Masculinidad herida y resentimiento de clase: David Fincher regresa a algunos de sus grandes temas en ¡®El asesino¡¯
Protagonizada por Michael Fassbender, la nueva pel¨ªcula del director vuelve a sus or¨ªgenes, a los ¡®thrillers¡¯ mis¨¢ntropos en los que las mujeres apenas eran bienvenidas
Es significativo que el duod¨¦cimo largometraje de David Fincher, El asesino, arranque con una secuencia de t¨ªtulos de cr¨¦dito, algo que no suced¨ªa en su filmograf¨ªa desde Millennium: Los hombres que no amaban a las mujeres (2011). Tambi¨¦n lo es ese largo prefacio que tiene por objeto familiarizarnos con las motivaciones y estrategias del protagonista, pero, adem¨¢s, se trata de una declaraci¨®n de principios digna de un ermita?o o un anacoreta, cuyos valores se contraponen con ferocidad a los que promueve la esfera p¨²blica de hoy. ¡°La empat¨ªa es una debilidad, no conf¨ªes en nadie¡±, se repite una y otra vez a s¨ª mismo el asesino a sueldo al que interpreta Michael Fassbender.
Con la complicidad del guionista Andrew Kevin Walker, que ya hab¨ªa colaborado en Seven (1995) y, sin acreditar, en The Game (1997) y El club de la lucha (1999), Fincher vuelve con El asesino a sus or¨ªgenes como director; a los thrillers nocturnos y mis¨¢ntropos en los que las mujeres apenas eran bienvenidas mientras que los hombres se debat¨ªan entre dos extremos: la fantas¨ªa de poder y su impotencia pr¨¢ctica en tiempos que hab¨ªan criminalizado la masculinidad cl¨¢sica encarnada por el blue collar ¡ªel trabajador de oficios manuales¡ª a fin de especular, nuevas masculinidades mediante, con la econom¨ªa y los afectos.
Contemplada en perspectiva, su tenebrista ¨®pera prima, Alien 3 (1992), alberga varias cualidades del Fincher posterior pese a su turbulenta producci¨®n: desde la conversi¨®n del ¨²nico personaje femenino, Ripley (Sigourney Weaver), en un icono que no inspira tanto deseo como temor reverencial, hasta la descripci¨®n de los pobladores del planeta Fiorina 161 como criminales expulsados del sistema, carne de ca?¨®n abocada a sobrevivir por sus propios medios en un Pa¨ªs de Nunca Jam¨¢s transmutado en Hades.
Fincher sublima las intromisiones creativas que sufre durante Alien 3 en Seven, cumbre del angst milenarista y artefacto hipermoral de imaginer¨ªa s¨®rdida. El aut¨¦ntico protagonista de Seven, a¨²n m¨¢s, el demiurgo de su propia pel¨ªcula, es el asesino en serie John Doe (Kevin Spacey), hombre sin nombre que, armado de paciencia y una atenci¨®n mani¨¢tica al detalle, vence al detective David Mills (Brad Pitt), s¨ªmbolo de la ambici¨®n irreflexiva al servicio de lo establecido. A trav¨¦s del retrato en off de Doe, Fincher y Walker certifican el fracaso de la gran ciudad del siglo XX como depositaria de la modernidad. John Doe es la manifestaci¨®n ¨²ltima del fl?neur, el paseante an¨®nimo de las calles en que deriv¨® el explorador rom¨¢ntico de la naturaleza, aunque no en el sentido de embriaguez que otorg¨® al t¨¦rmino Baudelaire, sino en el concretado por Edgar Allan Poe en su inquietante El hombre de la multitud (1840): la ciudad como ratonera para individuos arrojados, din¨¢micas del progreso mediante, a la precariedad. Sus sue?os de grandeza no tienen m¨¢s remedio que mudar en resentimiento de clase.
El director prosigue su exploraci¨®n de estos temas en The Game, ficci¨®n meta, kaf?kiana y noct¨¢mbula sobre un banquero sin escr¨²pulos, Nicholas Van Orton (Michael Douglas), devuelto psicol¨®gicamente a la infancia cuando su hermano menor le implica en un extra?o juego que cierne de nuevo sobre ¨¦l la sombra del suicidio de su padre. Nicholas es por tanto otro ni?o perdido, un hu¨¦rfano cuyas ansias de superaci¨®n material ocultan una pulsi¨®n de muerte, algo que comparte con otro hombre sin nombre, El Narrador (Edward Norton) de la pel¨ªcula m¨¢s popular de Fincher, El club de la lucha. El Narrador terminar¨¢ por desdoblarse en un doppelg?nger, Tyler Durden (otra vez Brad ?Pitt), para superar la insatisfacci¨®n de no participar de la burbuja socioecon¨®mica y cultural de ese Occidente que sigue a la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn: ¡°La televisi¨®n nos hizo creer que ser¨ªamos estrellas del rock, pero no ser¨¢ as¨ª. Somos los hijos malditos de la historia, desa?rraigados y sin objetivos¡±.
El club de la lucha es ante todo una s¨¢tira y el manifiesto generacional de una derrota, rubricado con ese alucinado plano final que presagia los inminentes atentados del 11-S. En un clima sociopol¨ªtico conformista, Fincher sienta la cabeza con ficciones m¨¢s convencionales, aunque su personalidad siga intacta. En La habitaci¨®n del p¨¢nico (2002), ejercicio de paranoia despu¨¦s del ?11-S, los villanos son, nuevamente, humillados y ofendidos a quienes el esp¨ªritu de supervivencia de las clases privilegiadas condena al fracaso. Zodiac (2007) es una revisi¨®n de Seven basada en hechos reales, donde el miedo de los investigadores a que el abismo les devuelva la mirada desemboca en su irrelevancia y la victoria del mal. Y El curioso caso de Benjamin Button (2008) funciona como ant¨ªtesis de la optimista Forrest Gump (1994), es decir, como fantas¨ªa sombr¨ªa que abstrae a su protagonista de la corriente de la historia.
Contemplada en perspectiva, su tenebrista ¨®pera prima, ¡®Alien 3¡ä (1992), alberga varias cualidades del Fincher posterior pese a su turbulenta producci¨®n
Resulta fascinante c¨®mo Fincher vampiriza a Mark Zuckerberg, el creador de Facebook, para hacer de ¨¦l en La red social (2010) otro hu¨¦rfano, incapaz de lidiar con su inadaptaci¨®n al mundo si no es recurriendo a la magia negra, la ilusi¨®n de control; y c¨®mo propicia en Millennium: Los hombres que no amaban a las mujeres y Perdida (2014) que protagonistas masculinos sin atributos proyecten su fantas¨ªa de ver el mundo arder en carism¨¢ticas mujeres, agentes de lo asocial.
Con 60 a?os, Fincher se atreve a personalizar muchas de estas cuestiones en un juego de espejos. Mank (2020), biopic de un guionista siempre a la sombra de otros, Herman J. Mankiewicz, que le sirve para poner en valor un guion de su propio padre, Jack Fincher, fallecido en 2003. En palabras del director, Jack fue v¨ªctima durante su ni?ez de ¡°una relaci¨®n abusiva con su padre que alivi¨® un amor por el cine que me ha legado¡±.
Con El asesino, Fincher invoca la abstracci¨®n tem¨¢tica de sus inicios y reitera numerosos motivos autorales, incluida su cr¨ªtica mordaz al tardocapitalismo y sus ap¨®stoles corporativos. Con dos diferencias. Por una parte, el asesino no hace gala de superioridad moral, sino de un pragmatismo g¨¦lido, con lo que Fincher y Walker demuestran no haber perdido el ojo cl¨ªnico a la hora de delatar la naturaleza del presente bajo las apariencias. Por otra, tras sermonearnos sobre su filosof¨ªa de vida, el asesino fracasa en su misi¨®n inicial debido a un error de principiante, frente a la omnipotencia de John Doe o Tyler Durden. Este gui?o a la imprevisibilidad de la existencia por parte de un realizador que ha compartido con muchos de sus personajes el car¨¢cter de control freak hace pensar en madurez o resignaci¨®n, seg¨²n los gustos.
¡®El asesino¡¯. David Fincher. Estrenada en cines y disponible desde este viernes en Netflix..
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