En la variedad est¨¢ la diversi¨®n
Un p¨²blico variopinto salud¨® el heterog¨¦neo cartel de presentaci¨®n del Primavera Sound
Ya est¨¢, ya ha comenzado, lo hizo ayer y hasta el domingo palpitar¨¢, escampar¨¢ m¨²sica, sonrisas, alguna decepci¨®n y centenares de sensaciones m¨¢s entre los aficionados. Es el San Miguel Primavera Sound, citado este a?o con el calor y con un concierto que marc¨® el inici¨® de su andadura en el paseo Llu¨ªs Companys, situando su escenario de espaldas al Arco de Triunfo, impasible espectador del ir y venir de los m¨¢s diversos tipos de p¨²blico concentrados ante la suculenta oferta musical de esta primera jornada de actividades. El protagonismo se centr¨® en los ingleses The Wedding Present, pero la oferta propuso otras cuatro bandas para redondear un aperitivo tan suculento y abundante que no merecer¨ªa tal nombre.
En los ¨²ltimos tiempos se ve ante algunos establecimientos hosteleros de la ciudad a amables camareros que ofrecen de manera gratuita peque?as tapas como anticipo del presunto ed¨¦n gastron¨®mico que se podr¨¢ disfrutar si se entra en el establecimiento. En alg¨²n sentido el Primavera Sound ha hecho los mismo, pero a lo bestia, a lo grande. Si las tapitas que ofrecen los hosteleros apenas tienen tama?o para perderse entre los dientes, el Primavera ha ofertado de forma gratuita este entrante que en realidad era una cena completa. El colapso que el a?o pasado sufri¨® el Poble Espanyol en una v¨ªspera como ¨¦sta ha aconsejado llevar el inicio oficioso del festival a un espacio m¨¢s amplio, adem¨¢s de quedar as¨ª facilitada la fraseolog¨ªa propia en estos casos, que por lo general versa sobre la voluntad de insertar el festival en la ciudad. Estupendo.
La cosa es que a las 18 horas ya hab¨ªa algunos espectadores para seguir la actuaci¨®n de la representaci¨®n local, los No More Lies recuperando repertorio adolescente para que quede bien clarito que el tiempo tambi¨¦n pasa para los que apenas superan la treintena. Y es que la edad es como la obesidad: cada uno tiene su propia medida. Exceptuando los 120 veinte a?os y los 120 kilos, todo lo dem¨¢s es relativo. O al menos eso viene bien creer. No More Lies se aplicaron con la certeza de que el tiempo pasa pero que seg¨²n como la mella que hace no es determinante. Todav¨ªa. Tras el final de su actuaci¨®n se pudo reparar en la estimulante variedad de p¨²blico all¨ª presente. Los extranjeros eran distinguibles porque aplicados como son ya luc¨ªan en su gran mayor¨ªa la pulsera amarilla fosforito que este a?o distingue a quienes han adquirido el abono. All¨ª no era necesario, pero mejor conseguir ser anillado antes de que las masas conviertan el tiempo en colas. Se pudo tambi¨¦n comprobar c¨®mo la iniciativa empresarial espa?ola va a m¨¢s, siendo perceptible la presencia de ¡°lateros¡± que no pronunciaban ¡°se?or¡± con acento ex¨®tico.
El modelito m¨¢s celebrado era un vestido largo como de macram¨¦
A eso de las 19 horas apareci¨® en escena Jeremy Jay, un norteamericano nacido en un suburbio de San Diego con un nombre que parece de cachondeo, Vista Chula. Y s¨ª, escuch¨¢ndole se dir¨ªa que su vida no ha sido oscurecida por las sombras. Jeremy present¨® su pop delicado, melanc¨®lico que no l¨¢nguido y con un punto de br¨ªo comedido. En ocasiones recordaba a The Go Betweens, banda que podr¨ªa situarse entre sus influencias. A¨²n con todo lo que anclaba su discurso a los tiempos que corren era la teclista, una joven con minifalda que bailaba como una monjita de asueto, flexionando ora una rodilla ora la otra en una muestra de ingenuidad pel¨ªn irritante. Ni tan siquiera el calculado vuelo de la falda pasaba de gesto naif. Jeremy, que ya ha visto este despliegue gestual en multitud de ocasiones, se apoyaba s¨®lo en los acordes de los teclados para perfilar sus canciones, bonitas sin m¨¢s. Como tantas cosas en este mundo que jam¨¢s pasar¨¢n de eso.
El sol se iba aplacando mediada la actuaci¨®n del de la vista chula, pero el personal se resist¨ªa a levantarse de entre las lenguas de c¨¦sped que acog¨ªan unos cuerpos a¨²n no exhaustos. Era el momento de mirar las tendencias de la moda que viene, y comprobar que los pantalones cortos se resisten a desaparecer. Como las resacas. El modelito m¨¢s celebrado era un vestido largo como de macram¨¦, pero con la particularidad que entre hilo e hilo, nudo y nudo, cab¨ªa al menos un pulgar. Las portadoras, dos se?oritas, una de blanco la otra de negro, mostraban as¨ª sus tatuajes y bastantes cosas m¨¢s que unas mujeres musulmanas miraban bajo su pa?uelo con la naturalidad propia del cosmopolitismo barcelon¨¦s. Tambi¨¦n concit¨® miradas una falda confeccionada a ganchillo que recordaba de forma muy poderosa a los tapetes de las mesas camillas. S¨®lo falt¨® que la portadora completase la imagen con un brasero. Lo mejor del caso es que estas im¨¢genes, ya consabidas en los festivales, eran pasto de la ciudadan¨ªa que sin inter¨¦s mayor que la variedad de personal, posaba sus ojos en el panorama. La mezcla de ambientes siempre depara instantes ins¨®litos.
Los ingleses The Wedding Present hicieron un concierto potente, que no estruendoso
Con el sol ya retirado y el ambiente empapado con el tradicional olor a frankfurt festivalero, subespecie del frankfurt de toda la vida y de cuya calidad es oportuno omitir comentarios, comenz¨® la actuaci¨®n estrella de la velada. El p¨²blico, sin atestar la zona, ya estaba por detr¨¢s de las dos pantallas que permit¨ªan ver a distancia lo que ocurr¨ªa en escena. El volumen, amplificado por un equipo de retardo situado junto a las pantallas, era alto pero sin llegar a desmoronar los ladrillos del Arco de Triunfo. Result¨® una buena medida, porque The Wedding Present son un grupo ruidoso. No estruendoso, conste. Esta veterana formaci¨®n, autora de un disco maravilloso en cuya portada aparec¨ªa reivindicado George Best, se apuntaba en escena a recuperar otro de sus discos, en este caso Seamonsters, ¨¢lbum de 1991. La verdad es que sus canciones no sonaron como antiguallas, lo que no se sabe si es un elogio al grupo o una cr¨ªtica a nuestros tiempos. La banda son¨® convincente en la construcci¨®n de sus recursos, fundamentalmente basados en el trabajo de las guitarras ¨Craca raca se podr¨ªa decir de forma expresiva aunque poco elegante y t¨¦cnica- rasgando melod¨ªas que sin su furia ser¨ªan incluso tiernas. M¨¢s tarde la cosa se endurecer¨ªa con The Walkmen y Black Lips, final de una fiesta que no pod¨ªa acabar muy tarde.
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