¡®Domingo flamenco¡¯, la intrincada naturaleza cu¨¢ntica del tedio dominical
Olivier Schrauwen dedica un espectacular c¨®mic de casi 500 p¨¢ginas a testimoniar un ¨²nico y aburrido d¨ªa en la vida de su primo Thibault, como huella inalterable de la existencia humana
El domingo: d¨ªa destinado a aportar aburrimiento a una semana que, por lo dem¨¢s, fue feliz y provechosa. Pocos d¨ªas simbolizan de una manera tan evidente y clara ese tedio cotidiano pegajoso que se va extendiendo a medida que pasa el d¨ªa y ata s¨®lidamente al sof¨¢, la manta y al mando a distancia, mientras saltamos con indiferencia entre canales intrascendentes, esperando tan solo que los bostezos de desinter¨¦s sean menos evidentes. Se puede afirmar sin demasiado miedo al error que un domingo es la medida est¨¢ndar de un d¨ªa en el que no pasa nada, lo que lo hace, desde luego, poco apetecible a ser elegido escenario para protagonizar un relato que recupere la minuciosa descripci¨®n de los acontecimientos cotidianos en la mejor tradici¨®n de Leopold Bloom.
Lo que nuestra mente ve como un c¨²mulo de nader¨ªas es una especie de fractal infinito, una manifestaci¨®n org¨¢nica de la vida
Pero Olivier Schrauwen ha demostrado fehacientemente su innata capacidad para retar lo establecido; as¨ª que tras ficcionar la memoria colonial de su abuelo en Ars¨¨ne Schrauwen, quiz¨¢s era l¨®gico dar el paso de seguir recurriendo a su familia para pasar de la larga cronolog¨ªa de una vida a fijarse en su primo Thibault y hacer testimonio de un ¨²nico d¨ªa, un domingo. Durante casi 500 p¨¢ginas, Domingo flamenco (Fulgencio Pimentel, traducci¨®n de Joana Carro y C¨¦sar S¨¢nchez) hace cuidadoso apunte de todo lo ocurrido a este tip¨®grafo durante un domingo de 2017, para descubrir que, quiz¨¢s, el concepto de ¡°no pasa nada¡± resulta m¨¢s complejo de lo que se pensaba. Igual que los f¨ªsicos descubrieron que el vac¨ªo resultaba ser un proceloso mar de part¨ªculas en constante fluctuaci¨®n cu¨¢ntica, lo que nuestra limitada mente percibe como un aburrido c¨²mulo de nader¨ªas es tan solo la expresi¨®n de una frondosa estructura arb¨®rea, una especie de fractal infinito donde las rutinas cotidianas se expanden y conectan pasado, presente y futuro en una repetici¨®n que entendemos como aburrida, pero que es una manifestaci¨®n org¨¢nica de la vida.
Para Schrauwen, cada acto cotidiano es productor inconsciente de la memoria, de esos recuerdos que acuden a nuestra mente sin raz¨®n aparente, como esas fluctuaciones cu¨¢nticas sometidas tan solo al caprichoso mandato del azar probabil¨ªstico. Pero tambi¨¦n parte de una poli¨¦drica realidad donde todo est¨¢ conectado: el aleteo de la mariposa puede ser un rat¨®n curioso perseguido por un gato, el miedo a que el m¨®vil caiga en el agua durante un ba?o o una generosa vecina dispuesta a traernos comida. Tan aparentemente disjuntos como sorprendentemente conectados con un pensamiento a miles de kil¨®metros, la conversaci¨®n de unos amigos en un bar o el recuerdo de un d¨ªa con una c¨¢mara de s¨²per 8. Tiempo y espacio se unen en una ¨²nica realidad al alcance de un parpadeo, de un pensamiento imposible o de una reflexi¨®n loca.
Por el camino, Schrauwen se permite trabajar, como es habitual en su obra, con el formalismo desde ese bitono risogr¨¢fico (espectacular el trabajo de edici¨®n editorial en la traducci¨®n espa?ola) que se extiende por todo tipo de juegos pl¨¢sticos que usan la p¨¢gina y la vi?eta como elementos de medida temporal, recordando c¨®mo T?pffer ya jug¨® a comprimir y estirar el tiempo con la composici¨®n all¨¢ por el XIX, pero esta vez desde la perspectiva de la pantalla de las apps que todo lo dominan. Y, adem¨¢s, nos recuerda que la creaci¨®n art¨ªstica es parte ineludible de la naturaleza del ser humano: la construcci¨®n de nuestra memoria cotidiana no puede desgajarse de lo creativo, ya sea propio o ajeno. Cine, pintura, escultura, televisi¨®n¡, la cultura popular empapa cada intersticio de esta minuciosa narraci¨®n cronol¨®gica de un d¨ªa, hora a hora, como poso ineludible de que hemos vivido, como huella inalterable de la existencia humana.
Tras llegar al final de este domingo cualquiera, es evidente que Schrauwen ha conseguido, a modo de esas cianotipias que en su d¨ªa experiment¨® su compa?era, la impresi¨®n palpable de algo tan inasible y complejo como lo cotidiano. Una mir¨ªada de acontecimientos, hechos, personas y lugares, de recuerdos y actos, de absurdos y sinsentidos, de reflejos inconscientes y decisiones sin importancia que jalonan un retrato de apariencia inconexa y deslavazada, un rompecabezas sin soluci¨®n en la distancia corta, pero que, al dar un paso atr¨¢s y ver en su completitud, resulta un curioso trampantojo, en ese juego de Arcimboldo que nos lleva inexorablemente a reconocer lo que estamos viendo como algo tan claro y evidente como la vida. La nuestra, la de cualquiera, la que construimos a cada minuto sin ser conscientes de que cada segundo que pasa escribimos una vida. Sin duda, una obra tan monumental como fascinante, llamada a perdurar como aquella que relat¨® un 16 de junio de 1904.
Domingo flamenco
Traducci¨®n de Joana Carro y C¨¦sar S¨¢nchez
Fulgencio Pimentel, 2024
472 p¨¢ginas. 48 euros
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