Magdalena Wywrot o la poes¨ªa de lo indescifrable
La fot¨®grafa polaca documenta su vida con su hija mientra esta transita la adolescencia. Un evocador recorrido donde la fantas¨ªa deja de ser una mera evasi¨®n y act¨²a como un resorte para explorar una realidad mucho m¨¢s reveladora
No hay nada predecible en Pestka, el primer fotolibro de la fot¨®grafa polaca Magdalena Wywrot, cada p¨¢gina es un universo por si solo donde tiene cabida un nuevo desaf¨ªo a la imaginaci¨®n. Bajo su atm¨®sfera granulosa, monocroma y contrastada seguimos el rastro de una adolescente y sus transformaciones. Una joven cuyo mundo se expande a trav¨¦s de los cristales de un peque?o apartamento en Cracovia, Polonia, por inquietantes paisaje donde parecen quedar reflejadas las tensiones y contradicciones que marcan la transici¨®n a la edad adulta. En su evocador recorrido la fantas¨ªa deja de ser una mera evasi¨®n y act¨²a como un resorte para explorar una realidad que resulta mucho m¨¢s reveladora.
Wywrot comenz¨® a retratar a su hija Barbara cuando esta se adentraba en la adolescencia, y ella misma atravesaba una etapa intensa en su vida. Fotografiaba de forma espontanea e instintiva. Una costumbre que se prolong¨® a lo largo de seis o siete a?os durante los cuales cont¨® con la complicidad de su descendiente. As¨ª, Pestka se presenta como un ¨¢lbum familiar. Sin embargo, como advierte David Campany en uno de los textos que lo conforma, sus im¨¢genes son ¡°tan tiernas, desarmantes, extra?as, desoladoramente bellas y a coraz¨®n abierto¡±, que dif¨ªcilmente habr¨¢n visto otro ¨¢lbum similar. Mientras canta y baila, la joven parece metamorfosearse en un cuervo; bajo la mirada de su madre las distintas partes de su figura se transforman en recipientes de misterio. Lo cotidiano ya no lo es m¨¢s.
Pestka, es el apodo de Barbara. Un t¨¦rmino elusivo que en polaco, a menudo significa piedra, otras semilla, o la c¨¢scara de una fruta. Una envoltura ¡°que sostiene y protege aquello que es m¨¢s preciado y vulnerable¡±, como lo describe la propia Barbara. ¡°Para crecer, la c¨¢scara tiene que tener el coraje de fracturarse. Solamente entonces su grandeza alcanza su plenitud¡±. Sin embargo, las im¨¢genes se presentan sin ning¨²n tipo de cronolog¨ªa. El ritmo lo marca su extra?eza, las dualidades que encierran, la calidad de sus texturas, o los distintos juegos que establece la autora mediante la escala o la fragmentaci¨®n, en un ¨¢mbito que parece mantenerse fuera del tiempo y del espacio. En cada imagen Wywrot parece poner a prueba al lector. Desorientado este se ve obligado a recorrer cada detalle de la imagen con su mirada, en busca de c¨®digos que podr¨ªan permanecer ocultos. En ocasiones resultar¨¢ dif¨ªcil de identificar qui¨¦n es Barbara y qui¨¦n su madre. En definitiva, es de una simbiosis de donde surge la narraci¨®n.
¡°No tengo ninguna educaci¨®n art¨ªstica m¨¢s all¨¢ del taller organizado por Sputnik, el colectivo de fot¨®grafos de Europa del Este, al que asist¨ª durante tres o cuatro meses¡±, cuenta la fot¨®grafa durante una videoconferencia, durante la cual pide prescindir del v¨ªdeo, que sea solo oral: una condici¨®n que tambi¨¦n puso en pr¨¢ctica durante el proceso de edici¨®n del fotolibro, en coherencia con el misterio como un elemento principal dentro de su quehacer art¨ªstico. ¡°Fue durante este tiempo cuando decid¨ª hacer un proyecto sobre mi hija. Pero, mi forma de narrar no era compatible con la del colectivo, y opt¨¦ por hacerlo por mi cuenta¡±, destaca. Muchos le aconsejaron no convertir a su hija en protagonista. La familia era un tema tab¨². ¡°Sin embargo, siempre supe que ser¨ªa capaz de escapar de esos prejuicios¡±, a?ade la autora. ¡°Madre e hija tenemos unos v¨ªnculos muy fuertes. Entonces viv¨ªamos solas. Habl¨¢bamos mucho. No ten¨ªamos televisi¨®n. Proyect¨¢bamos pel¨ªculas. Junto a la m¨²sica, el cine inspiraba el trabajo que ¨ªbamos creando. Nuestro apartamento era como otro cosmos¡±.
¡°Siempre supe c¨®mo quer¨ªa fotografiar a mi hija. No me interesa el cuerpo humano de forma literal, ni los cambios que experimenta. Lo que me interesa es la transici¨®n emocional¡±, asegura la artista. ¡°Huyo de las im¨¢genes obvias. Me gusta jugar con la realidad¡±. Dice que siempre quiso ser escritora hasta que se dio cuenta que ¡°pod¨ªa escribir a trav¨¦s de las im¨¢genes¡±. En su p¨¢gina web escribe: ¡°Lo que m¨¢s valoro es la distorsi¨®n, tanto en el arte como en la vida¡±. Su tem¨¢tica oscura y psicol¨®gica y su est¨¦tica on¨ªrica bebe de diversas influencias, entre ellas el cine expresionista y el surrealismo, siendo capaz de mantener su propia voz. A¨²n as¨ª, asegura que entre sus referencias m¨¢s valiosas se encuentra su imaginaci¨®n. Tambi¨¦n su infancia en un pueblo del sur de Polonia, Pog¨°rska Wola. Su padre era cerrajero y cantero especializado en l¨¢pidas. Sol¨ªa trabajar de noche en el mismo cementerio. A la fot¨®grafa le gustaba acompa?arlo para ayudarle. Entre sus cometidos estaba ir a buscar agua a un pozo cercano, entre tumbas y en la oscuridad.
¡°Intento capturar el momento entre el sue?o y lo real, la claridad y lo sucio¡±, advierte la fot¨®grafa. ¡°Mantenerme siempre en el l¨ªmite de lo correcto. Nunca utilizo el Photoshop. Todos los elementos que componen mis im¨¢genes pertenecen a la realidad¡±. La obra de Wywrot es una puerta hacia lo desconocido mediante la exploraci¨®n del v¨ªnculo entre una madre y una hija y de las posibilidades infinitas que nacen cuando el arte deja de intentar explicar y se entrega al misterio, a la poes¨ªa de lo indescifrable. En ella resuenan las palabras de Andr¨¦ Breton cuando dec¨ªa que: ¡°Lo m¨¢s admirable de lo fant¨¢stico es que ya no hay nada fant¨¢stico, solo existe lo real¡±.
Pestka. Magdalena Wywrot. Deadbeat Club. 146 p¨¢ginas. 59 euros.
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