¡®Suburbia¡¯: desmontar un pa¨ªs desde las afueras
Una muestra en Barcelona recorre de forma cr¨ªtica y elocuente el imaginario de las periferias residenciales, de sus or¨ªgenes en Estados Unidos a su implantaci¨®n en Catalu?a
Bienvenido a la f¨¢brica de chocolate. Llevo cinco a?os leyendo sobre urbanismo disperso y viendo en las aplicaciones de mapas esas maravillosas composiciones de casitas con jard¨ªn, as¨ª que entrar en Suburbia, la nueva exposici¨®n dedicada a las periferias urbanas en el CCCB, en Barcelona, fue como hacerlo en Disneylandia. Todo estaba ah¨ª: las ventajas del campo a media hora de la ciudad, la conspiraci¨®n de los tranv¨ªas de Los ?ngeles, las casas por m¨®dulos, un Ford T, El nadador de Cheever e incluso el cintur¨®n invisible de piscinas que rodea Barcelona.
El comisario de la exposici¨®n, el periodista y cr¨ªtico Philipp Engel, ha centrado el recorrido en los imaginarios alrededor de los oc¨¦anos de casas unifamiliares con jard¨ªn, los que ayudaron a construirlas y los que ese universo ha creado en nuestras cabezas y que mantiene algo de utop¨ªa. De hecho, los habitantes de la isla imaginada por Tom¨¢s Moro viven exactamente en ese tipo de casas que est¨¢n descritas casi despectivamente: ¡°Vista una, vistas todas¡±. El modelo tambi¨¦n enra¨ªza en la idea de ¡°rep¨²blica de propietarios¡± del pensamiento liberal cl¨¢sico o en el esp¨ªritu colonizador de la conquista del Oeste, donde el sue?o era lograr un pedazo de tierra marcado por una valla y defendido por la Biblia y el Winchester.
La idea de que alejarse de la ciudad protege tanto f¨ªsica como espiritualmente est¨¢ ya en la publicidad del siglo XIX, donde los suburbios se confrontan con las insalubres barracas de los trabajadores. Hay que alejar a las mujeres y a los ni?os de los peligros y las tentaciones de la ciudad. Protege lo que m¨¢s quieres, dicen los anuncios de hoy. La capacidad de alejarse depende del medio de transporte y la idea de suburbia se fue ampliando al pasar del tren al tranv¨ªa y, sobre todo, con el coche. Ya no hab¨ªa l¨ªmites.
La exposici¨®n muestra c¨®mo tambi¨¦n se fue ampliando socialmente, desde Llewellyn Park, en Nueva Jersey, una de las primeras comunidades cerradas, hasta los proyectos de Gross, un promotor de Chicago que, a finales del XIX, estuvo detr¨¢s de 16 suburbios destinados a la clase trabajadora. Incluso, llego a promover una campa?a por la jornada de ocho horas para facilitar los viajes. Las empresas de medios de transporte y los promotores trabajaron juntos para hacer del suelo un gran negocio dispersando a la poblaci¨®n.
El modelo enra¨ªza en la ¡°rep¨²blica de propietarios¡± del pensamiento liberal o en el esp¨ªritu colonizador de la conquista del Oeste
Tras la Segunda Guerra Mundial, la noci¨®n de suburbia se convirti¨® en el centro del sue?o americano. Gracias a las ayudas del gobierno estadounidense, millones de matrimonios euroamericanos se instalaron en casas con jard¨ªn en cuyo sal¨®n pod¨ªan ver series de familias id¨¦nticas a ellos que viv¨ªan en esa utop¨ªa feliz de c¨¦sped reci¨¦n cortado y cocinas llenas de electrodom¨¦sticos, que la muestra recoge en una sala deslumbrante. Es complicado salir de la exposici¨®n pensando que la familia o el Estado son algo opuesto al capitalismo. Si el motor de la historia es la lucha de clases, el concepto de clase media es su final y suburbia, su para¨ªso. No hay nada m¨¢s all¨¢, como en El show de Truman, rodada en el suburbio de Seaside (Florida).
Esas casitas casi iguales se convirtieron en una c¨¢rcel para las mujeres, cuya felicidad deb¨ªa ser cuidar de ese espacio en el que estaban solas y aisladas, consumiendo dexedrina, el primer f¨¢rmaco contra lo que Betty Friedan llam¨® ¡°el problema que no tiene nombre¡±. La exposici¨®n recoge c¨®mo el an¨¢lisis de este tipo de vida contribuy¨® al nacimiento del feminismo de segunda ola. La dispersi¨®n tambi¨¦n esconde las tensiones raciales y podemos ver la historia de los Myers, una familia afroamericana que se traslad¨® a un suburbio y fue acosada hasta que se march¨®.
Haber conseguido esa aparente felicidad implica defenderla. El terrible final de la pel¨ªcula El nadador representa el miedo al desclasamiento, la posibilidad de ser expulsado y tener que volver a la ciudad con su mezcla de gentes y su piscina p¨²blica. El peligro puede estar en cualquier parte. ?Qui¨¦nes son los vecinos? ?Qu¨¦ hace mi esposa todo el d¨ªa? Una sala recoge las fantas¨ªas er¨®ticas nacidas en ese espacio, como la escena del ama de casa aburrida y el fogoso fontanero, o los clubes de intercambio de parejas.
Cuando cae la noche, como muestran las fotograf¨ªas de Gregory Crewdson, todo se vuelve amenazante, cualquier sombra puede ser un intruso. Los coleccionistas de armas retratados por Gabriele Galimberti son impactantes y explican bien por qu¨¦ la derecha suele ganar en estos espacios, que siguen siendo homog¨¦neos. A trav¨¦s de la segregaci¨®n residencial, Estados Unidos ha construido las condiciones para un enfrentamiento civil. Si no s¨¦ qui¨¦n vive en mi pa¨ªs, ?c¨®mo voy a considerarlo un compatriota?
La exposici¨®n muestra las primeras pel¨ªculas estadounidenses situadas en los suburbios, rodadas a principios del siglo XX, y tambi¨¦n recoge algunas de las novelas que han mostrado ese mundo, desde Sinclair Lewis y su Babbitt a A. M. Homes, de quien el cat¨¢logo recoge el relato El paseador. Tambi¨¦n hay decenas de pel¨ªculas o series de televisi¨®n, lo que contrasta con la casi invisibilidad de ese mundo en el imaginario local. La ¨²ltima parte de la muestra est¨¢ dedicada a la importaci¨®n de ese modelo en Catalu?a y sus efectos. Con permiso, la Barcelona de las piscinas.
Es maravilloso ver los carteles de las promociones de los setenta y ochenta: Vallcarnera Park, Vallirana Park, Corbera Alta, Pine-Mar. Viva en plena naturaleza a 30 kil¨®metros de Barcelona, para vivir cada d¨ªa como si fuera domingo. El urbanista Francesc Mu?oz explica la extensi¨®n del modelo a trav¨¦s de las segundas residencias y, sobre todo, con la popularizaci¨®n del coche y la mejora de las carreteras. Es un modelo insostenible no s¨®lo medioambientalmente, sino socialmente, y del que es muy dif¨ªcil salir. Una vez que suburbia se ha comido al pa¨ªs que la ha acogido, ya no se puede desmontar. Hay que aceptarla y amarla.
¡®Suburbia. La construcci¨®n del sue?o americano¡¯. CCCB. Barcelona. Hasta el 8 de septiembre.
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