Historias inacabadas
El juicio del 'caso Malaya', la mayor operaci¨®n contra la contra la corrupci¨®n pol¨ªtica destapada en la historia de Espa?a, ha durado casi dos a?os, que es mucho tiempo para mantener viva una noticia
El periodismo, demasiadas veces, se olvida de una noticia antes de que la noticia haya acabado. La abundancia de informaci¨®n y su tratamiento, cada vez m¨¢s compulsivo y de v¨¦rtigo, hace que cualquier episodio de la actualidad tenga siempre los d¨ªas contados. Existen muy pocas noticias que perduren una semana y hay un sinf¨ªn de ejemplos de historias que aparecen un d¨ªa y desaparecen al siguiente sin que nadie nos cuente c¨®mo concluyeron. A pesar de que el seguimiento de la noticia es una m¨¢xima de esta profesi¨®n, cumplir este precepto resulta cada vez m¨¢s dif¨ªcil. A muchas noticias les pasa como a las pompas de jab¨®n, que aparecen, van engordando y explotan. Por eso, una vez revientan, desaparecen tan pronto como nacieron.
Francisco Gor, que fue Defensor del Lector de este peri¨®dico, dec¨ªa que la actualidad estaba llena de noticias inacabadas. Y ese fue el t¨ªtulo que le puso a uno de sus escritos en 1998, en respuesta a un lector que se quejaba del hecho de que EL PA?S no hubiera informado del archivo de una denuncia cuya presentaci¨®n, en su d¨ªa, se lleg¨® a instalar en la primera p¨¢gina del peri¨®dico. El mundo est¨¢ lleno de guerras que no existen ya en los informativos, de hambrunas que han desaparecido de los telediarios y de millones de desplazados cuyos relatos guardan cola para hacerse un hueco en la actualidad. Son historias que ya no tienen qui¨¦n las escriba. Un lector public¨® hace a?os en una carta al director de EL PA?S un magn¨ªfico dec¨¢logo sobre c¨®mo enfrentarse a la lectura de un peri¨®dico. En ¨¦l inclu¨ªa este axioma: ¡°Lo que no sale en los peri¨®dicos tambi¨¦n sucede y parte de lo que sale no ha sucedido nunca¡±. Se podr¨ªa a?adir tambi¨¦n que lo que sali¨® un d¨ªa en los peri¨®dicos y ahora no encuentra hueco no tiene necesariamente que haber finalizado.
Ayer concluy¨® el juicio del caso Malaya, la mayor operaci¨®n contra la corrupci¨®n pol¨ªtica destapada en la historia de Espa?a. El juicio ha durado casi dos a?os, que es mucho tiempo para mantener viva una noticia. Han sido 199 sesiones, por eso hac¨ªa meses que lo qu¨¦ ocurr¨ªa en la sala apenas traspasaba las fronteras period¨ªsticas de M¨¢laga, a lo sumo de Andaluc¨ªa. Ni de lejos, el transcurso de la vista oral ha tenido el protagonismo que alcanz¨® la operaci¨®n judicial y policial que acab¨® con la detenci¨®n de un centenar de personas, entre ellas tres ex alcaldes, un rosario de concejales, abogados, empresarios y testaferros.
Resulta curioso, por tanto, que el periodismo dedicara tanto esfuerzo a relatar la investigaci¨®n judicial y policial, y luego haya sido tan descuidado con el seguimiento del juicio, a pesar de que, en un Estado de Derecho, una vista oral es el escenario para determinar con exactitud lo ocurrido y establecer la responsabilidad de cada procesado. La justicia es lenta y el periodismo r¨¢pido, por eso en la mayor¨ªa de los casos hace muy mala conjunci¨®n. Para cuando la Justicia no hab¨ªa concluido el juicio contra Juan Antonio Roca, el periodismo estaba ya con la vista oral a la que deb¨ªa enfrentarse Isabel Pantoja, protagonista de una pieza separada del sumario que se reanudar¨¢ en octubre.
El caso Malaya es el paradigma de la corrupci¨®n, el s¨ªmbolo de una ¨¦poca en la que se utilizaron todos los resortes del poder para saquear las instituciones p¨²blicas. El juicio ha demostrado que los protagonistas de este expolio se enriquecieron hasta l¨ªmites obscenos y que entre ellos se encontraba lo mejor de cada casa: pol¨ªticos, empresarios, arquitectos, funcionarios, polic¨ªas¡ Quiz¨¢s, por eso, la sentencia deber¨ªa recobrar el protagonismo que merece este magn¨ªfico retrato de esa Espa?a de la picaresca y de los mangantes, de los maletines y los pelotazos, devota de las recalificaciones y de los traspasos. En definitiva, ese retrato del esp¨ªritu de una ¨¦poca que ahora nos ahoga y nos atraganta. Una historia que el periodismo nunca deber¨ªa dejar inacabada.
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