Debates con trampa
En un Estado con derechos, los servicios p¨²blicos b¨¢sicos deben ser iguales para toda la ciudadan¨ªa
El enunciado de la idea puede resultar atrayente: ?Por qu¨¦ vamos a pagar los libros de texto a ni?os que tienen rentas altas? ?Por qu¨¦ no cobramos las medicinas o las recetas a los que tienen m¨¢s? ?Por qu¨¦ no subir las tasas de servicios p¨²blicos en funci¨®n de la renta? Nuestra mente reacciona inmediatamente a favor de estas propuestas, sin caer en la cuenta de la infernal trampa que contienen.
La procedencia de estas ideas nos debiera hacer sospechar de sus intenciones ¨²ltimas. Es francamente escamante que los mismos que parecen estar tan interesados en el pago de servicios p¨²blicos seg¨²n la renta defiendan anular los impuestos a las herencias millonarias, acabar con el recargo a las rentas altas y suprimir el impuesto sobre el patrimonio. O, todav¨ªa peor, acaben de cargarse una subasta de medicamentos que hubiera ahorrado a Andaluc¨ªa 40 millones de euros en su primer a?o.
En un Estado con derechos, los servicios p¨²blicos b¨¢sicos deben ser iguales para toda la ciudadan¨ªa, independientemente de su procedencia social. La progresividad no se debe expresar en los servicios p¨²blicos, sino en el sistema impositivo. Es decir, el que es m¨¢s rico debe pagar impuestos, independientemente de su uso de los servicios. Lo que tiene que ser justo es el sistema impositivo y la recaudaci¨®n fiscal. Eso significa que cada ciudadano debe contribuir al mantenimiento de la escuela, los hospitales o los servicios sociales aunque no tenga hijos, ni enfermedades, ni invalidez alguna que atender. La democracia es mucho m¨¢s que la libertad o el derecho al voto, es tambi¨¦n la obligaci¨®n de contribuir al mantenimiento del bien com¨²n; es un contrato social por el que el bien ajeno es beneficioso para todos.
En contra de este principio de que son los impuestos los que deben sufragar y equilibrar las diferencias, se est¨¢ alimentando la idea de que cada servicio se pague en funci¨®n de la renta. De llevarse a cabo, cada hospital, cada centro educativo y cada servicio p¨²blico se convertir¨ªan en un centro recaudador. Se expedir¨¢n carnets de pobre o de rico, seg¨²n las circunstancias.
En Andaluc¨ªa se ha logrado que los libros de texto sean gratuitos hasta finalizar la educaci¨®n obligatoria. Con cierto trabajo conseguimos que la gratuidad figurase en el Estatuto de Autonom¨ªa y formase parte del car¨¢cter integrador de nuestra ense?anza p¨²blica. Cada familia ahorra al a?o m¨¢s de 300 euros con esta medida, sin embargo el coste es relativamente barato porque los libros pertenecen a los centros y se utilizan durante cuatro o cinco a?os por las sucesivas tandas de alumnos. Se ha acabado el doloroso espect¨¢culo de que tres meses despu¨¦s de iniciado el curso, muchos chavales y chavalas, a¨²n no ten¨ªan los libros porque sus familias carec¨ªan de recursos: todos tienen los mismos libros que deben cuidar, eso s¨ª, algo desportillados el ¨²ltimo a?o. Este curso, y hablo por experiencia directa, sin los libros gratuitos la situaci¨®n hubiese sido dram¨¢tica. Los profesores apenas nos atrevemos a exigir la compra de los libros de lectura (no incluidos en la gratuidad) porque el desembolso de unos pocos euros supone un problema para algunas familias.
Los defensores del sistema de copago o de rentas me dir¨¢n que, en esos casos, est¨¢ justificada la gratuidad, pero no nos enga?emos, acabar¨ªa con un derecho contemplado en nuestro Estatuto, y nos har¨ªa retroceder a los tiempos de la beneficencia ?En qu¨¦ renta se pondr¨¢ el l¨ªmite? ?Tendr¨¢n derecho las clases medias azotadas por la crisis, congeladas y estranguladas, a la gratuidad de los servicios p¨²blicos? En la ense?anza p¨²blica, en la salud, en los servicios sociales no abundan los ricos. En mi centro no hay uno solo. Imagino que han emigrado a la ense?anza privada, donde importan un pito los trescientos euros de los libros de texto.
En v¨ªsperas de las elecciones auton¨®micas la supresi¨®n de derechos, el retroceso a la beneficencia es un serio aviso de las pol¨ªticas que nos aguardan, envueltas en el celof¨¢n del populismo, alimentando el rencor social de unos contra otros para dejar intactos los privilegios de los poderosos.
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