Casino
Frente a los arrestos soberanistas de Catalunya y Euskadi, Galicia ofrece obediencia ciega al ahorro
Se?or¨ªas, hagan juego. La gran dama blanca de la pol¨ªtica europea, que no es Angela Merkel sino Esperanza Aguirre, acaba de descubrir la rentabilidad del desierto de Madrid y el futuro de Espa?a como Felipe II descubri¨® en su d¨ªa el emplazamiento de El Escorial. Despu¨¦s de las urbanizaciones fantasma y tanto ladrillo sin alma es el momento de esos casinos que imitan a los canales venecianos y donde a veces se arrojan los jugadores de black-jacktras una noche aciaga.
Adelson, el gran Corleone del juego, est¨¢ en el frente de Madrid para salvar a Espa?a del 25% del desempleo a costa de una p¨®cima que recuerda a los sindicatos de Chicago: sin leyes, sin horas y con diez a?os de vacaciones fiscales. El hombre, para curarse en salud, entrega parte de sus beneficios a la causa republicana americana (y qui¨¦n sabe por aqu¨ª) y al integrismo sionista, que es como decir que mandar¨ªa a la hoguera por igual a Cayo Lara y a Barack Obama y solo permitir¨ªa que la poblaci¨®n de color trabajara en los ba?os y los jardines.
La picaresca espa?ola tienes esas cosas y si el proyecto se lleva a cabo (Ana Mato sostiene que no se va a poder fumar), valdr¨¢ la pena asistir a un renacimiento del cine espa?ol basado en un repunte del neorrealismo negro: de Torrelodones a Alcorc¨®n, es el camino que hay entre El Solitario y Dillinger, entre Martin Scorsese y el a?orado Berlanga.
Empiezo por el caso madrile?o porque creo que es la imagen de este gobierno del PP. No se pueden esconder las cartas durante tanto tiempo, se?ores. Ahora que no hay m¨¢s remedio que reconocer que la herencia fue muy mala, pero que tampoco dan una derecha empieza ese recorrido por los reinos de taifas en los que siempre gobern¨® a su antojo do?a Esperanza. Madrid vuelve a ser el correcaminos de Espa?a y no se le adivina futuro m¨¢s all¨¢ de unas oposiciones a croupier. Si la de Eurovegas es la gran noticia econ¨®mica de los ¨²ltimos meses que venga Mr. Marshall en persona y lo vea.
Pero el juego anda repartido por todo el Reino y hete ah¨ª que Mario Conde, un banquero siempre en la frontera del Oeste, no en vano naci¨® en Tui, reaparece en las elecciones gallegas para jugarle una mano a la salud del descontento, ese descontento tan ib¨¦rico del con dos cojones, porque los jugadores, los de verdad, nunca se olvidan de que hay que seguir como sea empujando la rueda de la ruleta a veces en las sienes, eran tiempos de Dostoievski, y ahora en las tertulias, que es el signo de los tiempos.
La baza de Feij¨®o se presume pues la de un jugador perdido entre los habanos de Rajoy, un hombre atribulado por la persecuci¨®n casi on¨ªrica de ese batall¨®n de los afectados por las preferentes que le persigue hasta en los sue?os. Cruda met¨¢fora de banqueros, de aquella patri¨®tica uni¨®n entre Vigo y A Coru?a que se qued¨® en la huella dactilar de un iletrado: as¨ª va el negocio en los casinos, as¨ª va la baza en estos tiempos en los que curiosamente Catalunya y Euskadi demuestran arrestos soberanistas mientras que en Galicia se dictamina la obediencia ciega a los mandamientos del ahorro y del d¨¦ficit. Una vez m¨¢s quedamos fuera de juego aunque esa parece ser nuestra chance en la partida. Un fuera de juego posicional, un campo de pruebas que puede esta vez salirle muy caro a los due?os del casino, porque si N¨²?ez Feij¨®o no se desmarca de la t¨¢ctica de su valedor es muy probable que su futuro est¨¦ en juego y caiga con ¨¦l a esos canales venecianos de aguas lacustres.
Entonces la cosa est¨¢ menos clara de lo que en un principio pensamos y la palabra rescate juega otra vez, casi como en los tiempos del Prestige, una importancia desmedida. Parece solo que el Joker puede pronunciarla con su risa diab¨®lica. Est¨¢ claro que el p¨®quer sin humo es como el cine negro sin pistolas y el p¨®quer gallego tiene esta vez un extra?o aliado en el botafumeiro. Quien entre el humo muestre las cartas seguramente pierda. Pero hay quien ya no puede ocultarlas por m¨¢s tiempo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.