Nadie hab¨ªa encontrado el lenguaje para contar esta historia
¡®Diario de un pe¨®n¡¯, de Thierry Metz, un libro que es a la vez cr¨®nica y poema, narra el trabajo de los m¨¢s pobres, el trabajo m¨¢s duro, el de un obrero
Este es un libro que cuenta una historia que nadie hab¨ªa contado hasta ahora. El librito, sereno y apasionado a la vez, es Diario de un pe¨®n, de Thierry Metz. Narra, d¨ªa a d¨ªa, el trabajo de los m¨¢s pobres, el trabajo m¨¢s duro, el de un pe¨®n. Pero este libro, ¨²nico en su especie, es a la vez cr¨®nica y poema. En cierto modo, es un milagro, ya que, en principio, un hombre que trabaja siete u ocho horas al d¨ªa en una obra, cargando sacos de cemento, descargando bloques de hormig¨®n y cavando zanjas, no tiene ni tiempo ni oportunidad para escribir. A veces lo vemos trabajando de lejos, en la calle o al borde de la carretera. Reconocemos su silueta, pero no sabemos nada de su existencia ni de sus cualidades interiores. Y es que, desde la noche de los tiempos, la escritura ha sido el privilegio de unos pocos, un peque?o grupo de escribas, hombres de letras.
Thierry Metz es un poeta franc¨¦s contempor¨¢neo; muri¨® en 1997, a los 40 a?os. Era hijo de un repartidor parisino. En casa de sus padres no hab¨ªa un solo libro. Tampoco hab¨ªa dinero. Thierry Metz breg¨® toda su vida como pe¨®n, jornalero, trabajador agr¨ªcola y alba?il. Se mataba a trabajar y, durante los periodos de desempleo, escrib¨ªa.
Metz nos dice c¨®mo el esfuerzo transforma el cemento, el golpe del pico, la jornada de trabajo, en pan, pan de verdad
Y nos ha legado, entre otros, este libro sereno y apasionado a la vez, Diario de un pe¨®n, que relata en un lenguaje nuevo, encendido y conciso, lo que nadie hab¨ªa relatado antes. Y es una de las obras m¨¢s logradas y admirables jam¨¢s escritas. Arthur Rimbaud escribi¨® en un momento de rebeld¨ªa: ¡°Siento horror por todos los oficios¡±. Thierry Metz no sent¨ªa horror por su oficio. No lo idealizaba, sino que expresaba toda su crudeza en una prosa densa y clara. Sab¨ªa perfectamente que era prescindible, que le utilizaban, que utilizaban a los obreros; era consciente del desequilibrio de su situaci¨®n y no pretend¨ªa escapar de los condicionantes sociales escribiendo. Pero por mucho que le disgustara el materialismo vulgar, pese a la dureza del trabajo y de la injusticia social, no se olvidaba del sol, ni del ¨¢spero mango de la herramienta, ni del profundo silencio de sus compa?eros, ni de la intensidad del m¨¢s repetitivo de los trabajos, el inmenso esfuerzo realizado por el mayor n¨²mero de personas desde tiempos inmemoriales y que constituye el motor esencial de la historia de la humanidad. As¨ª, desde el prosa¨ªsmo infinito de sus obras, Thierry Metz descubri¨® una forma de susurrarnos, en un lenguaje modesto pero altivo, meditativo y concreto, el enigma de nuestra condici¨®n: ¡°Me gusta creer que, tal vez un buen d¨ªa, un dios sin nombre se sentar¨¢ en este montoncito de tierra y ocupar¨¢ su sitio en la tumba iluminada de mis esfuerzos con palabras cotidianas, meros gorriones. Recobrar¨¢ el aliento y volver¨¢ adonde tienen lugar las cosas, a los desiertos donde se hallan los hombres y sus obras. ¡®?Viernes!¡¯ Ese ser¨¢ su nombre¡±.
Descubri¨® una forma de susurrarnos, en un lenguaje modesto pero altivo, meditativo, el enigma de nuestra condici¨®n
En este breve pasaje de Diario de un pe¨®n, se ve enseguida por qu¨¦ Thierry Metz no pod¨ªa contentarse con ser un simple narrador; habr¨ªa traicionado su vocaci¨®n de poeta, habr¨ªa debido quemar las f¨®rmulas del lenguaje que le hab¨ªa salvado; pero tampoco pod¨ªa ser solo poeta, habr¨ªa tenido que olvidar a los suyos, los alba?iles y porteadores que, desde Mesopotamia, trajinan en las obras del mundo. Y por eso tuvo que elevar el lenguaje a un punto de equilibrio al que nadie lo hab¨ªa llevado antes que ¨¦l; tuvo que escribir a la vez un poema y un relato, sin separar el uno del otro, sin dejar nunca que el relato cayera junto al saco de cemento, y sin dejar nunca que el poema volara con los pajarillos. Era necesario que las dos partituras se convirtieran en una, que las contradicciones de la vida social se fundieran en la escritura, y que el dolor del esfuerzo redundara un poco en la belleza del mundo.
Pero le cost¨® caro, demasiado caro, un precio muy alto, querer seguir viviendo entre los suyos, en un mundo de polvo y ladrillos, de sed y dolor, y buscar, en esta dura estancia, el oro del tiempo. Hace falta un esfuerzo inconmensurable, es una tarea imposible; pero la tenaz determinaci¨®n de Thierry Metz nos ha dejado un librito ¨²nico, tristemente ¨²nico, en el que un joven fornido, lleno de esperanza, de palabras, de fuerza y tambi¨¦n de tristeza, ha intentado decirnos a gritos, pero en un lenguaje muy dulce y hermoso, a trav¨¦s de la dureza del trabajo, de la desigualdad de condiciones y de la modestia de los salarios, hasta qu¨¦ punto las palabras de cada d¨ªa y de cada uno son poes¨ªa, y c¨®mo el esfuerzo o el hast¨ªo, mediante una transubstanciaci¨®n muy real, transforman el cemento, el golpe del pico, la jornada de trabajo, en pan, pan de verdad. Pero por el camino, el jefe saca tajada; y la poes¨ªa, ?qu¨¦ saca?
?ric Vuillard, escritor y cineasta, gan¨® el premio Goncourt en 2017 por su novela ¡®El orden del d¨ªa¡¯.
¡®Diario de un pe¨®n¡¯. Thierry Metz. Traducci¨®n de Vanesa Garc¨ªa Cazorla. Perif¨¦rica, 2023. 128 p¨¢ginas. 15 euros.
Traducci¨®n del texto de News Clips.
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