Cosas que no cuestan dinero
El talante del nuevo Gobierno deber¨ªa caracterizarse por una escucha activa de la sociedad
Sin Andaluc¨ªa, ser¨ªan felices. ?Para qu¨¦ emplear m¨¢s palabras? Sin Andaluc¨ªa las afirmaciones del ministro de Econom¨ªa sonar¨ªan como las de Mois¨¦s al enunciar los 10 mandamientos en el monte Sina¨ª, en vez de c¨®mo el sonsonete afilado del se?or Burns, propietario de la central nuclear en la serie Los Simpson. Sin Andaluc¨ªa, el bronceado intenso de Ana Mato no contrastar¨ªa de forma tan clara con el intento de expulsar del sistema sanitario a los morenos naturales de allende los mares.
?Andaluc¨ªa era imprescindible para cerrar el c¨ªrculo, asentar el pensamiento ¨²nico de que la crisis econ¨®mica no puede ser superada sino con la liquidaci¨®n de una parte importante del Estado de bienestar y con una modificaci¨®n del actual Estado de las autonom¨ªas. El pastel estaba cocinado y la mesa puesta. La ¨²nica pluralidad, con mando en plaza, ser¨ªa la del Gobierno de Artur Mas, con quien el PP mantiene un 99% de coincidencias en materia econ¨®mica y social. En cuanto a las divergencias, ser¨ªan altamente rentables. O bien se producir¨ªa un acuerdo bilateral con Catalu?a o una confrontaci¨®n de bajo nivel en el que los contendientes se envolver¨ªan en las banderas espa?olas y catalanas, respectivamente, para alborozo de sus respectivos nacionalistas.
Pero Andaluc¨ªa siempre llega cuando no se la espera. Ya pas¨® cuando decidi¨®, contra todo pron¨®stico, conquistar la autonom¨ªa plena y romper un mapa desigual. Ahora ha vuelto a ocurrir, a la manera de este contradictorio siglo XXI, con menos ¨¦pica y m¨¢s contradicciones; sin las grandes pasiones y enormes esperanzas de hace tantos a?os. Pero lo ha vuelto a hacer y, pese a quien pese, se ha situado en el centro del debate pol¨ªtico, con las banderas algo ajadas, pero con el mismo latido de igualdad.
El nuevo Gobierno debe ser consciente de que recibe un legado delicado que debe implicarlos m¨¢s all¨¢ de sus propias fuerzas. El pueblo andaluz sabe las dificultades de la situaci¨®n actual: la escasez de fondos p¨²blicos, los l¨ªmites de la gesti¨®n pol¨ªtica, la dificultad de invertir la rueda que nos empuja hacia el precipicio. No esperan milagros asombrosos pero ser¨¢n absolutamente exigentes en las formas de ejercer el poder pol¨ªtico, en la sensibilidad de las medidas que se adopten y en el ejemplo que ofrezcan a la sociedad andaluza.
En pol¨ªtica, como en la vida, hay muchas cosas que no cuestan dinero pero que nos devuelven la confianza. No cuesta dinero, sino todo lo contrario, la honradez ni la sensibilidad social. No cuesta dinero poner en marcha de forma inmediata un c¨®digo ¨¦tico que no solo prevenga contra los casos de corrupci¨®n, sino que nos proteja de cualquier uso clientelar del poder pol¨ªtico. Tampoco ser¨ªa mala idea recuperar la educaci¨®n y la elegancia como valores de la izquierda, fundamentalmente ahora que la derecha se ha vuelto lenguaraz e insultante.
No cuesta dinero la participaci¨®n y el di¨¢logo social, pero el de verdad, no el que se reduce a una consulta institucionalizada a las organizaciones sociales. Miles y miles de andaluces y andaluzas estar¨ªan deseando aportar sus conocimientos e ideas para mejorar nuestros servicios p¨²blicos, fomentar el empleo, proteger el medio ambiente o avanzar en igualdad de oportunidades. El talante del nuevo Gobierno deber¨ªa caracterizarse por una escucha activa de la sociedad, lejos del autoritarismo o del paternalismo desmovilizador que nos ha privado de tantos talentos y soluciones.
Andaluc¨ªa no va a buscar confrontaciones, se las va a encontrar en el camino. Sin dar siquiera tiempo a que se constituya el Parlamento, el Gobierno central ya ha planteado tres recursos contra decisiones andaluzas (subasta medicamentos, ley de incompatibilidades y oposiciones de docentes) y ha pronunciado las palabras temibles que suenan a golpe anti-andaluz: si no obedecen, ser¨¢n intervenidos. Una amenaza inaceptable que nos recuerda a la frase favorita del personaje citado de Los Simpson, el due?o de la central nuclear, cada vez que los trabajadores desoyen sus ¨®rdenes: ¡°?Suelte a los perros!¡±.
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