No has entendido nada, Beyonc¨¦
La cantante ha convertido ¡®Jolene¡¯, posiblemente la canci¨®n de amor m¨¢s honesta de todos los tiempos, en un ¡®jingle¡¯ publicitario
Cuando The Guardian le pidi¨® que editara el Observer Music Monthly, Jarvis Cocker pens¨® que ser¨ªa interesante decidir para qu¨¦ sirve la m¨²sica. Si se usa con un prop¨®sito leg¨ªtimo y qu¨¦ significa tener legitimidad. Convoc¨® a una pandilla de amiguetes muy famosos, escribi¨® una lista de prop¨®sitos que le parecieron apropiados (humor, marcha, baile, comunicaci¨®n, atm¨®sfera, revoluci¨®n, comodidad, banda sonora, publicidad) y empez¨® el debate con una an¨¦cdota. Hab¨ªa o¨ªdo recientemente a Johnny Cash cantando ¡®Hurt¡¯ en la tele y result¨® ser un anuncio de Nike. ¡°Me pareci¨® un uso bastante inapropiado de la m¨²sica¡±, observ¨® Jarvis. ¡°Yo encuentro personalmente ofensivo que ¡®Lust for Life¡¯, de Iggy Pop, se usara para un anuncio de coches¡±, se quej¨® Nick Cave, que interpretaba esa canci¨®n a gritos cuando ten¨ªa 19 a?os y conduc¨ªa por la libertad. Todos dijeron que ellos nunca permitir¨ªan que pasara eso con una de sus canciones. Era octubre de 2006 y todos ¨¦ramos m¨¢s j¨®venes. No hab¨ªa tiktokers ni modelos generativos de inteligencia artificial.
A casi todos nos pasa cuando encontramos la obra de un artista asociada a una marca o producto que contradice lo que consideramos su esp¨ªritu verdadero. Recuerdo la estupefacci¨®n de la pobre Rowena Morrill cuando encontraron no una sino varias de sus obras en la casa de Sadam Husein. Sentimos que la obra ha sido mancillada, que su aura se degrada y que, voluntaria o involuntariamente, el artista ha sufrido una p¨¦rdida de integridad. Fuera de su contexto apropiado, la misma canci¨®n exacta se transforma en un gemelo oscuro que, como todo doppelg?nger, amenaza con destruir el original. Por eso hay artistas que no ceden a la tentaci¨®n. Pienso en esto mientras me pregunto para qu¨¦ sirve la nueva versi¨®n de ¡®Jolene¡¯ que ha publicado Beyonc¨¦ en su ¨²ltimo ¨¢lbum, Cowboy Carter, donde cambia la letra, la intenci¨®n y el esp¨ªritu de la obra sin cambiarle la m¨²sica. Es mitad ¡®Jolene¡¯, mitad Queen B.
Esto no es un doppelg?nger generado por inteligencia artificial. Las compa?¨ªas de IA generativa acumulan ya 20 demandas en Estados Unidos por violar derechos de autor. Si lo fuera, la Elvis Act (Ensuring Likeness Voice and Image Security Act) fue aprobada en Tennessee hace pocas semanas para proteger a los m¨²sicos de que su voz, su imagen y actuaciones sean replicadas sin autorizaci¨®n previa. La ley tiene ambiciones de servir de modelo para contener el mismo problema en el resto del mundo, aunque sus impulsores no son exactamente los m¨²sicos de Tennessee. Detr¨¢s est¨¢n RIAA (Asociaci¨®n de la Industria de la Grabaci¨®n de Am¨¦rica), NMPA (Asociaci¨®n Nacional de Editores de M¨²sica), Broadcast Music, Inc. (Sociedad de Derechos de Autor Musical), ASCAP (Sociedad Americana de Compositores, Autores y Editores), Recording Academy (organizaci¨®n detr¨¢s de los Grammy), A2IM (Asociaci¨®n Americana de M¨²sica Independiente)¡ Parece m¨¢s dise?ada para proteger la inversi¨®n de las discogr¨¢ficas y garantizar nuevas v¨ªas de negocio a los herederos y sociedades de gesti¨®n. No salvar¨¢ a Elvis de anunciar sardinas en lata y tampoco a Prince.
?Por qu¨¦ nos molesta tanto que Beyonc¨¦ use un cl¨¢sico venerado de los setenta para escribir una nueva canci¨®n?
Pero ¡®Jolene¡¯ est¨¢ protegida por derechos de autor y Dolly Parton est¨¢ viva. De hecho, hace dos a?os dijo en la tele que quer¨ªa una versi¨®n de Beyonc¨¦, como la que hizo Whitney Houston de ¡®I Will Always Love You¡¯. ¡°Alguien que pueda coger mis peque?as canciones y hacerlas poderosas¡±. ?Acaso necesitaba dinero? En 2021, Forbes valor¨® la fortuna de la cantante en 350 millones de d¨®lares, pero es muy caro ser una vieja gloria. La versi¨®n es legal y el uso es leg¨ªtimo. ?Por qu¨¦ nos molesta tanto que Beyonc¨¦ use un cl¨¢sico venerado de los setenta para escribir una nueva canci¨®n?
A diferencia de una campa?a publicitaria o de la IA, el artista no roba las auras. Pero algo les hace. Cuando Johnny Cash canta ¡®Hurt¡¯, una canci¨®n que Trent Reznor escribi¨® a los 20 a?os acerca de sus adicciones y su traves¨ªa hacia la autodestrucci¨®n, la convierte en una canci¨®n suya, sobre su historia y su vejez. El resultado es una canci¨®n m¨¢s grande, m¨¢s profunda, m¨¢s verdadera. Cuando Kurt Cobain canta ¡®The Man Who Sold the World¡¯, la canci¨®n pierde algo de la extra?eza alien¨ªgena de Bowie, pero la llena de humanidad. Cuando Luke Combs, blanca estrella del country m¨¢s blanco de Carolina del Norte, toca con Tracy Chapman su versi¨®n de ¡®Fast Car¡¯, el himno de escapar que escribi¨® siendo pobre, lesbiana y negra, la uni¨®n de sus opuestos produce los cinco minutos m¨¢s emocionantes de la historia de los Grammy. No es esto lo que ha ocurrido aqu¨ª.
Aretha Franklin no tuvo que alterar la letra de Otis Redding sobre un hombre que llega a casa despu¨¦s del trabajo y le grita a su mujer que le trate con m¨¢s respeto para transformar ¡®Respect¡¯ en el himno feminista que empoder¨® a todas las mujeres de Am¨¦rica. El problema de Beyonc¨¦ no es el cambio de punto de vista. Su error ha sido escoger la que posiblemente sea la canci¨®n de amor m¨¢s honesta de todos los tiempos y convertirla en un jingle publicitario para su reino. ¡®Jolene¡¯ sigue intacta, pero la reina ya s¨®lo sirve para vender un poder banal.
Marta Peirano es especialista en tecnolog¨ªa y autora de los libros El enemigo conoce el sistema y Contra el futuro (ambos en Debate).
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