Semanas caribe?as y fundaciones opacas
Casos como el de D¨ªvar muestran que las viejas tribus se encarnan hoy en el corporativismo, sea judicial o pol¨ªtico
La salida a la luz de los viajes y las semanas caribe?as de Carlos D¨ªvar, presidente del Supremo y del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), ha hecho de general conocimiento hoteles como el Marbella Club Golf Resort & Spa o Puente Romano, en la Costa del Sol. Hemos descubierto que la v¨ªa m¨¢s corta para ir de Madrid a Oviedo es haciendo parada y fonda en Puerto Ban¨²s. Todo con dinero p¨²blico, pero nadie ha dimitido. En todo caso, siete vocales del CGPJ han pedido que deje el cargo el juez Jos¨¦ Manuel G¨®mez Ben¨ªtez, que fue quien denunci¨® el caso D¨ªvar.G¨®mez Ben¨ªtez debe dimitir por su deslealtad, ya que recurri¨® a los tribunales en lugar de haber planteado el asunto civilizadamente, en el seno del organismo de gobierno de los jueces. Afortunadamente, el buen tino de la fiscal¨ªa decidi¨® preservar la armon¨ªa solidaria y acab¨® archivando tan injusta denuncia.
Desde que tuvo conocimiento de la denuncia, D¨ªvar traslad¨® a otros colegas del Consejo del Poder Judicial que si ¨¦l ca¨ªa no iba a caer solo. En la reuni¨®n de la permanente pregunt¨®: ¡°?Por qu¨¦ han tenido esa crueldad conmigo, si hay otros vocales que gastan m¨¢s?¡±. Su jefe de gabinete lleg¨® a solicitar una relaci¨®n de todos los gastos de viajes y atenciones protocolarias de los vocales.
Pascual Sala, presidente del CGPJ entre 1990 y 1996, plante¨® la destituci¨®n del entonces vocal Luis Pascual Estivill ¡ªque acab¨® en prisi¨®n por vender sentencias¡ª, que estaba imputado en una causa por delito fiscal. La propuesta solo obtuvo el voto de ocho de los 17 vocales.
Ahora solo cinco vocales ¡ªentre ellos G¨®mez Ben¨ªtez¡ª han pedido la dimisi¨®n de D¨ªvar, contra siete que han solicitado la del denunciante. El organismo de gobierno de los jueces ha pasado con notable alto el examen de su vetusto coporativismo.
Lo mismo con los Mossos. Una inesperada sentencia de la Audiencia de Barcelona ha venido a turbar la paz al condenar a entrar en prisi¨®n a cuatro mossos d¡¯esquadra que maltrataron ¡°por error¡± a un ciudadano rumano. La equivocaci¨®n fue premiada hace unas semanas por el Gobierno central con un generoso indulto que descalificaba la sentencia en firme, con inhabilitaci¨®n y penas de c¨¢rcel, impuesta por el Tribunal Supremo. El portavoz de CC OO de la polic¨ªa catalana ped¨ªa al consejero Felip Puig ¡°alg¨²n tipo de presi¨®n¡± porque ¡°¨¦l sabe que son inocentes¡±. Invocaba a que el Ejecutivo interfiriese nuevamente para que la anomal¨ªa democr¨¢tica del indulto, como dec¨ªa el profesor Joan Queralt en estas p¨¢ginas, volviera a ser ejercida.
El manual del atavismo marca que cuando se ataca a alguien de la tribu, el resto debe defenderlo. Y ahora viejas tribus se han reencarnado en las corporaciones: judiciales, policiales, pol¨ªticas¡ Debe triunfar el esp¨ªritu de cuerpo, como cuando en el franquismo, frente al enemigo exterior ¡ªbien directamente, bien a trav¨¦s de agentes subversivos¡ª que pretend¨ªa arruinar la felicidad de Espa?a.
Se malgasta mucha ¨¦tica de manual dando consejos de aplicaci¨®n ajena y se desperdician ocasiones para predicar con el ejemplo. En Espa?a la incipiente ley de transparencia, por ejemplo, deja fuera de su competencia la Casa Real. En Catalu?a, casi simult¨¢neamente, se impulsa un borrador de las mismas caracter¨ªsticas, que har¨¢ opacos los ingresos que perciben las fundaciones vinculadas a los partidos pol¨ªticos.
Despu¨¦s de que la investigaci¨®n del caso Palau apuntara a que la Fundaci¨®n Trias Fargas, vinculada a CDC, hab¨ªa recibido la tan generosa como ins¨®lita donaci¨®n de 630.000 euros del coliseo modernista, CiU y el PP han decidido enmendar la ley de transparencia para que avance la oscuridad. Mejor con la luz apagada. Hay que ser indulgente con las peque?as imperfecciones. Las modificaciones pretenden limitar el poder de inspecci¨®n y de sanci¨®n al protectorado de fundaciones, creado para garantizar transparencia, y suprimir el acceso p¨²blico al registro de esas entidades. Tampoco ser¨¢ necesario que las fundaciones hagan p¨²blico su balance social.
Los esp¨ªritus destructivos no hallar¨¢n resquicio para meter su zarpa inquisitorial. El reino de las subvenciones a fundaciones ser¨¢ opaco. Judicatura, polic¨ªa y partidos brindan ejemplos lo suficientemente edificantes para confirmar ese doble juego de pesas y medidas que se emplea para ciertas tribus y para los mortales sujetos a la legislaci¨®n com¨²n.
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