Auge y ca¨ªda del Imperio: el arte brit¨¢nico hace examen de conciencia
La Royal Academy de Londres compara pinturas de la era colonial con obras contempor¨¢neas que aportan un reverso cr¨ªtico a ese imaginario. El resultado es una valiente autocr¨ªtica sobre los v¨ªnculos de esta instituci¨®n con el imperialismo
De todos los pa¨ªses europeos, puede que el Reino Unido sea el que se ha tomado m¨¢s en serio la puesta en duda de su espinosa herencia colonial. Las muestras dedicadas a artistas afrodescendientes abundan desde hace a?os en sus museos. Esta temporada, la National Portrait Gallery consagra una exposici¨®n a los retratos de modelos negros, mientras que la Dulwich Picture Gallery dedica otra al paisajismo firmado por artistas afrobrit¨¢nicos. La sudafricana Zanele Muholi se prepara para protagonizar una retrospectiva en la Tate Modern, mientras que la Tate Britain reorden¨® su colecci¨®n en 2023 cediendo un papel protagonista a la historia social del Reino Unido, el r¨¦gimen imperial, la inmigraci¨®n masiva y las minor¨ªas que resultaron de ella. Por las mismas fechas, la Hayward Gallery dedicaba una muestra al afrofuturismo con 11 artistas de la di¨¢spora.
Por muy positiva que sea, esa representaci¨®n creciente no siempre implica un verdadero examen de conciencia, sino m¨¢s bien solo un lavado de cara. Sobre el papel, la exposici¨®n de esta primavera en la Royal Academy, instituci¨®n fundada en 1768 y de reputaci¨®n art¨ªsticamente conservadora, parec¨ªa inscrita en un seguidismo poco amenazador con el statu quo. Por eso el resultado deja tan estupefacto: la muestra logra formular una autocr¨ªtica muy valiente sobre sus v¨ªnculos con el orden colonial, en lo est¨¦tico y en lo pol¨ªtico. Sus miembros no fueron esclavistas, pero s¨ª se beneficiaron del apoyo de mecenas enriquecidos gracias al comercio triangular, y siempre pusieron el arte al servicio del poder, casi sin excepciones. Su primer director, el pintor Joshua Reynolds, jur¨® que la Royal Academy ser¨ªa ¡°un ornamento¡± del Imperio Brit¨¢nico.
La muestra sugiere, pero nunca subraya, y ejemplifica sus ideas a trav¨¦s del arte y no con arengas te¨®ricas en sus paredes
¡°Las herramientas del amo nunca desmontan la casa del amo¡±, dec¨ªa Audre Lorde. Como si hiciera una auditor¨ªa, la instituci¨®n encarg¨® originalmente una muestra sobre el esclavismo a una comisaria externa, Dorothy Price, profesora del Courtauld Institute of Art y especialista en la cuesti¨®n. El resultado, pese a su t¨ªtulo cursi e incoloro (Entangled Pasts, o ¡°pasados enredados¡±), va mucho m¨¢s all¨¢ del plan original y no teme meterse en jardines. La exposici¨®n compara las pinturas hist¨®ricas de tema colonial firmadas por artistas que formaron parte de la Royal Academy con obras contempor¨¢neas que se refieren al mismo imaginario, solo que para subvertirlo o desactivarlo. No se trata de recalibrar el canon de forma cosm¨¦tica como han hecho tantos otros en los ¨²ltimos tiempos, sino de enfrentar el relato oficial con las narrativas cr¨ªticas propias de toda sociedad posimperial un poco sana.
Las primeras salas de la muestra son ejemplares en la forma y en el fondo: condensan retratos de esclavos y sirvientes invisibilizados por la historia del arte, a la manera de lo que hizo el Museo de Orsay con Le mod¨¨le noir en 2019, y tambi¨¦n grandes ¨®leos como Watson y el tibur¨®n (1778), de John Singleton Copley, donde un personaje negro trata de salvar, con un hero¨ªsmo discreto, a un adolescente que se ahoga en el oc¨¦ano mientras el resto del equipaje entra en p¨¢nico. El contrapunto contempor¨¢neo, que figura en cada una de las salas de la muestra, lo aporta Hew Locke, miembro de la Royal Academy, con Armada (2017-2019), instalaci¨®n que resume la aventura colonial de Gran Breta?a a trav¨¦s de un sinf¨ªn de barcos colgantes, muchos de ellos oxidados y precarios, como insinuando que el grandioso proyecto imperial fue, en realidad, de una cutrez considerable. En la sala vecina est¨¢ Kara Walker, que presenta sus fascinantes bocetos para el antimonumento que erigi¨® en la Tate Modern en 2019, que ironizaba, con bastante mala leche, sobre el rid¨ªculo imaginario decimon¨®nico.
No todas las yuxtaposiciones son perfectas, pero s¨ª originales y osadas, fruto de un equipo de cuatro comisarias que demuestran una admirable capacidad para el ejercicio comparativo. La muestra sugiere, pero nunca subraya, y ejemplifica sus ideas a trav¨¦s del arte y no con arengas te¨®ricas escritas en sus paredes. El mejor ejemplo es la incre¨ªble sala que confronta las marinas turbias y casi abstractas de Turner, en las que parecen vislumbrarse las vidas perdidas al fondo del Atl¨¢ntico, con una serie reciente de Ellen Gallagher en las que, tras unos segundos de observaci¨®n, nos parece ver extremidades flotando en el mar. John Akomfrah, brit¨¢nico de origen ghan¨¦s que se dispone a representar al Reino Unido en la Bienal de Venecia, pone al d¨ªa Moby Dick hablando de la caza de ballenas en nuestro planeta da?ado, mientras que Frank Bowling, primer artista negro que ingres¨® en la Royal Academy, pinta paisajes abstractos manchados de rojo sangre, una alegor¨ªa confesa sobre el middle passage, como se llam¨® eufem¨ªsticamente al tr¨¢fico de esclavos.
Es el cl¨ªmax de la exposici¨®n, de una intensidad te¨®rica, art¨ªstica y emotiva sin igual. A continuaci¨®n, resulta l¨®gico que las coloristas estatuas de Lubaina Himid, que llevan el nombre de antiguos esclavos y su precio en el mercado (cero libras esterlinas por cabeza), parezcan un ejercicio populista y un tanto sobredimensionado, ocupando dos salas enteras de la exposici¨®n. Lo mismo sucede con la recreaci¨®n de La ¨²ltima cena por Tavares Strachan en el patio del museo, que sustituye a las figuras que pint¨® Leonardo da Vinci por grandes nombres de la historia de la negritud, como Haile Selassie, emperador de Etiop¨ªa ¡ªen el papel de¡ ?Jes¨²s!¡ª, la pol¨ªtica estadounidense Shirley Chisholm o Robert Lawrence, primer astronauta afroamericano que viaj¨® al espacio exterior. Y, pese a esas peque?as concesiones destinadas a quienes solo buscaban un selfi result¨®n, la muestra despierta cierta envidia si se la observa desde otras latitudes. En especial, desde lugares que todav¨ªa niegan su historia de explotaci¨®n y extractivismo, y que ni siquiera aceptan su relaci¨®n con el colonialismo. Ellos solo gobernaron virreinos.
¡®Entangled Pasts, 1768-now. Art, Colonialism and Change¡¯. Royal Academy. Londres. Hasta el 28 de abril.
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