3.000 p¨¢ginas
Novelista, poeta, viajero y premio Nobel, la obra de su vida fue su monumental diario ¨ªntimo, que revolucion¨® el g¨¦nero. Ahora se publica completo por primera vez en castellano
Es 1887. Andr¨¦ Gide (1869-1951) tiene 18 a?os y est¨¢ en clase de ret¨®rica en Par¨ªs, en la Escuela Alsaciana. Lleva un diario desde el 4 de octubre. Es su primer cuaderno. Meses despu¨¦s mantiene una importante conversaci¨®n con un compa?ero de clase que, como ¨¦l, siente con intensidad su vocaci¨®n literaria. Se llama Pierre Louis (despu¨¦s conocido como Pierre Lou?s). Los dos j¨®venes intercambian confidencias sobre sus respectivos proyectos y Louis le lee algunos pasajes de su diario. Gide queda vivamente impresionado y se reprochar¨¢ no haberse tomado con la debida seriedad su vocaci¨®n: ¡°Ayer noche vi a Louis y me dio verg¨¹enza. Tiene el valor de escribir y yo no me atrevo. ?Qu¨¦ es lo que me falta? Y, sin embargo, cu¨¢ntas cosas bullen en m¨ª y reclaman cristalizar en el papel. ?Tengo miedo! Tengo miedo de que al poner por escrito la fr¨¢gil y fugaz idea la eche a perder, le d¨¦ la rigidez de la muerte, como esas mariposas a las que se extienden las alas sobre la mesa y que solo son bellas cuando vuelan¡± (15 de mayo de 1888).
Louis tambi¨¦n dar¨¢ cuenta de la conversaci¨®n con Gide en su diario y ahora disponemos de la oportunidad de conocer los dos ecos generados por un mismo encuentro. Pero es que el diario de Gide es uno de los casos m¨¢s fant¨¢sticos que se conocen en relaci¨®n con los estudios sobre el g¨¦nero, pues una amiga suya, Maria Van Rysselberghe (la Petite Dame), tomar¨ªa la decisi¨®n en 1918 de llevar un diario paralelo al del autor de El inmoralista y lo mantuvo hasta la muerte del escritor, en 1951, asumiendo el papel de un Eckermann frente a Goethe. La funci¨®n de sus cuadernos queda definida en una anotaci¨®n de 1927: ¡°He emprendido estas anotaciones con la idea de que puedan servir de fuente, de referencia, de testimonio a aquellos que un d¨ªa quieran escribir la verdadera historia de Andr¨¦ Gide¡±. Es decir, que el Diario del escritor se convierte en el centro generador de una pl¨¦yade de otros diarios ¡ªCharles du Bos, Martin du Gard, Eug¨¨ne Dabit, Pierre Herbart, Louis Guilloux¡¡ª en los que resuena tanto su voz autorial como su influencia. Incluso la que en 1895 ser¨ªa su esposa, Madeleine Rondeaux, llev¨® un diario en su adolescencia donde aparece su primo, del que estaba profundamente enamorada. Cu¨¢ntas veces la realidad va m¨¢s all¨¢ de la ficci¨®n y es m¨¢s interesante, pues esa sinergia creada en torno al diario gideano realiza espont¨¢neamente, como se?ala Philippe Lejeune en Un journal ¨¤ soi, el sistema del ¡°punto de vista m¨²ltiple¡± que se halla en el centro narrativo no solo de su obra m¨¢s reconocida, Los monederos falsos (1925), sino de muchos otros ejercicios narrativos: anteriormente, por ejemplo, hab¨ªa remodelado su diario de adolescencia atribuy¨¦ndoselo a su h¨¦roe y alter ego en los Cahiers d¡¯Andr¨¦ Walter (1891).
Es decir, estamos ante un caso verdaderamente prodigioso de irradiaci¨®n del diario gideano; uno de los esfuerzos m¨¢s completos que han podido tentar a un hombre para comprenderse a s¨ª mismo y explicarse ante los dem¨¢s. Una simple muestra de su vasta influencia nos la proporcionan poetas como Carlos Barral y, sobre todo, Jaime Gil de Biedma, ambos autores de sendos diarios escritos bajo su modelo e inspiraci¨®n, por no hablar de Juan Goytisolo o Terenci Moix. Y por todo ello es una excelente noticia que la editorial Debolsillo haya decidido publicar ¨ªntegramente dichos diarios (como antes hizo con los cuadernos estuchados de Robert Musil y en l¨ªnea con la pol¨ªtica de otras editoriales como Tres Hermanas, volcada en publicar ¨ªntegramente los diarios de Virginia Woolf gracias al esfuerzo de la traductora Olivia de Miguel o el proyecto de publicar los diarios completos de Jos¨¦ Mar¨ªa Souvir¨®n, que sigue a buen ritmo).
Soy una entusiasta defensora de las ediciones ¨ªntegras de los diarios, aunque tengan miles de p¨¢ginas (casi dir¨ªa que mejor). Es la ¨²nica manera de hacerse con el verdadero ritmo de una pr¨¢ctica caracterizada por la reflexividad. La ¨²nica manera de ahondar en la frecuencia, los h¨¢bitos, la modulaci¨®n de los temas que van surgiendo y las constantes que vertebran la escritura. Nada m¨¢s fluctuante que el ritmo de un diario, sometido a todas las variaciones de la vida cotidiana: la ¨²nica manera de poder apreciarlo es dejarse llevar por sus ondulaciones, sus reiteraciones, sus ca¨ªdas de ¨¢nimo, los ¨¦xtasis, las incertidumbres. ¡°No vale la pena escribir el diario cada d¨ªa, cada a?o; lo que importa es que en determinado periodo de la vida sea muy preciso y escrupuloso. Si he dejado de escribirlo durante largo tiempo es porque mis emociones se estaban volviendo demasiado complicadas¡± (3 de junio de 1893). Complicaci¨®n para Gide significa riesgo de caer en una excesiva elaboraci¨®n de sus sentimientos y, por tanto, falta de autenticidad. El que fue poeta de la vida y de la energ¨ªa se interrogar¨¢ siempre sobre la sinceridad de su escritura. Y es que la m¨¢quina gideana no conoce el reposo, la satisfacci¨®n, la tranquila explotaci¨®n de los logros. De modo que su diario todo lo admite, todos los temas y vivencias caben en ¨¦l, porque a todo estaba abierta su mente: ¡°Recurro a este cuaderno para aprender a exigirme m¨¢s¡±.
Homosexual creyente casado con su prima, su escritura refleja el dilema entre deber y placer
De la mano del cr¨ªtico y editor Ignacio Echevarr¨ªa, autor del excelente y completo estudio introductorio que acompa?a cada volumen, ven la luz pues los dos primeros libros, de los cuatro previstos, siguiendo fielmente la edici¨®n francesa establecida por ?ric Marty para La Pl¨¦iade (1996). Cuidadosamente editados, cubren por el momento el periodo de 1887 a 1925, nada menos que de los 18 a los 56 a?os del escritor. Y han sido traducidos por Ignacio Vidal-Folch (antes hubo una selecci¨®n publicada por Alba con traducci¨®n de Laura Freixas).
De su lectura se desprende una primera consideraci¨®n: hay escritores a los que casi (el casi es fundamental) basta leer para que nos gu¨ªen hasta el fondo de lo que nos dicen. Es el caso de Gide, que ¡ªal no distinguir entre la vida y la obra, pues concibe esta ¨²ltima como ¡°la vida de la vida¡±¡ª se libra a la entrega moral de ser quien es hasta las ¨²ltimas consecuencias. Adem¨¢s de sus muchas lecturas y viajes ¡ªincluidos los que hizo al Congo y a la URSS para terminar denunciando el colonialismo y el estalinismo¡ª, de sus encuentros con figuras como Oscar Wilde o Marcel Proust, su amistad con Paul Val¨¦ry y Francis Jammes, y su papel al frente de La Nouvelle Revue Fran?aise, cruzando el Diario de punta a cabo descubrimos el conflicto que lo condujo a convertirse en un pensador sobre la moral recibida y en un escritor implacable consigo mismo: la vivencia de la (homo) sexualidad.
Educado bajo la f¨¦rula de su madre, la adinerada Julie Rondeaux, una mujer inteligente, suprema gobernanta de todo lo que ocurr¨ªa en la casa familiar y acostumbrada a regirse por el principio del deber, Gide recibir¨¢ una educaci¨®n basada en el aprendizaje de la sumisi¨®n. Del acatamiento a las normas exigidas por el conformismo burgu¨¦s y que su madre representa como nadie. Negro sobre blanco: en este contexto de excelso puritanismo, el sexo es pecado, la carne es impura por naturaleza y la ley cristiana impone considerar el cuerpo como un saco de inmundicia. He aqu¨ª el drama ¨ªntimo de Gide: si no quiere perder el amor de su reverenciada madre, debe odiar tanto su cuerpo como la voluptuosidad que muy tempranamente anida en ¨¦l. O bien debe aprender a mentir, a disimular, a enfrentarse a la pena negra que siempre causa lo que sabemos que debemos ocultar a los dem¨¢s. Principio del deber contra instinto del placer. Tanto en un caso como en el otro, Gide es o se ve culpable, es decir, un traidor a la gran causa familiar y de clase.
El largo ejercicio de desdoblamiento del yo que cruza su escritura lo conducir¨¢ en un primer momento a una soluci¨®n de compromiso por la que se siente feliz: deseo y amor, se dir¨¢, son dimensiones distintas, mientras el primero aspira a la consumaci¨®n, el segundo busca la duraci¨®n. El deseo lo conducir¨¢ a los brazos de j¨®venes con los que experimentar¨¢ la alegr¨ªa del encuentro; el amor se lo garantiza el matrimonio contra¨ªdo con su prima Madeleine Rondeaux, una especie de ancla ante la lava ardiente de su pasi¨®n. Esta es la teor¨ªa. En la pr¨¢ctica, la esperada comuni¨®n espiritual absoluta con su esposa ¡ªun matrimonio nunca consumado¡ª exigir¨ªa enormes sacrificios y frustraciones por ambas partes. Exigir¨ªa el silencio. El hombre capaz de librarse a la aventura y a la franqueza de la amistad con una audacia inaudita, expuesta en Si la semilla no muere, es el mismo que practicar¨¢ la diplomacia, la censura y la prudencia con su esposa ¡ªlo define como una ¡°mutilaci¨®n imp¨ªa¡±¡ª. Ambos sufren y callan, aunque Gide har¨¢ de su nomadismo el reverso de la frustraci¨®n conyugal: ¡°Solo deseo viajar¡±.
Consecuencia de la explosi¨®n diar¨ªstica en Francia en torno a 1880, en algunos escritores germinar¨ªa la idea de escribir un diario y publicarlo ¡°en caliente¡± (el caso paradigm¨¢tico es el de L¨¦on Bloy), convirti¨¦ndose en cierto modo aquella escritura privada en una obra literaria. Indudablemente supuso una actitud moderna que conllevar¨ªa, sin embargo, un cambio estructural ¡ªuna obra se construye, dispone de comienzo y cierre, tiene en cuenta el horizonte de lectura de su tiempo, mientras que un diario se acumula y puede no contemplarlo en absoluto¡ª. Gide no pudo resistirse a la posibilidad de publicar sus cuadernos en vida, porque le permit¨ªa proyectar su voz en otro registro, aumentando la potencia de la polifon¨ªa literaria que constituye toda su obra y, en definitiva, seguir experimentando. De modo que en 1939 el Diario se publicaba, cuidadosamente censurado, en La Pl¨¦iade. Fue necesario un a?adido p¨®stumo en 1954, pero aquella edici¨®n conten¨ªa deturpaciones textuales de todo tipo. La edici¨®n de Debolsillo nos ofrece ahora la oportunidad de sumergirnos en aquel proyecto existencial que para el gran moralista franc¨¦s fue explicarse y explicar a los dem¨¢s las muchas contradicciones de su vida.
¡®Diario 1 (1887-1910)¡¯ / ¡®Diario 2 (1911-1925)¡¯. Andr¨¦ Gide. Edici¨®n de ?ric Marty (adaptada por Ignacio Echevarr¨ªa). Traducci¨®n de Ignacio Vidal-Folch. Debolsillo, 2021. 928 y 960 p¨¢ginas. 14,95 euros cada tomo. Se publican el 25 de marzo.
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