Dos varas de medir
El deterioro de la solvencia de cualquier comunidad, reca¨ªa como un 'boomerang' contra la marca Espa?a
Ya s¨¦ que no es pol¨ªticamente correcto decirlo en voz alta pero est¨¢n maltratando a Andaluc¨ªa. Ya s¨¦ que en medio de la tormenta financiera que se abate sobre nuestro pa¨ªs, es mejor salvar el acuerdo por el que se han aprobado los planes de las comunidades aut¨®nomas y esperar tiempos mejores, pero la verdad no puede resentirse hasta el extremo de presentar como justa, la injusticia y como colaboraci¨®n el resultado de la amenaza.
En primer lugar, ha sido el Gobierno y solo el Gobierno quien se ha empe?ado en desprestigiar la labor de las comunidades aut¨®nomas y la que ha desplazado el d¨¦ficit del Gobierno central hacia la periferia. Ha sido una tremenda irresponsabilidad porque el deterioro de la solvencia de cualquier comunidad, reca¨ªa como un boomerang contra la marca Espa?a. Pero ha exigido el recorte auton¨®mico, m¨¢s all¨¢ de lo razonable, como una forma de forzar la disminuci¨®n del gasto en los servicios p¨²blicos esenciales, salud y educaci¨®n, a los que no aman en absoluto.
En segundo lugar, el Gobierno central ha jugado contra la marca Andaluc¨ªa especialmente desde que perdieron las elecciones del pasado 25-M. El ministro Montoro, que el jueves se invisti¨® de la autoridad de un juez y de un censor de cuentas, dedic¨® buena parte de su actividad en los meses pasados a desprestigiar las finanzas andaluzas, a hablar de facturas ocultas y de balances poco transparentes. Ni siquiera pidi¨® perd¨®n por sus afirmaciones cuando se demostr¨® de forma fehaciente que Andaluc¨ªa deb¨ªa a los proveedores menos de la mitad que Valencia y casi igual que Murcia con una poblaci¨®n de 400.000 habitantes. Atacar las finanzas andaluzas ha sido un deporte entre los altos cargos del PP, jaleados por las peticiones de intervenci¨®n de la derecha medi¨¢tica.
Pero el castigo a Andaluc¨ªa no ha cesado ni por un momento y el antiandalucismo se ha convertido en leitmotiv de la pol¨ªtica estatal. Se ha establecido as¨ª una doble vara de medir en las decisiones econ¨®micas que los gobernantes andaluces deber¨ªan de explicar con claridad. En la reuni¨®n del Consejo de Pol¨ªtica Fiscal y Financiera donde se aprobaron los planes de ajuste de las comunidades se pudo comprobar la falta de ecuanimidad y de criterios. El tribunal ante el que Andaluc¨ªa presentar¨ªa sus cuentas era inquietante. El juez supremo que marcar¨ªa el destino de Andaluc¨ªa, el se?or Montoro, el mismo que nos mandaba al infierno de la intervenci¨®n sin mirar ni siquiera los balances. Mientras que las cuentas de Murcia, Castilla-La Mancha o Valencia, que duplican el d¨¦ficit andaluz, fueron aprobadas literalmente ¡°con nota¡±, amagaron con dejar en suspenso las cuentas de Andaluc¨ªa. Mientras que a otras comunidades se les aceptaban recortes contabilizados a la manera de las cuentas del Gran Capit¨¢n a Andaluc¨ªa se les exig¨ªa justificar hasta el ¨²ltimo euro.
Sin querer provocar ninguna confrontaci¨®n territorial con Catalu?a, cuyo conseller tuvo diez veces m¨¢s visi¨®n de estado que el propio ministro Montoro, a esta comunidad se le acept¨® recuperar la inversi¨®n prevista en su Estatuto de Autonom¨ªa, mientras que a Andaluc¨ªa no se le permiti¨® hacer exactamente lo mismo: a saber, que el Estado debe abonar 408 millones de euros para cumplir lo que establece el Estatuto de Autonom¨ªa de Andaluc¨ªa ni mucho menos computar como parte del ajuste andaluz los 1.500 millones que el Estado debe de a?os anteriores.
No s¨¦ hasta qu¨¦ punto la discreci¨®n o el miedo son el mejor acompa?ante para Andaluc¨ªa en esta tormentosa traves¨ªa. Los sacrificios que se les van a exigir a los andaluces, especialmente a los funcionarios, no van a ser f¨¢ciles de entender si no se explica el contexto pol¨ªtico que nos acompa?a o que nos amenaza. No solo hay que salvar los servicios p¨²blicos de envites privatizadores y de su deterioro, tambi¨¦n hay que proteger a los profesionales que los hacen posibles. Por ellos hay que apurar al l¨ªmite las posibilidades de negociaci¨®n, aplacar la dureza de los recortes, valorar su trabajo y su tiempo. Y, sobre todo, contar la verdad.
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