Contra el propio tejado
Las comunidades aut¨®nomas tambi¨¦n son Estado y el descr¨¦dito de las mismas es el descr¨¦dito del Estado espa?ol
Andr¨¦s Ortega en su blog Luces Largas publicaba una entrada en la edici¨®n digital de EL PA?S de ayer jueves con el t¨ªtulo El descr¨¦dito de un pa¨ªs, en la que inclu¨ªa el resultado de una encuesta realizada en nueve pa¨ªses europeos por el Centro Pew, en la que se solicitaba a los ciudadanos de cada uno de ellos que valoraran a los dem¨¢s pa¨ªses incluido el suyo. Subrayaba el autor que los ciudadanos espa?oles nos valoramos no menos, sino mucho menos, de lo que nos valoran los dem¨¢s. Mientras la valoraci¨®n positiva de Espa?a llega al 75% en Alemania, 68% en Francia, 70% en Inglaterra y 58% en Italia, nosotros nos valoramos con un 45%. Alemania nos valora por encima de Inglaterra: 75% a 72%, Francia nos valora por encima de la propia Francia y de Inglaterra: 68% frente a 64%, e Inglaterra por encima de Alemania: 70% frente a 67%.
Los resultados de la encuesta deber¨ªan hacernos reflexionar. Estamos tirando piedras contra nuestro propio tejado. Somos nosotros mismos los que estamos contribuyendo a desprestigiar nuestras propias instituciones y a minar, en consecuencia, su credibilidad. No quiero poner muchos ejemplos, porque har¨ªa lo contrario de lo que creo que se debe hacer. Pero s¨ª voy a poner uno, que me parece que ilustra bien lo que estoy diciendo. ?C¨®mo es posible que en un pa¨ªs que se respete a s¨ª mismo se haya atacado la credibilidad del Banco de Espa?a de la forma en que se ha hecho, llegando incluso a confiar la valoraci¨®n de la solvencia de los bancos espa?oles a firmas extranjeras? Los resultados de esa manera de proceder est¨¢n a la vista, como hemos tenido ocasi¨®n de comprobar en estos ¨²ltimos d¨ªas.
No cabe duda de que un sistema pol¨ªtico vivo y con instinto de conservaci¨®n tiene que estar abierto a la cr¨ªtica dentro del propio sistema. Pero una cosa es hacer cr¨ªtica y otra destruir el prestigio de las instituciones. Pongo otro ejemplo. La sociedad espa?ola ha conseguido una respuesta en la Constituci¨®n de 1978 para renovar la unidad de Espa?a mediante el ejercicio del derecho a la autonom¨ªa por las nacionalidades y regiones que la integran, que ha servido como punto de referencia en bastantes otros pa¨ªses que han tenido que enfrentarse con el problema de la distribuci¨®n territorial del poder. La respuesta constitucional espa?ola ha sido muy bien valorada fuera de nuestro pa¨ªs. Y tambi¨¦n dentro hasta que se ha desatado la campa?a de desprestigio de la misma.
Es una respuesta que ha operado mejor que bien durante los 30 a?os fundacionales del Estado democr¨¢tico espa?ol y que est¨¢ atravesando por un momento muy dif¨ªcil como consecuencia de una crisis de una naturaleza desconocida hasta la fecha y de una intensidad muy superior a la que nadie previ¨®.
La reacci¨®n que se est¨¢ produciendo en sectores muy significativos y poderosos de la sociedad espa?ola no puede ser m¨¢s preocupante. En lugar de ver qu¨¦ es lo que hay que hacer para adaptarla a los retos con los que tenemos que enfrentarnos, se ha puesto en marcha una campa?a de desprestigio, convirtiendo a las comunidades aut¨®nomas en una suerte de chivo expiatorio. El Estado cumple y las comunidades aut¨®nomas no. Este es el mensaje que se est¨¢ transmitiendo dentro y fuera de Espa?a. Es un mensaje que no descansa en una evidencia emp¨ªrica sostenida, pero que al ser transmitido desde el propio Gobierno y con el apoyo de medios de comunicaci¨®n muy potentes, acaba teniendo una gran credibilidad. Buena prueba de ello es que las referencias de la Comisi¨®n Europea al descontrol de las comunidades aut¨®nomas cada vez son m¨¢s frecuentes.
Se trata de un camino que no lleva a ninguna parte. Las comunidades aut¨®nomas tambi¨¦n son Estado y el descr¨¦dito de las mismas es el descr¨¦dito del Estado espa?ol. Ya lo estamos comprobando.
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