La chica de Harlem
El Festival D¨ªa de la M¨²sica se estrena con un breve directo ¡®antiespect¨¢culo¡¯ de Azealia Banks
Cuarenta minutos, exactamente el doble que hace dos meses en el Coachella, cita californiana del qui¨¦n es qui¨¦n en la m¨²sica, fue lo que dur¨® el directo de Azealia Banks ayer en la primera noche del Festival D¨ªa de la M¨²sica. Un anti espect¨¢culo por lo esquel¨¦tico de los recursos: un dj blanco y dos bailarinas vestidas como si hubieran comprado el modelo a ¨²ltima hora en American Apparel. Pero un aut¨¦ntico show gracias a la protagonista: poquita cosa en apariencia, 21 a?os, apenas metro sesenta, pantalones rojo el¨¦ctrico de cintura alta, zapatillas blancas casi infantiles, melena hasta la cintura y cuerpo de adolescente. Pero est¨¢ neoyorquina de Harlem es capaz de recitar a una velocidad endiablada su escaso repertorio. Atenci¨®n: en diciembre edit¨® su primer sencillo, aun no tiene un disco largo y ya se permite ser la estrella en festivales. Precocidad es poco. Crece como artista con rapidez y seguridad pasmosa. Su arma es una combinaci¨®n in¨¦dita. La m¨²sica de las raves europeas, ritmos de productores sin problemas con los t¨®picos cuasi reggatoneros y un talento innato para el rapeo que hace que lo vulgar suene reluciente. Banks es una estrella.
Cuando sali¨® al escenario hab¨ªa bajado ya un poco el sol inmisericorde que cay¨® toda la tarde sobre el Matadero. El gran problema de que las autoridades municipales pretendan que Madrid es Viena y quieran que los festivales acaben a la una de la madrugada es que eso obliga a los organizadores de eventos como este, a colocar las actuaciones en horas en los que la b¨²squeda de una sombra es un asunto de vida o muerte. Los intentos de mitigar ese h¨¢ndicap con ventiladores o atomizadores de agua al aire libre o tirando de aire acondicionado a tope en los escenarios bajo techo se quedan en esfuerzo testimonial. Los milagros no existen.
El gran damnificado fue James Blake. Su refinado sonido, que fue en su d¨ªa dubstep y ahora es una combinaci¨®n casi perfecta de sensualidad negra y electr¨®nica blanca, tocada por un veintea?ero ingl¨¦s con pinta de estudiante de Oxford, no es chill out a pesar de su languidez y requiere una atenci¨®n que es dif¨ªcil de prestarle en un escenario tan grande y con tanta luz. Aun as¨ª tiene una clase innegable, una voz preciosa y un enorme valor para no rebajar su repertorio en estas circunstancias adversas.
Antes de Banks y de Blake, St Vincent, chica de pueblo convertida en neoyorquina cosmopolita, como ella misma record¨®, estuvo a la altura de las expectativas. Si cierras los ojos escuchas a una Sinnead O?Connor del Siglo XXI o una Bj?rk menos pasada de rosca. Si los abres es una atractiva veintea?era con una guitarra y presencia esc¨¦nica. Al pobre Twin Shadow, otro neoyorquino de adopci¨®n, le toco actuar con el sol que d¨¢ndole en la cara. No logr¨® igualar la exquisitez de su ¨²ncio disco, pero es que eso es muy complicado, y lo supli¨® con entrega y presencia. Aprobado.
Los beneficiados a la hora de cerrar esta cr¨®nica eran Two Door Cinema Club, cuatro imberbes chicos de Irlanda del Norte. Alumnos aventajados de Vampire Weekend y primeros de su curso muy por delante de Friendly Fires o Klaxons, han despojado a eso que se llam¨® punk funk ( canciones el¨¦ctricas pero bailables) de todas sus aristas sin privarlas de su fuerza. Su pop, perd¨®n por el t¨®pico, saltar¨ªn y contagioso, se pase¨® triunfal, ya ca¨ªda la bendita noche por encima de 8500 personas, (un 20% menos que en la anterior edici¨®n) que lo pasaron como nunca y, perd¨®n otra vez, estallaron de j¨²bilo cuando son¨® su ¨¦xito What you want. Con un solo disco en las tiendas y a punto de editar el segundo (se pone a la venta el 3 de septiembre) tienen todos los boletos para ser los nuevos Franz Ferdinand. Hoy el Festival compite con el Espa?a Francia, prueba heroica donde las haya de la que casi nada sale triunfante.
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