Medardo Rosso, nada es material y todo es relativo
Una extensa retrospectiva en la Fundaci¨®n Mapfre rescata la figura del escultor italiano, un artista olvidado de la historia pero fundamental para el arte moderno y contempor¨¢neo
Se titula Se?ora X y se estima que, aproximadamente, es de 1900. Parece una m¨¢scara pero es un rostro. La imagen est¨¢ impresa en gelatina de plata, uno de los procesos nobles que marcaron un antes y un despu¨¦s de la fotograf¨ªa moderna. Es peque?a, apenas mide 13,7¡Á8,5 cent¨ªmetros, pero inunda una exposici¨®n entera. No hay solo una, sino varias en la Fundaci¨®n Mapfre de Madrid, donde Medardo Rosso (1858-1928) lleva al l¨ªmite su discurso de la luz y sus experiencias de laboratorio con la idea de dar ¡°textura¡± a la fotograf¨ªa, acerc¨¢ndola a su idea de escultura. No es poco para un escultor que intentaba rejuvenecer un medio moribundo despu¨¦s de un siglo entero de tediosos monumentos acad¨¦micos y previsibles estatuas kitsch.
Aunque a efecto de los libros de historia del arte, Rodin siempre ha abanderado ese grupo de artistas inflexibles que se negaba a ceder ante las presiones de una sociedad burguesa. El dato que en la ense?anza funciona como titular: su Monumento a Balzac, esa gruesa columna de un cuerpo vestido con un gab¨¢n que lo priva de todo atributo expresivo tradicional, presentada en Par¨ªs en 1898 con gran esc¨¢ndalo de la cr¨ªtica y una etiqueta para los anales: la del nacimiento de la escultura moderna.
A d¨ªa de hoy, ese liderazgo es m¨¢s que cuestionable y a esa haza?a se lanza la comisaria de esta magn¨ªfica exposici¨®n, Gloria Moure. Lo hace desde la inteligencia que supone poner el foco en los peque?os matices, donde Rosso era un experto. Tambi¨¦n al pensar esta muestra como un doble viaje. En el camino de ida hay un extenso estudio del contexto, la obra, la val¨ªa y la intenci¨®n de este artista empe?ado en registrar la libertad de la pr¨¢ctica escult¨®rica.
Hablo de esa b¨²squeda de Medardo Rosso por ilustrar el anhelo de la realidad cambiante que le llev¨® a una experimentaci¨®n constante y desde m¨²ltiples estrategias, como la utilizaci¨®n de la fotograf¨ªa, la repetici¨®n o el uso consciente del material, con el que casi luchaba, apostando por el proceso por encima del acabado ya fuera cera, bronce o yeso, en un continuum que podr¨ªa no tener fin.
Un di¨¢logo con la materia que le hace absolutamente contempor¨¢neo. He ah¨ª el camino de vuelta: c¨®mo esta amplia retrospectiva apunta, asimismo, a la ambici¨®n de la escultura hoy por rebasar la idea de representaci¨®n a sabiendas que ese l¨ªmite nunca puede alcanzarse del todo y que cualquier forma asociada a la idea de cuerpo, lugar o material es un tr¨¢nsito constante. La escultura entendida como gesto, como un estado de suspensi¨®n formal y material donde tantas veces confluyen investigaciones alrededor de la escritura, la pintura, el dibujo o la m¨²sica experimental. Pienso en Elena Aizkoa, Luc¨ªa C. Pino y Julia Sp¨ªnola, pero tambi¨¦n en Isa Genzken, Rachel Harrison o Karla Black.
Entre ese viaje de ida y vuelta intr¨ªnseco de la exposici¨®n: un relato todav¨ªa por contar. Imaginen ese Par¨ªs de finales del siglo XIX donde la pintura lo copaba casi todo y donde la escultura, poco o mal expuesta, hu¨ªa de la estatuaria bajo una ruptura total con la tradici¨®n. Dos artistas haci¨¦ndose amigos en 1893. Rodin con 53 y Rosso con 35. Mientras, Baudelaire escribiendo Las flores del mal, los hermanos Lumi¨¨re presentando Le Repas de b¨¦b¨¦, el primer espect¨¢culo cinematogr¨¢fico p¨²blico, al tiempo que en Venecia se celebraba la primera edici¨®n de la Esposizione Internazionale d¡¯Arte, despu¨¦s conocida como la Biennale di Venezia. Y un Picasso rozando la mayor¨ªa de edad en Barcelona a punto de llegar a aquel ¡°todo bulle¡± parisiense, que se convirti¨® en el epicentro art¨ªstico del mundo. Muchas ganas de cambiarlo todo y una intensidad sin igual que acab¨® deteriorando la amistad entre Rodin y Rosso. Dicen que ambos ten¨ªan un car¨¢cter fuerte, aunque fue el dichoso Balzac del primero el que tuvo la culpa. La cr¨ªtica francesa no tard¨® en comentar las posibles influencias de Rosso sobre Rodin, algo que ¨¦ste nunca admitir¨ªa y que Rosso nunca perdonar¨ªa.
Fiel a su libertad de esp¨ªritu, Medardo Rosso se enfoc¨® en otras cosas, defendiendo sus ideas a ultranza, a modo de grandes m¨¢ximas, de manera meticulosa y bajo un culto a la precisi¨®n perceptiva apabullantes. Por ejemplo, la idea de que ¡°no se puede girar alrededor¡± de una escultura. De ah¨ª el preciso montaje de la muestra y la importancia de la fotograf¨ªa, con la que arrancaba este texto. Una imagen fija que el artista ve¨ªa como un modo de percepci¨®n abstracto y bidimensional que contrarrestaba con el car¨¢cter est¨¢tico de la escultura tradicional. Esa que en los te¨®ricos del momento tildaron de ¡°pisapapeles¡±.
Para Rosso, la escultura estaba muy lejos de eso. El arte es una unidad indivisible: una atm¨®sfera que rodea una figura, el color que la anima, la perspectiva que la pone en su lugar. El artista demostr¨® que la luz tiene el poder de desmaterializar la escultura y que una obra de arte no es un objeto s¨®lido rodeado de vac¨ªo. Una conciencia del espacio en contra de las cosas limitadas que, por encima de todo, dec¨ªa ¨¦l, debe hacerte pensar. ¡°Quien no habla no dice nada¡±, escribi¨® una vez.
No pudo ser m¨¢s clarividente. Porque lo que ¨¦l se afanaba a decir, de manera m¨¢s o menos directa, es que m¨¢s all¨¢ de lo que vemos lo que importa es confiar en la verdad visual de las cosas que encuentran nuestros ojos y en todos los ecos sensibles que la obra despierta en nuestra memoria y en nuestra conciencia. Reitero esa palabra clave que lanza Rosso entre l¨ªneas: confiar. De ah¨ª el sentido de su frase m¨¢s conocida: ¡°Quien ve con amplitud, piensa con amplitud¡±. Una oda al gesto. O eso de que ¡°nada es material en el espacio, porque todo es espacio y, por tanto, todo es relativo¡±. ?Hay manera m¨¢s bonita de decir que todo es emoci¨®n?
¡®Medardo Rosso. Pionero de la escultura moderna¡¯. Fundaci¨®n Mapfre. Madrid. Hasta el 7 de enero.
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