Luis Vives, la inteligencia de las emociones
El humanista valenciano, figura en la bisagra entre el clasicismo y la modernidad, advierte que solo con las met¨¢foras es posible la innovaci¨®n, adentrarse en lo desconocido
El humanista es el nuevo revolucionario. En una sociedad cada vez m¨¢s robotizada, dirigida por algoritmos e inscrita en un universo-m¨¢quina, la actitud del humanista es la m¨¢s insurgente y necesaria. De hecho, es la ¨²ltima resistencia para que la inteligencia mec¨¢nica no devore a esa otra inteligencia que respira y ama, que sabe de emociones y deseos, que no tiene memoria, sino recuerdos. Los problemas que enfrent¨® Luis Vives (Valencia 1492¨CBrujas 1540), humanista de origen jud¨ªo, fueron de otra naturaleza, pero comparten una misma preocupaci¨®n: el predominio de la abstracci¨®n. A principios del siglo XVI, los tecnicismos de la dial¨¦ctica hab¨ªan embotado la inteligencia y retorcido el pensamiento. ¡°Solo el lenguaje com¨²n puede ser la expresi¨®n adecuada para la filosof¨ªa¡±. Lo dice Luis Vives en 1519, en un arriesgado tratado contra los escol¨¢sticos y sofistas que se han apoderado de las c¨¢tedras de Par¨ªs. Erasmo, Vives y Bacon abrir¨¢n un nuevo estilo en la filosof¨ªa, que no necesariamente se distancia de Arist¨®teles, pero s¨ª de sus comentaristas, ¡°pseudodial¨¦cticos¡±, adictos al tecnicismo, educados a la sombra l¨²gubre de los claustros. La oraci¨®n respira mejor al aire libre, sin metro y desatada. Tiene, como dec¨ªa Cicer¨®n, ¡°destellos¡±, gracias a figuras que no son meros adornos, sino vislumbres y revelaciones. La met¨¢fora ensancha el coraz¨®n y la inteligencia, permite el vuelo, abre puertas y ventanas.
Vives advierte que solo con las met¨¢foras es posible la innovaci¨®n, adentrarse en lo desconocido. La met¨¢fora es la cuerda que une lo conocido con lo desconocido. Con ella podemos descender abismos, entender lo que, de otro modo, resultar¨ªa incomprensible. El saber necesita el testimonio vivo de la palabra hist¨®rica, del significado peculiar del habla de los pueblos. Ese lenguaje de la plaza p¨²blica y del mercado, de la l¨ªrica popular y del pensamiento compartido, es el objeto al que se dirige la ret¨®rica. Es decir, que la ret¨®rica no solo ha de ocuparse de la gram¨¢tica, sino tambi¨¦n de la dial¨¦ctica (que entonces era el modo de la filosof¨ªa). Y debe hacerlo para que la filosof¨ªa no se pierda en los laberintos que ella misma crea. A juicio de Vives, los pseudodial¨¦cticos incurrieron en la man¨ªa de hallar palabras y significados desligados del uso com¨²n. Ello supone un grave error filos¨®fico. Pero tambi¨¦n lo es servirse del modelo matem¨¢tico de la l¨®gica formal. La verdadera filosof¨ªa, que es ¡°filosof¨ªa viva¡±, tiene que retener la fuerza expresiva del lenguaje materno, que es historia, filiaci¨®n y lugar compartido. Esa es la apuesta del humanista valenciano. Una manera de hablar que no es ning¨²n fin en s¨ª misma, sino un medio auxiliar al servicio de todas las ciencias. Ese medio auxiliar no es un preparado de laboratorio (filos¨®fico o teol¨®gico), sino un destilado del habla com¨²n. Se ha perdido mucho tiempo en la universidad de Par¨ªs con la sofistica. Este planteamiento influir¨¢ en Comenius y los l¨®gicos ingleses de los siglos XVI y XVII, tambi¨¦n en Francis Bacon, uno de los fundadores de la ciencia moderna. Y anticipa las teor¨ªas del segundo Wittgenstein sobre el lenguaje: el significado es el uso. Un uso abierto a la inteligencia de los pueblos, sus poetas y su historia.
Vives se encuentra en una de las bisagras de la historia. Es cl¨¢sico y es moderno. La cultura g¨®tica ha dejado la inteligencia exhausta. Demasiada hojarasca de vegetaciones superfluas, demasiadas f¨®rmulas y letra muerta, demasiados mamotretos. Se hace necesaria una renovaci¨®n, un regreso a la simplicidad original, a la naturaleza intramundana de las cosas. Ese primer momento, que ha anticipado Petrarca, tiene su representante en Erasmo. Vives lo conoce con solo 23 a?os. El holand¨¦s es ya un hombre maduro, reconocido en toda Europa. Ser¨¢ Erasmo quien le encargue los comentaros a la Ciudad de Dios (trabajo que suscitar¨¢ recelos, por los escasos emolumentos que recibe). Con ambos se inicia la primera devoci¨®n moderna, que es humanista y todav¨ªa no entregada al universo-m¨¢quina. Tres a?os despu¨¦s de la muerte de Vives, Cop¨¦rnico publica el tratado que abre la Revoluci¨®n cient¨ªfica de Galileo, Kepler y Newton. Y una obra enciclop¨¦dica de Vives, De disciplinis, es precursora de la ¡°Gran restauraci¨®n¡± (Novum Organum) de Francis Bacon, publicada cien a?os despu¨¦s.
La di¨¢spora de un sedentario
Ortega dijo de Vives que se limit¨® a ¡°vivir, estudiar y escribir¡±. Una simplificaci¨®n precipitada que corrige una reciente biograf¨ªa de Villaca?as (Taurus), que, al modo de Dilthey, rescata la vida sufrida y creativa del pensador valenciano. Se ha dicho tambi¨¦n que fue el primer pensador moderno, algo que solo es cierto respecto a su teor¨ªa de las emociones. Vives vivi¨® en un territorio fronterizo entre el norte y el sur, entre el mundo anglosaj¨®n y flamenco, y ese otro mundo, meridional, latino y sefardita. Una tierra de nadie, h¨ªbrida y f¨¦rtil para la exploraci¨®n filos¨®fica. Su mirada combina la tradici¨®n hebrea, la antig¨¹edad pagana y la realidad cristiana e imperial de sus d¨ªas, con sus bondades y crueldades. Es consciente en todo momento de que su di¨¢spora no es solo geogr¨¢fica y que el lugar de d¨®nde viene (filiaci¨®n hebrea y educaci¨®n escol¨¢stica) requiere una renovaci¨®n. Su experiencia en la Sorbona le permite advertir la necesidad intelectual de su ¨¦poca: pasar p¨¢gina de la sofister¨ªa que campa en las universidades. Y para ello se apoya en Erasmo, el primer gran fugado de la prisi¨®n catedralicia.
Pero la di¨¢spora de Vives, como la de Cervantes, es singular. Busca toda su vida un mecenas que le permita dedicarse a las letras. Procede de la cultura judeoconversa espa?ola, pero vive en Brujas, Lovaina y Oxford, huyendo de la tenaza de la Inquisici¨®n. Se conservan m¨¢s de 600 p¨¢ginas de cartas donde asoma el Vives m¨¢s cercano y personal. Tambi¨¦n el prestigioso humanista, amigo de Erasmo y Bud¨¦, que se cartea con el papa y con los grandes monarcas europeos, Carlos V o Enrique VIII. Pionero de la pedagog¨ªa y precursor de Spinoza, su radiograf¨ªa de las emociones es probablemente lo mejor que dej¨® escrito, as¨ª como algunas f¨¢bulas y comentarios a los Salmos, escritos con libertad y audacia. Jehov¨¢ es lento para la ira y compasivo. Nadie resistir¨ªa su mirada si no estuviera atravesado de la misericordia. Lo divino sostiene la creaci¨®n y es sensible a las artes, una fuerza renovadora que permite descargar el fardo de las ilusiones: ¡°Or¨¦ame con un aliento de rectitud y una mente nueva¡±. Dios acompa?a a la creaci¨®n, no la abandona a su suerte. Esa itinerancia c¨®smica es la suya propia. Una vida errante que es, al mismo tiempo, sedentaria. Y que le obliga a ser for¨¢neo all¨ª donde se est¨¦. Un no lugar que resulta una magnifica plataforma para el pensamiento.
Durante el siglo XV, Valencia vive un florecimiento econ¨®mico y cultural, gracias al comercio con Italia. La ciudad es capital financiera de la monarqu¨ªa hisp¨¢nica y tiene una importante comunidad de conversos. Los sefarditas se dedican al comercio y sus productos recorren el Mediterr¨¢neo y Flandes. Vives pertenece a una de esas familias pr¨®speras junto a los March, Sat¨¢ngel, Amor¨®s o Valeriola, que viven en el coraz¨®n de la juder¨ªa (inmediaciones de la calle del Mar). La ciudad amurallada est¨¢ rodeada de huertas. Una tierra f¨¦rtil que permite tres cosechas anuales. El a?o del nacimiento de Vives, 1492, est¨¢ lleno de acontecimientos. Se pone la primera piedra de la nueva Lonja de la seda, orgullo del comercio de la ciudad. Isabel la Cat¨®lica culmina la guerra que tantos esfuerzos y dineros le ha costado. Boabdil firma las Capitulaciones de Granada. La expedici¨®n de Col¨®n desembarca en la isla antillana de Guanahani (hoy Bahamas), habitada por indios ta¨ªnos. La corte de Castilla y Arag¨®n proh¨ªbe el juda¨ªsmo y decreta la expulsi¨®n de los jud¨ªos ¡°para impedir que sigan influyendo en los cristianos nuevos¡±. (Habr¨¢ que esperar hasta el siglo XXI para que el Estado reconozca como espa?oles a los descendientes de aquellos jud¨ªos expulsados entre 1492 y 1498).
La casa de uno de sus familiares, Salvador Vives, acoge la ¨²ltima sinagoga de Espa?a. La Inquisici¨®n asalta la vivienda y descubre, tras un armario, un acceso secreto al tabern¨¢culo. Vives tiene entonces ocho a?os. Se inicia un drama familiar que le acompa?ar¨¢ toda la vida. Los due?os de la casa son quemados vivos. El padre y el abuelo de Vives, encarcelados. Un a?o antes, en 1499, se funda el Estudi General de Val¨¨ncia, en una casa con huertas y patios que ser¨¢ la primera sede de la Universidad de Valencia, en el actual Edificio de la Nave. Con 15 a?os, Vives ingresa en la nueva instituci¨®n, que linda con su barrio. Pero la presi¨®n contra los conversos aumenta y al poco tiempo es enviado a Par¨ªs, la metr¨®poli m¨¢s importante de la cristiandad, para estudiar en la Sorbona. Permanecer¨¢ cinco a?os y all¨ª forjar¨¢ su car¨¢cter adulto. Le pasa como a Francis Bacon un siglo despu¨¦s, la universidad le ense?a lo que no se debe hacer con la filosof¨ªa: encerrarla en la c¨¢tedra, la sofister¨ªa y la dial¨¦ctica. Esa distancia con la escol¨¢stica empieza a forjar al humanista. Eso s¨ª, aprende un lat¨ªn digno de un senador romano. Cicer¨®n ser¨¢ uno de sus modelos, tambi¨¦n Erasmo, y la s¨ªntesis de helenismo, latinismo y juda¨ªsmo, su modus operandi.
La vida intelectual espa?ola le resulta oscurantista, sometida a hordas de monjes ¡°que leen poco y entienden menos¡±. En Par¨ªs, las cosas no andan mejor. Aprende l¨®gica terminista, pero la universidad le sigue pareciendo una ¡°fortaleza de la ignorancia¡±. Ser¨¢ en Par¨ªs donde se haga adulto y forje su car¨¢cter, entre estudiantes vociferantes, arrogantes y malcriados. Vives, moderado en la risa y poco locuaz, serio y considerado, no encaja con la exuberancia emocional de sus paisanos. La opini¨®n de su admirado Erasmo sobre los espa?oles tampoco ayuda. No solo aborrece la Inquisici¨®n, sino que sospecha de una naci¨®n ¡°donde hay m¨¢s jud¨ªos que cristianos¡±. Erasmo nunca se librar¨¢ del todo de su antisemitismo. La admiraci¨®n por el maestro y el temor a que sus cartas sean le¨ªdas por manos ajenas, har¨¢ que Vives lleve con suma discreci¨®n su filiaci¨®n hebraica. Su padre es miembro de la ¨¦lite comercial de Valencia, ocupa alg¨²n cargo civil y pertenece a una ¡°casta¡± despreciada por los cristianos viejos. Cuando el fil¨®sofo tiene siete a?os, es detenido y posteriormente liberado, pero otros familiares no corren la misma suerte. Acabar¨¢ siendo quemado en la hoguera en 1524. Y la Inquisici¨®n abrir¨¢ otro juicio contra su madre, profanando sus restos. Sus hermanas ser¨¢n privadas de la herencia familiar. Vives mantendr¨¢ en secreto todas estas calamidades, lo que seguramente le producir¨¢ migra?as, resentimiento y cierta misantrop¨ªa. Incluso en cartas a amigos cercanos como Cranevelt, nunca aparece la palabra Inquisici¨®n. ¡°El enojo es el primer mordisco del mal y puede convertir al hombre en una bestia espantosa y cruel¡±, escribir¨¢ m¨¢s tarde. Una actitud precursora de la ¡°no resistencia directa al mal¡± de Spinoza. Al mal hay que dejarlo correr, torearlo. No hacerle frente de modo directo, para que no actualice su fuerza. Hay, adem¨¢s, razones pr¨¢cticas. Ser hijo de un jud¨ªo pseudoconverso ejecutado por la Inquisici¨®n puede afectar sus relaciones con los grandes de Europa. Vives solicitar¨¢ pensiones a Enrique VIII, Carlos V, Tom¨¢s Moro, Catalina de Arag¨®n o el Cardenal Wolsey.
De ese primer viaje ya no regresar¨¢. Rompe con todo lo que representa la universidad y nunca entrar¨¢ en ella, a pesar del ofrecimiento de una c¨¢tedra en la Complutense (en eso tambi¨¦n se parece a Spinoza). La universidad no es lugar para el libre pensamiento. En 1514 se instala en Brujas, entra en contacto con familias de comerciantes jud¨ªos, como los Valldaura, que han encontrado all¨ª seguridad jur¨ªdica para sus bienes y est¨¢n lejos del alcance de la Inquisici¨®n. Y se convierte en tutor de los hijos de la familia.
Brujas ser¨¢ su nueva patria, aunque residir¨¢ ocasionalmente en Lovaina y Oxford, donde imparte clases como profesor externo. En 1516 conoce a su admirado Erasmo, que est¨¢ imbuido de un intenso desprecio por su ¨¦poca. De ¨¦l aprender¨¢ que la libertad hay que tom¨¢rsela y que se pueden escribir cosas como que Cristo y sus ap¨®stoles estaban literalmente locos. Erasmo le anima a tomar partido por la causa del humanismo y colocar el pensamiento fuera del alcance de las pol¨¦micas entre conventos y ¨®rdenes religiosas. Tambi¨¦n le ayuda a encontrar un nuevo puesto como tutor de Guillermo de Croy, un joven que acaba de ser nombrado arzobispo de Toledo. Pero Croy muere de s¨ªfilis al poco tiempo. En 1522 los turcos toman Rodas. Un a?o despu¨¦s rechaza la c¨¢tedra de Alcal¨¢ (todav¨ªa no se f¨ªa de las autoridades espa?olas) y busca la protecci¨®n de Enrique VIII. Ese a?o llega a Inglaterra.
Mientras tanto, su padre sigue firme (y quiz¨¢ algo terco) con la ritualidad jud¨ªa. Y ¨¦l, que se ha codeado con reyes y papas, no puede impedir que la Inquisici¨®n lo condene a la hoguera. En su carta al papa Adriano lamenta que Europa se est¨¦ rompiendo y a?ade: ¡°Ante Dios no hay ni griego, ni jud¨ªo, ni franc¨¦s, ni espa?ol; cada uno renacido por Cristo para ser una nueva criatura¡±.
Pisoteado por la fortuna y desolado por el destino de su familia, consigue un puesto en la Universidad de Oxford, gracias a la ayuda de Catalina de Arag¨®n. Vives ense?ar¨¢ all¨ª dos a?os, con una interrupci¨®n de las clases debida a la peste. Dedica sus comentarios de San Agust¨ªn a Enrique VIII, y logra una pensi¨®n real y algunos privilegios comerciales. Presenta al monarca como al m¨¢s cristiano de los reyes y apoya su alianza con el Emperador. A Catalina le dedica la Instrucci¨®n de la mujer cristiana y al cardenal Wolsey una traducci¨®n de Is¨®crates. No es feliz en Inglaterra. Londres le parece sucia y desagradable. Le desagrada el clima y la comida. Le inquieta el futuro y se encuentra constantemente destemplado e insomne. Vive recluido y sospecha que lo esp¨ªan. La historia de Europa se tensa. All¨ª llegan noticias de los acontecimientos de Worms. Mart¨ªn Lutero ha sido declarado hereje y desterrado, tras rehusar retractarse. All¨ª aparecen en 1526 las primeras biblias alemanas de Lutero y el primer Nuevo Testamento completo en ingl¨¦s de Tyndale.
Vives sigue cumpliendo tareas diplom¨¢ticas para Erasmo y sigue aspirando a cortesano. Su deseo de ejercer influencia en pol¨ªtica se ve reforzado por su amistad con el canciller Tom¨¢s Moro (al que el poder transformar¨¢ en un personaje siniestro). Su lectura de la historia es moral. Las guerras y los desastres son castigos divinos por los des¨®rdenes emocionales de reyes y gobernantes. Con estas ideas, resulta evidente que no llegara a ostentar cargo alguno. La alianza de Inglaterra y Francia contra Carlos V, hace que el cardenal Wolsey prescinda de sus servicios (seguramente por la estrecha relaci¨®n que Vives manten¨ªa con la reina). En 1527 es elegido tutor de la Princesa Mar¨ªa, lo que aumenta las sospechas de Wolsey de que esp¨ªa para el Emperador. Al a?o siguiente, es sometido a un mes de arresto domiciliario. La reina Catalina le aconseja que abandone Inglaterra. Vives, que nunca ha tenido vocaci¨®n de h¨¦roe, huye. Regresar¨¢ una vez m¨¢s, como consejero y abogado de la reina, a la que aconseja no tomar parte en el juicio sobre su matrimonio con Enrique VIII. Catalina interpreta ese consejo como deslealtad y se distancia de ¨¦l. Abandona las islas amargado y arruinado. No volver¨¢ a ellas.
De Inglaterra se traer¨¢ la idea de que el Estado (y no la caridad de la Iglesia) es el que debe ocuparse de la asistencia social a pobres, ancianos, hu¨¦rfanos e inv¨¢lidos. Vives exigir¨¢ un sistema organizado de asistencia con oficiales financiados con dinero p¨²blico. A su regreso a Brujas se casa con Margarita Valldaura. Un matrimonio arreglado con sus padres, costumbre que recomienda. El romanticismo en el amor le resulta rid¨ªculo y lo trata con un sarcasmo.
Tras el desastre ingl¨¦s, Vives consigue un puesto como consejero de Menc¨ªa de Mendoza, esposa del duque de Nassau. La ¨²ltima d¨¦cada de la vida de Vives es la m¨¢s creativa y s¨®lida. En ella escribe sus tres obras fundamentales: De concordia y discordia (Brujas, 1529) y dos extensos tratados: Las disciplinas (Amberes, 1531) y El alma y la vida (1538). La escritura puede ser un buen refugio. Vives lo sabe y realiza esa inmersi¨®n tras su precipitado regreso de Inglaterra, emocionalmente consumido y angustiado por la falta de ingresos. Enrique VIII le ha retirado la pensi¨®n. Logra reponerse con una modesta pensi¨®n del emperador y como tutor de Menc¨ªa de Mendoza, esposa del duque de Nassau. Sus mayores logros como pensador brotan en estos a?os de pobreza, soledad y salud delicada, bajo la necesidad de un arre¨®n final que justifique su vida.
Vives se concentra en el estudio de S¨¦neca, cuya fama se deb¨ªa a unas cuantas citas sacadas de contexto. Siente la incompatibilidad entre la idea estoica de la inmanencia de lo divino y la idea cristiana del pecado original y la trascendencia de Dios. Nunca lograr¨¢ resolver esa tensi¨®n. Como la mayor¨ªa de los humanistas que siguen a Petrarca, Vives rechaza el ideal estoico de la ecuanimidad, apatheia, de sesgo oriental. Ese ideal es dif¨ªcilmente conciliable con su agustinismo, la ca¨ªda en el pecado y la abrumadora convicci¨®n de la corrupci¨®n del hombre (que ha perdido su humanidad por su orgulloso deseo de ser Dios).
Tras la muerte de Enrique de Nassau, los pleitos por la herencia enturbian su relaci¨®n con Menc¨ªa de Mendoza, que regresa a Espa?a. Vives se queda de nuevo sin ingresos. Su salud se deteriora. Sufre de gota, c¨¢lculos renales y fiebre. Vigila su salud de forma obsesiva. Las ¨²lceras de est¨®mago desatan su obsesi¨®n con ciertos alimentos. Un estado mental que finalmente acaba con su vida. Muere sin cumplir los cincuenta. Los que le conocieron hablan de un hombre sereno y responsable, de una cultura mental pulcra y gran mansedumbre. Su lema lo certifica: ¡°Sin querella¡±. No ha buscado pendencias, no ha sido fren¨¦tico en la acci¨®n ni el pensamiento, ha preferido el sosiego y la paz. Deja este mundo sin enemigos y sin disc¨ªpulos. Es enterrado en San Donaciano, la catedral de Brujas. Sobre la cruz del escudo asoma la estrella de David.
La idea moderna de que las emociones afectan a las actividades de la mente, de una inteligencia emocional, procede de Vives. Tambi¨¦n la idea de que educar consiste en ¡°desencerrar el genio¡±, sacarlo de la l¨¢mpara en la que est¨¢ atrapado, tanto biol¨®gica como ps¨ªquicamente. El objetivo de la educaci¨®n es la realizaci¨®n del s¨ª mismo, la actualizaci¨®n de la potencialidad del individuo. Ahora bien, esas potencialidades no siempre son las mismas y est¨¢n repartidas de forma desigual entre los individuos, de modo que no es sostenible un m¨¦todo ¨²nico de educaci¨®n. Es importante ejercitar la memoria, pero tambi¨¦n observar las diferencias de personalidad y las relaciones entre imaginaci¨®n, juicio y pasi¨®n. Los cap¨ªtulos sobre la memoria y el ingenio del libro segundo de El alma y la vida, as¨ª como todo el libro tercero sobre las emociones, constituyen una de las cimas de la psicolog¨ªa educativa.
Retrato del humanista
El ¨²ltimo libro de las Disciplinas est¨¢ dedicado a la vida y costumbres del humanista. Cada disciplina de conocimiento puede verse como un pozo. Conforme crece el empe?o, aumenta la profundidad. En general, los expertos viven en las profundidades de minas que ellos mismos han cavado. Su horizonte de sucesos se encuentra cercado por su propio saber. El remedio a esta situaci¨®n ser¨ªa una ¡°ignorancia enciclop¨¦dica¡±, donde la estrechez del pozo se transforma en la visi¨®n panor¨¢mica del vig¨ªa. A esa visi¨®n se consagra el humanista, que no pretende ser experto en nada, pero est¨¢ obligado a saber de todo. Para ello, Vives aconseja no tener empacho de aprender de cualquiera, evitar la ¡°pest¨ªfera lisonja¡± y la fama (por ser vana y hueca) y tener una mentalidad abierta.
Un humanista es un relacionista. Su destreza es metaf¨®rica, la asociaci¨®n de esto con aquello, pues todas las disciplinas tienen entre s¨ª ¡°alguna coherencia o parentesco¡±. Tambi¨¦n debe tener algo del esc¨¦ptico. ¡°Afanoso del saber, jam¨¢s se le pasar¨¢ por la cabeza haber llegado a la cumbre o al cabo de la erudici¨®n¡±. Y cita a S¨¦neca aleccionando a Lucilio: ¡°aprende mientras dure tu ignorancia¡±. La ignorancia es el primer factor que debe asumir toda forma de existencia. Y se debe estudiar toda la vida porque ese tesoro de ignorancia es inagotable.
Pero acontece que el estudiar y aprender puede producir la sensaci¨®n de ventaja sobre los dem¨¢s, acompa?ada de ¡°grandes humos, tufos y copetes¡±. El seguidor de la sabidur¨ªa debe tener siempre presente las palabras de Pablo de Tarso: ¡°La ciencia hincha, la caridad edifica¡± y no dejarse arrastrar por la arrogancia. Para ello debe pasar revista a todas las cosas que ignora e imitar a S¨®crates, que pregonaba que ni ¨¦l ni ning¨²n otro sab¨ªa cosa alguna. El experto es aquel que no atiende a este tesoro, que no sabe ni siquiera que existe.
Las lenguas no son sino voces. La ret¨®rica y la dial¨¦ctica son los instrumentos de las ciencias, no ciencias propiamente dichas. La mejor maestra es la Naturaleza. El saber descansa en cuatro factores: ingenio, juicio, memoria y estudio. Los tres primeros son dones divinos, no hay m¨¦rito alguno en poseerlos. ?Qu¨¦ queda que sea personal? El propio esfuerzo y dedicaci¨®n. No ha de consagrarse el humanista al estudio por el mero goce o recreo, para interpretar las f¨¢bulas po¨¦ticas o seducir a oyentes y lectores. El objetivo final del humanista es la b¨²squeda de s¨ª mismo. ¡°Es cosa rid¨ªcula que quien no se conoce a s¨ª mismo se meta a escudri?ar lo ajeno¡±. Ese conocimiento interior es tan importante porque el saber no se conf¨ªa a cualquiera, sino solo a los pechos libres (y nunca a quien ans¨ªa el poder, la fama o el dinero). El saber se ¡°insin¨²a¡± al hombre libre. Estamos lejos de Francis Bacon, que se rige por la ecuaci¨®n saber igual a poder. El humanista, cuando instruye al pr¨ªncipe o al poderoso, debe cuidarse de esos corazones embriagados por la fortuna, ya que, en general, ¡°no podr¨¢ reformarlos, por ser ¨¢speros y refractarios a toda medicina¡±.
Vives y Erasmo comparten muchas ideas. La esencia de la moral cristiana no descansa en la reclusi¨®n mon¨¢stica, la vida sacramental, el ascetismo severo o el sacrificio heroico. Para ser un buen cristiano, no es necesario imitar los sufrimientos y humillaciones del crucificado. Ambos ven en la Reforma una amenaza para la unidad cristiana y una nueva excusa para proseguir con las viejas disputas teol¨®gicas. Ambos admiran la Antig¨¹edad, pero se distancias de escol¨¢sticos y humanistas paganizantes, as¨ª como de cualquier forma de sectarismo unilateral, ya sea de la Reforma o de la Contrarreforma. Y, aunque a ninguno les gustan los monjes, no dicen nada contra el monacato o los votos. solo en su correspondencia privada se permiten criticar algunos puntos de la ortodoxia. Los comentarios de Vives a San Agust¨ªn (un encargo de Erasmo) recibir¨¢n duras cr¨ªticas de los te¨®logos de Lovaina y ser¨¢n incluidos en el ?ndice de la Inquisici¨®n.
La din¨¢mica de las emociones
Relacionar las emociones con la fisiolog¨ªa y el lenguaje fue una de las innovaciones de Vives. ¡°El coraz¨®n es el origen de los esp¨ªritus animales, el cerebro su taller¡±. ¡°El genio est¨¢ siempre mezclado con la locura¡±. ¡°El calor excesivo lleva a la enajenaci¨®n, el fr¨ªo a la necedad¡±. Ten¨ªa una conciencia muy clara de que la diversidad de los temperamentos humanos convert¨ªa cualquier intento de clasificaci¨®n en un fracaso. Advierte un nexo profundo entre la mente y el habla. ¡°El lenguaje es un signo del alma¡±. ¡°El objetivo de la ret¨®rica no es complacer al p¨²blico sino retener su atenci¨®n¡±. Y se asoma a ciertos v¨¦rtigos orientales cuando afirma que ¡°es posible so?ar que estamos so?ando¡±.
Plat¨®n pensaba que las emociones se originaban en la parte irracional del alma. Vives se distancia de este planteamiento y defiende las emociones positivas como la ternura o la compasi¨®n. Recomienda olvidarse de los estoicos, ¡°que intentaron convertir en piedras a los seres humanos¡± y considera que las emociones no son, como pensaban los antiguos, pura pasividad (¡°pasiones¡±). Pueden ser activadas, compensadas y reguladas, siempre que se conozca su din¨¢mica interna. Tampoco las emociones son fen¨®menos aislados, cada una tiene su propio contexto y lugar de aparici¨®n. En ellas influye el paisaje, hist¨®rico o cultural. ¡°Los et¨ªopes no se averg¨¹enzan de ser negros ni los pigmeos de ser bajos¡±. Todos estos factores hacen apabullante la variedad de las almas y los temperamentos. Las emociones no informan de la realidad en s¨ª misma, sino del modo en que se percibe. Dem¨®crito re¨ªa ante las insensateces del hombre, Her¨¢clito lloraba por sus miserias.
Pero lo m¨¢s innovador es que concede a las emociones una funci¨®n epistemol¨®gica. Las emociones son formas de conocimiento y participan del juicio. Antes se pensaba que solo lo enturbiaban, Vives propone que pueden afinarlo y que, de un modo u otro, la inteligencia es siempre emocional. ¡°El deseo sin pensamiento es ciego, pero el pensamiento sin deseo quedar¨ªa petrificado¡±. La envidia puede tergiversar el juicio y el deseo ego¨ªsta deformar su objeto, pero el amor puede hacer el juicio penetrante y desatar vislumbres. Vives reconoce la complejidad del asunto. Las relaciones entre pensamiento, emoci¨®n y fisiolog¨ªa son complejas, quiz¨¢ insondables.
El an¨¢lisis del dinamismo propio de las emociones es otra de las innovaciones de Vives. Los mercaderes tienden a la avaricia, los reyes a la crueldad, los acad¨¦micos al orgullo. Pero las emociones no son buenas o malas en s¨ª mismas. El orgullo puede ser una emoci¨®n positiva: ayuda a reconocer la excelencia de nuestro origen y destino espiritual. La ira puede ayudar a defendernos de est¨²pidos y malvados. El miedo es la imaginaci¨®n de un mal que se aproxima. La alegr¨ªa es el placer de la mente, la percepci¨®n de un bien que est¨¢ presente. La ¨²nica emoci¨®n completamente negativa es la envidia.
Buscamos emociones. Eso es lo que hacemos cuando vamos a un concierto o al teatro, cuando nos enamoramos o viajamos, cuando ascendemos una monta?a o nos adentramos en un bosque. La din¨¢mica de las emociones puede compararse a las olas o el fuego. Como las olas, tienen una cresta y un receso. Como el fuego, se elevan hasta su punto ¨¢lgido y luego se extinguen. Algunas emociones causan otras. El orgullo causa la envidia, el miedo la suspicacia, el deseo los celos, el odio la crueldad. Hay emociones que neutralizan otras. El amor genuino hace imposible los celos. Algunas emociones se disfrazan de otras: el resentimiento de indignaci¨®n, el odio de envidia. Las emociones, adem¨¢s, pueden controlarse, fomentarse, apaciguarse. Vives no propone un m¨¦todo, pero da algunas pitas: las personas cegadas por la pasi¨®n del amor deber¨ªan ser tratadas con dosis de codicia, ambici¨®n, miedo o indignaci¨®n. Pero, para que la cura sea efectiva, debe incluir tambi¨¦n un tratamiento fisiol¨®gico.
El amor
El amor es la fuente de todas las emociones, incluso del odio. Se odia lo que act¨²a contra lo que amamos. Se podr¨ªa decir que este universo, movido por la tensi¨®n de los contrarios, lo ¨²nico que no tiene contrario es el amor. Todas las emociones son efectos o manifestaciones del amor. De ah¨ª que tengan, como los colores, divers¨ªsimas gradaciones. Desde el amor al bien, al deseo sexual, pasando por el cari?o, el respeto, el amor filial y el temor (que es una forma religiosa del amor).
Las filiaciones del amor resultan interminables y el papel del amor en el universo es el m¨¢s activo y decisivo. Es la m¨¢s fuerte y poderosa de las emociones. Todas estas ideas tienen su fuente en el Banquete de Plat¨®n, y brillantes exponentes: Agust¨ªn de Hipona y Tom¨¢s de Aquino. Vives bebe en abundancia de ellos y reformula, en tres cap¨ªtulos, su visi¨®n del amor. ¡°La voluntad es la soberana que controla el alma, pero el amor es el soberano de la voluntad¡±. En este sentido, ¡°somos similares al Creador¡±. El contacto favorece el amor (en esto Vives es menos plat¨®nico), el encuentro con los amigos, el vino y los perfumes, la seda, el dinero¡ Pero el deseo es solo ¡°un fraude del amor¡± (aqu¨ª vuelve a ser plat¨®nico). Un trampantojo, un se?uelo, una trampa. Una falsificaci¨®n, necesaria, por otro lado, para mantener la marcha del mundo. Descartes matizar¨¢ las connotaciones del deseo. Su caracter¨ªstica principal es que ¡°mira hacia el futuro¡±. El deseo nos hurta el presente. Es un se?uelo que distrae la atenci¨®n. De ah¨ª que sea inalcanzable, como el arco iris. Tom¨¢s de Aquino, que seguramente no fue un experto en el placer de la posesi¨®n sexual, sugiri¨® que el deseo es el anhelo de algo distante, aunque est¨¦ presente. Una idea magn¨ªfica.
Vives identifica el deseo con el amor ego¨ªsta y reserva el t¨¦rmino amor para la amistad, esa ¡°benevolencia rec¨ªproca¡± que solo se da ¡°entre las mejores personas¡± (Arist¨®teles). Algo que evita Descartes, m¨¢s maduro, al reconocer en toda amistad una tensi¨®n er¨®tica y rechazar la distinci¨®n entre el amor concupiscente y la amistad. Para el franc¨¦s, deseo y benevolencia son efectos inseparables del amor. Vives reconoce que amor de los padres a los hijos, uno de los ejemplos cl¨¢sicos de amor no ego¨ªsta, procede del amor a s¨ª mismo.
El deseo le parece un tipo de amor que convierte a los otros en objetos. ¡°El que ama la belleza de una mujer lo hace igual que ama el sabor de un vino o la fuerza de un caballo¡±. Se trata de un amor lleno de ansiedades: irritante, imp¨²dico, arrogante y sospechoso. Asediado por rivalidades y envidias, con tendencia a la adulaci¨®n y la hipocres¨ªa. Pero la cosa no queda ah¨ª. Vives conoce a Ficino (quiz¨¢ a trav¨¦s de Pico y Le¨®n Hebreo) y asume algunos de sus postulados sobre el amor. Para el florentino, el amor de Dios hacia el hombre y el amor del hombre hacia Dios forman parte integral del orden c¨®smico. Se puede decir que ese amor estructura (como la gravedad) el universo. Y cualquiera de las formas de amor que campan en el orden natural proceden del amor original del Dios por las criaturas, de esa atracci¨®n. El amor no solo es el gran misterio, sino que ¡°nos cre¨®, nos perfeccion¨® y nos hace felices¡±. La belleza creada es reflejo del amor, y a su vez remite a la belleza divina. Plat¨®n vuelve a estar presente. ¡°La belleza divina es la causa del amor verdadero¡±. De ah¨ª que el amor tenga efectos maravillosos y sea capaz de transformar la diversidad en la unidad, une todo lo que toca y refuerza la confianza.
Aires del norte, el odio, la ira y otras emociones
El exilio permiti¨® a Vives conocer otros temperamentos y otras formas de vida, m¨¢s organizadas y cooperativas. De origen meridional, acaba siendo un humanista norte?o. Nunca mostr¨® deseos de conocer Italia y de los humanistas prefiere a Erasmo y Bud¨¦, que a toda la caterva de ¡°Ermolaos, Picos, y Policianos¡±. Las gentes del sur le parecen incapaces de gobernarse a s¨ª mismas, superficiales, inconstantes y poco fiables; mientras que los n¨®rdicos son m¨¢s leales y perseverantes. Reconoce en los meridionales una mayor capacidad para experimentar la alegr¨ªa y una resistencia natural a las formas m¨¢s profundas del odio. Son capaces de amar con m¨¢s vehemencia, aunque eso los hace m¨¢s irascibles, mientras que los n¨®rdicos son m¨¢s vulnerables a la melancol¨ªa y la tristeza.
La experiencia internacional de Vives le confiri¨® una formaci¨®n antropol¨®gica que no es posible encontrar en la Espa?a de su tiempo. Vivir en Brujas, Lovaina y Oxford, ha fomentado en ¨¦l un sentimiento profundo de la relatividad de los valores, los gustos y las opiniones. Hablar otras lenguas tambi¨¦n. Cada lengua lleva encriptado un c¨®digo moral particular, que se expresa en el refranero y, de forma m¨¢s sutil, en la sintaxis y los vocabularios. Y no solo las culturas. Cada profesi¨®n y cada edad tiene su propio perfil emocional. Vives aparece en su obra como un hombre serio, moderado y de cierto rigor moral. Las emociones intensas son ¡°agitaciones l¨®bregas¡± y pueden convertirse en pozos o precipicios.
Un ¨²ltimo apunte. Son significativas sus palabras sobre la tiran¨ªa de la imaginaci¨®n. Una tendencia particular a imaginar lo peor le acompa?¨® siempre. La paz y el control emocional son asuntos vinculados. Y es m¨¢s optimista que Spinoza o Schopenhauer ante la posibilidad de que el conocimiento pueda controlar la pasi¨®n, o que la representaci¨®n pueda con la voluntad. Las emociones no son juicios, pero implican juicios. Ah¨ª es donde est¨¢ la actualidad de Vives. No lo dice, pero se deduce de su planteamiento. Los conflictos en un mundo dominado por la t¨¦cnica, son conflictos pasionales y emocionales. Y quien conoce bien las pasiones y sabe reorientarlas no es el ingeniero, sino el humanista, que es el experto en la cultura mental que moldea la imaginaci¨®n. De ah¨ª que las humanidades, con toda su carga emocional, tengan un papel fundamental en el proyecto divino de la creaci¨®n.
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