Egilona, la reina fiel que traicion¨® a todos
El historiador Jos¨¦ Soto Chica recrea en ¡®Egilona. Reina de Hispania¡¯, las dudas existenciales de la esposa del ¨²ltimo rey godo y del primer val¨ª de al-?ndalus
Jos¨¦ Soto Chica, autor de Egilona. Reina de Hispania (Espasa, 2024) hace trampas en esta absorbente novela hist¨®rica. Su enorme conocimiento sobre el mundo godo ¨Ddoctor en Historia Medieval, 70 art¨ªculos y libros cient¨ªficos, ocho monograf¨ªas y m¨²ltiples ensayos¨D dificulta separar lo real de lo imaginado en unas p¨¢ginas donde el historiador traza un perfil psicol¨®gico, humano y pol¨ªtico de la ¨²ltima reina visigoda, Egilona, esposa de don Rodrigo, y despu¨¦s del primer val¨ª de al-?ndalus, Abd al-Azid. Am¨® desesperadamente a ambos. ¡°Una mujer como ella no puede ser silenciada por la parquedad de los testimonios supervivientes. Fue, sin duda, la mujer m¨¢s poderosa del siglo VIII en Hispania¡±, escribe.
Soto Chica dibuja a una joven y bell¨ªsima reina que es protagonista y testigo activo de un mundo que se derrumba irremediablemente tras la irrupci¨®n de las fuerzas militares musulmanas en la pen¨ªnsula Ib¨¦rica en el 711. La coloca en primera l¨ªnea en la conocida como batalla de Guadalete (en realidad el enfrentamiento se produjo en Tarifa, a 60 kil¨®metros, tal y como el propio Soto Chica y un grupo de investigadores demostraron en 2023), donde ve morir a su primer marido, pero sin distinguir qui¨¦n le infiere el ¨²ltimo espadazo mortal. Eso ceg¨® sus posibles remordimientos a la hora de desposarse con Abd al-Azid, el hombre que descabez¨® personalmente al rey derrotado.
El debilitado reino visigodo que hereda Egilona tras Tarifa debe enfrentarse as¨ª, ya sin monarca, a un inmenso imperio que se extiende imparable desde la India a Gibraltar. ¡°?Y con qu¨¦ cuentan los godos para resistir?¡±, se pregunta el autor. ¡°Con una mujer. S¨ª, y con los supervivientes de un ej¨¦rcito derrotado y reforzado por apresuradas levas. Hispania es un reino que se tambalea ante los golpes del experimentado conquistador, el imperio de los ¨¢rabes, se?ores de cien pueblos y que, ahora, solo tienen en frente a una mujer: Egilona¡±, recuerda.
Ella lo sabe y se lo echa en cara a sus atemorizados s¨²bditos antes de la siguiente y desesperada batalla de Astigi (?cija). El pueblo visigodo que levant¨® el mayor reino de Occidente ¨Ddel norte de ?frica hasta el sureste de Francia¨D es ya solo un pueblo asustado y dividido en luchas fratricidas. Su reina huele el miedo y decide combatirlo. ¡°?No! ?No permitir¨¦ que ma?ana perdamos la batalla solo porque sois incapaces de poneros de acuerdo y someteros al mando! ?Escuchadme bien todos! Si alguno de vosotros abandona, si alguno de vosotros se retira antes del choque con las huestes, o antes de que el duque Teodomiro [un general] o yo demos la orden, si alguno de vosotros traiciona a este reino, ?me ocupar¨¦ personalmente de sacarle los ojos y de abrirle las entra?as para que las aves carro?eras puedan cebarse en ellas ante de que muera!¡±.
Finalmente, los godos perdieron esta batalla y todas las que vinieron despu¨¦s, debilitados siempre por sus odios personales y por la gran duda que les asaltaba de continuo: ?pelear a muerte para lograr una incierta victoria o rendirse y salvar vidas y bienes? Optaron por la segunda, aunque eso fuese a costa de que la regina hispaniorum perdiese su libertad y fuera atrapada por Abd al-Azid.
A partir de ese momento, hundida an¨ªmicamente, la reina debe decidir si merece la pena seguir luchando por aquellos condes, obispos y guerreros que solo buscaron su salvaci¨®n mediante la traici¨®n y la cobard¨ªa o integrarse en un mundo arrebatador y desconocido que asesinaba y destru¨ªa sin piedad todo lo que le hac¨ªa frente. Eligi¨®, como sus s¨²bditos, la segunda opci¨®n, la que la llevar¨ªa a ser olvidada y despreciada por todos. ¡°Para los cristianos fue una traidora y para los ¨¢rabes se transform¨® en una mujer plena de tentaci¨®n y de ambici¨®n que llev¨® a su hombre, a Abd al-Aziz, al pecado y a la destrucci¨®n. Por eso, unos y otros, cristianos y musulmanes, la cubrieron con el olvido o con un sinf¨ªn de leyendas sin sentido¡±.
Soto Chica emplea como fuente fundamental para recrear los hechos la Cr¨®nica moz¨¢rabe de 745, ¡°generalmente desatendida, cuando no ignorada, por los historiadores espa?oles. Algo que, dicho sea de paso, siempre dej¨® perplejos a investigadores brit¨¢nicos, franceses y alemanes¡±. Durante dos siglos, ¡°la historiograf¨ªa nacional se empe?¨® en reconstruir lo que pas¨® a partir de fuentes ¨¢rabes que, en el mejor de los casos, fueron escritas ciento cincuenta, trescientos y hasta novecientos a?os despu¨¦s de que acontecieran los hechos que narran¡±.
El militar Jos¨¦ Soto Chica, que particip¨® en misiones de paz de la ONU en Bosnia-Herzegovina, perdi¨® traum¨¢ticamente la vista en un accidente. Desde entonces, el escritor de novelas, no el investigador riguroso, cuenta con la ventaja de imaginar sin ver, lo que le permite vislumbrar mejor lo que pudo sentir el coraz¨®n destrozado de una mujer que vio morir a su primer marido en una batalla decisiva para la historia de Espa?a y ser raptada despu¨¦s por el segundo. Escritor y reina cambiaron radicalmente sus vidas tras el inmenso dolor sufrido. No se desmoronaron, sino que revivieron, como los h¨¦roes y hero¨ªnas de los cuentos. Eso, y sus enciclop¨¦dicos conocimientos, autorizan a Soto Chica a jugar con ventaja cuando se interna en las brumas del pasado. Y el lector lo disfruta.
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