Low muestran en Capitol su intolerable delicadeza
Con 20 a?os de discos, siempre se queda algo fuera
Fueron generosos, la verdad. Aunque presentaban C¡¯mon (2011), su noveno disco, quiz¨¢ el m¨¢s luminoso y optimista de toda su carrera, reverso del ¨¢spero y desesperanzado Drums and Guns de hace ya cinco a?os, no se quedaron ah¨ª. Los norteamericanos Low rescataron el viernes en Santiago alg¨²n tema veterano, como aquel Sunflower de principios de la d¨¦cada pasada, y repasaron sin prisa su ¨¢lbum m¨¢s emblem¨¢tico, The Great Destroyer (2005), y los dos que lo flanquean en su robusta discograf¨ªa. De todas las combinaciones posibles, los de Minnesota escogieron la m¨¢s dif¨ªcil: un concierto apenas esbozado, de una delicadeza casi intolerable. Solo para iniciados en el culto.
Alan Sparhawk, Mimi Parker y Steve Garrington se toparon con un p¨²blico vagamente entusiasta en la sala Capitol. Buena entrada, aunque m¨¢s r¨¢cana que la de Mark Lanegan y su banda, un d¨ªa antes en la arrolladora presentaci¨®n de Blues Funeral (2012), y el silencio justo. Promet¨ªan ser cuatro, con el bater¨ªa Eric Pollard, aliado de Sparhawk y Garrington en Retribution Gospel Choir, pero finalmente asomaron con su formaci¨®n cl¨¢sica de tr¨ªo. La sorpresa la puso el telonero. Ra¨²l Pastor, alias Rauelsson, apareci¨® sobre el escenario junto a Peter Broderick, con quien ha colaborado en R¨¦plica (2012).
C'mon consumi¨® el primer trecho del concierto. Sonaron casi sin soluci¨®n de continuidad Nothing But Heart, Try To Sleep, Nightingale, Witches y la conmovedora Especially Me, con Mimi Parker oficiando desde el fondo del escenario y el tiempo hecho a?icos. Con Monkey empez¨® otra etapa del ochomil: el repaso a los cl¨¢sicos y las quinielas. Es imposible tocarlo todo con una producci¨®n como la de Low. Son casi 20 a?os. Siempre se queda alguna fuera. Siempre hay una facci¨®n de la sala que se va silbando su decepci¨®n al pr¨®ximo bar.
The Great Destroyer es un ¨¢lbum sobresaliente. Era previsible que le dedicaran algunos minutos, y cumplieron: adem¨¢s de Monkey y la imprescindible Pissing, regalaron hacia el final del concierto una conmovedora Silver Rider. Tambi¨¦n se remontaron hasta Things We Lost In The Fire (2001) y repasaron Trust (2002), y por supuesto Drums and Guns, primero con Murderer y luego, en los bises, con Violent Past. Alan Sparhawk apenas dijo una palabra en toda la noche. Los de abajo, al menos en los primeros metros, tampoco.
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