Cambiar antes que imaginar
Esperemos que los partidos m¨¢s sensibles a lo que sucede sepan escoger entre la antipol¨ªtica y la ¡°otra pol¨ªtica¡±
Dice Marc Aug¨¦ que la crisis econ¨®mica y financiera nos ha robado el futuro. Hoy la incertidumbre se extiende sin l¨ªmite, y el miedo a lo que vendr¨¢ se convierte en epidemia. Los j¨®venes est¨¢n aprendiendo de tal manera a vivir en la precariedad que la han convertido en su h¨¢bitat natural. Y mientras, los mayores viven con el temor de perder pensiones, asistencia sanitaria o incluso de revivir viejos episodios de miseria. Vivimos en tiempos en que la tecnolog¨ªa y la econom¨ªa caminan mucho m¨¢s r¨¢pido que la pol¨ªtica. El relato pol¨ªtico suena obsoleto y reactivo ante una realidad que se modifica a un ritmo vertiginoso. Los partidos pol¨ªticos no son una excepci¨®n. Funcionan con par¨¢metros que resultan cada vez m¨¢s obsoletos. Parecen incapaces de enfrentarse a los cambios radicales que impulsa la gran transformaci¨®n cient¨ªfica y tecnol¨®gica. La gente no tiene m¨¢s remedio que aprender a moverse en nuevos escenarios de trabajo, de vida, que abren din¨¢micas y espacios in¨¦ditos. Es tal el cambio, que aprendemos a hacer cosas nuevas sin ni tan s¨®lo imaginarlas. Cambiamos el mundo y no tenemos ni tiempo para pensar hacia d¨®nde nos dirigimos. Experimentamos e improvisamos sin cesar, y mientras los partidos y las instituciones hablan de ¡°hojas de ruta¡±, de ¡°l¨ªneas rojas¡±, que en pocas semanas quedan superadas y olvidadas.
Venimos de tiempos en los que las ideolog¨ªas, los programas, las estrategias nos serv¨ªan para orientarnos. Y los partidos expresaban y organizaban esos distintos relatos. Los partidos pol¨ªticos eran, en el siglo XX, instrumentos m¨¢s o menos fiables, de imaginar futuros. Hoy, la gente hace de la necesidad relato, y se interviene, se act¨²a, sin mapa ni perspectiva. En cambio, nadie se siente protagonista de ese futuro que vemos deslizarse a nuestros pies. La pol¨ªtica (tradicional) no nos sirve, y la otra pol¨ªtica va encontrando ciertas dificultades en ir mucho m¨¢s all¨¢ de la antipol¨ªtica. Nos hemos acostumbrado ya al rosario de esc¨¢ndalos m¨¢s o menos sonoros que afectan d¨ªa s¨ª, d¨ªa tambi¨¦n, a cargos p¨²blicos, pol¨ªticos electos, gestores p¨²blicos, en connivencia con personajes de alto o bajo abolengo, pero siempre de m¨¢s que dudosa moralidad. Y as¨ª, mientras los que nos gobiernan nos piden sacrificios y nos acusan de vivir por encima de nuestras posibilidades, va creciendo la antipol¨ªtica y el populismo aliment¨¢ndose de la percepci¨®n de que pol¨ªticos, expol¨ªticos, banqueros y dem¨¢s ¨¦lites institucionales y econ¨®micas gozan de privilegios, indultos y exenciones que no est¨¢n a disposici¨®n del resto de mortales.
El debate pol¨ªtico institucional que controlan las maquinarias de los grandes partidos gira constantemente sobre c¨®mo asegurar el buen funcionamiento del mercado. Y los partidos m¨¢s alternativos no acaban de encontrar el equilibrio entre la defensa de las condiciones materiales de la gente y la necesaria reforma y modificaci¨®n de lo que ya no funciona de unas pol¨ªticas de bienestar que no protegen por igual a todos. Falta debate sobre los l¨ªmites que debe tener la mercantilizaci¨®n de la vida y falta, asimismo, debate sobre los l¨ªmites de los poderes institucionales. Y mientras, la gente m¨¢s desprotegida se lo va montando. De manera discutible. No siempre sostenible. Pero van naciendo y se van extendiendo redes de consumo, de cuidado, de apoyo mutuo. No es suficiente, ya que est¨¢ en peligro la subsistencia material y de salud de mucha gente. Pero indica la falta de respuesta de los grandes partidos ante la profundidad de la transformaci¨®n diaria de la vida. Internet cambia la calidad de la pol¨ªtica. No es solo un cambio tecnol¨®gico. Y los partidos apenas si se han dado cuenta de ello. Unos se muestran recelosos y dubitativos. Otros no logran salir de su marasmo. Y los hay que simplemente siguen en lo suyo. Necesitamos urgentemente saber si la Constituci¨®n, el Estatuto y los derechos que se han conseguido a lo largo de los a?os siguen vigentes y garantizan la subsistencia b¨¢sica. Cambiando lo que haya que cambiar. Discutiendo abusos y privilegios. Necesitamos pol¨ªtica. Otra pol¨ªtica. Esperemos que los partidos m¨¢s sensibles a lo que viene pasando sepan escoger entre la antipol¨ªtica y la otra pol¨ªtica. Mientras, seguiremos cambiando sin mapa.
Joan Subirats es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica de la UAB.?
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