Aires de familia
La historia se repite y Farruquito presenta a su hermano El Carpeta, continuador de la saga
La historia de cierta manera se repite. Farruquito fue presentado por sus mayores cuando era la mitad de lo que es hoy El Carpeta. El devenir de triunfo (avatares medi¨¢ticos incluidos) que vino despu¨¦s es conocido por todos. Ahora, con cierta pompa, se pasa el testigo a El Carpeta, un voluntarioso retaco de 14 a?os, con br¨ªo, pujanza esc¨¦nica, dotes sobradas y la idea fija de ser no uno m¨¢s de la saga, sino precisamente, el brillo del futuro. Lleva ya el pelamen como lo llevaba Farruquito a los 16 a?os. Luego prudentemente se lo cort¨® por mor de una est¨¦tica m¨¢s acorde con los tiempos. El ni?o deb¨ªa hacer lo mismo, y eso tambi¨¦n ayudar¨¢ a su l¨ªnea f¨ªsica y a su estilizaci¨®n.
SIEMBRA
Con el baile de Juan Manuel Fern¨¢ndez Montoya (Farruquito) y Manuel Fern¨¢ndez Montoya (El Carpeta).
Veranos de La Villa. Jardines de Sabatini. 2 de agosto.
Habr¨¢ que esperar, tendr¨¢ que llover mucho y ser humedecida la tierra para que brote lo que tiene que brotar. Hoy, El Carpeta, que tiene su gracia, se encona en imitar a su hermano mayor, en sacar lasca del estilo y la personalidad arrasadora del otro, lo que consigue solamente en la medida de sus proporciones, fuerza y posibilidades actuales. Una vez crezca y vea, compare y experimente, deber¨¢ encontrar su propia chispa, su juego particular; hollar el tablado con su m¨¦rito. Con un o¨ªdo de privilegio y muy bien ense?ado para algunos bailes, El Carpeta puede llegar, as¨ª el t¨ªtulo de Siembra est¨¢ totalmente justificado, un espect¨¢culo m¨¢s sobrio de a lo que nos tiene acostumbrado la familia de marras, con buenos m¨²sicos en que destacan claramente el viol¨ªn creativo de Tom¨¢s Poitr¨®n y la percusi¨®n amable y ritmada de Antonio Moreno; tambi¨¦n el cante de Victoria Borja (La Tana), dej¨® alg¨²n momento vibrante.
Pero los verdaderos protagonistas, entre el p¨²blico que llenaba el jard¨ªn real, fueron esos aparatitos modernos que hacen fotos, fungen de tel¨¦fonos y parece que no podremos ya vivir sin ellos. A pesar de la repetida advertencia por megafon¨ªa, mucha gente grababa a placer, hac¨ªa fotos con destellos o hablaba con sus parientes. Un ¨ªncubo para quienes asistimos con la idea de lograr, aunque fuera al aire libre, un poco de concentraci¨®n.
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