Prudencio Irazabal en el Musac de Le¨®n: ?cu¨¢nto se tarda en mirar?
El artista condensa 40 a?os de?trayectoria en una nueva muestra. El resultado es un ¨²nico momento creativo que fluye r¨¢pido y lento a la vez
A lo mejor es signo de asfixia terminal, de perversidad del mundillo o del alejandrinismo general de los tiempos, pero la verdad es que la exposici¨®n-de-arte-contempor¨¢neo es a estas alturas un g¨¦nero m¨¢s del arte contempor¨¢neo y a veces hasta una obra nueva (y muy contempor¨¢nea). Sucede cuando la visi¨®n del artista y la del comisario, las obras reunidas y el espacio que las acoge se amalgaman y dan r¨¦plica hasta resultar en un todo que es m¨¢s que la suma de las partes. No siempre pasa, por descontado, pero es el caso en esta selecci¨®n de pinturas de Prudencio Irazabal que comisar¨ªa Mariano Mayer para algunas de las salas m¨¢s espectaculares del Musac de Tu?¨®n y Mansilla. El museo cumple 20 a?os en este 2024, y aunque son salas vistas y visitadas muchas veces, respiran de nuevo y parecen verse por primera vez ahora. Tambi¨¦n hab¨ªamos visto antes los cuadros de Irazabal sobre los muros blancos y los cubos as¨¦pticos de centros y galer¨ªas, pero ahora uno los ve y los entiende mejor.
Est¨¢n colgados a alturas inesperadas pero justas para dar una nueva escala a los vol¨²menes del museo, que otras veces se han comido obras y exposiciones enteras; dispuestos para que parezcan flotar a dos cent¨ªmetros de las paredes, en contraste de texturas casi t¨¢ctiles entre la translucidez y la luminiscencia que trabaja Irazabal y la rugosidad basta de las l¨¢minas de hormig¨®n prensado; en parejas o ternas o cuartetos que subrayan los quiebros diagonales de los muros, aprovechando la forma en que se desliza sobre ellos la luz natural y cenital del gran lucernario del ¡°¨¢bside¡± de la sala principal. Artista y comisario han dado muchas vueltas, se nota, a esta escenificaci¨®n (en el sentido m¨¢s noble del t¨¦rmino) a la vez contundente y delicada, y el efecto del primer golpe de vista, al llegar, es de los que hacen contener la respiraci¨®n y se recuerdan luego con un golpe de alegr¨ªa.
Irazabal cuenta que pensaba precisamente en un pecho respirando a la hora de armar la exposici¨®n: una agitaci¨®n apenas perceptible pero que da la vida, literalmente. Ese p¨¢lpito anima de forma casi org¨¢nica los espacios y las obras y hace que el visitante acompase su movimiento y su cuerpo sin darse cuenta, en un vaiv¨¦n desde cada obra particular a la apreciaci¨®n del efecto de conjunto, y vuelta. A Le¨®n han viajado dos ciclos de obras, uno de principios de los noventa y otro reciente, de los ¨²ltimos cuatro a?os, ya con el estilo y la t¨¦cnica m¨¢s reconocibles de Irazabal: lo uno va por la otra, porque tras d¨¦cadas de experimentar y depurar se han vuelto casi sin¨®nimos.
Los cuadros, expuestos a alturas innovadoras, interact¨²an con la arquitectura y la luz. Ahora uno los ve y los entiende mejor
Irazabal trabaja con pol¨ªmeros l¨ªquidos incoloros mezclados con un gel espesante que permite aplicarlo sobre las bases imprimadas en capas sucesivas. En cada una diluye dosis muy medidas de pigmento l¨ªquido, y al secarse y solaparse van creando gradaciones sutiles de colores transparentes. Arma cercos alrededor de cada cuadro para que no se desborden, y al retirarlos los laterales muestran esa superposici¨®n de estratos que vista de frente produce la luminosidad casi sobrenatural marca de la casa. Alejandro Vergara Sharp, conservador jefe de pintura flamenca del Prado, escribe sobre ella con precisi¨®n y claridad cient¨ªficas en el cat¨¢logo y la relaciona con el puro placer visual (y seducci¨®n espiritual) que trajo la invenci¨®n de la pintura al ¨®leo y la t¨¦cnica de veladuras sobre lienzos imprimados que hizo posible: en el siglo XV empezaba en Flandes esa fusi¨®n peculiar de t¨¦cnica, material, estilo, forma e idea que llamamos para abreviar pintura moderna y que desemboc¨® en el siglo XX en una abstracci¨®n pict¨®rica que Irazabal prolonga contra viento y marea ya bien entrado el XXI.
Irazabal hace hincapi¨¦ tambi¨¦n en ¡°la instalaci¨®n¡± como hilo que unifica en el museo los dos ciclos de obras, y es verdad que ese aprovechamiento de los recursos de obras y espacios tan apurado hace dudar por un segundo si no ser¨¢n todos los cuadros una sola obra transmutada en instalaci¨®n espec¨ªfica, como si casi 40 a?os de trabajo se comprimieran en un ¨²nico momento creativo a la vez r¨¢pido y lent¨ªsimo. ¡°?Cu¨¢nto se tarda en mirar?¡±. Lo pregunta Mayer en su texto, y la respuesta en este caso es a la vez un segundo y una eternidad, porque salimos de la exposici¨®n ya vista con la sensaci¨®n de que ella tambi¨¦n entr¨® en nosotros y desde dentro nos seguir¨¢ mirando.
¡®Contradistancia. Prudencio Irazabal¡¯. Musac. Le¨®n. Hasta el 13 de octubre.
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