40 a?os de VIH, la epidemia de la muerte y de la vida
El virus de la inmunodeficiencia humana en su estadio final, el sida, ha matado a 40 millones de personas desde 1981, m¨¢s de 60.000 en Espa?a. Aquella enfermedad sin nombre que atacaba a gais y toxic¨®manos es hoy una dolencia cr¨®nica que bien tratada permite una vida normal. Sin embargo, a¨²n no existe vacuna eficaz y se mantiene el estigma de los que viven con ella.
Loli, Antonio, C¨¦sar, Javier, ?lex, Antonio, Rosa y Fley viven con el VIH agazapado en sus c¨¦lulas, pero no morir¨¢n de sida. Toman cada d¨ªa una pastilla de antirretroviral. Y pronto ser¨¢ una inyecci¨®n cada seis meses. Mientras mantengan esa rutina, nunca alcanzar¨¢n el estadio sida, es decir, la fase definitiva de la infecci¨®n, en la que el virus destruye el sistema inmunitario y deja a los portadores indefensos ante las m¨ªnimas infecciones. Y al final de ese proceso, que dura entre 5 y 10 a?os, acaba con sus vidas con un gran dolor y estigma social, como ha ocurrido desde 1981 con 40 millones de personas en todo el mundo: un mill¨®n por cada a?o de pandemia.
Cuarenta a?os despu¨¦s de los primeros casos, m¨¢s de 10 millones de personas siguen sin recibir tratamiento en ?frica, Asia y Latinoam¨¦rica; hay cada a?o un mill¨®n y medio de nuevos seropositivos y fallecen otros 800.000. Y sin embargo el VIH parece algo del pasado; ya no es un tema de conversaci¨®n ni causa alarma, pero sigue matando. Seg¨²n todas las cifras, en Occidente afecta a hombres que tienen sexo con hombres sin protecci¨®n, y en los pa¨ªses en desarrollo, a heterosexuales. La humanidad ha creado f¨¢rmacos eficaces para mantenerlo a raya, incluso una terapia preventiva para no contraerlo durante las pr¨¢cticas sexuales de riesgo (la llamada profilaxis prexposici¨®n, PrEP), pero a¨²n carecemos de una vacuna que adiestre a nuestro sistema inmunitario y venza al virus. Se han ganado batallas, pero cuatro d¨¦cadas m¨¢s tarde no se ha logrado borrar el sida de la faz de la Tierra.
Loli, Antonio, C¨¦sar, Javier, ?lex, Antonio, Rosa y Fley son conscientes de que no pueden abandonar su medicaci¨®n. Les acompa?ar¨¢ de por vida. En caso contrario, el virus, latente y agazapado en los llamados reservorios de su organismo, se despertar¨ªa y ser¨ªa detectable en su sangre en un par de semanas. Y a partir de ah¨ª avanzar¨ªa inexorable. ¡°No los curamos¡±, afirma Roger Paredes, m¨¦dico del servicio de enfermedades infecciosas del Hospital Can Ruti, de Badalona (en cuya unidad atienden a 3.500 personas con VIH), ¡°pero los acercamos cada vez m¨¢s a la curaci¨®n¡±. Algunos expertos, como la doctora Julia del Amo, directora del Plan Nacional sobre el Sida, pone fecha a esa esperanza: ¡°Nos quedan 10 a?os para la eliminaci¨®n del VIH como amenaza¡±.
¡ª?C¨®mo acabamos con la pandemia?
¡ªEstamos obligados a diagnosticar precozmente al 95% de los casos (en Espa?a lo hacemos solo con el 87%); tratar con antirretrovirales al 95% de ellos, y que el 95% de esos pacientes haga bien el tratamiento y presente una carga viral indetectable. Esa es la hoja de ruta para 2030 seg¨²n Onusida, el Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida, creado en 1994.
El doctor Santiago Moreno, jefe del servicio de enfermedades infecciosas del Hospital Ram¨®n y Cajal, de Madrid (que atiende a m¨¢s de 3.000 personas con VIH), a?ade un cuarto elemento a la ecuaci¨®n: ¡°Conseguir que la persona infectada tenga una buena calidad de vida, y con calidad me refiero a la desaparici¨®n del estigma y el rechazo a los infectados de VIH, como ocurr¨ªa en otros tiempos con los enfermos de tuberculosis o de lepra¡±.
Cuarenta a?os despu¨¦s de que el sida apareciera en escena, Loli, Antonio, C¨¦sar, Javier, ?lex, Antonio, Rosa y Fley son, simplemente, enfermos cr¨®nicos, como otros 120.000 infectados que reciben tratamiento antirretroviral en Espa?a (la factura de su terapia cuesta anualmente al Estado m¨¢s de 800 millones de euros) y 28 millones en el mundo. Su existencia es convencional. Van un par de veces al a?o a consulta, se les realiza un estrecho seguimiento (incluso geri¨¢trico, psicol¨®gico y social) y tienen una esperanza de vida similar a la de un paciente con diabetes o hipertensi¨®n. Y no transmiten el virus. No tienen que esconderse, mentir ni pedir perd¨®n. Est¨¢n limpios. Si les efectu¨¢ramos un an¨¢lisis de sangre, el virus no aparecer¨ªa por ning¨²n lado. Ser¨ªa indetectable y, por tanto, intransmisible. Sin embargo, est¨¢ integrado en alg¨²n lugar remoto de su organismo donde la ciencia hoy no llega.
Pueden ser peluqueros (como ?lex), deportistas (como C¨¦sar), maestros (como Javier), enfermeros (como Antonio) o estudiantes (como Fley). Pueden practicar el sexo sin preservativo; y ellas, quedarse embarazadas y parir con seguridad: sus hijos no correr¨¢n peligro, como ocurr¨ªa hace tres d¨¦cadas con las mujeres con VIH, cuando un tercio de sus ni?os ven¨ªan al mundo infectados. Hoy, por protocolo, se hace un test serol¨®gico en Espa?a a todas las embarazadas. Y, de resultar positivas, se las medica en el acto. Pero hace pocos a?os era un oprobio a?adido a las mujeres con VIH, muchas menos en Espa?a que los hombres (en torno a un 20%), pero m¨¢s invisibles, aisladas y despreciadas. Muchas fueron infectadas por sus parejas. Algunas llevan d¨¦cadas sin confi¨¢rselo a nadie.
Loli Fern¨¢ndez, de 56 a?os, recuerda la primera vez que fue al m¨¦dico tras recibir su diagn¨®stico en 1990 y c¨®mo este le espet¨®: ¡°A ver, ?a qu¨¦ drogas est¨¢s enganchada?¡±. ¡°Y no me met¨ªa nada; era mi marido, que s¨ª las hab¨ªa probado por v¨ªa intravenosa, el que me hab¨ªa transmitido el virus. Para el m¨¦dico, yo era directamente puta o yonqui. Y estaba sentenciada a muerte. Ese era mi horizonte. Mi hijo era muy peque?o, y no fui capaz de contarle lo que me pasaba hasta que tuvo 18 a?os. Todo eran mentiras. Me cost¨® mucho hacerlo p¨²blico, pero lo hice, porque de lo que no se habla no existe¡±, dice.
¡ª?C¨®mo vivi¨® su maternidad?
¡ªYo ya ten¨ªa a mi ni?o cuando me diagnosticaron y no tuve m¨¢s. La maternidad ha marcado a las mujeres con VIH. Te dec¨ªan que, si tra¨ªas hijos al mundo, eras una irresponsable, una loca. La sociedad te obligaba a renunciar a ser madre. Y ahora, con el tratamiento antirretroviral, te puedes quedar embarazada con absoluta normalidad.
De hecho, es m¨¢s seguro acostarse con una persona diagnosticada con VIH que reciba tratamiento que con otra presuntamente sana que jam¨¢s se haya hecho una prueba e ignore que est¨¦ infectada. Y lo est¨¦. Y lo pueda transmitir en cada relaci¨®n sexual de riesgo (esencialmente anal, sin preservativo, tras el consumo de drogas o con antecedentes de otras enfermedades de transmisi¨®n sexual). Esos seropositivos an¨®nimos son bombas v¨ªricas que, sin saberlo, est¨¢n extendiendo la pandemia y frenando su erradicaci¨®n. ¡°Muchas veces tienes pr¨¢cticas de riesgo, follas sin cond¨®n, pero nunca piensas que te puede pasar a ti¡±, explica Antonio Serrano, un sanitario de 33 a?os al que le fue detectado el VIH en 2015. ¡°Es un riesgo que no percibe la sociedad. Pero est¨¢ ah¨ª¡±.
Puede haber 30.000 personas con VIH no diagnosticadas en Espa?a. Es el eslab¨®n m¨¢s d¨¦bil de la lucha contra el virus. Los expertos insisten en que es clave para romper esa cadena de transmisi¨®n que cualquier persona con dudas (especialmente hombres que tienen sexo sin protecci¨®n con m¨²ltiples hombres) se haga una prueba: las hay de 15 minutos en las farmacias. Y, de ser positivo, inicie el tratamiento. ¡°Cuanto m¨¢s tarde te lo detecten, cuanta m¨¢s carga viral tengas, m¨¢s estresado estar¨¢ tu sistema inmunitario y m¨¢s envejecimiento prematuro puedes padecer, incluso con la aparici¨®n de tumores¡±, explica el doctor Jos¨¦ Alcam¨ª, que dirige la Unidad de Inmunopatolog¨ªa del Sida en el Instituto de Salud Carlos III. El doctor Vicente Estrada, responsable de la unidad de enfermedades infecciosas del Hospital Cl¨ªnico, de Madrid (que atiende a 2.500 pacientes con el virus), insiste en esta idea: ¡°Nos llegan tres casos al mes y hasta un 40% son de diagn¨®stico tard¨ªo y, por tanto, con peor respuesta. El reto en Espa?a es el diagn¨®stico precoz. Pero se ha perdido miedo al VIH: ya no te mueres de esto y muchos llegan tarde¡±. Alberto D¨ªaz de Santiago, un joven m¨¦dico de la unidad VIH del Hospital Universitario Puerta de Hierro, en Madrid (que tiene cerca de 1.000 pacientes), coincide: ¡°A nosotros nos viene un 20% de diagn¨®stico tard¨ªo. Y a veces es tarde para hacerle frente al virus. Sin embargo, el avance ha sido espectacular, porque en los noventa hasta el 70% de los infectados que llegaban a las consultas estaban ya en la fase sida y duraban meses¡±. En Espa?a se siguen notificando en torno a 4.000 nuevas infecciones por VIH cada a?o y el n¨²mero de muertes roza las 400. Y de ah¨ª no baja.
Loli, Antonio, C¨¦sar, Javier, ?lex, Antonio, Rosa y Fley recuerdan con exactitud el d¨ªa en que les comunicaron que ten¨ªan VIH. Fue un shock. Cambi¨® su vida. Pero cada vez les duele menos. Tambi¨¦n est¨¢n marcados por la generaci¨®n a la que pertenecen. En estos 40 a?os ha habido dos pandemias: la incurable que arras¨® el mundo desde 1981 hasta 1996 y otra, m¨¢s esperanzadora, desde ese a?o hasta hoy. Una es la de la muerte y la otra la de la vida. Por eso, los infectados m¨¢s j¨®venes repiten: ¡°S¨¦ que no me voy a morir de esto¡±. ¡°Cuando llegaron en 1996 los nuevos antirretrovirales, muchos enfermos estaban en tiempo de descuento, pero en dos meses les dimos la vuelta¡±, explica Jos¨¦ Ram¨®n Arribas, jefe de la unidad de enfermedades infecciosas del hospital madrile?o La Paz (que atiende a 4.000 pacientes con VIH). ¡°Fue como el s¨ªndrome de L¨¢zaro: lev¨¢ntate y anda¡±.
Antonio Ruiz es un viejo rockero del VIH. Ha sobrevivido a todo. Y se muestra en buena forma durante nuestro paseo por el barrio madrile?o de Lavapi¨¦s. Va a diario al gimnasio. Y colabora en la Fundaci¨®n 26 de Diciembre, dedicada a las personas mayores LGTBI. Tiene 64 a?os, recibe tratamiento antirretroviral y fue diagnosticado como seropositivo a mediados de los ochenta, ¡°que eran a?os de libertad tras la dictadura y de follar mucho¡±. Antonio era contable. Su pareja, periodista de moda, muri¨® de sida en 1992. Ese a?o murieron en Espa?a otras 3.500 personas a causa del sida. Antonio, que domina el humor negro, llega a las l¨¢grimas: ¡°No sab¨ªas ad¨®nde ir, en muchos hospitales ni te admit¨ªan. A m¨ª me despidieron por sidoso y maric¨®n. Mi familia me dio la espalda y mi madre nunca me lo perdon¨®. He visto morir a muchos amigos; fui conejillo de Indias de los primeros medicamentos, como el AZT, que era un veneno; llegu¨¦ a tomar 16 pastillas al d¨ªa; tuve lipodistrofia [la distribuci¨®n an¨®ma?la de la grasa corporal, uno de cuyos efectos comunes es la apariencia extremadamente delgada de la cara] y no me paraban los taxis. Esto era algo m¨¢s que una enfermedad, te condenaba al ostracismo. Si ten¨ªas c¨¢ncer, todo el mundo se pon¨ªa a tu lado; pero como fueras un sidoso, nadie quer¨ªa que le vieran contigo. Nos consideraban seres asociales que nos merec¨ªamos padecerlo. Era un castigo b¨ªblico¡±, recuerda.
¡ª?Se arrepiente de algo?
¡ªDe nada. Nunca me he parado a pensar qui¨¦n me lo transmiti¨®. No culpo a nadie, me preocupa m¨¢s saber a qui¨¦n se lo pas¨¦ yo. Pero no me arrepiento ni me siento culpable de nada.
En el verano de 1981 salt¨® la alarma entre la comunidad gay de ambas costas de Estados Unidos: algunos de sus miembros estaban padeciendo unas terribles neumon¨ªas combinadas con candidiasis y otras enfermedades poco habituales: un c¨®ctel fatal. En Espa?a se detect¨® el primer caso en octubre de ese a?o, en el Hospital Vall d¡¯Hebron, de Barcelona. Nadie sab¨ªa lo que era. Ese a?o ya se contabilizaron cuatro muertos en Espa?a; siete a?os m¨¢s tarde eran m¨¢s de 1.000. Se desat¨® el terror. Para empezar, entre la clase m¨¦dica. ¡°No sab¨ªamos a qu¨¦ nos enfrent¨¢bamos; qu¨¦ era ni c¨®mo se transmit¨ªa. En Espa?a nos llegaban consumidores de drogas que compart¨ªan jeringuillas [ahora, sin embargo, el 80% de las personas con VIH son hombres que tienen sexo con hombres]. Era gente muy joven que se mor¨ªa en seis meses¡±, explica el doctor y catedr¨¢tico Santiago Moreno. Otro catedr¨¢tico veterano, Emilio Bouza, del Hospital Gregorio Mara?¨®n, de Madrid (que tiene en consulta a 3.000 personas con VIH), echa la mirada cuatro d¨¦cadas atr¨¢s: ¡°Te encontrabas con gente muy deteriorada, con tuberculosis, diarreas terribles, tumores, el sarcoma de Kaposi, algunos casi ciegos y con el cerebro destruido. Y con el agravante de ser una muerte vergonzante, no solo para ellos, tambi¨¦n para su familia. La medicina no pod¨ªa nada contra aquello. No ten¨ªamos armas. Solo pod¨ªamos acompa?arles y demorar una muerte inevitable¡±.
Hasta mediados de los noventa murieron cada a?o de sida hasta 5.000 personas en Espa?a. El s¨ªndrome de inmunodeficiencia adquirida se convirti¨® en la primera causa de muerte entre la poblaci¨®n de entre 25 y 44 a?os, muy por encima de los accidentes de tr¨¢fico. Fue la mayor p¨¦rdida en esperanza de vida de una generaci¨®n. M¨¢s de 40.000 murieron entre 1981 y 1996. Lo que provoc¨® una muesca en la pir¨¢mide poblacional entre la gente de menor edad y, sobre todo, entre los hombres. En total, han muerto en Espa?a 60.000 personas; de ellas, 11.500 eran mujeres.
En aquellos tiempos de desolaci¨®n salt¨® al terreno de juego una nueva generaci¨®n de m¨¦dicos, muy j¨®venes, muchos residentes, la mayor¨ªa internistas, con una visi¨®n muy social de su oficio; con el deseo de ir m¨¢s all¨¢ de lo cl¨ªnico. Hoy no son m¨¢s de 300 los facultativos de primera l¨ªnea del VIH en Espa?a. Se conocen todos. Los pioneros est¨¢n al borde de la jubilaci¨®n, pero han creado escuela. ¡°Enfrentarse al sida era para un m¨¦dico lo m¨¢s cercano a la ilusi¨®n y el ideal de servicio que ten¨ªa cuando empezaba¡±, relata el doctor Santiago Moreno. ¡°?ramos m¨¦dicos, pero tambi¨¦n confidentes, amigos, familia; los ¨²nicos que les escuch¨¢bamos y acompa?¨¢bamos hasta el final, incluso en su casa. Hab¨ªa profesionales del hospital que les ten¨ªan aversi¨®n: hablaban con desprecio de los sidosos, del c¨¢ncer rosa y los yonquis¡±. El doctor Emilio Bouza relata su experiencia: ¡°Ten¨ªamos la voluntad de despu¨¦s de haber visto a uno que se te iba, ver al siguiente que se te iba y al siguiente. Y as¨ª se fueron potenciando las unidades de infecciosos en los hospitales espa?oles que han sido claves contra la covid¡±.
Eran tiempos en los que las muestras y las camas de los seropositivos se marcaban con un punto rojo, dada ¡°su alta peligrosidad¡±; se les operaba con doble guante y algunas de sus consultas se aislaban con celos¨ªas met¨¢licas. No pod¨ªan formar parte de las Fuerzas Armadas ni de los cuerpos de seguridad del Estado, ni acceder a ciertos empleos p¨²blicos. El VIH se transmit¨ªa por la sangre, pero tambi¨¦n por el semen, el l¨ªquido preseminal y las secreciones vaginales y rectales. Y esa peculiaridad marcaba la diferencia social. Lo recuerda el doctor Arribas: ¡°Eran pacientes que nadie quer¨ªa; pero siempre puedes hacer algo m¨¢s por un enfermo. Es tu trabajo. Aquella generaci¨®n de m¨¦dicos aprendimos una cosa importante en este oficio: a no juzgar a nadie. Me es indiferente por d¨®nde entre un virus, yo lucho contra ¨¦l¡±.
El esfuerzo de investigaci¨®n m¨¦dica y farmac¨¦utica contra aquel demoledor virus fue ¨²nico en la historia, sobre todo impulsado por el creciente activismo pol¨ªtico y social del colectivo LGTBI. En Espa?a, concentrado en la Coordinadora Estatal de VIH y Sida (Cesida). Seg¨²n el doctor Jos¨¦ Alcam¨ª, del Instituto de Salud Carlos III, ¡°en solo cinco a?os se identific¨® la enfermedad y se aisl¨® el virus; se caracterizaron sus genes y se hizo un test de diagn¨®stico para controlar las transfusiones de sangre y al infectado; y un marcador de eficacia: si bajaba la carga viral es que estaba mejorando. En 1986 ya hab¨ªa f¨¢rmacos, que estaban en el l¨ªmite de la toxicidad, pero comenzaban a salvar vidas. Y en 1996 lleg¨® una nueva generaci¨®n de antirretrovirales¡±. Sin embargo, el VIH ha ido siempre por delante de nuestro sistema inmunitario. Una de las razones es que inserta su ADN en el de la c¨¦lula hu¨¦sped. Es decir, en el ADN de la c¨¦lula humana infectada est¨¢ integrado el genoma del virus.
La bi¨®loga Mar¨ªa Rosa L¨®pez Huertas es desde el a?o 2002 investigadora de la unidad del sida del Instituto Carlos III, el laboratorio p¨²blico de referencia en la investigaci¨®n de retrovirus en Espa?a, en el que trabajan 25 m¨¦dicos, bi¨®logos, biom¨¦dicos, farmac¨¦uticos y qu¨ªmicos. L¨®pez Huertas intenta comprender los mecanismos de infecci¨®n del VIH: ¡°Quer¨ªa entender c¨®mo algo tan sencillo complica tanto la existencia a algo tan evolucionado como es el ser humano. Y la forma de vencerlo es entenderlo. Pero es complicado, porque al poco tiempo de entrar en un organismo crea unos reservorios latentes donde se mantiene en silencio y puede activarse en cualquier momento. Y el actual tratamiento antirretroviral no logra eliminar esos reservorios¡±.
¡ª?C¨®mo describir¨ªa al VIH?
¡ªEs el virus m¨¢s listo que conozco. Es de una gran inteligencia viral. Cambia miles de veces cada d¨ªa en un mismo paciente. Muta mucho, y ese es el principal obst¨¢culo para conseguir una vacuna.
El doctor Bonaventura Clotet es uno de los veteranos del VIH en Espa?a. Jefe de la unidad de VIH del Hospital Universitario Germans Trias i Pujol, de Badalona, y fundador de la Fundaci¨®n Lucha contra el Sida, dirige adem¨¢s el Instituto de Investigaci¨®n IrsiCaixa, dedicado al estudio biom¨¦dico del sida, con 125 profesionales. ¡°Este instituto se cre¨® en 1995, fue uno de los primeros centros en Espa?a de investigaci¨®n b¨¢sica del VIH. Y no nos hemos ce?ido a eso. La investigaci¨®n sobre el VIH ha sido una fuente de conocimiento para, por ejemplo, lograr una vacuna eficaz contra la covid en solo siete meses. Y quiz¨¢ el VIH no est¨¦ de moda en Occidente, pero sigue matando a un mill¨®n de personas en el mundo¡±, recuerda Clotet. Julia Garc¨ªa, directora cient¨ªfica del instituto, lucha contra esas muertes investigando y buscando una nueva vacuna.
Desde el comienzo de la pandemia la humanidad ha luchado por conseguir una vacuna contra el VIH, como se ha hecho a lo largo de la historia con otros virus letales. Pero los fracasos han sido estrepitosos. Mayte P¨¦rez, bi¨®loga y responsable del laboratorio de serolog¨ªa de la Unidad de Inmunopatolog¨ªa del Sida, que trabaja con el VIH desde 1996, explica el porqu¨¦: ¡°La tasa de mutaci¨®n de este virus es grand¨ªsima, hasta 10 millones de veces al d¨ªa; son docenas de miles de variantes en un solo paciente. Es el virus que m¨¢s muta. Tanto que hoy, 40 a?os despu¨¦s, es completamente distinto al de 1981¡å.
De ah¨ª la serie sucesiva de fracasos para inmunizar al g¨¦nero humano. La vacuna que m¨¢s ¨¦xito tuvo, desarrollada en 2007 en Tailandia, no super¨® un 30% de eficacia. Y fue descartada. El mismo camino sigui¨® el 31 de agosto de este a?o otra experimental, la Imbokodo, ensayada en ?frica desde 2017. Por fin, la multinacional Johnson & Johnson emiti¨® un comunicado este verano en el que suspend¨ªa el desarrollo de esa vacuna ¡°por no mostrar protecci¨®n suficiente contra la infecci¨®n en una poblaci¨®n de mujeres j¨®venes en ?frica subsahariana con alto riesgo de contraer el VIH¡±, seg¨²n la farmac¨¦utica. Su tasa de eficacia no pasaba del 25%. La esperanza est¨¢ hoy puesta en la Mosaico, desarrollada por Janssen, que se encuentra ya en la fase III de ensayos con un grupo de 3.800 hombres (un 10% en Espa?a) que tienen sexo con hombres y mujeres trans.
¡°El VIH ha demostrado ser una fuente de impresionante progreso m¨¦dico, pero de limitado avance social. Ha sido un ¨¦xito cient¨ªfico, pero un fracaso doloroso para la sociedad, porque 40 a?os despu¨¦s contin¨²a siendo una enfermedad innombrable. Hay una discriminaci¨®n asociada al sida que no logramos eliminar¡±, sentencia el doctor Santiago Moreno. ¡°Y ese es el gran desaf¨ªo¡±.
En el Centro Sanitario Sandoval, en el coraz¨®n de Madrid, intentan acabar con el sida y tambi¨¦n con ese estigma. Aqu¨ª se detectan 300 nuevos casos de VIH al a?o y se administra la p¨ªldora de la profilaxis prexposici¨®n, la PrEP, a 3.000 personas (y hay lista de espera de siete meses). El perfil de quienes acuden es un hombre de entre 25 y 30 a?os que tiene sexo con hombres. El 60% son latinoamericanos. Y abunda la prostituci¨®n masculina. El responsable del programa de la PrEP es el doctor ?scar Ayerdi, que la considera la mejor forma de prevenir la transmisi¨®n del virus: ¡°Y si previenes y diagnosticas r¨¢pido, cortas la cadena de transmisi¨®n¡±. El Centro Sandoval, enclavado en un vetusto palacete modernista ¡ªdonde naci¨® en 1928 como un sombr¨ªo dispensario contra las enfermedades ven¨¦reas en plena epidemia de s¨ªfilis¡ª junto al popular barrio de Malasa?a, se reconvirti¨® durante la Movida y ha sido desde el comienzo de la pandemia un s¨ªmbolo en la lucha contra el sida. Aqu¨ª lleg¨® en 1984 el novato doctor Jorge del Romero, hoy a punto de jubilarse, cuando el virus a¨²n no estaba bautizado. Su trabajo y el del equipo que dirige son el ejemplo de que lo sanitario y lo social pueden ir de la mano: ¡°Aqu¨ª hemos dado respuesta a todos los que ven¨ªan, fueran quienes fueran; con papeles y sin papeles; ricos y pobres; personas trans, gais y con todas las orientaciones; famosos y profesionales del sexo; toxic¨®manos por v¨ªa parenteral. Y he tenido las mejores experiencias de mi vida. Hemos tratado a gente muy machacada, les hemos buscado una salida y ayudado a normalizar su situaci¨®n. Quiero terminar mi vida profesional con esto encarrilado. Nunca hemos sido jueces; nos hemos limitado a informar y a ayudar, a prevenir y a tratar. A considerar el VIH como una enfermedad de transmisi¨®n sexual, no como un castigo divino. Pero no se puede bajar la guardia, porque el cond¨®n ha pasado a la historia, y hay m¨¢s pr¨¢cticas de riesgo que nunca¡±.
?lex tiene 31 a?os y es de Almer¨ªa; C¨¦sar, 24 y es de Uruguay; Fley, 30 y es de Sevilla. No se conocen. Los tres viven con el VIH. Saben que no van a morir de sida, pero los tres han tenido que aprender a vivir de nuevo. A contarlo, a mantener la autoestima; a manejar su sexualidad; a ayudar a otros; a huir del tab¨². Han tenido momentos de baj¨®n; desenga?os y decepciones. Y se han sentido discriminados. Pero es emocionante ver c¨®mo luchan por salir adelante. Lo resume ?lex, peluquero: ¡°Yo no me castigo. Es un virus que existe y yo una persona como otra. No tengo la culpa de nada. Simplemente vivo con el VIH¡±.
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