La Xunta y las fusiones
Hoy ser municipio peque?o sirve para obtener m¨¢s financiaci¨®n. Deber¨ªa ser al contrario
Como en la vida, en la gesti¨®n p¨²blica suele ser buena idea reflexionar antes de actuar. Los libros blancos, los programas, los documentos estrat¨¦gicos, los informes de todo tipo deben informar y ayudar a quien debe tomar decisiones p¨²blicas, que en la mayor parte de los casos son decisiones pol¨ªticas que deben conciliar intereses distintos u opuestos, y que generan ganadores y perdedores.
La reorganizaci¨®n de la estructura institucional en Espa?a y en Galicia es un buen ejemplo. Existe un amplio consenso sobre las disfuncionalidades de todo tipo que genera la superposici¨®n de las autonom¨ªas de corte federal con las diputaciones propias de un Estado unitario. Y es evidente que la movilidad de las personas y la distribuci¨®n de la poblaci¨®n en el espacio nada tienen que ver con la del siglo XIX.
Ante ello, necesitamos propuestas completas y flexibles. Porque la realidad no es la misma en todas partes. Pongamos algunos ejemplos. Es verdad que la cooperaci¨®n intermunicipal es siempre deseable y necesaria. Pero la cooperaci¨®n es compleja y genera ¡°costes de transacci¨®n¡±. Ponerse de acuerdo no siempre es f¨¢cil, hay que hablar mucho y negociar. Para un ayuntamiento muy peque?o, de menos de 2.000 habitantes por ejemplo, la cooperaci¨®n acaba siendo necesaria para casi todo, si se quieren hacer las cosas bien. Al fusionarse con otro u otros municipios pr¨®ximos y de tama?o y problem¨¢tica similar, se acceden a econom¨ªas de escala que permiten hacer m¨¢s, m¨¢s barato y mejor. Incluso el control pol¨ªtico mejora, porque las agrupaciones locales cuentan con m¨¢s medios y la informaci¨®n fluye con m¨¢s rigor.
Es verdad que existen al menos dos alternativas a esa fusi¨®n: las Diputaciones y la privatizaci¨®n. Sin embargo, ambas son necesariamente parciales. La experiencia muestra que el cat¨¢logo de competencias gestionables por entes provinciales y empresas privadas es limitada. Todo es m¨¢s f¨¢cil con municipios por encima de los 5.000 habitantes. Por el contrario, una fusi¨®n entre Ames y Santiago de Compostela, por ejemplo, no puede justificarse por la b¨²squeda de econom¨ªas de escala, m¨¢s all¨¢ de que pasados los 100.000 censados el sistema de financiaci¨®n local se hace algo m¨¢s generoso. Aqu¨ª la cooperaci¨®n tiene m¨¢s sentido que la fusi¨®n a secas, a trav¨¦s de ¨¢reas metropolitanas funcionales, como propusimos en su d¨ªa para el caso del ¨¢rea Vigo-Pontevedra
En cuanto a las Diputaciones provinciales, su futuro depende de lo que hagamos con todo lo dem¨¢s. Si nada cambia, siguen siendo instrumentos ¨²tiles; unas m¨¢s que otras, todo hay que decirlo. Si avanzamos en esa configuraci¨®n de ¨¢reas metropolitanas o urbanas, las Diputaciones deber¨ªan desaparecer de esos espacios. Y habr¨ªa que ver si tiene alg¨²n sentido mantenerlas como nivel de gobierno supramunicipal o ser¨ªa preferible la comarca como espacio de cooperaci¨®n horizontal, entre municipios, y vertical, con la Xunta.
Por todo lo anterior es positivo que la Xunta quiera ser activa en el proceso y que est¨¦ dispuesta a asumir sus costes (cuantos menos municipios, menos alcaldes y concejales). Pero es importante tener muy clara la hoja de ruta. Bienvenidos sean los movimientos espont¨¢neos que buscan la fusi¨®n intermunicipal. Pero eso ni es m¨¦rito de la Xunta, ni puede ser su modus operandi. Lo que se necesita es una estrategia global bien pensada, un discurso claro que vaya m¨¢s all¨¢ de los ahorros en cargos electos, para hacerle ver a la gente que los localismos paranoicos nos conducen a menos, y una utilizaci¨®n inteligente de los instrumentos de que dispone.
Hoy ser un municipio peque?o punt¨²a positivamente para obtener financiaci¨®n suplementaria de la Xunta y las Diputaciones. Debe ser justo al contrario. El que quiera mantener una independencia de papel que se la pague. No estamos para lujos y no podemos utilizar el dinero que debe ir a sanidad, educaci¨®n o I+D a financiar a municipios que no quieren asumir que el mundo ha cambiado y que es m¨¢s peque?o: cinco kil¨®metros del siglo XIX hoy equivalen a veinticinco.
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