La vida en la carretera
Los madrile?os invierten cinco millones de horas anuales en desplazamientos Los desplazamientos por carretera han aumentado en m¨¢s de un 28% la ¨²ltima d¨¦cada
Cada ma?ana Emma abre los ojos con un frenazo en el mismo punto de la carretera, en la ¨²ltima rotonda de Villanueva del Pardillo. Es el momento en que realmente se despierta, lo anterior ha sido un pr¨®logo, aunque haya significado levantarse a las 6.30 en su cama de Fresnedillas de la Oliva, vestirse y correr hasta el autob¨²s. En 75 minutos completa el viaje hasta Madrid, m¨¢s el metro despu¨¦s hasta el centro. Luego la oficina, y vuelta a casa a las ocho de la tarde. El plan de viaje esta vez pasa por la lectura. Miles de p¨¢ginas al a?o.
Emma quema libros, y tambi¨¦n forma parte del grupo de devoradores de kil¨®metros de Madrid. Son los principales responsables de que en la Comunidad la media de kil¨®metros recorridos al d¨ªa sea de 20,4 millones. Son los oyentes de radio m¨¢s fieles, los consumidores compulsivos de gasolina, el comprador para el que los publicistas gastan millones en los anuncios de carretera. En definitiva, son los que practican el commuting, que es como se define en ingl¨¦s el hecho de recorrer grandes distancias entre el punto de residencia y el centro laboral. Ninguno de los expertos de movilidad consultados ha sabido proponer un nombre en castellano para los commuters, prueba de la limitada atenci¨®n que ha despertado hasta ahora el grupo en Espa?a. Aventurando una traducci¨®n, la m¨¢s cercana quiz¨¢ sea intercambiadores.
Hay intercambiadores que se lanzan a la carretera por necesidad y otros que lo hacen por decisi¨®n propia, aunque la diferencia entre una y otra opci¨®n es dif¨ªcil de discernir, sobre todo a medida que pasan los a?os: el optimista propietario de una casa en las afueras al que no le importa un trayecto largo puede pasar en cuesti¨®n de a?os o meses a sufrido cabeza de familia con una hipoteca de la que no puede desprenderse. O viceversa: tambi¨¦n existen casos de deportados a las afueras que terminan declarando que les resultar¨ªa imposible regresar a Madrid.
Como media, cada habitante de la Comunidad invierte al d¨ªa una hora y veinte minutos en sus desplazamientos, y la inmensa mayor¨ªa lo hace por razones profesionales. En total, los madrile?os pasan 5 millones de horas en desplazamientos al a?o, seg¨²n la Encuesta sobre la movilidad cotidiana que confecciona el Ministerio de Fomento. Los desplazamientos por carretera en la regi¨®n han aumentado en m¨¢s de un 28% la ¨²ltima d¨¦cada, aunque desde 2008 la crisis ha ocasionado que se registre un ligero descenso.
Una vida de estr¨¦s
- Los madrile?os invierten 5 millones de horas en desplazamientos al a?o, seg¨²n la Encuesta sobre la movilidad cotidiana de los ciudadanos que confecciona el Ministerio de Fomento.
- Los madrile?os recorrieron 20,4 millones de kil¨®metros cada d¨ªa por las carreteras de la Comunidad en 2010
- Cada d¨ªa entran o salen de la regi¨®n 295.980 veh¨ªculos o lo que es igual, m¨¢s de 108 millones de desplazamientos al a?o.
- Los madrile?os empiezan a dedicar mucho tiempo al desplazamiento en la universidad y alcanzan el m¨¢ximo de minutos de media (100) a los 50 a?os.
- En Madrid, casi 5.000 de los 6.000 viajes de m¨¢s de 50 kil¨®metros que se hacen al d¨ªa son por motivos profesionales.
- Despu¨¦s de las provincias vascas (con una media superior en 5 minutos) con sus 79 minutos de desplazamiento medio Madrid es la provincia en la que m¨¢s duran los desplazamientos, seg¨²n Movilia.
- Madrid tiene 2.600 kil¨®metros de carreteras. La red principal, compuesta por 636 kil¨®metros, fue la que concentr¨® mayor volumen de circulaci¨®n, con una intensidad media de 22.548 veh¨ªculos diarios.
- Las 10 carreteras con m¨¢s circulaci¨®n: M-607 (100.928 veh¨ªculos/d¨ªa); M-45 (98.764 veh¨ªculos/d¨ªa); M-503 (93.764 veh¨ªculos /d¨ªa); M-506 (59.979 veh¨ªculos /d¨ªa); M-500 (56.064 veh¨ªculos /d¨ªa); M-501 (54.639 veh¨ªculos /d¨ªa); M-100 (46.610 veh¨ªculos /d¨ªa); M-407 (44.983 veh¨ªculos /d¨ªa); M-409 (44.568 veh¨ªculos /d¨ªa); y M- 406 (40.352 veh¨ªculos /d¨ªa).
- Los desplazamientos p¨²blicos y privados han disminuido por la crisis en torno al 1%.
- Seg¨²n datos europeos, 1 de cada 10 trabajadores espa?oles pasan m¨¢s de 45 minutos de camino al trabajo., y cuanto m¨¢s grande es el municipio, m¨¢s sube esta media.
- El estudio de movilidad del Ayuntamiento de Madrid de 2010 demuestra que han disminuido los desplazamientos p¨²blicos y privados en los dos ¨²ltimos a?os. Principalmente se ha notado en el transporte p¨²blico ¨Cmuy ligado a la tasa de ocupaci¨®n-, que se ha recortado en el 1%.
Emma forma parte de los intercambiadores que recurren preferentemente al transporte p¨²blico. Solo coge el coche algunos viernes porque tiene estudiado que el tr¨¢fico es menos denso. Mar¨ªa opta por el coche. Ella lleva ocho a?os conduciendo diariamente entre Toledo y la calle de Alcal¨¢ de Madrid.
Originaria de Toledo, estuvo dos a?os estudiando en la capital y luego se march¨® a Barcelona. Volvi¨® a Toledo al descubrir que no se dilu¨ªa la nostalgia de su casa y familia, pero busc¨® empleo en Madrid porque era pr¨¢cticamente imposible encontrar algo de su sector (la investigaci¨®n de mercados) fuera de las grandes capitales. Su padre, que conoc¨ªa bien las incomodidades de la situaci¨®n despu¨¦s de 20 a?os trabajando en Madrid y viviendo en Toledo, intent¨® disuadirla del plan, pero a Mar¨ªa le apetec¨ªa tanto regresar a casa que acept¨®. Al principio completaba el viaje con placer. ¡°Cuando tuve la ni?a hace cinco a?os me encantaba el momento de paz¡±, explica al volante de su coche, camino de Toledo. ¡°Me gustaba que el d¨ªa amaneciera mientras yo estaba conduciendo. Por la ma?ana, cuando sal¨ªa de casa era de noche, y al aparcar en Madrid se hab¨ªa hecho de d¨ªa¡±. Una oruga de peluche se bambolea colgada del retrovisor. Los laterales de las puertas est¨¢n atiborrados de ced¨¦s. Mar¨ªa escucha continuamente m¨²sica: ¨®pera, cl¨¢sica, radiof¨®rmula¡ ¡°Piensas un mont¨®n¡±, dice ¡°y adem¨¢s, me gusta el volante¡±.
Durante los primeros kil¨®metros del viaje habla animadamente de su decisi¨®n. ¡°No lo vivo con angustia¡±, explica con la vista sobre la carretera. Luego se queda en silencio siguiendo la l¨ªnea continua: ¡°Pero no quiero estar toda mi vida as¨ª¡±. Cuenta que el entusiasmo fue declinando con los a?os y que ha sido su separaci¨®n la que le ha hecho tener ganas de una vida distinta. ¡°Ahora no puedo porque no depende de m¨ª, pero quiero cambiar¡±. Su hija le condiciona; la cercan¨ªa de sus padres que le ayudan con ella, tambi¨¦n; y su expareja, a la que hizo trasladarse desde Barcelona, vive en Toledo. Adem¨¢s tiene una hipoteca, aunque asegura que eso es lo de menos. Sigue conduciendo y exclama: ¡°Es que est¨¢ muy lejos. Es un co?azo¡±.
La paradoja del intercambiador
Un estudio de dos economistas de la Universidad de Z¨²rich, Bruno Frey y Alois Stutzer, titulado Estr¨¦s que no paga: la paradoja del intercambiador, fija, bas¨¢ndose en operaciones matem¨¢ticas y datos recogidos durante 13 a?os en Alemania, que mucha gente perfectamente racional toma la decisi¨®n de trabajar demasiado lejos de su casa (o irse a vivir muy lejos de su trabajo) por razones no demasiado racionales. Seg¨²n este estudio, para sentirse satisfecho con un desplazamiento de dos horas de coche diarias, el salario que implica trabajar lejos de casa debe ser al menos un 40% superior al que cobra alguien que trabaje m¨¢s cerca. Pero quiz¨¢ lo m¨¢s llamativo del informe es que est¨¢ lleno de conclusiones deprimentes sobre la capacidad de los seres humanos para dirigir sus vidas: ¡°La gente no suele ser capaz de evaluar los verdaderos costos que el intercambio tiene en su bienestar. Se suelen dejar arrastrar por teor¨ªas intuitivas a la hora de predecir c¨®mo les afectar¨¢ el desplazamiento continuo¡±. Despu¨¦s de leerlo dan ganas de pedir que alg¨²n alma superior obtenga la custodia de nuestras vidas. Seg¨²n los dos te¨®ricos, un importante porcentaje de las personas que optan por construirse una vida dividida entre dos polos geogr¨¢ficos no calculan lo destructivo que ser¨¢ el estr¨¦s a medio plazo. Tambi¨¦n atacan la falta de voluntad. ¡°La gente tiene poco autocontrol y energ¨ªa para cambiar su vida cuando no funciona¡±, aseguran aupados sobre una serie de ecuaciones dif¨ªciles de interpretar para legos en matem¨¢ticas. ¡°La decisi¨®n de buscar un trabajo m¨¢s cerca de casa o un apartamento que reduzca los desplazamientos es algo que se deja continuamente para la semana que viene¡±.
Sin trasladar las conclusiones de este estudio a la vida de Mar¨ªa, que se prest¨® solo a participar en un reportaje y no ser conejillo de indias de experimentos s¨¢dicos, su caso ilustra que el intercambio funciona sobre todo en situaciones de gran estabilidad, pero que cualquier cambio puede poner de relieve que tomamos decisiones apoy¨¢ndonos en una visi¨®n optimista del porvenir. A d¨ªa de hoy, Mar¨ªa reconoce que hace unos a?os no hubiera firmado un plan de vida similar si le hubieran expuesto con tanta crudeza los aspectos negativos.
De entrada, calcula que para llegar al trabajo se deja unos 600 euros al mes entre gasolinas y la letra del coche. Y cada dos o tres a?os tiene que cambiar de veh¨ªculo como resultado de los 40.000 kil¨®metros que le mete. Y eso no es lo que m¨¢s le molesta. ¡°Vives muy condicionado, sobre todo socialmente, y ahora no me apetece. Por poner un ejemplo: si tienes una cena de empresa, o lo arreglas para quedarte a dormir o nada¡±. El d¨ªa a d¨ªa le resulta tambi¨¦n duro. Hasta que se separ¨® se levantaba a las 5.15 para evitar los atascos. Ahora por las ma?anas lleva la ni?a al colegio a las 6.45. A cambio de dormir un poco m¨¢s, paga un doble peaje: los atascos (alguno hist¨®rico de hasta tres horas y media) y tener que llevarse trabajo a casa. ¡°Hay etapas, y esto ahora no tiene mucho sentido¡±, concluye.
La dif¨ªcil recompensa
El estr¨¦s es el enemigo de todo intercambiador. El psic¨®logo Antonio Cano cifra su incidencia: ¡°Pasar m¨¢s de una hora en el coche de camino al trabajo supone un 82% de estr¨¦s adicional¡±. A la hora de responder cu¨¢l de los componentes del desplazamiento es el que genera realmente el estr¨¦s, asegura que es ¡°todo¡±: ¡°Al estr¨¦s de conducir una hora, que es una actividad que de por s¨ª pone nerviosa a mucha gente, se a?ade el de las aglomeraciones y los atascos, los conflictos con otros conductores, los retrasos y tambi¨¦n el tiempo dedicado a hacer nada¡±. Seg¨²n el psic¨®logo, muchas personas consideran las horas al volante como tiempo muerto. Instantes de inactividad, de aburrimiento. ¡°Viendo c¨®mo se marchan esas horas se puede generar un conflicto. El trabajador ve c¨®mo est¨¢ perdiendo recursos (horas) que no puede invertir en lo que realmente querr¨ªa, como en ocio, en pasar tiempo con la familia o incluso en trabajar¡±.
Nick Paumgarten, un reportero estadounidense de la revista The New Yorker escribi¨® en 2007 un extenso reportaje sobre los intercambiadores que est¨¢ lleno de personas solitarias en trayectos de hasta siete horas durante los que llegan a aprender a tocar la arm¨®nica.
Paumgarten llega a dos conclusiones. La primera es que el tiempo se convierte en la moneda en la vida del intercambiador, porque la cantidad de minutos gastados determina lo ventajoso del trato. La segunda, es que ¡°hablar de conmutar es como hacerlo de sexo o de las horas que duerme cada uno: todo el mundo miente¡±. Unos exageran las horas que pasan en coche y otros las minimizan. La gente que hace viajes c¨®modos tiende a evangelizar sobre las virtudes de vivir y trabajar en puntos alejados, y los que sufren se obsesionan con el tema y lo convierten en el eje de su infelicidad. Mar¨ªa consigue no caer en ninguna de las trampas mentales de la vida del intercambiador y asegura que arreglar¨¢ su situaci¨®n en cuanto las circunstancias se lo permitan. ¡°Lo eleg¨ª yo, y no voy a quejarme. Durante a?os me ha compensado por el estilo de vida all¨ª y por lo contenta que estaba de volver a casa. Toledo es una buena ciudad para criar hijos¡±, concluye encogi¨¦ndose de hombros.
Volviendo al caso de Emma, ella tambi¨¦n reconoce que su situaci¨®n tiene luces y sombras. Las luces son el bajo precio de su vivienda -un espacioso chal¨¦ por 650 euros- y la vida en Fresnedillas (650 euros), la naturaleza y, sobre todo la tupida red social que ha tejido en el pueblo. El contrapunto es que apenas le queda tiempo libre. ¡°Llegas a las ocho a casa muy cansada. Solo vives los fines de semana, pero te merece la pena cuando te levantas en medio del campo¡±, cuenta sentada en el autob¨²s.
El asunto de las recompensas es espinoso. Aunque ya hayamos visto que existen muchas variables, la mayor¨ªa de literatura sobre el tema coincide en que la decisi¨®n de intercambiar se basa en una ecuaci¨®n en la que la moneda Tiempo = Metros cuadrados m¨¢s baratos. En general, la tendencia es alejarse lo necesario de la ciudad, donde el suelo es m¨¢s caro, para conseguir un domicilio que cumpla con los requisitos de precio y calidad que cada individuo se fija. Emma explica que su migraci¨®n hacia las afueras empez¨® as¨ª hace cinco a?os. Cuando ella y sus compa?eros de carrera decidieron buscar apartamento durante los ¨²ltimos cursos de Agronom¨ªa, fueron recorriendo los alrededores hasta que encontraron en Fresnedilla una residencia lo bastante barata y con la calidad que les apetec¨ªa. Ahora est¨¢ tan asentada all¨ª que ni siquiera una vez que han mejorado sus condiciones laborales quiere abandonar el pueblo. La rodean sus vecinos, sus amigos, y siente que y¨¦ndose perder¨ªa calidad de vida. Esto lleva de nuevo a la sutil diferencia que hay entre los que conmutan por necesidad y los que lo hacen por gusto.
El nivel de compromiso del individuo con su trabajo y su entorno tambi¨¦n contribuye a subir el umbral de aceptaci¨®n de la p¨¦rdida de tiempo, explica el psic¨®logo Antonio Cano. As¨ª, si hablamos de alguien enganchado a su ocupaci¨®n o encantado conque sus hijos tengan un jard¨ªn para jugar, probablemente tengamos m¨¢s posibilidades de encontrarnos con un conmutador satisfecho.
Al problema del tiempo se le a?aden variantes de g¨¦nero. Esto viene a significar, explica Cano, que las mujeres trabajadoras suelen sufrir m¨¢s estr¨¦s cuando conmutan. A lo evidente, que es que suelen asumir m¨¢s cargas dom¨¦sticas que sus contrapartidas masculinas, hay que a?adirle la trampa de pensar en la que se convierte un coche. Pasar media hora en medio de un atasco sabiendo cu¨¢ntas cosas quedan por hacer en casa y nadie est¨¢ haciendo puede llevar a la consumici¨®n incluso a las m¨¢s resistentes.
Miles de historias
Todo el mundo conoce historias de gente que conduce muchas horas para ir a trabajar. Por ejemplo, una de las inspiraciones de este reportaje fue un taxista que una noche cont¨® c¨®mo se march¨® de Villaverde a Toledo porque buscaba una casa m¨¢s grande. Ahora se levantaba cada d¨ªa a las cuatro de la ma?ana para recoger el taxi en Legan¨¦s y luego conducir hasta Madrid para hacer all¨ª el servicio.
La conversaci¨®n sobre otros intercambiadores es com¨²n entre los intercambiadores. Las situaciones ajenas sirven de modelo y de inspiraci¨®n al gremio. Tambi¨¦n de entretenimiento. Por eso Maite, una habitante de la sierra que no quiere dar m¨¢s datos sobre su identidad, escrib¨ªa un blog que quiere conservar an¨®nimo con las historias que le contaba la gente que recog¨ªa en las paradas de autob¨²s con la intenci¨®n de poder conducir hasta su trabajo en Madrid por el carril VAO.
Mar¨ªa conoce a una compa?era de trabajo que dej¨® finalmente la oficina, y tambi¨¦n a la madre de una amiga de su hija. Emma cuenta la historia de varios vecinos de Fresnedilla que viv¨ªan aut¨¦nticas epopeyas para llegar a trabajar. Por ejemplo, Paz, una psicoanalista que para entrar a las 11 a El Escorial sal¨ªa a las 8; una chica a la que el trayecto a Coslada se le hac¨ªa muy cuesta arriba y ha terminado trabajando en Navagalamella; y, la mejor de todas, una vecina que cada d¨ªa iba de Fresnedillas a Moncloa, y de all¨ª a Pr¨ªncipe P¨ªo para llegar a trabajar a otro punto de la sierra a solo 12 kil¨®metros del punto de partida. Lo que se denomina una causa profunda de estr¨¦s.
P¨²blico contra privado
Una de las principales causas de estr¨¦s para el conductor es el atasco. El atasco representa la bicha que no hay que nombrarle a los intercambiadores. Sudan, miran al techo del coche, cambian de tema.
La red de carreteras de Madrid se compone de 2.600 kil¨®metros de asfalto. Por ellas circularon 3.277.367 turismos y 267.860 motocicletas, explica el estudio de la Intensidad Media Diaria (IMD) de circulaci¨®n. Muchos de ellos, veh¨ªculos procedentes de provincias lim¨ªtrofes, porque cada d¨ªa entran o salen de la regi¨®n 295.980 veh¨ªculos, lo que representa 108 millones de desplazamientos anuales.
Las carreteras que registraron un mayor volumen de circulaci¨®n el a?o pasado fueron la M-607 (entre Madrid y Navacerrada), la M-45 (autopista de circunvalaci¨®n entre las alturas de Legan¨¦s y Coslada) y la M-503 (aproximadamente entre Aravaca y Villanueva de la Ca?ada). La fisonom¨ªa de la regi¨®n se va adaptando a las necesidades de estos conductores: las carreteras han ido construy¨¦ndose a medida que surg¨ªan los desarrollos inmobiliarios. Las lenguas de cemento se desplegaban para responder a las necesidades de los propietarios de la periferia. Pero al llegar a las inmediaciones de la capital, se colapsan. Mario Arnaldo, presidente de los Automovilistas Europeos Asociados, opina que los atascos est¨¢n generando malos h¨¢bitos en los conductores, que convierten el veh¨ªculo en prolongaci¨®n de la oficina y lo utilizan para pintarse, hacer llamadas o consultar el mail. ¡°Eso lo hacen cada d¨ªa y se convierte en un h¨¢bito que luego es peligroso¡±, dice. ¡°M¨¢s a¨²n al tener en cuenta que en Espa?a la principal causa de accidentes son las distracciones¡±.
Y el asunto de los accidentes no es precisamente menor, puesto que el Observatorio Europeo de Condiciones laborales asegura que el 4% de los accidentes laborales est¨¢n relacionados con el tr¨¢fico, afectando especialmente a hombres entre 25 y 54 a?os con un nivel bajo o medio de educaci¨®n.
Seg¨²n Arnaldo, estos atascos se producen principalmente porque no se ha resuelto el problema del transporte intermodal. ¡°Unas 800.000 personas entran al d¨ªa en Madrid desde la periferia, y no hay buenas conexiones por ejemplo entre Alcorc¨®n y M¨®stoles¡±, cuenta. ¡°Se siguen aguantando esos atascos porque incluso con ellos se tarda menos que usando el transporte p¨²blico¡±.
Esta opini¨®n dirige hacia uno de los problemas b¨¢sicos: la alternativa del transporte p¨²blico no siempre es atractiva a pesar de que permite combinar el desplazamiento con otras actividades: el sue?o, la lectura, conversaciones o incluso partidas de cartas y videoconsola.
De toda Espa?a, la Comunidad de Madrid es la que ofrece una mayor accesibilidad a los transportes p¨²blicos. Seg¨²n la Encuesta sobre la movilidad cotidiana de los ciudadanos (2006), el 89,7% de los madrile?os tienen uno a menos de 15 minutos y solo el 8,5% no dispone de uno pr¨®ximo.
Sin embargo, seg¨²n el ¨²ltimo informe de movilidad del Ayuntamiento de Madrid (2010), el 40% de los conductores rechazan el uso del transporte p¨²blico independientemente de su calidad. Algunos lo hacen porque necesitan el coche durante la jornada laboral; otros porque no les gusta viajar en colectividad. A pesar de ello, los n¨²meros de metro y tren siguen siendo importantes: Cercan¨ªas transport¨® 181,6 millones de viajeros durante el a?o 2010, el 12% del total de la demanda. Dicho de otra forma, en 2010 se vendieron un total de 14.591.087 abonos transporte, de los que 4.696.330 fueron en las Zonas B, 438.939 en las Zonas C y 80.197 en las Zonas E.
A Mar¨ªa la autonom¨ªa del coche le compensa el tiempo de los atascos. Durante un a?o y medio, despu¨¦s de que la llevara su madre, hac¨ªa el trayecto de vuelta en tren: ¡°Siempre iba la misma gente¡±. A ella no e hac¨ªan demasiada ilusi¨®n esas mesas en las que se sentaban los cuatro mismos de ch¨¢chara: ¡°?Qu¨¦ te cuentas?¡±.
Con el AVE a Madrid no tardaba m¨¢s de 30 minutos, pero desde Atocha hasta Ciudad Lineal hay que a?adirle otros 40 minutos. Lo que m¨¢s le desagradaba del AVE es que le impon¨ªa una serie de condicionamientos: que no sal¨ªa con toda la regularidad necesaria y terminaban temprano, que ten¨ªa que ir hasta la estaci¨®n en coche y dejarlo all¨ª en el aparcamiento de pago, que para algunos tramos horarios se encontraba sistem¨¢ticamente con falta de plazas... ¡°Una vez tuve que volver a casa en taxi y me cost¨® 100 euros¡±, recuerda. Otra, tuvo que ir a buscarla su expareja. Despu¨¦s RENFE quit¨® el bono de 10 y dej¨® solo el mensual, que no le cuadraba en absoluto, as¨ª que termin¨® la disyuntiva.
Algunos, sin embargo, son defensores incondicionales del tren. Es el caso de Valent¨ªn Alejandrez, un editor de 42 a?os que trabaja en Madrid pero vive la mayor parte del tiempo en M¨¢laga. A la semana, Valent¨ªn se hace 1.100 kil¨®metros; 52.000 al a?o. Sale de M¨¢laga el martes por la ma?ana y regresa el jueves por la tarde. Concretamente, coge el AVE a las 7.10 y a las 9.35 est¨¢ en Atocha. Se sube a la Vespa que tiene en el aparcamiento gratuito de Renfe y, exactamente en ocho minutos, est¨¢ en su trabajo. ¡°Mi hermano de Madrid a Galapagar se hace todos los d¨ªas el mismo tiempo de viaje que yo¡±, cuenta. ¡°De momento es la gloria bendita: ninguna sensaci¨®n de traj¨ªn¡±, acota porque lleva solo unos meses en esa situaci¨®n, desde que su novia se traslad¨® a M¨¢laga. ¡°Estaba preocupado porque pensaba que los billetes iban a ser muy caros, pero si los sacas con dos meses de antelaci¨®n te sale el trayecto por 35 euros¡±.
Lunes y viernes se da al teletrabajo. Se conecta mediante Skype y videoconferencias con sus socios. ¡°Trabajo m¨¢s horas, pero mientras est¨¢s con el puchero haciendo los garbanzos¡±, r¨ªe. Aparte de la necesidad de pasar de vez en cuando por la oficina, hay una importante raz¨®n por la que no se plantea trabajar a distancia el resto de d¨ªas. ¡°Los martes llego con mi maletita y luego me voy directo a jugar al baloncesto¡±, cuenta. Desde hace a?os juega todos los martes por la tarde en Arganzuela, en un equipo m¨¢s conocido por sus prestaciones en los bares de los alrededores que en la propia cancha.
Valent¨ªn no comparte la fobia al tren de muchos intercambiadores. ¡°La programaci¨®n de pelis de Renfe hasta el momento siempre ha sido m¨¢s que aceptable, explica. ¡°Si no, vas leyendo. Solo trabajo si es algo muy urgente¡±.
Mientras el AVE corre por la v¨ªa, paralelo a ¨¦l circula el coche de Mar¨ªa. Desde su ventanilla se puede espiar a los veh¨ªculos vecinos: en casi ninguno viaja m¨¢s de una persona. La media de viajeros espa?ola es 1,2 por trayecto. Bas¨¢ndose en esta evidencia, las iniciativas para compartir coche se han multiplicado. La pr¨¢ctica, relativamente consolidada en otros pa¨ªses europeos como Alemania, no tiene a¨²n demasiado tir¨®n en Espa?a pero, adem¨¢s de los que interesadamente se ponen en contacto para fijar un punto de recogida y compartir veh¨ªculo, ya hay empresas especializadas en el negocio, como BlablaCar, que tienen 18 millones de visitas al mes y m¨¢s de 1,8 millones de usuarios inscritos. ¡°La crisis econ¨®mica est¨¢ contribuyendo a que esta opci¨®n de transporte se consolide¡±, explica F¨¢tima Elidrissi, portavoz de la compa?¨ªa. Si usted es un intercambiador y le pesa en el ¨¢nimo o la cartera el tiempo en el coche, plant¨¦ese esa opci¨®n. Mar¨ªa rechaza con una sonrisa la posibilidad. ¡°Esto puede ser un rollo, pero si algo tiene bueno es que te deja tiempo para pensar. No quiero ir d¨¢ndole ch¨¢chara a nadie¡±, dice. Luego se pone las gafas de sol y la carretera empieza a hacerse plateada.
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