¡°En mi c¨®mic hay m¨¢s chistes de pedos que en el ¡®Ulises¡¯ de Joyce¡±: Olivier Schrauwen regresa con una hilarante oda al aburrimiento
Considerado el autor europeo m¨¢s interesante de hoy, el belga publica ¡®Domingo flamenco¡¯, un tratado sobre el tedio, el absurdo y la estupidez candidato a encabezar la lista de las mejores novelas gr¨¢ficas del a?o
Olivier Schrauwen (Brujas, 46 a?os) est¨¢ sentado en una cafeter¨ªa del centro de Valencia. Se debate entre asomarse por primera vez a una masclet¨¢ o tomarse un buen arroz en la Malvarrosa. Acaba de participar en el Sal¨®n del C¨®mic de la ciudad, uno de los m¨¢s concurridos de Espa?a. ¡°Siempre que me veo en ferias as¨ª, rodeado de gente disfrazada de cosplay, me pregunto; ¡®?Cu¨¢l es mi lugar en todo esto?¡±, reflexiona. Para algunos aficionados, ese lugar est¨¢ claro: es el autor europeo m¨¢s interesante del presente. No lo decimos nosotros, lo proclama tal cual The Comics Journal, la publicaci¨®n de referencia del sector. Tambi¨¦n lo refrendan los autores Art Spiegelman (Maus), Chris Ware (Jimmy Corrigan, el chico m¨¢s listo del mundo) o Daniel Clowes (Ghost World), que se?alan a Schrauwen como inagotable fuente de inspiraci¨®n. ¡°Es algo que prefiero ni pensar, porque me pone nervioso. Son muy generosos hablando bien de m¨ª¡±, dice con sincera humildad y una mirada irremediablemente t¨ªmida.
Este historietista belga afincado en Berl¨ªn es una de esas rarezas que cada cierto tiempo contribuyen a ensanchar las fronteras de la novela gr¨¢fica. Lo prob¨® con Ars¨¨ne Schrauwen, un prodigio en el que relataba las aventuras inventadas de su abuelo en el Congo Belga, y lo corrobora ahora con Domingo flamenco, cuyo t¨ªtulo es una traducci¨®n lib¨¦rrima del original Sunday, en un gui?o al origen del autor propuesto por su editorial espa?ola, Fulgencio Pimentel. Desde ya, candidato a encabezar las listas de mejores c¨®mics del a?o. Donde Spiegelman convirti¨® en f¨¢bula el Holocausto, Ware construy¨® una nueva arquitectura visual y Clowes test¨® los l¨ªmites de la mala leche, Schrauwen aborda toda una gesta de la narrativa posmoderna: el tratado definitivo sobre el tedio, el absurdo y la estupidez humana.
Sus casi 500 p¨¢ginas, publicadas originalmente en distintos cuadernos entre 2017 y 2023 y recogidas aqu¨ª en un solo tomo, reflejan exactamente lo que anuncia su t¨ªtulo: un domingazo cualquiera, desde que amanece hasta las doce la noche, en la vida del protagonista, encarnado por una versi¨®n ficticia del propio primo de Olivier Schrauwen. En palabras de su autor, ¡°un maestro en hacer nada y hacerlo mal. Al menos en la jornada concreta que refleja el c¨®mic, que adem¨¢s ¨¦l entiende como su ¨²ltimo d¨ªa de libertad porque est¨¢ a punto de cumplir los 36 a?os y esa noche vuelve su novia de un largo viaje. El caso de Thibault [el primo] es particularmente frustrante: cuantas m¨¢s cosas se propone arrancar, m¨¢s le cuesta hacerlo¡±, esboza.
A todo lo que pasa en su propia casa, de la que se niega a salir en todo el d¨ªa (que para eso es su domingo), se suma lo que fluye por su cabeza y las vivencias en paralelo de sus allegados: familiares, amigos, vecinos, un gato y un rat¨®n; en su barrio y a miles de kil¨®metros de distancia. Lo que podr¨ªa responder literalmente a las intenciones primigenias de su autor, es decir, convertirse en un soberano tost¨®n, se alza en sus virtuosas manos y su delirante imaginaci¨®n en un monumento a la ¨¦pica de la cotidianeidad.
Cosas tan banales como decidir si masturbarse o no, canturrear canciones, darle mil vueltas a ese mensaje de whatsapp, coger un libro y no pasar de la primera l¨ªnea, cotillear perfiles en las redes, entregarse a la dipsoman¨ªa en solitario, cocinar con lo primero que pilla, ver la peor pel¨ªcula de la historia (en este caso, El c¨®digo Da Vinci) y, sobre todo, evitar a toda costa cualquier interrupci¨®n del mundo exterior forman parte de la biograf¨ªa colectiva. En otras palabras: ¡°El protagonista puede resultar irritante y un cretino, pero lo cierto es que podr¨ªa ser cualquiera de nosotros en un d¨ªa tonto. Todos tenemos pensamientos prosaicos y reiterativos. Quise observar esto, momento a momento, par¨¢ndome en los peque?os detalles. Ese era el reto: hacer el c¨®mic m¨¢s insustancial posible sin resultar aburrido para el lector, partir de algo muy poco dram¨¢tico y obligarme a hacerlo estimulante. Entre los lectores se produce una polarizaci¨®n: hay gente que dice ¡®no aguanto a este t¨ªo¡¯ y otra que piensa ¡®sigamos leyendo, a ver qu¨¦ hace ahora este imb¨¦cil¡±.
Algunos entusiastas ya lo se?alan como el Ulises de Schrauwen. ?l desestima el halago. ¡°M¨¢s all¨¢ de que todo pasa en un d¨ªa, mi obra no tiene nada que ver con la de Joyce. En mi c¨®mic hay muchos m¨¢s chistes sobre pedos¡±, dice haciendo honor a la jocosidad que traslucen sus vi?etas. ¡°Reconozco que mi sentido del humor no es para todo el mundo. Pero no pasa nada: si no te gusta siempre puedes soltar mi libro y aprovechar tu tiempo en otra cosa¡±. Y esto, que tambi¨¦n suena a chiste, lo dice muy serio.
Precisamente el tiempo ha sido un factor esencial en la maduraci¨®n de la obra de Schrauwen. Confiesa que hasta los treinta y pico, cuando dom¨® su peculiar estilo en El hombre que se dej¨® crecer la barba, no se sinti¨® ¡®autor¡¯, ni siquiera aspirante a vivir de esto. De hecho, apunta que sus ventas actuales le dan para vivir de una manera austera. ¡°Me consume tanto cada proyecto que siempre me olvido por el camino de la parte pr¨¢ctica: ganar dinero¡±. Creci¨® con dos p¨®steres en su habitaci¨®n (de Magritte y de Dal¨ª), imitando el trazo de los tebeos que coleccionaban en casa de Andr¨¦ Franquin, Herg¨¦ y Jean Giraud/Moebius. Sus padres, un arquitecto y una enfermera, contemplaron con preocupaci¨®n c¨®mo decid¨ªa emprender una carrera en esto. ¡°Mi madre me dec¨ªa: ¡®Muy bonito todo, hijo, pero, por favor, ?puedes hacer historietas que entienda la gente? As¨ª no vas a llegar a ninguna parte¡¯. A¨²n hoy, cuando se me va mucho la olla, recuerdo sus palabras. Obligarme a contar una historia lineal me permiti¨® deconstruir para ir siendo de nuevo cada vez m¨¢s experimental¡±.
El m¨¦todo creativo de Schrauwen pasa, adem¨¢s de por buscar siempre inventivas maneras de incluir su alter ego en las historias, por recopilar bocetos en los cuadernos de notas que siempre lleva consigo e imprimir en risograf¨ªa, una t¨¦cnica casera muy extendida en la edici¨®n de fanzines. ¡°Soy dalt¨®nico, confundo el gris, el azul y el verde. De ah¨ª que juegue con limitaciones bicolor. As¨ª tengo un mayor control¡±. Su c¨®mic m¨¢s colorista hasta la fecha, el desopilante compendio de memorias especulativas Vidas paralelas, maneja solo diez tintas, el m¨¢ximo que admite una impresora Riso.
Tras toda una vida de trabajos alimenticios, desde ilustraciones en The New York Times hasta animaciones para publicidad y videoclips, ahora trabaja en la que ser¨¢ su primera serie animada, para la que busca financiaci¨®n y de la que no suelta prenda. Mientras, sigue probando la eficacia de sus historietas escudri?ando la cara de su novia, la artista Ada Van Hoorebeke, cuando se las da a leer. Teni¨¦ndolo tan cerca, ser¨ªa fascinante que Schrauwen se animara alg¨²n d¨ªa a dibujar una parodia del mundo del arte. ?l disiente. ¡°Ya hay muchas pelis que lo han intentado, pero ninguna lo ha logrado de una manera genuina. Quienes mejor lo parodian son los propios artistas. En todo caso, me atrever¨ªa a re¨ªrme del mundo del c¨®mic, que es mi campo. Y me pondr¨ªa a m¨ª mismo en primer plano representado como un absoluto idiota, por supuesto. Me gustar¨ªa pensar que el de Domingo flamenco es el ¨²ltimo imb¨¦cil que pongo como protagonista, pero me estar¨ªa enga?ando¡±. Ante semejante declaraci¨®n de intenciones, solo nos queda dejarlo marchar a la masclet¨¢ para que siga tomando apuntes de la imbecilidad humana.
Babelia
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