Manu Chao, el impredecible m¨²sico botante
Dos horas de jarana pautaron en Porta Ferrada el primero de sus dos ¨²nicos conciertos en Espa?a
?Quiere usted contratar a Manu Chao? Si¨¦ntese tranquilo y espere la adecuada conjunci¨®n astral. No, no es una cuesti¨®n de talonario, ni tan siquiera de simpat¨ªa personal o amistades interpuestas, es simplemente que las cosas han de pasar cuando deben pasar y por supuesto eso solo Manu Chao lo decide. Se siente. Con sus programaciones cerradas y con la publicidad en la calle, los festivales de la Porta Ferrada (Sant Feliu de Gu¨ªxols, Girona) y Pirineos Sur (Lanuza, pr¨®ximo mi¨¦rcoles) vieron c¨®mo de repente Manu Chao se sumaba a la programaci¨®n. ?Razones? Aunque las casualidades no existan, llam¨¦moslo azar.
Manu Chao pasa gran parte del a?o en Barcelona, pero sus actuaciones no menudean y suelen tener lugar sin apenas convocatoria en salas peque?as siempre atestadas por sus seguidores, destinatarios naturales de tales apariciones. En la Salamandra de L'Hospitalet de Llobregat actu¨® hace unas semanas, all¨ª se person¨® un promotor amigo y a ¨¦l le solt¨® Manu que, teniendo una actuaci¨®n en Cascais (Portugal) este domingo, no le ir¨ªan mal un par de conciertos en Espa?a para cubrir viaje de ida y vuelta a Francia, donde la gira sigue en grandes recintos. As¨ª, a mediados de junio se movieron las dos ¨²nicas actuaciones de Manu Chao en Espa?a este verano, primeras no clandestinas en varias temporadas. ?Casualidad? En absoluto.
Porque el discurso de Manu, atropellado en muchos sentidos por unos tiempos m¨¢s crueles y desp¨®ticos de lo que ¨¦l mismo expresa en sus letras, se mantiene alternativo en su forma de trabajar, impredecible y no ajustada al gui¨®n del negocio musical. Por eso no sirve intentar contratarle, por eso actu¨® en Sant Feliu de Gu¨ªxols a un precio razonable para el promotor, por eso puede cobrar una fortuna en un festival y tocar gratis en un bar cochambroso y diminuto al d¨ªa siguiente. En eso y en vetar marcas comerciales en sus conciertos ¨Cen especial multinacionales y bancos-, Manu sigue incorruptible.
No en otras cosas. Por ejemplo, su irrupci¨®n en escena en Sant Feliu de Gu¨ªxols nada tuvo que ver con las de aquellos a?os de Mano Negra o de buena parte de su carrera en solitario, cuando un tropel de m¨²sicos sal¨ªan correteando como hormigas huyendo del insecticida para dar inicio al concierto. Ahora irrumpe primero Gambeat al bajo junto con el bater¨ªa, luego Madjib con su guitarra y al final aparece la estrella agradeciendo aplausos. Como Jon Bon Jovi o Julio Iglesias. Pareci¨® que a Manu le hab¨ªan ca¨ªdo 30 a?os encima y la industria hab¨ªa domesticado a alguien que siempre ha sido m¨¢s sardina que at¨²n, m¨¢s lobo que perro. Lo pareci¨®. Y mucho.
Comenz¨® a dar botes, se?al¨® con el ¨ªndice al cielo, pareci¨® gui?ar un ojo bajo su gorra, hinch¨® el pecho que mostraba bajo su abierta camisa roja y aceler¨®. Un casi mismo acorde de guitarra le sirvi¨® durante la primera media docena de canciones, empujadas por una bater¨ªa a 120 golpes por minuto. Menudo frenes¨ª, ?cu¨¢nta cerveza es necesario trasegar para seguirle el demarraje! Y as¨ª durante dos horas, en las que somete a su cuerpo de 51 a?os reci¨¦n estrenados a un tute de no te menees. Y no es tanto que no pare quieto o que bote, que lo hace menos que cuando ten¨ªa 41 a?os, como que Manu Chao en escena es un artista en permanente tensi¨®n, los m¨²sculos tirantes, el gesto crispado, el ¨¢nimo guerrero. Eso debe resultar demoledoramente agotador. Y que antes del concierto le masajease las piernas un fisioterapeuta para aliviar una sobrecarga muscular producida en su ¨²ltimo concierto en Francia no hace sino aumentar las dimensiones del esfuerzo.
En eso Manu sigue como siempre, muy f¨ªsico, imprimiendo velocidad a sus canciones, en realidad casi una misma canci¨®n (amalgama de reggae, ska, punk, rock, pop, ritmos latinos y lo que se tercie, griter¨ªo beodo incluido) escupida por un simple cuarteto y festoneada con frases que resumen su ideario. Es aqu¨ª donde el discurso de Manu se astilla y comienza a quedar arrinconado en algunos aspectos, porque ya no llegan pateras, sino que se marchan los emigrantes; el hambre no solo muerde en el Tercer Mundo, sino que ya lo hace aqu¨ª, y la desesperanza no solo es negra, sino cada d¨ªa m¨¢s blanca, m¨¢s nuestra y m¨¢s ¨¢rida, desacostumbrados a ella como estamos. El mundo est¨¢ cambiando y la mirada sobre ¨¦l ha de evolucionar. Entretanto, dos horas contemplaron un cancionero ya cl¨¢sico de un artista que solo resulta imprevisible en sus formas de trabajar, particularmente id¨®neas en estos tiempos sin ley. La forma ha claudicado, no el fondo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.